Partida Rol por web

- ¿Porqué íbamos a ceder el control del tercer barco nuestros vasallos o repartir nuestros séquitos? ¡Es ridículo! Eso solo reparte nuestras fuerzas y en caso de ataque hace de los tres barcos objetivos vulnerables. Somos 6, deberíamos repartirnos por parejas, donde vaya un Hierro que manden, y en el barco que no que lo haga el Acebedo presente. Además, es tontería que parte de mi séquito se encuentre en manos de otras personas, ya que no podrían aprovechar su potencial. De igual manera que no podría manejar yo misma las tropas de los Hierro, por ejemplo.

Suspiro.

-Con dos barcos listos para combatir, el tercero siempre puede continuar la travesía. El barco que este ocupado por Don Rodrigo y Lord Meraut, y sus respectivos séquitos será el más pesado, por el armamento. Los otros dos barcos pueden encargarse de las posibles negociaciones, con eslora y capacidad de almacenamiento, mientras ellos nos cubren la espalda. Entre mis vasallos se encuentra un experto en navegación y astronomía, la familia Boreas, por lo que si nos dan la carta de navegación puedo asegurar una ruta segura respecto al mar. O tan segura como se pueda. En resumen, igual que cada familia se especializa en algo, distribuir nuestros talentos entre los barcos solo nos haría más inefectivos. Por tanto, propongo que Laenor venga conmigo, ya que se ha encontrado más que dispuesto a ello, Lady Nesson y la princesa Hierro en otro barco, y nuestros grandes caballeros Lord Medraut y Rodrigo en el Tercero.

Había entrado en silencio, mientras toda la escoria allí reunida estaba atenta a la conversación de los nobles. Escuché atentamente. Caminé con paso silencioso hasta colocarme tras la joven de pelo liso que, en ese momento, opinaba sobre el reparto de los nobles en mis barcos. Inspiré hondo y aguardé a que terminara.

-Disculpad- llamé para que se girara -Vos, que ordenáis tan alegremente el reparto en mis embarcaciones, no podéis ser otra que Clarissa Oragón. ¿Me equivoco?- asiento confirmando mis palabras al ver su mirada -Vuestra impertinencia sólo es equiparable a la sabiduría que mostráis, pero desconocéis que el señor Medraut, con sus hombres y sus mercenarios, llena un sólo barco.- Miro al Hierro -Supongo que a Don Rodrigo tendrá tantos o más hombres- muestro una mueca burlona. -Coged a vuestro séquito más cercano, compuesto por un par de hombres, y embarcad. El reparto de vuestros vasallos se hará según mi voluntad y si alguno no llega a su destino asumiré toda la responsabilidad.- Me giro hacia los dos Acebedo -Y a vosotros dos os digo, que respetéis las órdenes de Los Hierro. Ellos son vuestros líderes aquí y su fracaso será SU responsabilidad, no la nuestra. ¿A quedado claro?-

Altivo y prepotente, Diego de Acebedo gira sobre sus talones y camina hacia el exterior hondeando su capa dorada. 

Si Diego Acebedo estaba allí, también estaría su armad o parte de ésta. Aseguraría el viaje, sin duda, escoltando a los navíos protagonistas.

Finalmente el reparto de los nobles se hace combinando las propuestas de Melissa y Clarissa. En cada navío embarcarán dos líderes (Melissa y Oga; Clarissa y Laenor; Medraut y Rodrigo), con dos hombres de confianza cada uno. El grueso de los ejércitos de cada casa será repartido según peso de la manera más equitativa.

La conversación terminó con la intervención de Don Diego -Ver para creer- comenté a Clarissa cuando el opulento, egocéntrico y altivo líder de los Acebedo salió de la taberna. -¿A quién aviso para que os acompañe, Clarissa?-

-La presencia de Don Diego lo complica todo- me levanté de la silla y al girarme, choqué intencionadamente con el tabernero. Una jarra se hizo añicos -Discúlpeme- le dije al tiempo que miraba, fingidamente abochornada, en derredor.

Cuando mis ojos cruzaron la mirada de Clarissa se detuvieron un segundo -hablamos fuera- decían. Pagué al tabernero la cerveza desperdiciada y salí de allí.

- Vamos en un barco. Iré con Lord Boreas y Lady Pietri. Tu asegúrate de que nadie descubra al resto de mi séquito.- Susurro en el  oído de Fures.- Los engranajes acaban de empezar a moverse. Somos familia, no lo olvides, si esto sale como quiero, yo tampoco me olvidaré de repartir beneficios.

