Partida Rol por web

Corréis hacia la habitación por la que habíais entrado justo cuando el ciempiés gigante atraviesa la puerta. Nada más abrir la puerta, la planta, frustrada por vuestra huida anterior, lanza sus tentáculos contra vosotros. Arven consigue desviar el ataque con su escudo, pero Urvan no tiene tanta suerte y, de nuevo, es atrapado por uno de los inmensos zarcillos de madera. Liam recibe un golpe en el costado que le deja sin respiración durante un instante, pero no sufrirá mayores consecuencias por ello.

Mòr avanza entre los dos grupos y se echa a un lado, tratando de buscar un patrón en los movimientos de la planta y el colosal mirápodo para enfrentarlos uno al otro. Yldiane y Ean se quedan un poco más atrás, esperando atraer la atención de la criatura que os persigue por el pasillo.

La cria del ciempiés es la primera en llegar a la puerta y se para un momento, como si dudase si seguiros hasta esa sala. Al parecer ella sí forma parte de la cadena alimenticia de la inmensa planta carnívora. Por un momento albergáis cierta esperanza, pero cuando el monstruo de mayor tamaño entra de golpe parece evidente que es demasiado grande para que la planta le suponga ningún tipo de amenaza y, por la forma en la que su atención se centra en Yldiane, también queda claro que no tiene ningún interés en ella.

¡No tengo flecha!- Me grito en mi interior.- Estamos atrapados entre dos monstruos y un chiflado nos guía.

Ese plan es un suicidio. Me digo después de escuchar a Liam.

-Ese plan es un SUICIDIO- Digo bien en alto. Busco con la mirada cualquier objeto que pueda servir como escudo. Me digo que tal vez haya algo inflamable en el laboratorio que hemos dejado.

-¿Algo del laboratorio puede hacer daño a estos?, Liam, ¡LIAM!- grito cuando veo las ramas que golpean a nuestro hombre de Ciencia. Estamos atrapados.

- No, mierda, otra vez no... - Pienso mientras veo cómo, otra vez, un inmenso tentáculo verde se aproxima no con buenas intenciones. Apenas acabo de escuchar el plan de Liam y ya lo estaba poniendo en práctica sin dejarme tiempo para reaccionar. 

El tentáculo empieza a aprisionarme otra vez. - Vale tengo poco tiempo, tengo que salir de aquí. - ¡Chicos, corred! - grito antes de centrar todas mis energías en intentar liberarme de la presa.

Arven se queda un poco más atrás, protegiendo junto a Mór al grupo frente al avance del gargatuesco mirápodo. Enarbola su escudo, aún a sabiendas de que si las mandíbulas de la criatura lo golpean de plano le servirá de tan poca protección como si lo enfrentase a un alud. Sin embargo, es una guerrera experimentada, así que cuando el monstruo se lanza sobre ella utiliza el escudo no para bloquearlo, sino para empujarse sobre él y apartarse de en medio. A pesar de todo, el golpe de la cabeza del ciempiés está a punto de dislocarle el brazo.

Urvan intenta liberarse de la presa del tentáculo de madera, pero sus esfuerzos son vanos. La planta le ha agarrado con fuerza y, sin la ayuda de sus compañeros para soltarse, no consigue liberar su brazo o colocarse con suficiente ángulo para golpearla con su espada. Mientras Yldiane se decide a acudir en su ayuda, el tentáculo da un tirón que eleva al clérigo por los aires. La inmensa fuerza de la planta hace que el hombro le dé una sacudida que le deja completamente sin aire, pero a pesar de todo se sobrepone para mantenerse aferrado a su espada, por si en algún momento consigue utilizarla.

Ean carga su última flecha, pero no llega a dispararla. En vez de eso, busca a su alrededor una posible salida. ¡El laberinto! Por desesperada que parezca la opción, tal vez la vuelta a las ruinas sea la única salida posible de este lugar. Sin embargo, cuando mira hacia la puerta de madera por la que llegasteis aquí ve que alguien... o algo... la ha cerrado. Tal vez no esté bloqueada, pero si corréis hacia allí y no conseguís abrirla os habréis colocado entre el martillo y el yunque y, viendo la fuerza con la que golpea el ciempiés, el símil parece casi literal en este caso.

