Partida Rol por web

─Vamos, vamos. Soseguemos. ─intenté evitar, o al menos retrasar, lo que parecía ser inevitable. Que no quería yo ver que argucias y maldades disponían para con nosotros aquellas brujas si se veían acorraladas por los aceros cuando estos comenzaban a brillar.

Me dirigí entonces a Carlos ─Sabed también, don Carlos, que la compaña de soldados que andan fuera esperan señal nuestra. Han de saber si marcha o non el negocio, et que si algo non les place non dudarán en arder aquesta cabaña hasta convertirla en brasas.

Quizá debiere, digo yo, darles aviso et relajar los sus ánimos. ─y con esa argucia abrí, o lo intente, otra linea en aquel punto muerto, una linea que quizá nos haría ganar algo más de tiempo a la par de brindarme una posibilidad de escapar de la cabaña antes de que las cosas se pusieran realmente feas...

Indarr rompe a llorar y la vieja Birutia se acerca a la muchacha para consolarla, don Carlos está fuera de sí pero la vieja intenta al igual que Mikel cambiar los ánimos

- entendemos que habéis recibido un encargo y habéis de cumplirlo. Hemos intentado apelar a vuestros sentimientos y luego a vuestro zurrón. Mas no ha habido manera de convenceros de que volváis la primavera próxima a por Carlos. Bien, si así ha de ser que así sea. No opondremos resistencia. Mas al menos dejad esta noche que cenen juntos y despidánse... para siempre -ahora es Carlos el que no puede evitar llorar, suelta unos humillantes sollozos que os hacen sentir vergüenza ajena -tenemos la comida en la lumbre y los hombres de armas están dispuestos a pasar la noche allá en el campo. Dejemos que así sea, quedaos a cenar en nuestra casa al menos. Vamos hija, vamos, no llores más. Todos sabíamos que esto ocurriría...

Indarr saca un pañuelo ennegrecido y se limpia las lágrimas y los mocos. La vieja intenta consolar a Carlos sin éxito, quien se sienta en un rincón rechazando el abrazo de la vieja. Ésta ante el rechazo se acerca al puchero y sigue removiéndolo. La joven se sienta en el suelo con las piernas flexionadas y os hace un gesto para que os sentéis también -¿queréis ir a informar a los hombres de ahí afuera?

Viendo lo sucedido, Bieito no se movió. Prefería quedarse. El caballerete de baja cuna se había puesto muy agresivo y no quería que la situación se desmadrara. Brujas o no, estaban acojonadas, y ahora de poco servirían sus unguentos si los soldados decidían desenvainar sus armas.

¿Por qué non venís con nós? dijo abiertamente a las mujeres. Dijéronnos que llevásemos a Carlos, pero non que non pudiéseis venir. Vós, dijo a la anciana, poderíais interceder por la joven.

El caso era llevarse a Carlos. Como fueses. Luego ya que se arreglasen en el castillo.

Alguna jugada preparaban las brujas, de eso estaba seguro como de que el pelo de mi cabeza no volvería a crecer y mi pierna nunca volvería a ser la misma. Sin embargo, parecía que las negociaciones habían llegado a un punto muerto, y no me fiaba de seguir tentando a las brujas para que descargaran su ira sobre nosotros, cuando además estaban en su propia casa. Asentí las palabras, dando a entender que aceptaba esperar al alba.

-Será al alba entonces cuando partamos.

Desde luego, no pensaba quedarme a cenar el veneno que nos hubieran preparado: pasaría la noche al raso con los hombres de armas que nos acompañaban. Y me sentiría con las pelotas mucho más a salvo durmiendo rodeado de hombres armados haciendo guardia.

Asentí a la joven ─credo será lo más prudente ─dije refiriéndome a lo de avisar a los hombres de fuera. ─Con vuestro beneplácito... ─dije a don Carlos haciéndo una leve reverencia. Entonces me encaminé a la puerta por la que había entrado.

-Poco queda que decir. Pensad esta noche en si Carlos vendrá solo o acompañado, que a nosotros nos viene siendo lo mismo y que no se os pase por la cabeza la idea de engañarnos en modo alguno.

Rafael se vuelve a sentar en un sitio donde no le dé la espalda a nadie. Como si tiene que ser en el suelo.

Alfonso no daba crédito a las palabras de sus compañeros. ¿Verdaderamente iban a dejarles pasar un día más? ¡Se escaparían!

