Partida Rol por web

Extrañado al ver gente por aquí, sobre todo después de las últimas experiencias, me disponía a darles una voz para preguntar quienes eran cuando me giro y veo una flecha que me apunta. Con cara de asombro bajo los brazos dejando caer la ballesta la cual queda colgando de la correa de cuero ceñida a mis hombros. Y levanto lentamente las manos en gesto amistoso.

- Vaya, os iba a preguntar quienes eráis, pero visto lo visto empezaré por presentarme yo. Soy Urvan, caballero del Filo. Deberíais andar con cuidado, vengo de la atalaya del paso de Dohag. Parece que allí les han atacado unas criaturas horrendas. Alguno habla sobre Feondas.

Arven, con mucho cuidado, envainó la espalda pero no se deshizo del escudo, manteniéndolo a su costado ante tal panorama.

Esto tiene que ser una broma pesada. Lugares que debían estar habitados están vacíos y lugares que debían estar completamente abandonados tienen inquilinos...

-La atalaya del paso de Dohag-repitió como si estuviese masticando las palabras mientras examinaba a Urvan-qué coincidencia.-Si había algo que enseñaban en los libros de caballerías era que las coincidencias no existían; echó un hombro hacia atrás, intentando disipar parte de la tensión muscular.

-Soy Arven, enviada del clan Mac Lyr. ¿Los supervivientes de la atalaya están...?-la pregunta quedó en el aire mientras la guerrera pasaba de centrar su atención en Urvan (quizá confiando en exceso en Ean y sus ganas de mantener tensa la cuerda del arco por un tiempo casi indefinido) para observar más allá de él buscando algún indicio de que los desdichados que habían sobrevivido a lo que hubiese salido de las toperas estuviesen por ahí.

Aunque nada de ello explicaba la presencia de alguien con el emblema de la Iglesia de Gwindre fuera de sus fronteras por muy cerca que se encontrasen de ellas. Eso puede esperar un poco, Arven. Se recordó cuando la duda le asaltó al volver a mirar a Urvan esperando alguna explicación o respuesta a su pregunta sobre los que habían estado en la atalaya.

El muchacho intentó ver por encima de Môr al desconocido, tarea bastante difícil debido a la envergadura de su compañero. En cierta forma entendía que aquella era una situación tensa, pero no terminaba de comprender por que. Recordaba haber leído y escuchado sobre la fama de los Filos de la Espada, pero aquellas historias eran cosas que les pasaban a otras personas. Hoy en día estaba convencido de que no serían mas que guardianes de sus tierras, como los guerreros del Clan Mac Lyr.

Aunque lejana y apagada al escuchar la voz del hombrecillo la curiosidad pudo mas que la cautela y finalmente el muchacho se adelantó a su compañero por el costado para poder obtener una visión más clara de su interlocutor. Y allí estaba. De alguna manera podía distinguir la espada sobre la estrella de seis puntas pero el conjunto le resultaba decepcionante. Siempre que se hablaban de las seis ordenes Liam imaginaba a hombres que casi relucían con su propia luz. Aquí delante de él observaba a un viajero cualquiera, curtido por el camino, sucio.

No quería interrumpir la conversación por lo que se consoló con una sonrisa de bienvenida a Urvan.

—Es curioso como cuanto más intento descubrir sobre el mundo este poco a poco va perdiendo su magia.

Las emociones se me pasaron rápidamente. Primero la sorpresa, después la tranquilidad al observar que eran personas seguida de un nerviosismo leve al ver una punta de flecha apuntándole. Dispuesto a demostrar que no era una amenaza iba a responder a las palabras de la joven guerrera. Las palabras del arquero no hicieron otra cosa que ponerme más nervioso...

¿Yo? ¿Feondas? ¡No!... - Luego recordé que era un caballero del filo. - Bueno, si viese alguno... debería... me enfrentaría a él. Supongo... - Respiro profundamente para relajarme. - A ver, a ver. No tengo nada en vuestra contra, ¡Lo juro, por el Uno! lo único que vi en Dohag fue un baño de sangre y un túnel enorme excavado en el centro... uno... - empiezo a tartamudear más aún y mi voz se  entrecorta a la par que se ponen vidriosos mis ojos. - Encontré a uno vivo... - El recuerdo de Gowan y su perdida hacen que no pueda contenerme y las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas, dejando un reguero limpio allí donde antes cubría la suciedad acumulada por el camino. 

