Partida Rol por web

Caballos? Qué caballos???

Estooo... Flechas? Qué flechas??? jejeje

Saludos

Nanuk

Mientras huís montados a caballo, intentando que comiencen a galopar como si no hubiera mañana, una lluvia de flechas desciende sobre vuestras cabezas, amenazando con haceros criar malvas en menos de un instante.

Sebastián logra salir del rango de alcance de las saetas, empuñando las riendas de su brioso corcel. Parece que le ha caído en gracia el caballo más veloz del grupo, junto al de Charles de Lupo (evidentemente, él se había reservado el mejor de todos). Viéndolo dominar al caballo con una sola mano, bien parece que lleva toda la vida montando corceles.

Sin embargo, tanto Gonzalo como Silvana como Agustí sufren sobre sus cabezas la caída de los certeros flechazos, pese a que estos ya han pasado del trote a un correcto galope, siendo el último el de Gonzalo, quien parece más aterrado del propio caballo en sí -en que no ha tenido más remedio que montar para salvar el pellejo- que en la lluvia de saetas.

Pese a que el Palacio Real de Valencia se ha ido quedando atrás, no se ha despedido de vosotros sin haceros derramar sangre y dejaros una marca en vuestro cuerpo, que tornará en una cicatriz que os recordará el episodio vivido por el resto de vuestras vidas (las cuales, a este ritmo, no parecen estar destinadas a alcanzar la vejez).

Agustí se encoge mientras cabalga con la sana intención de reducir las posibilidades de ser alcanzado por las flechas que caen sobre el grupo como una lluvia de muerte. Y parece que su táctica funciona pues la única flecha que le alcanza se clava en la mochila que porta en su espalda y, aunuqe por un momento piensa que el líquido que resbala por su espalda es su sangre, pronto descubre que no es más que es agua del odre donde se habrá clavado la flecha.

Cabalgo lo mas rapido que puedo para esquivar las flechas que llueven del cielo, de pronto noto un impacto en el costado, afortunadamente mi bolsa esta lleno de hierbas y estas amortiguan el golpe que podria haberme costado la vida.

Gonzalo no sabía a qué tenia más miedo, si a la tormenta de lechas que se le venian encima o al encontrarse encaramado a lo alto de un caballo.

Aún no sabía como, pero el muchacho se había subido a la silla de montar y había ordenado que el animal saliera disparado al galope. Lo que estaba seguro era que no era la mejor manera de acabar con su fobia a aquellos bichos... Estaba convencido que a la mínima oportunidad, saltaría de la silla y volveria a tocar tierra firme.

Mientras galopaba, escuchaba el silvido de los proyectiles pasar a su alrededor. No quería mirar atrás...no quería morir.

Notó como algó impactó en su macuto. Por el ravillo del ojo comprovó que se trataba de una de las flechas que les caían como una tormenta desde la ciudad.

"Gonzalo, hoy es tu día de suerte!", pensó el ladronzuelo. Ahora solo era cuestión de correr, correr, correr...

Y corristeis, corristeis y corristeis hasta perder de vista el castillo, con la inmensa fortuna de no haber perdido la vida en el intento.

Durante media jornada avanzasteis a toda velocidad alejándoos de la fortaleza en la que os daba la impresión de haberos convertido en personas non-gratas. Es más, unas horas más tarde, mientras descansabais plácidamente bajo un desastrado puente de madera que os ocultaba a la vista desde el paso superior, comprobasteis cómo sobre vuestras cabezas cruzaba una avanzada del castillo a todo galope, sin duda yendo tras vuestros pasos.

Ese hecho sirvió y bastó para que optarais por reanudar la marcha por vías secundarias hasta interponer entre el castillo y vosotros una distancia ciertamente prudencial.

Cayó la noche sobre la tierra y, amarrando los caballos a una rama baja en mitad de unos campos de densa arboleda, optasteis por montar el campamento nocturno, hallando por fin la calma y la tranquilidad necesarias para conversar acerca de vuestra increíble fortuna en la ejecución de la mitad del plan del Papa Luna.

