Partida Rol por web

El sol está ya alto sobre un cielo sin nubes cuando John Roach se acerca a cada uno de los que, en su momento, recibieron una de las extrañas monedas. El grupo está haciendo un desigual trabajo a la hora de socializar con el resto de los tripulantes: mientras que el más integrado parece William, Ekao sufre las miradas recelosas del resto. Nadie se explica la razón por la que deban estar, ella y su mono, en el barco. Sin embargo, y a pesar del mal humor, no hay más opción que aguantar.

- ¡Vosotros! ¡Acercaros acá! - os indica, con cierta sorna, ante la mirada del resto de los marineros que están ahora trabajando - ¡El capitán quiere veros! ¡Y el resto, a seguir trabajando si no quereis acabar limpiando el pantoque!

Espera a que esteis todos reunidos y se da la vuelta, enfilando hacia el interior del castillo de proa. John Roach os hace señas para que entréis en la oscuridad de la pequeña estancia que deja paso a la habitación del capitán y a la de su segundo. Tras miraros de nuevo con aire de burla, se da la vuelta y golpea la puerta del capitán. Lo hace, os dais cuenta, con cierto nerviosismo. Los golpes retumban en la habitación. Fuera, un golpe de viento repentino hace que las velas giman durante un momento como animales heridos.

Por fin, tras algunos tensos segundos, unos pasos pesados se mueven al fondo. Otros llegan hasta la puerta. Con un crujido, un cerrojo cae y ésta se abre. El interior está en penumbra, casi complemente a oscuras. Incluso se encuentra alumbrado por una tenue lámpara. Jack Dew se encuentra en la puerta. Su expresión es seria, quizá algo enojada por algo. Hay en sus rasgos algo incómodo que no lograis determinar. Se da la vuelta y se dirige hacia el fondo de la habitación.

Roach, esta vez sin sonrisa alguna, os empuja de manera nerviosa y descortés hacia el interior para que entreis.

Santiago no se deja empujar al ver como trata a sus compañeros el tal Roach, su mirada furibunda busca cruzarse con la suya y dice visiblemente enojado.

-Entraré de buena gana, pero no se os ocurra empujarme... ¡Porque sino hoy tendréis para comer autentico acero toledano!-

Ella se queda la última, como siempre. El mono -Kalinko- está de pie en su hombro, y le mordisquea un mechón de pelo.

-Basta ya! -susurra, dándole un golpecito con la mano en la cabeza-.

Gracias a Ennah, el gordinflón baboso no se acerca a ella ni la empuja. Ser bruja, a veces, tiene cosas buenas.

Entra en la oscura estancia, percibiendo algo... algo que todavía no sabría decir.

La espectación e interés en saber quien era su capitán unido al extraño, casi desagradable ambiente que se respiraba en aquel camarote, fueron suficientes como para que William obviara el empujón y entrara. De todas formas el nerviosismo de John no le pasó inadvertido, y puestos a tratar de mejorar el ambiente no dudo en lanzarle alguna puya.

- Alguien tan importante como tu Roach debería acompañarnos dentro y pasar el primero.

La risa de O´Linch era algo forzada quizás, pero le ayudaba a no pensar demasiado en todas las supersticiones que envolvian al capitán que conocerían en breve. Un leve gesto y acarició su colgante, cada uno tenía sus propios fantasmas y protectores.

Berenguer entra en el camarote entre empujon y empujon, maldito Roach, parece que lo último que quiere en este mundo es entrar en este camarote pero esas no son formas de tratarme.
Al pasar por la puerta no puede dejar de fijarse en la cara de Jack y pensar en quien le puede causar tanto miedo.

John Roach se echa hacia atrás a la vista del estallido de furia de Santiago, aunque su expresión cambia pronto del sobresalto a la malicia. Vuelve a colgarse una mueca de sorna hasta cerrar la puerta cuando el último de los reunidos, Berenguer, entra por ella.

Jack Dew, delante de ellos, atraviesa una estancia en la que sobre una mesa se apilan mapas y libros para llegar hasta donde se encuentra otra figura. Se encuentra ataviada con una pesada casaca, y es algo más baja que la de su segundo. Sus facciones parecen blandas, pero sus movimientos -cuidadosos y lentos- no dejan duda de su seguridad. Observa a los recién llegados con una mirada penetrante.

El silencio en el que son observados se prolonga durante un tiempo casi insoportable. Por fin, desde su tranquilidad, el capitán habla. Su acento es claramente inglés, aunque con un extraño deje que no lográis situar.

- Dos partes del tesoro a cada uno, eso os prometió Dew - sus labios, gruesos y húmedos, se mueven con vida propia sobre su piel pálida, mientras su mirada parece haberse vuelto vidriosa, como si mirase más allá de vosotros - Y dos partes recibiréis, aunque habréis de ganároslas. Las monedas os eligieron, y eso significa que para conseguir una parte más trabajareis una parte más. No sois indispensables, tened eso en mente sin embargo.

