Partida Rol por web

Doy unos pasos hacia atrás asimilando la morbosa escena que tengo delante. Mi mente en blanco no deja de mirar ese ser que ha hecho desaparecer a dos de las pocas personas de las que tiene recuerdo. La impotencia por no poder hacer nada, el miedo que amenaza con tomar posesión de mí y la angustia de no saber si va a haber cualquier esperanza.... me sobrepasa esta situación. No puedes pensar ahora.

Guardo la espada.

Ahí está Liam.

Corre.

Con las piernas a todo lo que dan, agarro a Liam del collar de la camisa y lo arrastro conmigo hacia la dirección por la que ha desaparecido Mör.

Liam pierde el control y se lanza sobre el ciempiés gritando como un salvaje de los Clanes. Yladiane intenta agarrarle, pero no reacciona lo suficientemente rápido. El desesperado ataque del erudito a penas daña a la monstruosa criatura, pero sí es suficiente como para llamar su atención. Con restos de Arven aún entre sus mandíbulas, el ser se vuelve hacia Liam y le ataca sin piedad.

La cota de malla de Arven de poco había servido para protegerla de las terribles pinzas del monstruo, así que la ropa ligera de Liam no supone ningún obstáculo para ellas. La sangre salpica a Yldiane en su mano aún extendida hacia Liam cuando ve cómo su joven compañero cae muerto ante ella.

Aguantando con estoicismo las lágrimas y las ganas de vomitar, la varigal se da la vuelta y corre hacia la puerta que ha abierto Mór. Ean también sale corriendo hacia ella, pero de repente nota un fuerte tirón en la pierna. Cae de bruces dolíendose del golpe en la rodilla cuando ve cómo la planta, no contenta con Urvan como presa, ha aferrado uno de sus enormes zarcillos a su tobillo.

Mór abre la puerta y se encuentra una habitación prácticamente a oscuras. Sin tiempo para encender una antorcha, se adentra a penas un paso, con un nudo en la garganta al escuchar los gritos de sus compañeros. Yldiane llega un momento después y en seguida la sala se ilumina por la luz de su nebular.

En ella veis cuatro tanques de un tamaño similar a los de la otra sala, aunque tienen una forma ligeramente diferente y, por lo que podéis distinguir, están tapados en su parte superior. Las cañerías que recorren el suelo llegan hasta ellos y otras de un metal diferente salen de ellas hacia el otro lado de la habitación, en la que el mapa ubica dos silos. Una de las tuberías parece haberse partido por la presión de la vegetación y muestra restos de una sustancia ambarina.

Contemplo, con una horrible sensación que nace en el estómago y pronto alcanza mis oidos y mi cerebro, que he sido atrapado por la planta que acaba de aplastar a Urvan. Si él no tuvo ninguna opción, difícil es que yo me pueda salvar.

Me domina una angustia absoluta. Apenas puedo pensar, me revuelvo con todo mi cuerpo para tratar de soltarme. No sé si grito o hablo, no miro a ningún lugar, solo concentro todo mi ser en tratar de desatarme de ella. No obstante, veo la escena como si de otra persona se tratara. Esto no me puede estar pasando, joder. Esto es una pesadilla y no es real. No es mi cuerpo y no soy yo. Pero el dolor es irrefutable, es la prueba definitiva de que estoy aquí, aunque sea imposible y sepa que sé que es imposible. Suelta joder. Los demás seguirán viviendo cuando esta planta me haya comido. El dolor lacera mi cuerpo desde que llegamos. Comido por una planta. Parece un chiste. La angustia me nubla completamente. Mierda mierda mierda.

Las pinzas de la monstrusidad atravesaron el abdomen de Liam sin ninguna resitencia. Sus brazos cayeron a sus costados mientras un hilo de sangre brotada de su boca de forma incontrolada.

Como un animal de astas el miriápodo levantó el cuerpo del joven erudito por encima de su cabeza y lo descargó de nuevo en el suelo. Las pinzas habían perforado sus organos y la sangre salía profusamente por sus heridas mientras la vida abandonaba su cuerpo.

Tendido a escazos metros de Arven el chico estiró su mano hacia la cara contorsionada de su compañera. A escazos centimetros de ella exhaló un último suspiro deseando hundir sus dedos en aquella preciosa cabellera dorada.

No ... no mires atrás. Corre.

