Partida Rol por web

La sorpresa que quería dar el maleante se tornó sorpresa ante la rápida, y casi mortífera estocada de Dredmor. Pero con una rapidez inusitada, extrajo una pequeña vara de madera, que no se sabe como prendió, y una intensa humareda pareció invadir toda la habitación, como si las sombras quisiesen dar una segunda oportunidad a aquel maleante.

El zafio maleante empezó a fundirse en la intensa humareda, con la clara intención de poner pies en polvorosa. Una rápida estocada por parte de Dredmor, quiso impedirlo, pero la humareda era intensa y no pudo acertar el golpe, que en otras circunstancias, no habría fallado.

Una intensa humareda pareció invadir toda la habitación, como si algo estuviese ardiendo en esta. Cuando la preocupación empezaba a hacerse patente, el supuesto viejo salió a prisa de la habitación ante vuestra mirada estupefacta, y giró rápidamente el recodo del pasillo.

El movimiento del individuo fue rápido. Extrajo un objeto mágico menor. Una ramita de humo. Jodido cabrón. El hombre rompió por la mitad el pequeño palo y rápidamente, toda la sala se llenó de humo. A pesar de eso, Mordrd lanzó un certero estocazo, pero la cortina vaporosa salvó la vida de aquel desagradable tipo que desapareció entre aquella niebla artificial.

- ¡¡Cuidado!!... ¡¡El muy hijo de puta intenta escaparse!!...- intentó advertir a los que se hallaban en el pasillo, por si el rufián intentaba huir por la puerta que habían entrado.

Todo ocurrió en un momento. Una espesa humareda cubrió toda la estancia y el tipo salió corriendo de la habitación.
- ¡¿Dónde vas?! ¡No corras, que es peor!

El varisio trató de seguir al condenado en su carrera.

El varisio se lanzó en la persecución del rufián y trató de sujetarle para que no continuase corriendo.
- ¡Ven aquí, saco de mierda! - pero las manos de Zendr estaban sudorosas y, cuando tenía al tipo agarrado de la camisa, se le escurrió.

El fornido varisio quiso apresar al zafio rufián, pero su intento quedó en eso: un intento. Su movimiento permitió que el rápido "viejo" lanzara un tajo con su daga a uno de los brazos del varisio.

Los sonidos de brega se sucedían fuera de aquella oscura niebla de la habitación. La voz de Zendr emergió por encima de las demás, pero el joven y rojizo hermano no sabía exactamente qué era lo que sucedía.

Mirn podía hacer poco en aquella lid, como en la mayoría de ellas... 

El clérigo de Shelyn arrojó su bendición con algo de duda sobre Dredmor, de quién esperaba que se dirigiera a ayudar al varisio en su pelea. Sea cual fuera la acción del perturbado hechicero los dones de Shelyn le ayudarían en su consecución. 

¿Pero qué haces payaso? A mi no me toques con esas manos de mierda, ¿eh? No soy de esa clase de tipos... Quizá mi hermano te pondría mirando a Korvosa pero yo soy una persona íntegra y poco dada a la perversión enfermiza.... Échate pallá...

El hechicero tiefling no tenía manera de enfrentarse al rufián que huía pues no lo veía para poder lanzarle algún proyectil de energía que lo dañase.... Por ello decidió hacer un poco de teatrillo del suyo, para divertirse un rato a cosa del floripondio.

Mordred estaba realmente cabreado. Y no únicamente porque un grupo de mamones de mierda le habían birlado parte del dinero conseguido en el negocio del que ahora participaban como socios, si no porque había elementos de su grupo que parecían no tomarse el tema con seriedad. Sabía que su hermano estaba algo loco... Bueno... ¡¡Bastante loco!! pero eso no argumentaba su forma de actuar en algunos momentos.

Bufó hastiado y salió de aquella sala repleta de humo. Al salir, dedicó una mirada de verdadero amor tanto al gilipollas de su hermano como al florillo del mediano. Estaba hasta sus rojizos huevos de ellos.

- ¡¿Queréis dejaros de meteros mano, bujarras?!- dedicó rabioso. Si no hubiera sido por el jodido humo, el macarra que corría como una putilla habría muerto de dos estocadas magistrales.

Sin perder más tiempo, intentó perseguir al ladrón. No tenía muy claro si lo acabaría pillando, pero si lo hacía, se podía dar por muerto.

El escurridizo jefe de los ladrones, aprovechó la algarabía de los hermanos tiefling para abrir la puerta y colarse en una habitación que tenía las escaleras que subían al destartalado campanario de la cochambrosa capilla de Caspirean. Escaleras que subió a la velocidad del rayo, cosa que demostraba la familiaridad que tenía del lugar, para desaparecer por las afueras del campanario.

Debía de darse prisa, porque sabía que irían a por él ...