Partida Rol por web

El agotamiento merma mis sentidos. He perdido el sentido de la orientación por completo. Camino con pasos inseguros y tambaleantes. La fatiga unida a la dificultad para flanquear el pantano convierte el paseo en un infierno, un infierno mojado. A medida que pasa el tiempo la lluvia parece decrecer en intensidad lo cual es un alivio. De vez en cuando tropiezo y el lodo alcanza todo mi cuerpo, cara y pelo incluido, debe dar pena verme. una vez que llegamos al lugar donde está el cangrego me detengo.

- Chicos, necesito descansar, no puedo dar un paso más.

Mis pies están entumecidos.

Al ver cómo Morrowir casi cae y la mujer desfallece, empiezo a ser consciente de las pocas fuerzas que tengo.

EStá bien, deberíamos descansar, pero sólo una hora. No podemos perder más tiempo.

Yo haré la guardia. LA tentación del descanso es tan grande para mí, que la idea de dormir me aterra por temos a no poder despertar.

Tras abandonar la ciénaga, os detenéis a descansar bajo un achaparrado árbol que os proporciona algo de cobertura para la lluvia ahora menos intensa. Os sentís agotados y sucios pero ya sólo resta el regresar aunque aún tenéis la sensación de que los chasind están ahí fuera y no se van a alegrar de veros de nuevo. Además, tenéis que volver a cruzar el río de vuelta a Sothmere.

La hora pasa más rápido de lo que os gustaría y de nuevo, debéis poneros en marcha rumbo a la ciudad.

Al final de la caminata casi me apoyo más en la mula que en el suelo, y no tardo en desplomarme en la base del pequeño árbol junto al resto. Artros se ofrece a hacer guardia y yo no rechisto, tan sólo cierro los ojos para abrirlos un segundo después y darme cuenta de que estoy mucho más cansado y de que ya nos estamos poniendo de nuevo en marcha.

Con un esfuerzo sobre-élfico consigo ponerme en pie, y agarro de nuevo la cuerda de la mula. Subrepticiamente, echo un vistazo al rostro de mis compañeros para atisbar si su cansancio parece equiparable a la losa de granito que llevo sobre mis hombros.

Y seguro que están esos caníbales por aquí rondando...

Cada pocos pasos, oteo alrededor nuestro tratando de confirmar mis sospechas.

El descanso no se hace esperar, y aunque permanezco en un sopor extraño, me mantengo alerta.

Un poco más aliviada por el descanso y por haber abandonado ya la penumbrosa ciénaga que me abruma. Trato de contener todo el aire que pueden mis pulmones abarcar. Disfruto de mis momentos de tranquilidad tratando de no pensar en esos chasind que nos acechaba en el borde de la ciénaga. 

Pero no todo es bueno y la hora toca a su fin. hay que ponerse en marcha y cruzar de nuevo el río. Esperaba que el camino estuviera ausente de compañía  de los salvajes. Respiró levantándose con dificultad.

- Se acabó lo bueno, esto no ha acabado.

Os ponéis de nuevo en marcha en la dirección que creéis que os permitirá evitar el campamento chasind y llegar al río. Parece que según os alejáis de la ciénaga va dejando poco a poco de llover pero se mantiene encapotado. Poco a poco el fango se seca en vuestras ropas mientras ascendéis por el terreno. 

Tras un rato andando, no tenéis ni rastro de los chasind. Coronáis una loma. El río brilla allí abajo entre retazos de neblina. Desde donde estáis podéis ver el embarcadero y el pueblo en el que os atacaron los cuervos. Tenéis cerca de tres millas hasta allí de monte bajo y matorral... 

Kazurh aprovechó la hora de descanso para acomodarse contra un árbol y dormitar, cuando sus compañeros lo despertaron de nuevo, quiso maldecir, pero le faltaban fuerzas, así que lo hizo para sus adentros. Tras echar un ojo en rededor, llevó la mano al mango de su hacha. En situaciones como esta, le tranquilizaba el tacto de la madera de aquel arma, que ya lo había sacado de varias situaciones peliagudas.

Asimilando que aun les quedaba trecho, aunque el creía que lo más difícil ya estaba hecho, se puso en marcha de nuevo.

-Si, es mejor seguir y acelerar un poco el paso, cuanto antes acabemos esto, mejor.

Parece que hemos tenido suerte con los chasind... De nuevo ante el río, aunque esta vez del otro lado, deseo interiormente que nadie más haya usado la barcaza, ya que tardaríamos demasiado en encontrar un vado.

- Vayamos... Artros, prepara tu arco. Si los chasind deciden atacarnos, estamos muy expuestos.

Haciendo lo propio, cubro el avance del grupo mientras dejo que Kazurh, Lilith o Morrowir guíen a la mula y al grupo.

Itán tienes toda la razón, más vale estar prevenido.

Saco el arco y coloco la cuerda para lo que pueda ocurrir.

Estabamos ya proximos al poblado donde nos habian atacado aquellos cuervos sanguinarios, el recuerdo hacia que se me helara la sangre, pero realmente eran los Chansind quienes más me preocupaban de momento, por lo que al ver que Itan y Artros se encargarian de cubrir con sus arcos, tomo las riendas de la mula, aunque sin por ello bajar la guardia.

-Kazurh, ve cerca de Lilith y adelantense, nosotros cerraremos la marcha. No se descuiden que quien sabe que puede esperarnos ahora...

Iniciáis el descenso hacia el río. El terreno es firme aunque con algunos charcos. Según bajáis parece ir mejorando el día y se intuye un tímido rayo de sol entre las nubes. Podéis ver la embarcación amarrada donde la dejasteis. Al otro lado del río, sobre el poblado, varios buitres vuelan en círculo.