Liam, por su parte, hace halago de su memoria señalando la puerta del norte, que llevaba hacia la planta de procesado y los silos. Sin embargo, algo hace que dude un momento. Según las notas que habéis encontrado, la sustancia magientífica que se creaba aquí es la causante de la aparición de estos monstruos. Si eso es así... ¿qué podréis encontrar en los lugares en los que ese material se almacenaba en su forma más pura?

—No no no no no... no... no...— Liam se incorporaba desde el suelo observando el desastre en el que se había tornado su idea. Mirando a ambos lados completamente desorientado no se decide a que lugar acudir. Ean se cruza en su camino y farfulla algo de volver hacia el laberinto, lo que trae un ligero escalofrío al joven erudito. Afortunadamente aquella puerta parecía bloqueada. Un ligero repaso al mapa que les enseñaron en el campamento le recordó que en el norte había otra puerta.

—¡Al Norte! Vamos, ¡al NORTEEE...!— grita en medio de aquel caos, pero su grito muere al comprobar que Urvan ha sido levantado por los aires y atrapado por las zarzas de la planta carnívora. Desesperado busca con las manos su espada, como una ultima medida, pero no la encuentra en su cinto. Con los ojos desorbitados ahoga un grito mudo. El tiempo a su alrededor se comba, escuchando los ruidos amortiguados del fragor de la batalla y allí, de pie, inerte, un flash recorre su memoria.

Liam se acerca apoyado al muro, tratando de ganarle la espalda a su oponente mientras recuerda su escasa instrucción en la milicia de su aldea. Con un improvisado grito de guerra que a penas habría asustado a un niño, el joven lanza una estocada con todas sus fuerzas hacia el guerrero. Desequilibrado por el corte de la espada de Arven, el hombre no se mueve con la velocidad suficiente como para esquivar el torpe ataque de Liam y la espada hiende su costado con mucha más facilidad de la que el muchacho creía posible.

- Me... has... matado... - dice el hombre mirando al chico rubio casi con sorpresa, con la sangre saliendo a borbotones por su boca.

El sonido metálico de la espada del guerrero golpeando el suelo retumba en la niebla y un instante después, se desploma junto a ella sin vida. Tal vez el Uno no tiene poder aquí o el destino de este hombre estuviera decidido de antemano, pero ha acabado muerto a manos del luchador más improbable, del joven Liam.

Aquel guerrero murió con el acero del erudito atravesando su costado. Con el gesto de la muerte grabado en sus retinas el joven solo pudo llevarse las manos a la cara mientras Yldiane le ayudaba a ponerse de nuevo en cobertura. Los gritos de sus compañeros le arrancan de su ensoñación y el tiempo se acelera a su velocidad normal.

—Arven...?— Busca entre aquel barullo de mandíbulas y pies el destello dorado de la cabellera de su compañera y se siente inmediatamente desesperado al comprobar que la chica expresa una mueca de dolor. Rápidamente traza un plan y como puede intenta llamar la atención de la planta atrayendo uno de sus ataques hacia él mientras corre en dirección hacia el miriapodo.

Qué... cansancio de día, maldita sea.

Su respiración era pesada, notaba el sudor corriéndole por el cuero cabelludo hasta escurrirse por la sien y la espalda pero lo que más notaba era el dolor. No había sido lo suficientemente rápida, los encontronazos, las carreras y la tensión había desgastado la escasa resistencia de la guerrera y a esas alturas seguía consciente gracias a su fuerza de voluntad después del golpe del ciempiés que había hecho que una explosión blanca de dolor la cegase y el contorno de su visión fuese borroso.