Dime que no está llorando. Sí. Sí que está llorando.

Bien podría ser una trampa si es que el tal Urvan era un buen actor y no realmente alguien demasiado asustado como para controlar sus emociones pero si era el segundo caso sería una vergüenza para ella y el ideal de caballería no compadecerse de la congoja que le angustiaba.

-Ése uno, el superviviente,-aclaró por si acaso haciendo a la vez un gesto a Ean para que le diese un poco de espacio-¿dónde está ahora?-quizá se sentía más segura de lo que debería con la imponente presencia de Mòr a su lado, cubriendo a Liam y a Yldiane además de contar con el apoyo de Ean-Vamos a calmarnos todos mientras tengamos que compartir refugio-en este caso miró a Ean casi con una sonrisa antes de volver a mirar a Urvan-serénate, Urvan, vamos paso a paso. ¿Qué hace alguien como tú fuera de Gwyndre?-cambió de pie el peso varias veces, incómoda por el cansancio pero resistiéndose a relajarse antes de aclarar lo más básico-De ahí hasta cómo has acabado aquí y qué te contó el superviviente sobre lo ocurrido en la atalaya. -le indicó los pasos de la historia que quería escuchar con el tono más tranquilo que pudo emplear antes de sonar condescendiente.

El joven erudito no pudo aguantar más la necesidad de saber que había ocurrido allí en la atalaya y que había visto aquel superviviente, así que estallo de forma atropellada, deseando que llegasén d euna vez por todas a la parte interesante de la conversación.

—¿Tú viste el agujero entonces? ¿Que crees que lo ha causado? ¿un feonda? ¿Alguna vez has visto uno? ¿o uno que haga este tipo de cosas?... oh! Elsupervivientetuvoquehaberlovistoseguro—

—¿Donde está? ¿está contigo? ¿puedo verle? ¿puede contarnos lo que vió?

En dos segundos se había adelantado colocándose a solo un par de metros de Urvan, mirándole con ojos como platos expectante y esperando una respuesta a cualquiera de las preguntas que le sobrevenían a a la cabeza.

Con las palabras de la chica parecía que me tranquilizaba un poco y me volvía a centrar. Me limpie las lágrimas con la manga. Otra vez me disponía a contestar, cuando la apabullante verborrea del chico rubio me recordó la flecha que apuntaba a mi cabeza. Respiro hondo y me envalentono un poco. - Sinceramente estaría más cómodo y podría responder mejor vuestras preguntas si dejarais de amenazarme con un arco... insisto en que no soy vuestro enemigo. Me estaba resguardando en la capilla de Santa Nyline, y había salido a buscar algo de comida. - Digo con la cara sería mientras levanto el hombro del cual cuelgan inertes mi brazo y la ballesta con la que pensaba cazar algo.

—Ahora que lo dices... creo que yo también podría dar buena cuenta de un par de raciones y algo de fuego para entrar en calor.— dijo el erudito que empezó a darse cuenta de su cansancio a medida que Urvan hablaba de la capilla y al comida. 

—¿El superviviente está en la capilla?

Mor esta tenso ante la resolucion de los acontecimientos que se suceden. La agresividad ante el desconocido. El relato que este aporta de sangre y terrores incognoscibles y desconocidos. La naturaleza era sabia pero a veces cuando una especie dominaba el mundo y la balanza se inclinaba demasiado, equilibraba el mundo con monstruos.

Urvan habla de un superviviente, igual este puede contar con mas detalle lo acontecido, o esta en un shock que requiere paciencia y empatia para obtener informacion de una fuente tan traumatizada. Sin embargo sus compañeros ya habian preguntado por el.

Al ver bajar el arma me tranquilizo un poco.