-Si me disculpan, el ambiente está aquí muy cargado, y no sé como me sentará el viaje en barco. Necesito tomar el fresco un rato y estar a solas para relajarme de tanta tensión. No se preocupen, no los retrasaré.

Un poco saturada, salgo de allí sin haber probado la bebida que había pedido.

Asiento y las palabras de Clarissa provocan en mí una sonrisa. -No lo olvidaré. Lord Boreas y Lady Pietri os aguardarán en la pasarela de vuestro barco- y sin necesidad de añadir nada más, dejo que mi señora se despida y, segundos después, marché a avisar a los susodichos.

Salgo detrás de mi aliada, la vieja puta se habría dado cuenta de algo que yo no. La busco con la mirada hasta ver el vuelo de su vestido adentrándose en el callejón adyacente a la taberna. Sin hacer ruido me acerco y ojeo la situación antes de adentrarme en la oscuridad. 

- ¿Madame Lavoille? No esperaba que viniese usted misma a tantear la situación ¿Qué ocurre?

-Querida, estás radiante. Si hubieras sido una de mis chicas...- siempre que la veía se lo recordaba y Clarissa lo tomaba como lo que era, un gran cumplido viniendo de ella. Pero el tiempo apremiaba y había que ir al grano.

-Sí que estáis preciosa- el mercenario salió de las sombras e hizo una reverencia. -La presencia de la armada nos obliga a salir manteniendo las distancias. Durante el tiempo que aguardaremos aquí, investigaremos las reacciones a vuestra partida. Madame Lavoille ha escuchado rumores que es preciso investigar.-

-Creo que hay una doble intención en vuestro viaje. No es sólo la exploración o la ampliación de los dominios de este rey bonachón y pacífico. Estoy segura de que hay algo más, pero aún no sé qué es. Me quedaré para averiguarlo y después, Mathew nos llevará a mis chicas y a mí a la nueva tierra.-

Aguardo para esperar la confirmación de Clarissa y luego añadió

-Ese Rodrigo del Hierro, tan apuesto y tan noble, también lleva putas allí. Sus putas personales que usará para conocer secretos, pero los bandidos, contrabandistas y asesinos que lleva entre sus filas no diferencian entre unas y otras. Por eso sé que los lleva. Es de esos hombres que, cuanto tienen un fin, no atiende a moral u honor hasta conseguirlos. Todo lo contrario a la cándida Melissa que, pese a su personalidad, no hay tachadura inmoral en su pasado, es una buena chica.-

Y tras dar esta información, la madame y Mathew guardan silencio, aguardando la respuesta de Clarissa antes de disolver esta reunión clandestina.

- Nunca es tarde para aprender a someter a los hombres con el poder de mi entrepierna, además trabajando conmigo, vas a ganar algo mejor que el dinero. En cierta medida soy una de tus chicas y vamos a tener tiempo de sobra para aprender esas artes.- Clarissa era consciente del poder del sexo, pero en la corte una mujer no podía explotarlo mientras sólo fueran vistas como maquinas de hacer niños y herramientas para crear alianzas matrimoniales. No, pero en el nuevo continente y si encontraban nuevos componentes para provocarse el aborto de forma controlada o una esterilidad temporal, podría jugar la carta de su atractivo físico. 

- El viejo Acebedo es un problema, lo sé. Pero Furiet se encargará de cubrir vuestras espaldas. Mezclaros con los Zadi y nadie se sorprenderá de que tengan extrañas compañías.- Aunque el problema podía ser otro.- A no ser que el problema sea que conozcas a Diego por que ha sido tu cliente...- Las palabras de mis empleados me hacen callar. Sin embargo, mi plan requería dejar poder atrás. Medito sobre la información que me han dado.- Bien, entonces me llevaré sólo a dos de tus chicas, las más expertas para que sean mis maestras, y uno de tus chicos, Lavoille. También me llevaré a uno de los tuyos, Mathew. Así que Rodrigo también juega a parecer noble. Bien por asco o por interés voy a tener que eliminar a unos cuantos competidores. 

Miro atrás, preocupada, por si alguien salía en mi busca.