-Ugh-gruñó sobre el escudo, poniéndose en pie. El primer intento en levantarse acabó con un gemido de dolor y la solución fue terriblemente evidente: si quería levantarse tenía que dejar el escudo donde estaba y funcionó, sí, se puso en pie, pero la situación no mejoraba. Tragó saliva y casi deseó no haberlo hecho, después, aguantando la respiración al mover el hombro que había soportado la mayor parte del impacto, sujetó con ambas manos la espada y forzó la vista para enfocar mejor antes de lanzarse a por el ciempiés gigante.

Todo caballero se enfrentaba contra un gran enemigo y no le frenaba la idea de la muerte. Quizás ella no era uno de esos caballeros en fuerza pero no por ello iba a recular en una huida. Fuese estratégica o no.

Arven se levanta a duras penas y, haciendo acopio de valor, se lanza contra el ciempiés. Con todas sus fuerzas, golpea a la criatura y escucha cómo la dura armadura queratinosa de su cuerpo se desquebraja con su violento ataque. Un líquido viscoso mancha su espada, pero el golpe sólo parece arrancar un estridente chirrido al mirápodo, que transmite más rabia que dolor.

Liam consigue atraer la atención de uno de los tentáculos, mientras avisa a sus compañeros que corran hacia el norte. Se coloca próximo al ciempiés, tratando de que sea la planta la que golpee al enorme insecto. Con agilidad, consigue evitar el latigazo del tentáculo, pero el golpe llevaba una trayectoria vertical, así que la madera golpea el suelo en vez de a la inmensa criatura que tiene a su espalda.

Ean ve como Urvan sale volando por los aires. Rápidamente, carga su última flecha y dispara al tentáculo, tratando de bajar a su compañero. La madera cruje con el impacto del proyectil, pero aguanta lo suficiente como para mantener al adepto el tiempo necesario para lanzarlo hacia el silo. El tronco de la planta crece allí y se abre mostrando una inmensa boca que parece llena de dientes. Urvan se da cuenta de la inutilidad de su escudo cuando la planta le rodea completamente y se cierra sobre él. Los gritos de agonía del gwendrita se escuchan por toda la sala mientras la inmensa planta empieza a aplastarle.

El ciempiés se lanza contra Yldiane. La varigal no se decide a dejar atrás a Urvan, y recibe el ataque de la criatura justo en el momento en el que Arven la golpea. La herida puede haberle salvado la vida a la chica pelirroja, pero pese a todo, el impacto de la cabeza del mosntruo hace que se tambalee y le deja las costillas maltrechas.

Mòr es el único que hace caso al erudito. Corre hacia la puerta en el norte de la habitación y, cuando llega, la encuentra cerrada. Maldice un momento, pero usa su enorme cuerpo para cargar contra ella. La madera podrida no resiste el embiste del ionnthen y despeja una posible salida de esta sala maldita.

Mor sabia que los gritos de Urvan le harian compañia en sus pesadillas por venir. El habia hecho lo posible por salvarlo de la planta en su momento, pero Urvan habia vuelto a caer en su trampa en un momento  critico en el que Mor no podia hacer nada por salvarlo.

Pero aun podia salvar al resto.

-POR AQUI! 

Grita esperanzado al reventar la putrida puerta y descubir que el camino no esta tapiado, como si que estaba la presunta salida que encontraron en su momento. Igual no se podia confiar en los mapas que disponian. Pero en algun lado estaria la salida, solo tenian que encontrarla.

Miro casi paralizada como Urvan va perdiendo la vida poco a poco. Todo son gritos y caos a mi alrededor, tan concentrada estoy mirando la planta y pensando en cómo salir todos de esta que no veo al ciempiés lanzándose sobre mí. Error de novatos. Un crujido inunda mis oídos y por un momento un resplandor me ciega. El dolor no tarda en venir, estoy segura de que esto me va a perjudicar durante un buen rato.

No vuelvas a titubear.

Oigo el grito de Mor a lo lejos, pero ya he tomado una decisión. Tomo aire, ignorando el penetrante dolor de las costillas y alzando la espada con ambas manos intento cortar el tentáculo que tiene apresado a Urvan.

Aunque Arven careciese de una brújula interna que le dijese dónde narices estaba el norte en aquel caos de patas, heridos y tentáculos vegetales de cuestionable integridad, Mòr sí supo (quizá instintivamente) hacia dónde había estado indicando Liam que fuesen.