Se detiene un momento, como intentando escuchar algo. La cara de Jack Dew parece una máscara, sin expresión alguna. Por fin, el capitán continúa:

- Oiréis mentiras sobre mi. Pero confiad, y encontraremos aquello que se llevó l'Ollonais - su mirada parece volverse líquida cuando se gira para observar a Dew, aunque vuelve hacia vosotros de nuevo vitrificada -. No somos los únicos que lo buscamos, pero contamos con aliados. Aún así, en Port Royal seréis vosotros los que busquéis un mapa. Un mapa especial, secreto, el mapa que François l'Ollonais utilizó para conseguir y para esconder su tesoro. Un mapa que sólo yo puedo entender. Y allí habrá enemigos. Como en este mismo barco.

Hay algo de incoherente en el discurso. En algún lugar, detrás de él, algo araña durante un instante un cristal. Ninguna señal delata que ni al capitán ni a Jack les importe.

- En este mismo barco -continúa- hay traidores a los que les gustaría verme muerto. Lo sé. Empezad a ganaros esa parte extra. Encontradlos para mi. ¿Necesitais saber algo más?

El final es casi abrupto. Hay un aire marcial en sus movimientos. Da la impresión de que hubiese podido soltar este discurso encontrándose solo en el camarote.

Santiago mira la estancia de una pasada. "Está verdaderamente loco... pero podrá pagarnos tal como dice?" piensa.

-¿Como reconoceremos ese mapa? ¿hay algún sitio por donde poder empezar?-

-Traidores a bordo, decís? -dice, mientras le da una canica de madera a Kalinko. -Si tenemos que encontrarlos antes de desembarcar, de cuánto tiempo disponemos hasta llegar a Port Royal, Capitán?

O´Linch desechó los detalles extraños de aquella "reunión" y se centró en los detalles. Mientras Ekao y Santiago se adelantaban preguntando, William simplemente esperó dando un vistazo por el camarote mientras comenzaba a pensar en los posibles traidores que estaban a bordo.

- Si el Capitán lo manda, yo obedezco, pero si me permite una pregunta, ¿quiénes son nuestros competidores?, ¿quién más está tras la pista?.

Berenguer escucha atentamente al capitán, este tipo ni se nos ha presentado y ya nos mete más trabajo, almenos será entretenido el viaje en barco.

Mientras espera la contestación del capitán a las preguntas de sus compañeros Berenguer no deja de pensar en la cantidad de piratas que debe haber ahora mismo en el barco, será un trabajo complicado.

-Si supiera quienes son los traidores no nos necesitaría para nada ¿No te parece, "Inch"? -responde Munrow, con una risita malévola y sarcástica entre dientes, de cara a la pared-. Tengo una idea -restalla, dándose la vuelta, algo brilla en su mirada desquiciada-, verá, capitán, hay una forma simple de que esos chicos se den a conocer por sí solos: que traten de alistarme.

El alto inglés se aclara la garganta y tose, llevándose el canto del puño a la boca, y después prosigue:

-Échenme la culpa de algo, por ejemplo, de haberle insultado a usted -señala al capitán- o de darle una bofetada, o qué se yo. Me llevan afuera cogido de los brazos, me atan a la mayor y me dan unos cuantos latigazos delante de todos. Si al día siguiente no me han tratado de reclutar los conspiradores, haré que uno de estos -señala a los piratas de los peniques- le pase el mensaje y entonces usted me acusa de otra cosa, como robar comida, y me castiga otra vez reduciéndome la ración de agua a la mitad. Y así hasta que demos con ellos.

Munrow vuelve a aclararse le garganta, y a llevárse el puño a la boca.

-¿Qué le parece? -pregunta con una sonrisa-.

Qué demonios decía Munrow?, no había hablado de los traidores, no te jode, estupido engreido.

- Claro que no sabe quienes son los traidores, pero yo no preguntaba por ellos sino por los otros que están tras la pista del botín... ¿qué tal la cera de tus oidos?... eh Row - Claramente aquel tipo había escuchado lo que quería, de todas formas su plan para atrapar a los posibles asesinos era bueno, muy bueno más teniendo en cuenta que el mismo se ofrecía a llevarse los latigazos.- Estoy de acuerdo y quizás lo mejor sea empezar ya. ¿Qué lado prefieres izquierdo o derecho?, bueno da lo mismo.

Sin dar tiempo a reaccionar William lanzó un puñetazo en pleno rostro a Munrow. - No es nada personal. Yo me encargaré también de dar a conocer tu reputación entre la tripulación, quizás te ahorres algún latigazo.- Sonriendo me giró hacia los españoles.- Sacadlo de aquí y atadlo al palo mayor, Capitan o quizás Jack... quien dará los latigazos al amotinado.

Berenguer no puede dejar de asombrarse tras las palabras de Munrow, o está completamente loco o... o está loco. Cuando Berenguer aun está pensando en las últimas palabras William toma la voz y golpea a Munrow.

- William, no crees que antes podrías haber esperado las órdenes del Capitán? - Berenguer se queda mirando a William. - Aunqué he de reconocer que me parece un plan muy bueno, un puñetazo antes de los latigazos sirve para calentar. -
Berenguer pega una pequeña mirada al resto de los presentes y se dirige hacia Munrow, lo coge del brazo y lo ayuda a levantar.
- Estás bien Munrow?.

-Dejad al capitan hablar, no os precipiteis- Gruñe Santiago. Parecia interesado en escuchar al capitan.