- Confío en ti, querida Lavoille, y en que Mathew quiere llenarse los bolsillos de mi oro.- Dedico una broma y una risa al bandido.- Intentad descubrir que ha impulsado esta misión, si hay segundas intenciones como decís, debo saber que me puedo encontrar al volver.

Con un beso en cada mejilla de la mujer y un sutil beso en los labios de Mathew me despido.

- Nunca voy a ser tuya, pero eso no significa que no puedes probar lo que te pierdes.- comento mientras me giro para volver a los barcos.

Había permanecido en silencio durante toda la conversación, escuchando los comentarios de quienes hablaban mientras Medraut y yo los mirábamos desde arriba.

Miré a mi acompañante -Así que me mandas a otro navío con el señor Laenor Acebedo- eché la cabeza a la espalda de La Torre e inspiré dos veces sonoramente -Aquí huele a caquita- dijo con sorna y una sonrisa apareció en los labios -Jjajaja ¿Tragarme el mal? Le provocaría arcadas y terminaría vomitado en alguna playa-

Con dos largas zancadas me puse junto a Laenor y Clarissa. Adopté un semblante más serio y asintió diciendo -A la vuelta te cuento-

Fue entonces cuando Clarissa habló. Me gustó lo que dijo, era una Oragó con carácter. Pero antes de que nadie pudiera decir una palabra, llegó el patriarca Acebedo. Sencillamente, desaparecí. No porque tuviera miedo -Pelfrin no le tema a nada- sino porque mi presencia suele incomodar a los señores de tan alta alcurnia y preferí evitar miradas desagradables. Así estuve, en un discreto segundo plano hasta que una vieja tropezó con un tabernero tirando lo que llevaba -Jajajaja- la sonora carcajada me devolvió a los presentes. La taberna se animó. Laenor fue el primero en marcharse, Melissa se sentó con los suyos y Clarissa también salió tras intercambiar unas palabras con su vasallo.

-Oye- atraje de nuevo la atención de Medraut -He invitado a gente que me cae peor que tú. ¿Te tomas otra antes de partir?- Luego se dirigió a Oga -¿Y vos? ¿Nos acompañáis?- quería haber invitado también a Rodrigo, pero Melissa estaba hablando con él en ese momento así que se limitaría a estar atento a sus movimientos.

Rodrigo no hizo esperar a su compañera. Mientras Laenor y Clarissa se marchaban, caminó tras ella hasta la mesa indicada y dejó que hablara "Sigh... ha sido más duro de lo que esperaba. Admiro la entereza y tranquilidad que habéis exhibido, Don Rodrigo. Mis disculpas por cómo reaccioné ante Medraut Acebedo, pero no podía tolerar semejante insulto a las demás Casas. Sabéis que soy nueva en todo esto... ¿creéis... que he obrado bien?" Rodrigo posó una mano en su hombro –Por supuesto. Tenemos claro que no podemos confiar en sus intenciones- guardó silencio y permitió que Melissa expusiera sus pensamientos "Nosotros los nobles estamos siempre sometidos a expectativas de perfección... Aquella poesía rítmica de la que os hablé... y estas se hacen especialmente aún más exigentes para aquellos que como nosotros, debemos liderar a las demás Casas y responsabilizarnos del éxito de la campaña."

"A veces... siento que todo esto nos deshumaniza a nosotros, los nobles, en demasía. ¿Habéis visto cómo los Oragón han señalado al Tercer Estado por encima de nosotros? ¿Y cómo los Acebedo casi nos cobran peaje? Está claro que las otras dos Casas no están contentas con que sean los Hierro los que lleven la voz cantante. Casi que no dudan en ponernos a prueba una y otra vez. Es... exasperante..."

Asiento a sus palabras. –El concepto de perfección es relativo. Algunos caballeros persiguen ideales que se alejan mucho de la moral y no por ello son imperfectos.- Inspiró hondo y fue al grano –No confío en Laenor, por eso le doy la fortaleza más cercana a la costa, para mantenerlo con la mente ocupada y alejado del interior…- nos señalo -…que es lo que interesa a los Hierro. Sé que puedo ganarme a Medraut, ahora ire a tomar una cerveza con él para hablar sobre el miembro de exploradores que regresó.- Mi semblante mostró una mezcla de terror y tristeza al recordarlo -¿Qué opinas de Clarissa? Lo poco que sé de ella me da que pensar y el que se haya marchado tan rápido… con Laenor. ¿Y Oga? De ella no sé nada, apenas ha hablado.- Aguardé sus palabras aceptándolas con sabiduría. Cuando la conversación terminó, apoyé las palmas sobre la mesa y me acerqué a Melissa –Puede que nuestros enemigos vayan junto a nosotros. Estaremos atentos.- Y para evitar comentarios o cuchicheos por parte de los que se agrupaban junto a la barra, me levanté dispuesto a tomar algo con Pelfrin.