-Yo ....-joder. Era mejor no malgastar el escaso aliento con el que contaba en dar avisos ni instrucciones a voz en grito para que se le pudiese oír por los gritos de Urvan. Si se encargaba de seguir hostigando al ciempiés la pelirroja podría encargarse de ayudar a rescatar a Urvan y quizás incluso arrastrarlo hacia la puerta que había derribado Mòr.

Por lo más sagrado, que muevan el culo y se pongan a salvo mientras pueda distraer al bicho, imploró mentalmente mientras se enfrentaba, una vez más, a su propia debilidad y al dolor para atacar a la criatura... aunque no había oraciones que valiesen si antes no conseguían liberar a Urvan de la planta.

O de su dolor.

Arven se lanzó de nuevo contra el ciempiés haciendo caso omiso de las llamadas de Môr y de él mismo, pero eso no era raro, ninguno de los allí presentes le tomaba en serio la mayoría de las veces. —Y para una vez que me escuchan les llevo hacia su muerte...—

La punzada en su costado había dejado de picarle hace un rato. Ahora estaba herido en el orgullo y en el corazón. De alguna manera pensaba que les había fallado, a todos, a Urvan y esos gritos infernales. A Yldiane que volvió de entre los muertos. A Ean y a Môr que seguro preferirían tener como compañero a un gran guerrero, capaz de equipararse a ellos mismos.

Y a Arven —Nunca seré suficiente...— Siempre tan testaruda, siempre tan valiente. La mueca de dolor y el tesón reflejado en sus ojos no le dejaban dudas a Liam. Ella querría ser la última en salir de aquel lugar.

—Odeon siempre decía ¿Que es la juventud sino una etapa de la vida en la que se te permite hacer locuras?... ¿Donde estás ahora compañero?—

_{—Los miriápodos familia de los artrópodos con algunos parecidos a los insectos y muchas mas diferencias. La cutícula presenta diferentes grados de esclerotización y calcificación, y es más o menos impermeable, pero carece de la capa cérea típica de los insectos, por lo que quedan más o menos expuestos a la desecación, cosa que evitan refugiándose en lugares húmedos y frescos. La cabeza lleva las antenas, en la base de las cuales se abren los poros de los órganos de Tömösvary, órganos sensoriales de función desconocida. En la cabeza, en la cabeza...}

—AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Desde un costado del ciempiés Liam echa mano a su bota y extrae un cuchillo fino en forma curva. Normalmente lo utiliza para cortar yerbas y ramas pero ahora podría servirle para un fin mas excepcional. Da dos pasos furiosos y rápidos saltando en el último momento hacia el lomo del animal con la intención de ponerse a horcajadas en su cuello. Con su mano izquierda intenta asirse a una de sus antenas mientras con la derecha trata de impactar en la cabeza del ciempiés, penetrando allí donde cree que se encuentran las zonas blandas. Un resquicio en la armadura del animal.

Viendo la situación y presa del pánico, saco mi último aliento a la desesperada. No por mi, si no por mis compañeros. Ellos necesitan a alguien que haga que el Uno esté de su parte. Enajenado y sin saber muy bien de donde, Urvan saca las fuerzas necesarias para levantar la espada con ambas manos, dejando caer el escudo al suelo resonando el metal al chocar contra la piedra y acometer repetidas veces contra el ser que lo tiene aprisionado. Con la mente nublada y sordez por la presión de los tímpanos culpa de la constricción no para de golpear enajenadamente el tallo rugoso que le aprisiona.

Yldiane ve cómo su compañero se eleva por el aire y lanza un tajo desesperado hacia el tentáculo. Demasiado tarde. El zarcillo de madera está ya demasiado alto como para alcanzarlo con su espada. Por su parte, el guerrero empieza a ser aplastado por el tronco de la planta, que de alguna forma emula una gigantesca boca. Desesperado al verse incapaz de liberarse de la terrible presa, golpea varias veces la madera y, finalmente, coloca la espada en posición transversal, de forma que si la planta continúa apretando, ella misma se clavará la hoja de su arma.