Alfonso vio que sus compañeros lo habían decidido ya y no tenía más que objetar. Pero desde luego que él tampoco se quedaría a cenar con ellos. ¡Estaba claro que los querrían envenenar!

Cuando estuvo fuera, y las brujas y Don Carlos no les oyesen, habló con sus compañeros. Creo que deberíamos hacer guardias, me parece que para cuando amanezca, Carlos ya no estará aquí. Además, dudo mucho que estén enamorados, sospecho más que le hayan hecho un bebedizo de amor. Por si acaso, esta noche deberíamos rodear la casa y asegurarnos de que nadie sale de allí en toda la noche.

Y alguien debería dormir con ellos también, así nos aseguramos que no nos lanzan ningún tipo de magia que nos haga quedarnos dormidos o algo...

- nuestro sitio está aquí. No nos iremos de esta aldea... amén no seríamos bien recibidas en la Corte, no es nuestro lugar en este mundo. Si vosotros no queréis cenar, pasad la noche fuera.

Juan, Mikel y Alfonso salieron afuera. Rafal y Bieito se quedaron en el interior de la casa.

Una vez salieron los demás, Indarr dijo

- lamento profundamente que no hayamos podido convenceros. Entiendo vuestra postura, pero Carlos y yo nos queremos y queremos tener un hijo. Ahora ya nada de eso podrá ser... -mientras tanto la vieja comenzó a servir un guiso en escudillas y os tendió una a cada uno -¿querréis cenar con nosotros y compartir este techo?

Mal asunto aqueste Juan, mal asunto... ─Dije al barbudo con quien buenas migas había hecho en aquel antro de Irati. ─Que pensaréis que sode un cobarde tras subirme anoxe al árbol, et ahora buscando salida de la cabaña, empero yo lo llamo astucia et instinto, et que tales cosas hanme valido para andar aún vivo.

Mire en derredor, inquieto. ─E que agora veo claro el motivo de tan buen pago para tan "fácil" tarea, que dáme en el espinazo que non cobraremos otra cosa más que los picotazos de los cuervos cuando descarnennos hasta los huesos.

─¿Vos que opinades, Alfonso? ¿Habremos de hablar con los soldados colina abajo? Yo credo que será menester.

-Habremos de poner sobreaviso a los omnes, sí, et organizar guardias. Nadie debe salir de la cabaña durante la noche sin que sepámoslo, ya sea para atacarnos o para huir -me estiré con un bostezo, y luego me mesé la barba con tranquilidad, disfrutando de la distancia que me separaba de aquel par de putas del oscuro y del aire fresco del monte. Con sincera indiferencia, expresé mi opinión-. Non puedo decir que fuera un placer conocer a Bieito et Rafael, mas dudo que lleguen con vida al amanecer.

Me senté sobre la escasa hierba y di un sorbo a mi vota de vino.

-Estad preparados para cualquier situación si queréis conservar los huevos, porque ese par de serpientes venenosas de ahí dentro tienen algún truco preparado para intentar jodernos. Et lo peor es que non alcanzo a imaginar cuál es...

-No queremos causaros más molestias. Podemos comer de lo nuestro e incluso ofreceros un poco. Es lo menos que podemos hacer.

Dicho esto, Rafael se desabrocha la espada, dejándola de su regazo, pero con su daga presta para ser desenfundada en caso de problemas, se dispone a sacar de su macuto algunas raciones de viaje. Carne seca, requesón, pan y algo de vino.

- No acierto a comprender el porqué desconfiáis... pero si así  ha de ser, sea. Comeremos comidas separadas -dijo la vieja sirviendo escudillas.

Todos se aprestaron a cenar, vosotros dos vuestras raciones y las dos mujeres y el futuro Rey comieron el guiso. Poco dijeron mientras cenaron, os dísteis cuenta de que Carlos comía con apetito mientras que las dos mujeres se sirvieron unas raciones mínimas y ambas se dejaron parte. Parecían preocupadas por todo lo acontecido.

Bajásteis hasta el campamento de los soldados, parecían a otra cosa pero os dísteis perfecta cuenta de que os habían estado todo el rato vigilando. Todos parecían nerviosos menos Juan, su comandante. Éste estaba tranquilo y mordisqueaba una manzana cuando llegásteis a su altura.

- ¿Cómo ha ido muchachos? ¿se viene con nosotros por las buenas o lo tendremos que llevar a rastras? - sus propios hombres se quedaron pasmados de la franqueza y la irreverencia con la que hablaba del futuro Rey.