Tras hablar con Melissa me alcé y busqué con la mirada a Medraut y Pelfrin. Éste es un buen momento para estrechar relaciones –Señores, ¿permitís que este humilde caballero se una a vuestra conversación?- Teníamos mucho de qué hablar. Pasaremos días juntos y cuanto antes nos conozcamos mejor podremos trazar planes de conquista.

Miré a Medraut y respondí a su propuesta -En cuanto atraquemos, le mostraré al superviviente. Espero que su estado no se agrave con el tiempo. Las noticias que me dieron de él fueron altamente preocupantes y, el resto…- niego con la cabeza -…no se sabe nada de ellos.- Hice una pausa –Regresó con fiebre al campamento. Nada más llegar cayó en un profundo sueño lleno de pesadillas. Cuando despertó, balbuceaba incoherencias y, poco tiempo después, sus movimientos resultaban erráticos. Espasmos y convulsiones le impedían incluso caminar. Tuvieron que atarle.- Inspiré y espiré lentamente –Como podéis comprobar los datos que tengo son escasos y ambiguos. Tengo tanto interés como vos, Medraut, en conocer las palabras concretas de sus incoherencias y los tiempos exactos en que el mal que padece se apoderó de su cuerpo.-

Una vez me retiré de la posada, debía enfocarme realmente en mi encomienda, obtener toda la información y vetaja posible de los demás líderes, para ello era bueno que se repartiesen criados y vasallos en distintos barcos, así que apenas me di cuenta estaba solo llamé a mi medio hermano, el Bastardo Zak -Al parecer te tocará algo divertido, tú irás en el barco de Melissa, no deberías tener problemas en congeniar con ella, haz todo lo que sea necesario, pero asegúrate de obtener toda la información que puedas sin levantar sospechas... puede que también haya que encargarnos de Medraut, al parecer lo único de el que vale son sus recursos, pero él en si mismo es más una carga, si puedes encargarte de el de manera silenciosa... creo que más de uno te lo agradecerá, pero no tomes riesgos innecesarios- con eso le extendí una bota de vino sellada, y otro frasco - si llegas a beber de la bota tienes diez minutos para tomar el contenido del frasco antes de que los efectos sean irreversibles, no actuará de inmediato, pero cumplirá su cometido- tras terminar de darle instrucciones a mi verdugo, pasé con Ariadne -Se que no te agrada ser partícipe de mis artimañas, y no te pediré que hagas nada que no desees, pero he visto como te miraba Clarissa... quizá puedas pasar un rato agradable con ella y de paso convencerla de que te cuente algunas cosas... - 

Mathew escuchó la última frase de Clarissa mientras salía ya del callejón y sus palabras le hicieron detenerse en seco. No se atrevió a girarse pero la rojez de sus orejas delataban lo que en ese momento bullía en su interior. Sin mediar palabra, pero grabando aquella frase en su mente, salió del callejón.

La anciana miraba con su habitual sonrisa cargada de admiración al contemplar a una mujer guapa que sabe cómo hacer buen uso de sus encantos. Sin embargo, cuando el líder de La Urraca desapareció de la vista su semblante se ensombreció. -Por último...- comenzó a decir sacando de entre sus pliegues un trozo de pergamino atado con una cinta celeste. -Tened cuidado. No sois los primeros en ir a esas tierras.- Cuando Clarissa cogió el pergamino la vieja madame le estrechó las manos -Leedlo a solas- añadió -Volveremos a encontrarnos, niña- se despidió.

La sonrisa que lució Zak cuando supo que iría en el barco con la bastarda del rey fue tan clara como el día que comenzaba. -Puedes estar seguro que haré lo que sea necesario.- Y en voz más baja añadió -estoy deseando probar el coño de una princesa- y la picardía se tornó en suspicacia y admiración al coger los frascos -¡Oh! Me mimas demasiado Laenor- 

La mirada de desaprobación que le lanzó Ariadne no hizo más que agrandar su orgullo y afianzar su picardía. -Considéralo hecho, hermano.-