Partida Rol por web

Faldoras, un lejano y agudo chillido de ave suena a vuestras espaldas. Durante un tiempo lo apartas de tu cabeza, pero después lo asocias con los buitres que habéis visto en Lagondo. Y resulta que recuerdas que el hermano Garedras, uno de los caballeros que cubría la ruta del Paso, asociaba los buitres con cercanía de los ogros. Según él, las aves carroñeras iban buscando los restos que los grupos de ogros dejaban tras sus festines.

Si los buitres merodean esta zona, debe haber ogros por las cercanías. Y estás más seguro aún por que, con el cambiante tiempo que sufrís, es raro que esas aves anden revoloteando por ahí y no refugiadas en alguna buitrera.

¡Vaya! Así que no tenemos elección…¡Mierda!
Kanlil mira nervioso hacia todas partes, a la vez que escucha muy atentamente, intentando estimar la distancia a la que se encuentran los ogros, para acto seguido prepararse para echar a correr si hiciese falta.
[b]Si no hay mas remedio tendremos que ir por la cañada…

¿Que los tenemos muy cerca? ¿Cómo puedes saberlo? Ankor mira e intenta escuchar algún sonido.

Lo sentidos de Forad se ponen alerta ante los comentarios de Faldoras. Si hay algo que puede temer de los ogros es su venganza. Y ahora probablemente que sepan de su existencia. Para por un momento sus canturreos y observa con detenimiento la zona mientras agudiza el oido.

[b]- Si será mejor que partamos ya, yo os indicaré el camino. tened cuidado es peligroso

Kanlil sigue atento los pasos de Faldoras, sin parar de echar miradas nerviosas al bosque en el que se adentran, y de vez en cuando mirando al cielo, en busca de los buitres, según Faldoras presagio de que los ogros andan cerca.

Faldoras se introduce con decisión en la cañada. Baja casi arrastrando el trasero y agarrándose de árbol en árbol. No cuida el no hacer ruido, si no que busca toda la velocidad posible. Forad le sigue con facilidad, pareciera como si se dejara caer de tronco en tronco. Ankor mira atrás, aún dudando de la verocidad de las palabras de Faldoras, y luego alza los hombros mirando al viejo manco y se tira en pos de los otros dos.

Kanlil todavía se está decidiendo a empezar la bajada, pues la verdad, la pendiente le parece demasiado, y esa pinocha del suelo debe resbalar como agua sobre roca verde, cuando escucha algo que se mueve con estrépito por encima de él y más atrás, por donde la montaña está cubierta de pinos. Algo grande que avanza sin cesar, sin que nada pueda pararlo (pues es el ruido de árboles derribados y matorrales aplastados lo que cree oír Kanlil) y que todavía debe estar algo lejos, pero acercándose más y más... así que se tira sin más detrás de sus amigos.

Kanlil se apresura tras sus compañeros, pues lo que escucha no le tranquiliza en absoluto.
Creo que algo nos sigue a lo lejos…algo grande. Daros prisa en bajar!

Con los nervios, Kanlil resbala a pesar de su gran agilidad, al pisar una piedra mas resbaladiza que las demas.

Caes de cara a las zarzas. El dolor de mil agujas atravesando tu cuerpo a la vez hace que te desvanezcas.

Un tiempo más tarde, recuperas la consciencia para verte rodeado de espinos por todos lados. Estás con los brazos abiertos casi en cruz, una pierna en el suelo y la otra, como si estuvieras pateando, incrustada en las zarzas. Intentar mover esa pierna te supone un dolor inmenso que hace que te marees y no puedas fijar la vista. Los brazos, por fortuna, tienen más hueco para moverse, pero al estar sin apoyo en el suelo, cada movimiento es un suplicio para la pierna derecha, atravesada por seis o siete espinas a la vez. Observas que un hilo de sangre mana de tu muslo, donde una gruesa espina se ha colado por un anillo de la malla y se pierde en tu lacerada carne. Girando el cuello un poco ves que has perdido al Manco potrudo, tu maestro, de vista.

Los ogros se siguen acercando, por los ruidos que escuchas, pero no eres capaz de distinguir la distancia a la que se encuentran y por tanto, no sabes cuándo se te echarán encimas.

No quieres resignarte a morir, pero el miedo se está apoderando de ti, te bloquea y sólo se te ocurre gritar pidiendo ayuda a tus amigos.

Poco después de cruzar entre dos matojos de espino tras saltar un pequeño precipicio, escuchas el impacto de algo amortiguado contra las zarzas. Te vuelves a mirar atrás y el corazón te da un vuelco al ver que Kanlil, tu pupilo, no baja detrás de ti. ¿Le habrá pasado algo?

Faldoras, Ankor y Forad siguen cañada abajo sin detenerse, puede que si esperas a Kanlil y ellos se van, te pierdas en el bosque. Y la noche no se encuentra muy lejana...

Tanto el grandullón Ankor como el extraño conjurador siguen de cerca tus pasos, se ve que están acostumbrados a moverse en la floresta.

A Sortien y a su pupilo Kanlil no los ves por ningún lado. O se han quedado muy atrás o se han perdido. Ya no os quedaba tanto, en cinco minutos habríais salido de Bosqueogro y en un cuarto de hora estaríais al refugio de Cortogro, la fortaleza de salida del Paso de Gunjen...

Forad agudiza sus sentidos tratando de captar cualquier indicio de los perseguidores mientras desanda lo andado en busca de Kanlil

- Podría prender fuego a la maleza por la que hemos bajado, ya lo pensé antes, pero eso no me granjería la amistad del manco. Le daría más argumentos en contra de los de mi clase.

-Lo siento Sortien. - Dice Forad mientras se acerca a las zarzas. Ankor, haz lo que puedas por soltarlo, yo ganaré tiempo. Espero que funcione...

Forad se situa cerca de la zarza, casi tocándola, con la esperanza que es a vida que absorve cada uno de sus sortilegios esta vez sea absorvida por la planta y ayude en la extracción de Kanlil. Focaliza varios arbustos, los más proclives a extender un fuego, y comienza a canturrear preparándose para lanzar el hechizo en el último momento.

Sortien por unos instantes se queda paralizado, pero al ver pasar a Faldoras y Ankor reacciona y va en busca de su pupilo.

Ya voy Kanlil!

Dejadme a mi soy más rápido en las estocadas que vosotros, esto es más quirurjico de lo que parece.

Realizo metódicas y tecinicas estocadas localizando las zarzas principales

Forad
Ante la acuciante falta de tiempo, no ves más remedio que pasar por alto toda precaución y quemar a destajo las zarzas. Te sitúas espalda con espalda con Faldoras y te intentas relajar con tres cortas que de poco sirven. Tu oído te avisa de que algo pesado se mueve en el bosque sin preocuparse de ocultar su presencia. Está siguiendo vuestros pasos por la cañada. Por el ruído de cantos rodados y guijarros golpeándose los unos con los otros, calculas que está en el lecho de un arroyo que cruzásteis quizás dos minutos antes de que saltárais el precipicio...

Tranquilo Kanlil que ya falta poco. Ankor continúa cortando zarzas como puede a pesar de que la longitud de su espada no le permite maniobrar demasiado.
Vamos Ankor, un poco más... Las manos de Ankor así como los brazos comienzan a tornarse rojos de las heridas producidas por las zarzas. Mientras, los ojos llorosos del cervatillo permanecen mirándolo y confundiéndose con los de Kanlil.