- Pues la verdad yo me disponía a cazar algo para comer, pero si tenéis raciones de sobra nos podemos retirar a la capilla y descansar un poco. - Digo mientras me cuelgo de nuevo la ballesta a la espalda. - Tanto el alguno, cómo el superviviente es la misma persona. - comento mientras me doy la vuelta dando la espalda a mis nuevos acompañantes, quizá un movimiento arriesgado, pero en ese momento solo podía pensar en Gowan.

- Si esta en la capilla... aunque creo que ya no le podremos llamar superviviente. - Empiezo a caminar hacia la capilla y me voy acordando de las preguntas que me hizo la Guerrera. - Estoy en una misión que me encomendaron mis superiores, realmente es más un peregrinaje y conversión personal que una misión para la orden en si misma. En cualquier caso todo lo que sé es lo que ya os he contado y lo poco que me pudo contar el superviviente antes de morir. Según lo que me dijo el responsable de las dos cosas que vi era un Feond.

Os dirigís hacia el edificio y, mientras Urvan afirma que el guerrero al que recogió en la Atalaya ya no puede ser llamado superviviente, señala a unos metros de la Capilla donde podéis ver un pequeño montículo de tierra removida con una tabla clavada en el suelo a modo de lápida. Cualquier detalle sobre el ataque a la Atalaya que hubiera podido dar el guardia que salió con vida, o se lo ha dicho ya al gwendrita que habéis encontrado o se habrá perdido para siempre.

Entráis en la capilla de Santa Nyline. No es un edificio demasiado grande, pero no parece probable que el Templo dedicase muchos recursos a una pequeña capilla en un lugar en el que poca gente profesa su religión. Por lo que podéis deducir, la construcción es unas décadas anterior a la Guerra y probablemente lleve abandonada desde que la disputa religiosa diese lugar al mayor conflicto de la historia de los Tres Reinos.

A pesar de los años, el paso del tiempo parece haber respetado bastante bien el lugar, que aún mantiene alguna de sus vidrieras intactas, mostrando varias estrellas de seis puntas que son el emblema sagrado para la religión.

En la parte más alejada del altar podéis ver una pequeña hoguera en el suelo de piedra que está a punto de apagarse. Urvan se dirige a ella y atiza un poco las brasas, añadiendo algún tronco que no lleva demasiado tiempo allí. En seguida la llama vuelve a avivarse, iluminando la capilla con la oscilante luz del fuego.

En el exterior, el sol se pone finalmente mientras preparáis una frugal cena y seguís hablando entre vosotros.

Cojo mi puchero metálico, amorfo de la cantidad de golpes que ha recibido en todo el tiempo que lleva conmigo y lo lleno de agua de una cantimplora para calentar un poco y hacer algo de comer en el nuevo fuego. - ¿Y a vosotros? ¿qué os a traído hasta aquí? - Me fijo en cada miembro del nuevo grupo que me acompaña. - Sois muy variados. - Saco una tela de mi mochila y la desenvuelvo al lado del cazo, mostrado unas pocas verduras. Alguna de ellas ya un poco revenida por el tiempo. - Quizás alguno debería dar una vuelta por los alrededores, hace poco que llegue, y con la labor que he tenido no he podido revisar los alrededores.

-Nadie va a inspeccionar nada ahí fuera ahora que el sol está por terminar de ponerse-dijo Arven con sequedad mientras aseguraba en lo posible la entrada de la Capilla como si fuese bastante obvio aunque en su fuero interno sabía que un trozo de madera no impediría la entrada de las criaturas que habían hecho los túneles de la atalaya. Una vez hubo terminado regresó junto a sus cosas, tiradas en un rincón no muy lejano a la fuente de luz cálida de la lumbre-Teníamos que ir a inspeccionar qué pasaba en la atalaya, lo vimos, nuestro compañero-giró el rostro hacia Liam para que se diese por aludido-sacó sus conclusiones sobre qué había hecho el agujero y ahora estamos aquí. 

Ella no era quien para confiar su conocimiento a Urvan por muy amigable que se mostrase porque los "descubrimientos" o razonamientos de Liam eran cosa del erudito, no suyos así que mientras los demás terminaban de instalarse o de afianzarse en aquel lugar, Arven recorrió La Capilla con aquel recuerdo que no sabía de dónde había salido ni dónde lo había oído pero que le había casi instado a meterse allí dentro en busca de secretos ocultos.

