Partida Rol por web

El coronel sonríe irónicamente. -Si tuviésemos el perro... pero yo no se seguir rastros... -Mira al detective. -Tu si, ¿No? Yo os puedo ir cubriendo, ahora que no estoy a la brújula y al mapa... no podemos permitirnos que otra de esas bestias nos coja sorprendidos, así que a partir de ahora en silencio, o hablando en voz muy baja.-

El coronel se mueve con una agilidad y sigilo, que sin ser precisamente un mono, no es tampoco la de alguien de su... envergadura. Se nota que ha entrenado mucho el moverse en zonas de guerra.

Sin pisar ramas y siempre de árbol a árbol, siempre con el arma a punto, poco a poco rodea al grupo, para asegurarse en los 360 grados que no hay nadie ni nada cerca, mientras espera que el detective se ponga en marcha.

-Maldita sea...¿en qué estarían pensando cuando decidieron irse sin nosotros? Bueno,...no tengo experiencia buscando rastros-comentó James-pero se me da bien fijarme en los detalles. Me imagino que tengo que buscar cosas como ramas rotas, zonas donde la vegetación ha sido pisada recientemente...Eso puedo hacerlo. Mirad. Aquí por ejemplo...

Eso puedo hacerlo. Mirad. Aquí por ejemplo...

Y de ese modo impensable, aun para él también, James guiá al grupo por un sendero zigzagueante. Detrás le sigue Johan asistido por Harry mientras que el coronel va en ultimo lugar cuidando la retaguardia con sus sentidos agudizados por todos sus años en el frente.

Gracias a que James “Se fija en detalles que la mayor parte de la gente pasa por alto” todos continúan sin problemas por una hora aproximadamente hasta que una edificación les llama la atención.

Una cabaña bastante antigua se encuentra en medio de una fracción de bosque abrupta, rodeada de grandes rocas dispuestas en forma irregular, casi antinatural y cuyos colores distan del clásico gris que se puede observar en el resto de la isla. Varios pinos crecen entre las rocas así como maleza y espinos que dificultan el avance por la zona.

El sendero y las pocas huellas disponibles indican una dirección paralela a la choza...

Llegamos a la choza. La reviso entera, y también los alrededores, esperando una emboscada o gente oculta, o algo que indique que no es seguro salir tranquilamente del bosque para entrar a la choza.

Cuando estoy razonablemente seguro hablo: -Vale, quizás ahora debiera ir el primero- Digo con la voz en un susurro. -Quizás estén nuestros compañeros... o quizás esté lleno de esos seres. Además tampoco sabemos si hay trampas. -No usa las palabras que está pensando minas, granadas trampa... Para no poner al grupo más nervioso. -Seguidme, se detectar y sortear esas trampas, pisad siempre donde yo lo haga, pero siempre con varios metros de seguridad, ¿Entendido?-

Espero a que todos hayan entendido mis indicaciones para avanzar, con sigilo y mil ojos, en la mano derecha el revólver, la izquierda libre para manipular cosas.

Me paro ante la puerta y observo, fijándome sobre todo en que no haya trampas, cuando estoy seguro de que no las hay, no la abro, miro por la ventana, para intentar distinguir si hay alguien que esté esperando a que la abra para poder atacarme. Solo entonces, giraré el pomo de la puerta, la abro un centímetro, y vuelvo a comprobar, con la mano libre, que no haya ningún cordel, o algo que haga que cuando abra del todo la puerta para pasar, algo estalle. Cuando esté seguro, abriré y entraré.

James siguió al militar de cerca, fijándose en donde pisaba y con la porra preparada por si les atacaba alguien o algo.

Aaron avanza entre la zarza y las enormes rocas con pie de plomo intentando prestar atención a todo lo que le rodea y se encuentra en su línea imaginaria hacia la choza abandonada. La áspera vegetación cobra un peaje de sangre por medio de cortes y profundas pinchaduras. Los espinos son residentes como el acero.