El acero se hinca en la madera y parece que la inmensa planta carnívora ceja en su empeño de aplastar al adepto. Pero sólo por un momento. De alguna forma, la madera se deforma ligeramente de forma que la presión hace que el filo de la espada se curve ligeramente. Lo último que ve Urvan es la hoja de su espada partirse en dos mientras la planta sigue comprimiéndole. Lo último que escucha son sus propios huesos partiéndose por la presión.

Los gritos de Urvan cesan definitivamente y un nudo cierra la boca de vuestro estómago al saber que está muerto.

Liam, desesperado, se lanza con todas sus fuerzas contra el gigantesco ciempiés, buscando un punto débil en su armadura. Sin embargo, la terrible criatura no sólo parece haber crecido en tamaño, sino que ha desarrollado una coraza queratinosa en zonas que su versión más pequeña parece tener descubiertas, por lo que la espada corta de Liam resbala por el cuerpo del monstruo sin producirle nada más que un arañazo.

Arven también carga contra el ciempiés, pero la hoja de su arma es mucho más afilada que la de Liam y sus años de práctica con la espada se hacen notar cuando lanza una nueva estocada al cuerpo del monstruo. De nuevo el líquido viscoso salta del lugar donde la mujer clava su arma y el inmenso ser se retuerce de dolor.

Evidentemente herida, la criatura no parece dispuesta a dejar que Arven siga aguijonándole impunemente. Con más rapidez de la que parece posible en un monstruo de su tamaño, se gira hacia la guerrera lanzándole un mordisco con sus terribles tenazas. La cota de mallas de la mujer no parece una gran protección contra la inmensa fuerza del monstruo y en seguida cede ante los afilados apéndices bucales de la criatura. El frágil cuerpo de Arven no ofrece más resistencia que el acero de su armadura. La mitad superior del torso de la guerrera aún sigue en el aire cuando sus piernas caen al suelo sobre un inmenso charco de sangre.

Una pulsión salta desde el centro mismo de su ser mientras comprueba como sus compañeros van cayendo uno tras otro. La imagen de la guerrera dejando escapar su vida delante de sus ojos se queda clavada en el corazón de Liam. Completamente enajenado se lanza hacia la boca de la criatura sosteniendo la daga con sus dos manos, la eleva sobre su propia cabeza y la deja caer sobre el animal en repetidas ocasiones, completamente fuera de sí.

—UUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGG—

-¡JODER SANTO!

No puedo dar crédito a la sucesión de atrocidades que veo en un instante. Literalmente aterrorizado, siento la necesidad de vomitar al ver el charco de sangre de mi compañera, al ver como la planta gigantesca engulle a Urvan en su interior. No hay nada que hacer aquí, estamos muertos. Mi única opción, mi único pensamiento es salir corriendo, escapar a la mayor velocidad posible, así que salgo tran Mór, pasando por encima si es necesario para salir de este horror desesperado. Por primera vez me doy cuenta de que mi grito se funde con el de Liam y pienso durante un segundo que me estoy volviendo tan loco como él.

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGGJJJJJJH ¡VÁMONOS POR FAVOR!

Es lo único que atino a decir mientras pongo pies en polvorosa.

Mor duda entre intentar rescatar a Liam del ciempies y salir por la puerta que acaba de abrir. El cuerpo de Arven, partido en dos y la evidente locura que ha tomado posesion del fragil Liam le convencen de que no seria buena idea intervenir en el combate que estan teniendo el joven erudito y el ciempies. Ya sea por las afiladas y poderosas quijadas del bicho, o por la afilada y peligrosa espada corta de Liam, que se mueve erraticamente en su locura, impactando las mas de las veces en el ciempies, pero que igualmente podria impactar en Mor, Mor decide salir por la puerta y que los dioses a los que Liam rece le guien.

-A tomar por...-Se le escapa entre dientes- Salgamos de aqui antes de que muramos todos.

Y penetra en la nueva estancia