Qué secretos ni qué secretos... Arven, te estás poniendo un poco paranoica... no, bueno sí, pero echo un vistazo y después a vigilar que no pase nada... ¿y qué va a pasar? ¡Yo qué sé! Ahora a lo que estabas, Arven, céntrate. 

—¡Oh! Si, es cierto. Yo estuve allí. Baje por el agujero todo lo que pude, pero ya os puedo decir que no fue mucho. Como es natural el agujero colapsó después de que la criatura abandonó el lugar.— contestó Liam sintiéndose invitado por Arven para contar su parte de la historia. La novedad del religioso le había distraído de su anterior preocupación y ahora establecer la veracidad de la intervención de los feóndas era lo único que le ocupaba su mente.

—En un principio creí que aquello podría haber sido el efecto de un Talpidae. Pero entonces una inspección mas cercana me reveló las marcas de un miríapodo. Claro que solo estoy intentando racionalizar las evidencias. No tengo ni idea de si una criatura así existe entre los Feondas.— pausó un momento siguiendo a la chica rubia en su deambular por la capilla. Por un momento recordó el incidente en la atalaya y sus pómmulos se llenaron de pudor. —¿En tú orden os enseñan sobre esas criaturas? ¿Os entrenan para cazarlas? ¿Has visto alguno?— intentó distraerce asi mismo de esos pensamientos refugiandose en las pistas que Urvan pudiese arrojar sobre el misterio.

Extendiendo el contenido de su mochila Liam empieza a recoger parte de sus raciones y algunas hierbas que había obtenido por el camino para ayudar a Urvan a realizar la cena.

Desconfío completamente de las mosquitas muertas disfrazadas con hábitos, así que de nuevo me pongo en tensión pero esta vez no llego a coger el arco. Quizá es por algún tipo de reducto religioso que queda en algún recóndito lugar dentro de mi mismo, no lo puedo llegar a ver bien. En cualquier caso, no importa. Observo cuidadosamente la capilla, agradeciendo en cierto modo una cierta protección frente al exterior, pero no respondo en absoluto al clérigo. Espero la decisión de acercarnos, aunque sé que es imposible que de buenas a primeras nos instalemos aquí, por muchas ganas que tenga. De modo que sin esperar demasiado, comienzo a recorrer junto a Arven el perímetro de la capilla con precaución.

Mientras el resto del grupo charla sobre lo que han visto en la Atalaya, Arven y Ean recorren el interior de la Capilla, inspeccionándola. Urvan les mira algo extrañado, porque el lugar no es suficientemente grande como para no poder ver todo lo que contiene a simple vista, pero, dado que hace tiempo que el edificio está abierto a la interperie y probablemente haya que consagrarlo de nuevo, no dice nada.

Arven es la primera en llegar hasta el altar y se queda observándolo un momento mientras Ean pasa de largo. Tarda unos segundos en encontrar lo que le ha llamado la atención: mientras que todo el suelo de piedra de la capilla es perfectamente liso, una de las losas a un lado del altar tiene una argolla de metal enganchada. La guerrera mira al techo, para comprobar que no se trate de el punto de anclaje de la cadena de una lámpara, y no tarda demasiado en llegar a la conclusión de que esa argolla no es para sujetar nada, sino para levantar la losa.

Avisa a los demás, que no tardan en ir hacia allí y confirmar sus sospechas. Parece que, después de todo, la pequeña capilla alberga más secretos de lo que parecía a simple vista.

Una vez conseguida la atención de los presentes sobre aquella argolla y la losa en la que se encontraba, Arven sopesó la posibilidad de levantar ella misma la losa pero buscó con la mirada a alguien más hecho físicamente a mover objetos pesados (o al menos podía deducir su capacidad por lo voluminoso que era).

-Mòr, ¿podrías levantar la losa?-pidió usando el tono más educado que podía usar- necesitaremos algo de luz para ver qué hay ahí abajo-añadió para que empezaran a moverse y a contribuir a su pequeño descubrimiento.

Primero a mover la piedra, Arven, después piensa en cómo distribuirnos. Lo mismo no es más que un hueco donde esconder alguna fruslería religiosa...