Un grito a vuestra espalda. En lo alto de la loma, varios chasind os observan. Tal vez una docena. El que parece mandarlos os señala y echan a correr hacia vosotros. Les lleváis una ventaja de milla y media, pero se acercan rápidamente...

El enano, que ya arrastraba los pies por el cansancio a pesar de que el terreno en el último tramo no había sido tan duro...despertó todos sus sentidos al oir la voz de los chasind en la loma. De repente, una descarga de adrenalina hizo que su cuerpo se sintiese como si hubiese dormido dos días bajo los mejores cuidados, estaba rebosante de energío...y de nervios:

-CORRED!!! A LA BARCA!!!!

La embarcacion estaba ya casi a nuestros pies, pero entonces el grito furibundo de los salvajes suena como el restallido de un latigo. Miro a todos mis compañeros y sin necesidad de mediar palabra tras lo dicho por el enano, me lanzo a la carrera procurando que ninguno quedase atras e incluso ayudando a cualquiera que lo necesitase como por ejemplo la hechicera.

Junto a los demás y arco en mano, me lanzo a la carrera hacia el río, la barcaza y la salvación. Mientras esprinto, no obstante, empiezo a sentir de nuevo las punzadas en las costillas y a duras penas consigo evitar caerme en mitad de la carrera entre los arbustos y pedruscos que parecen interponerse maliciosamente ante mí...

Echais a correr como alma que lleva el diablo. Los Chasind corren tras vosotros gritando en su idioma.

El enano es el más rápido en el primer tercio de la distancia y Morrowir le sigue a corta distancia arengando a los demás. El elfo corre después trastabillando un par de veces. Por desgracia el agotamiento hace que pronto Artros y Lilith queden atrás de los demás. Artros tira de la mula que parece no querer correr mucho, y la maga se levanta la falda e intenta seguir el ritmo pero está demasiado cansada. Varias veces, Morrowir y Kazurh tienen que tirar de ellos.

Varios Chasind se destancan de los demás corriendo y saltando como gacelas.

El segundo tercio de la carrera es más de lo mismo. Agotados intentáis ganar la seguridad de la barca pero Artros y Lilith os siguen retrasando. Un par de Chasind se acercan ya peligrosamente. El resto los siguen más lejos. 

Queda el último tercio y el terreno se hace más llano. Frente a vosotros la barcaza oscila en el río sujeta por las cuerdas que la mantienen en su sitio. Apenas os quedan cien metros pero los dos primeros chasind se os echan ya encima. Artros y Lilith están al borde del agotamiento y tropiezan varias veces. Morrowir tiene que tirar de la mula para liberar a Artros. 

Lilith tropieza y cae estrepitosamente al suelo. El enano la apremia y la levanta. La mujer medio aturdido continúa corriendo pero ha perdido un tiempo precioso.

Itán se lanza sobre la barcaza en un último intento y rodando cae dentro de la embarcación. Artros está apenas a dos o tres metros de la barcaza y la mula, ya corre sola azuzada pero al llegar al río se encabrita y huye hacia la derecha siguiendo el cauce.

Tanto Kazurh como Morrowir se dan cuenta de que los dos chasind que corren los primeros se echarán encima de la maga antes de que llegue a la barca.

Apenas quedan cincuenta metros cuando una lanza chasind roza el brazo de la maga y por apenas unos centímetros no se clava en su espalda. El chasind, sin cesar la carrera desenfunda un hacha de su cinto y con un grito se lanza sobre la maga...

Desenvaino mi espada y le digo a Kazurh, mientras alisto mi escudo en la izquierda.

-Encargate de que Lilith llegue a salvo a la barca y lleven ese bendito Muzgo a la anciana, si he sobrevivido a las huestes de Engendros tenebrosos, puedo contra una hueste de Chasind colericos. Y sino que el Hacedor me reciba como un heroe...
Tras lo dicho me enfoco en los dos chasind que vienen en vanguardia, preparado a defenderme de sus ataques a distancia a la espera de que se acorten nuestra proximidad y hacerles pagar caro el atrevimiento, para ganar algo de tiempo y que la balsa logre alejarse suficiente para no ser blanco de los salvajes.

Kazurh frunció el entrecejo, cargó a Lilith y corrió hacia la barca, dejo a la maga encima de ella y la empujó, metiéndose un poco en el agua para darle empuje de salida.

-Remad, remad y llegad a destino, que este camino no haya sido en balde. Salvad el pueblo!

Dicho esto dio la vuelta y se dirigió hacia su compañero, mientras gritaba:

-Te valoras demasiado si crees que puedes con ellos sin ayuda.

Maldito asno del mismísimo infierno, anda de una puñetera vez!!!!!

A duras penas el aire entra en mis pulmones que me arden y la barca no se ve más cerca.

Veo que los enemigos están cerca, pero no me da tiempo a cargar el arco, así que sigo corriendo a la barca.

Casi sin aliento y con la lesión de las costillas palpitándome horriblemente, ya en la barcaza, tengo que abrir mucho los ojos para creer lo que veo: Kazurh y Morrowir pasan de pronto a creerse inmunes a las lanzas y se disponen a cubrir nuestra huida con lo que parecen acciones destinadas a convertirse en el prólogo de dos muertes rápidas y absurdas. El único que parece razonar un poco es Artros, que sigue corriendo hacia mí y deja escapar a la mula.

Moviendo casi imperceptiblemente la cabeza en señal de negación, como reconociendo la ironía del destino -la plaga amarilla cebándose sobre los dos únicos seres del grupo capaces de apreciar su propia vida-, coloco el arco que aún tengo en la mano en posición de tiro y apunto con él al Chasind más cercano al que poder asaetear sin poner en peligro a ningún compañero.