- No me fío de esas perras, ¿las habéis visto bien? son de las que hablan con Satanás. Habéis de cuidaros de ellas. Putas.

-El zagal tiene los huevos cargados de amor et ha pedido hasta el amanecer para venir por las buenas -dije, desde el suelo-. Hemos rechazado la cena porque no me fío una mierda de esas furcias, pero dos de nosotros dormirán dentro, por si acaso. De todas formas habréis de hacer guardias et aseguraos de que nadie salga de la casa en toda la noche, sea quien sea.

Se planteaba una noche más que interesante...

-No es por mal, pero nos han advertido de que Carlos podría estar en manos de brujas y así lo parece. Aunque el amor de una muchacha puede ser más fuerte que un bebedizo salido del mismo culo de Satán, no hay forma de saber si se trata de una cosa o de la otra. 

Rafael se acomodó en su rincón y mordió con dificultad un trozo de cecina, deleitando su paladar con su regusto salado que completó con un trago largo de su vino. Un tinto aragonés, un tanto peleón, pero que se le hacía más agradable bajar el bocado.

Faréis bien en estar preparado para cualquier importunio comandante, pues algo me dice que don Carlos non dejará de buena voluntad a su manceba, et que las otras tampoco pondrán fácil la nuestra labor.

No conseguía encontrar idea alguna para solventar aquello. Ansioso, comencé a caminar en círculos pensativo. Tras un rato así me dirigí a Juan. ─Que yo non esperaría ni a la amanecida comandante, pues tal espera sólo servirá para reforzar las goecias de las malignas. ¿Qué sus parece asaltar la cabaña por la fuerza durante la anochecida? Habemos de dos omnes en su interior; aquesto debiere ser una ventaja. Un ataque sincronizado por varios lados de la casucha et sacamos al señorito antes de que las bruxas puedan si quiera conjurar. ¿Qué vos parece? ─que era una temeridad, y yo lo sabía. Pero era algo...

Alfonso no estaba de acuerdo con lo que estaban diciendo sus compañeros de viaje, dar una noche de cortesía era un mínimo que seguramente podrían garantizar al hombre. Y de hecho pensaba que lo mejor sería montar guardias, rodear la casa y proteger que huyeran. Pero el verdadero problema venía al conocer que aquellos soldados también pensaban que podría estar hechizado, y que podrían estar tratando con brujas. Eso hacía que la situación se tornase mas peligrosa, pues de los que usaban magia, no se sabía que se podría esperar de ellos, puesto que la magia era capaz de hacer infinidad de cosas, tanto buenas como malas. Y seguro que podrían escapar de allí sin que nadie los viese.

Así que, aunque no estuviese de acuerdo, les dio la razón.

Creo que sería lo mejor, si atacamos todos juntos la cabaña, las brujas no se lo esperarán y podremos sacar de allí a Carlos. Si no ha querido venir por las buenas... dijo encogiéndose de hombros, tendrá que hacerlo por las malas.

El hombre se pone en pie muy despacio y susurra

- esas hijas de la gran puta. Yo no creo en magias ni en brujas he de deciros. Pero sí que le tiene hechizado y ya sabéis con qué. Con sus tetas y su maloliente... bah, eso que el criajo se está hinchando a montar a la puta y le hará cosas increíbles, ahí está el hechizo. No penséis en nada más allá de eso. Pero como nos han dicho que son brujas, pues como brujas las trataremos. Es lo mejor, atacar la cabaña y sacar a Carlos como podamos. Sólo hay un problema que no habéis pensado. ¡CARLOS SERÁ VUESTRO REY! ¡TONTOS DE LA POLLA! -grita poniéndose rojo. Se ha debido escuchar en la cabaña seguro, el tal Juan era más tonto de lo que pensábais.

- ¿Qué creéis que hará cuando sea Rey? ¿creéis que olvidará lo que le haremos si asaltamos la cabaña? no. Lo recordará siempre y cuando reine, nos mandará degollar como a cerdos cochinos. No podemos atacar así sin más, y menos cuando dice que se viene pero que nos esperemos tan sólo al amanecer. Lo mejor es vigilar bien y esperar al alba. Nosotros nos apostaremos aquí mismo y vosotros ganaros la puta paga y rodear la cabaña disimuladamente para que no salgan, o lo que os dé la gana. Pero no la caguéis. ¿Ha quedado claro?