Gritos de dolor y masas esponjosas que rezuman líquido estampándose contra el suelo me llenan la cabeza. Sé lo que significa. No me hace falta verlo para sentirlo en mis huesos. A trompicones corro hacia la puerta todavía con la sensación de la chaqueta de Liam escapándose entre mis dedos. Me agarro al marco de la puerta y me impulso a la oscuridad detrás de Mör.

Ya lo pensarás luego.

Miro a mi alrededor frenéticamente. No nos podemos parar aquí. O... Podemos cerrar la puerta. Miro hacia atrás. Miro a Mör. Están todos muertos. Grita una voz en mi cabeza. Una voz que no había oído en mucho tiempo. Corre por tí, no es momento de ser el héroe.

- No... - No quiero convertirme en eso. - Mör, ¡CORRE!

Si Ean está vivo nos seguirá. Corro hacia la siguiente puerta.

Te revuelves un momento e intentas agarrarte al suelo, a cualquier sitio al que puedas aferrarte. Con esfuerzo, te estiras hasta que tus dedos se colocan entre dos baldosas de piedra. Tiras con todas tus fuerzas y por un momento sientes cómo el zarcillo de madera que te tiene apresado parece tirar de ti con menos fuerza.

Desafortunadamente, es sólo un momento. Las babas del ciempiés gigante siguen cubriendo completamente el suelo de la habitación y vuelven la piedra más resbaladiza de lo habitual. Cuando la gigantesca planta vuelve a tirar con todas sus fuerzas, tu precario punto de apoyo se te escurre de entre los dedos.

La desesperación al verte incapaz de resistir la terrible fuerza de la planta dura sólo un momento. El dolor que te produce tu cadera al dislocarse es tan intenso que no puedes soportarlo. Casi no eres consciente de que te estás elevando por los aires cuando te desmayas. Al menos estando inconsciente no sentirás el dolor de tu muerte cuando la planta te depare el mismo destino que tuvo Urvan.

Dejáis atrás a Ean sabiendo que no tenéis otra opción. Mientras corréis casi os extraña no escuchar sus gritos en la habitación anterior. Esquiváis las tuberías rotas que recorren el suelo sin a penas fijaros en la sustancia ambarina que aún se puede ver en ellas. No tenéis tiempo para recordar el mapa, pero tratáis de alejaros todo lo posible del gigantesco mirápodo, así que seguís hacia el norte.

Atravesáis la habitación y Mòr derriba una puerta a la carrera. La madera casi podrida cede ante la fuerza del gigantón con facilidad y entráis en otra inmensa habitación en la que se pueden ver unos silos. Sin duda es el lugar donde se almacenaba lo que quiera que se estaba fabricando en este lugar. Seguís corriendo hasta que os dais cuenta de que, en teoría, no hay salida de esta habitación.

Sin embargo, Yldiane no tarda en percatarse de que hay algo de luz natural en esta sala. A toda velocidad, tira de su compañero para rodear uno de los enormes depósitos. Casi suspira de alivio cuando ve una grieta en la pared, pero en seguida nota una cierta resistencia cuando Mòr se para en seco. El ionnthen es demasiado grande para poder escapar por ella. Ambos se miran un momento y el hombre hace un gesto a la varigal, señalándole la salida con la cabeza.

Yldiane duda antes de correr hacia lo que parece la última vía de escape. Mientras se coloca contra la pared, dejando en el suelo su mochila para poder pasar por el estrecho agujero, mira a su compañero. El rostro de terror de Mòr al mirar hacia el muro le lleva a alzar la vista. Las fauces de otro gigantesco ciempiés se abren y cierran a poco más de un metro de su rostro. Con desesperación, la chica empieza a introducirse por la estrecha rendija de la pared. Pero no es lo suficientemente rápida. El ciempiés atrapa su pierna antes de que tenga tiempo de escabullirse definitivamente de este lugar maldito.

Mòr se da la vuelta, negándose a ver el destino de su compañera y, sin pararse a pensarlo, se sienta en el suelo, encomendándose a los espíritus de la naturaleza que parecen haber abandonado este lugar maldito por las artes magientíficas. Cuando el monstruoso ser llega hasta él, ni siquiera se molesta en levantarse y luchar. Sólo en ese momento recuerda la frustración de su padre mientras intentaba enseñarle a manejar el claymore que había pertenecido a su familia durante varias generaciones.

Listo. Ains que trágico ha acabado la cosa...