Charles de Lupo, sin molestarse ni un momento en preguntar si os hallábais bien tras la retahíla de saetazos recibida, carraspeó mientras agitaba un pedazo de carne sobre la hoguera, con la intención de chamuscarlo hasta dejarlo en su punto, que para el monje consistía prácticamente en dejarlo tan requemado y duro como una piedra.

-No esperaba que la consecución del plan se hallase tan exenta de dificultades- sonrió, con el pecho inflado como un globo y con evidente orgullo- Claro me queda que se trata de la voluntad de Dios, que nos ha hablado a través de nuestro magnánimo prohombre, el bueno del Papa Luna.

Sebastián sentado sobre un tocón miró a de Lupo con cara de asco. Reemplazandola al instante, antes de que el sacerdote lo notase, por una amplia sonrisa.

-Rezaré cada noche porque Dios nuestro señor os bendiga y os honre haciéndoos mártir en esta sagrada misión para que así podáis estar pronto ocupando un lugar de honor a la derecha del altísimo.

Cogió a Garbancito que estaba sobre su hombro y lo deposito con cuidado sobre sus rodillas, para a continuación empezar a hacerle cucamonas y darle mimos.

-Sea voluntad de dios o pura suerte, la verdad es que nos hemos librado de una buena!- dijo el muchacho aún tembloroso al recordar la "lluvia" de flechas.

El fuego iluminaba las caras de todos y cada uno de los miembros del grupo. Gonzalo tuvo la inquietante sensación de ver bailar las oscuras sombras en aquellos rostros, en un baile algo misterioso.

Habían robado algo sagrado y, creyente o no, nadie podía negar un cierto miedo a lo que podria suceder a partir de aquel momento. Estarían malditos de por vida? No es que el muchacho creyera firmemente en la existéncia de un Dios supremo que todo lo ordena y todo lo controla, pero tampoco no dejaba de lado el hecho de que había cosas que...vamos...de "difícil" explicación.

-La hemos liado parda!- pensó en voz alta Gonzalo. Y al darse cuenta de su comentario, continuó:

-Hemos robado algo muy importante y puede que tengamos que vivir todo lo que nos resta de vida con el temor a ser apresados. Sé que era un acto necesario...pero igualmente, un panorama inquietante. Pero lo hecho, hecho está! Siguiente paso?

Agustí se quitó el gorro y se pasó los dedos por el pelo, que se le había quedado pegado a la frente con el sudor. Allí, encorvado y despeinado frente al fuego, tenía el aspecto de alguien mucho mayor de lo que realmente era, y su voz, aunque firme, delataba cierto agotamiento y resignación.
-Creo que aquél charlatán nos dió una buena pista sobre nuestra proxima parada.
Luego saca de uno de sus bolsillos una arrugada estampita de la Virgen de la Cinta, patrona de Tortosa, que le entregó su anciana madre antes de que se marchara de casa.
-[B]Si Tortosa se ha convertido en el infierno, allí estará lo que buscamos. Aunque me temo que necesitaremos algo más de ayuda divina para lograrlo esta vez.[B]
Luego lanza una mirada fulminante a DeLupo y se ajusta el sombrero otra vez.

El tono bronceado de mi piel, producto de los dias pasados a la intemperie, se convirtio en un tono palido que me hacia parecer enferma. Nos habiamos librado por poco. Recorde a los angeles del sueño del Papa y me pregunte si eran ellos los que nos protegian o simplemente era el azar el nos habia salvado de las flechas de los guardias del castillo.
Las palabras de Agusti me devolvieron a la realidad. Aun no habiamos acabado, nos quedaba otro objeto. Tenia buena memoria y recordaba lo que nos dijeron, el tesoro de los apostatas del templo, algo relacionado con los templarios. Si lo que buscabamos estaba en Tortosa lo ibamos a pasar mal. La peste habia convertido en un infierno el lugar a donde debiamos ir. De nuevo me dije a mi misma que esta mision era una locura. Por un momento pense despistar a los demas y perderme entre la gente de Valencia, pero tuve miedo. Si realmente nos protegian los angeles, no dudarian en acabar conmigo si abandonaba la sagrada mision en la que estaba metida. Maldije en silencio una y otra vez al malnacido del Papa Luna y me resigne.

-Nos llevara dias llegar hasta Tortosa. Eso si la peste no acaba con nosotros antes -Es todo lo que dije.