 El coronel es militar hasta donde sus recuerdos llegan y mucho más. Tantos años de experiencia le han enseñado a ser precavido, tanto al punto de que es “imposible cogerlo por sorpresa” aunque el entorno sea tan confuso como lo es la isla. Por eso mismo es un “oficial de la antigua escuela” que hace todo por su cuenta sin tener que recurrir a los subordinados - como los oficiales jóvenes hacen en la actualidad – y claro es el ejemplo que él logra llegar hasta la choza sin dificultades.

Los minutos pasan rápido hasta que Aaron llega al pomo de la puerta, dejando el camino libre para los demás. Lamentablemente la única ventana frontal se encuentra tan sucia que nada del interior se distingue…

Johan se ayuda de su compañero para moverse, ahora mismo se sentía como un trapo asqueroso y viejo, inutil por si mismo y sin ninguna movilidad. El duro encontronazo con esos seres le había mermado mental y fisicamente. Estaba deseando encontrar algo que les condujera un poco mas cerca de la verdad y de la salida de aquel horror. 

La caballa no le producía buenas vibraciones, pero con un hombre como Aaron de su parte, el problema no parecía tan grande. Se movía con una gran soltura y cuidado, posiblemente, todos los años al servicio fueron en pleno campo 

James avanzaba despacio algo rezagado, ayudando a Johan a avanzar. Cuando al fin llegaron a la puerta de la casa, dejó a su compañero con tanta delicadeza como pudo, apoyado contra un árbol.

-No vayas a ningún lado ¿eh?-le dijo bromeando para intentar sacarle hierro a la situación-Voy a ayudarles.

De esa forma, cogiendo su porra, llegó hasta donde estaba Aaron y con un gesto, le indicó que estaba preparado para entrar.

James deja en el suelo a Johan y Harry permanece a su lado. - Tranquilo, yo lo cuidaré. ¿Puedes intentar andar por tu cuenta? En caso de problemas iré en su ayuda. - indica el policía al joven multimillonario y al muchacho que estuvo cerca de la muerte.

La choza por momentos chilla y se retuerce bajo los efectos del decaimiento y los incontables años de abandono. En la entrada Aaron y James se disponen a entrar.

La única entrada aparente es la puerta principal. Las ventanas son muy pequeñas...

Después de comprobar que la puerta no tenga nada que pueda explotarle en la cara el coronel la termina de abrir y entra rápidamente. Da un paso hacia adentro y otro hacia la derecha, movimientos que ya hace por instinto, pues es el modo en que está entrenado para entrar en búnkers, casas, y en general en espacios cerrados. Normalmente lo hace con sus soldados, pero aún estando sólo le es más fácil recurrir a lo practicado hasta la saciedad.

Una vez en su posición se agacha, apuntando con la pistola, de izquierda a derecha, a modo de barrido, vigilando y observando todo lo que hay en la habitación, de un solo vistazo.

James sigue a Aaron dejando en todo momento que él tome la iniciativa y dirija sus pasos. Al fin y al cabo, poco sabe de estas cuestiones con las que el militar debería estar familiarizado. Todo lo que puede hacer es contribuír manteniéndose alerta.

Con rápidos movimientos el coronel ingresa a la cabaña seguido por James quien no le pierde pisada.

Luego la desvencijada puerta se cierra detrás de ellos al momento que una rama de un árbol cercano a la choza se parte y cae produciendo bastante ruido. Junto a la enorme rama también toca tierra un nido con varios polluelos, algunos todavía vivos...

Con rápidos movimientos el coronel ingresa a la cabaña seguido por James quien no le pierde pisada.

Luego la desvencijada puerta se cierra detrás de ellos al momento que una rama de un árbol cercano a la choza se parte y cae produciendo bastante ruido. Junto a la enorme rama también toca tierra un nido con varios polluelos, algunos todavía vivos...

Tal vez fue una corriente de aire o simplemente un movimiento no calculado de James, quien acompañaba al coronel intentando emular sus pasos y movimientos.

El interior se encuentra inmerso en la oscuridad perenne. El hedor a humedad y aire viciado dificulta la concentración en la negrura de la cabaña pero algo aun peor ataca el olfato hasta llegar al paladar. Putrefacción.

El interior de la cabaña apesta a putrefacción como un cementerio a cielo abierto durante un día caluroso, solo que el frio del interior es similar al Ártico.

Algunos segundos son necesarios para acostumbrar los ojos a la carencia de luz y los nuevos detalles son reveladores.

Todo lo que se encuentra en el interior parece muy viejo y en claro desudo. Una gruesa capa de polvo cubre todo, un fregadero, cuerda y cadenas colgantes, un horno de leña de hierro fundido, un taburete y un cobre, entre otras cosas.

En el medio y hacia la pared opuesta se encuentra una mesa con una silla del lado de la puerta, en el lado opuesto de la misma otra silla contempla a los recién llegados. Allí un ocupante descansa ocultado por las sombras del exterior.

Por mucho que Aaron y James intenten discernir quien se encuentra en la silla nada pueden hacer sin una fuente de luz. La figurea oculta en las sombras permanece protegida por la penumbra.

- ¿Quie...n es? - pregunta “eso” desde su lado de la cabaña. Es una voz en apariencia masculina, tal vez de alguien mayor con insuficiencia para respirar por el gorjeo al hablar.

James enarbola su porra instintivamente cuando aquella voz reveló la existencia de otra persona dentro de la casa, pero se relajó al momento al no percibir en ella ninguna amenaza.

-Hola, disculpe nuestra intromisión. Pensamos que la casa estaba deshabitada-preguntó-Mi nombre es James y ando buscando a unos compañeros. Dos mujeres y un hombre. Seguimos su rastro hasta aquí  ¿No los habrá visto?

Me mantengo alerta, aunque bajo la pistola para no asustar al "señor", que aunque lo que nos habla parece un hombre, no estoy demasiado seguro de ello ahora mismo, aquí huele a cadáver demasiado como para creer que pueda ser alguien... "inocente". -También buscamos a una niña que se perdió por el bosque hace unos pocos días... ¿No la habrá visto?-

Mientras hablo ando, separándome un poco de James, si nos ataca el tipo, estaremos en mejor posición para no estorbarnos el uno al otro, somos dos contra uno si es hostil. 

Las preguntas de James y Aaron danzaron en el aire algo mas de un minuto sin respuesta. Solo la respiración entrecortada del interlocutor era el único sonido valedero que probaba su existencia, de otro modo se podría confundir con facilidad al “hombre” con una sombra más.

Afuera el sonido de las ramas rasgando el techo y el ocasional viento mostraban el paso del tiempo dentro de la cabaña. Todo lo demás era superfluo y ajeno.

- Ohh... visita... ghhjj... ntes extrav....iados. Una ofr....enda ayuda...ghhhjj...rá. - replicó el hombre desde la sombras y su garganta denotaba serios problemas respiratorios.

- Un...a ghhjj ofrend... ghhjj...de valor para usted.... ghhjj o pueden irse.- agrego con mucha dificultad a sus interlocutores.

Tal vez era la imaginación de los visitantes pero la cabaña por dentro parecía cambiar ligeramente de tamaño, en secuencias que iban de la mano con el respirar el hombre en las sombras.

Aaron se tensa por un momento ¿Una ofrenda? ¿En serio? Una buena tunda seguro que ayuda más.. El enfado del coronel es grande, sus compañeros, la niña, todos perdidos, y aquí ese tipejo quiere una ofrenda... Sin embargo el coronel se obliga a relajarse. Tardaríamos más y aunque al final hablaría... todos hablan... puede que sea demasiado tarde...

Con una mirada gélida, el coronel se mete una mano al bolsillo. Cuando encontró el traje de gala en el hospital, el coronel había quitado todas las medallas y adornos que pudiesen sonar, dejándose sólo las insignias de coronel, que están cosidas y no suenan ni revotan. Además había guardado algo más, una única medalla.

-Esto es lo más valioso para mi que llevo encima. Es lo que me he convertido, lo que soy realmente.- Y se la lanza. La medalla hace una parábola y aterriza a los pies del hombre.

-Es la medalla de honor del congreso, que nos dieron a mi y a 26 de mis hombres después de Iwo Jima.-

James nada ofreció. Tan solo quedó callado esperando a ver qué efecto causaba en aquel extraño la medalla de la que le hacía entrega Aaron. No había poqué desperdiciar más recursos de los necesarios.