Partida Rol por web

Justo cuando la oscuridad empezaba a cernirse sobre mí, la espada de Arven corta limpiamente el zarcillo que me asfixia, y veo como este cae al suelo, inerte. Libre al fin, dedico a Liam y a Arven una mirada de silencioso agradecimiento, y me pongo manos a la obra de inmediato.

Ean está fuera de mi alcance, con la mitad superior del cuerpo asomando precariamente desde el interior del monstruoso orificio que la planta parece usar a modo de boca. Calculo que correr hasta la tina para subir por la escalera y ayudar al arquero me llevaría un tiempo del que no dispongo, así que miro a mi alrededor en busca de algo que me pueda servir.

Lo tengo.

Me inclino para recoger del suelo el zarcillo que hace tan solo unos segundos estaba apresándome. Tomándolo por un extremo, hago un lazo improvisado y lo lanzo hacia Ean, con la esperanza de atraparlo como a una res y sacarlo de ahí tirando con la ayuda de mis amigos.

Este sería un buen momento para empezar a tener suerte.

El zarcillo que está suelto se dirige con brusquedad hacia Liam. Evidentemente a la inmensa planta no le hace mucha gracia el fuego y de alguna forma nota cómo el chico enarbola una antorcha para quemar la rama que se enroscaba alrededor de Urvan. Cual enorme maza de madera, intenta golpear al erudito, pero Liam reacciona rápidamente apartándose de la trayectoria del golpe.

Mientras tanto, Urvan trata de aprovecharse de la flexibilidad del tentáculo de madera que le había aprisionado. Hace un nudo en el extremo para aumentar su peso y, sin dudarlo un momento, se lo lanza a Ean para tratar de tirar de él y sacarlo de la planta. El arquero deja caer la ballesta descargada para aferrarse al cabo que le lanza su compañero y trata de liberarse de la presa de la monstruosa planta que intenta devorarle.

Vale, a sacado un poco de liquidillo verde...y ya. Y ahora quiere comerme, bien por ti Ean!

El arquero no tiene demasiado tiempo para dedicarse a ver que hacen los demás, parece que la planta gigante mutante quiere comérselo para merendar. Con la ballesta descargada, Ean intenta agarrar otro de los virotes, cuando ve al adepto lanzarle un zarcillo para tirar de él. Automáticamente el arquero deja caer la ballesta, mientras alarga los brazos...

-La teng....

Ean agarra la liana que le lanza Urvan y tira con todas sus fuerzas, contorsionándose para tratar de librarse de la presa de la planta carnívora. Sin embargo, el enorme ser vegetal no parece tener mucha intención de dejarle suelto y aprieta su pierna para mantenerle encerrado. Con un grito desgarrador, el arquero consigue soltarse, prácticamente dislocándose la cadera en el proceso.

Yldiane, que se había mantenido en espera, aprovecha que Ean está suelto para lanzar un tajo con todas sus fuerzas al tentáculo que le había levantado. La madera cruje bajo el filo de la espada y suelta al arquero, que cae desde lo alto del silo, libre al fin de la planta carnívora, pero en un estado lamentable.

La inmensa planta sisea con fuerza al notar cómo su víctima se escapa de entre sus fauces y agita violentamente su último zarcillo, buscando un nuevo objetivo para que le sirva de alimento.

Viendo que no estaba en su plenitud física, y que sería más un estorbo que otra cosa, el subir corriendo como una loca por las escaleras, para atacar al centro de la planta, Arven agarró con fuerza sus armas y caminó hacia dicha escalera, para estar preparada cuando hubiese un hueco lo suficientemente grande como para subir.

No perdió oportunidad para insultar a aquella cosa, por si acaso entendía su lengua, y se daba por aludida, cosa díficil, pero al menos había que intentarlo, y así atraer el último zarcillo.

-Eh! planta de mierda, atácame si eres capaz, te cortaré en pedazos bastarda!-

Para sorpresa de Ean, que lo único que quiere es alejarse de esta maldita sala, Arven empieza a trepar por la escalera que inicialmente usó Liam para intentar ver el interior de uno de los silos, profiriendo insultos nada caballerescos hacia una planta que, de todas formas, dista mucho de ser un enemigo honorable.

Sin embargo, si la criatura es capaz de escucharla y sentirse ofendida, no da ninguna muestra de ello, pues el último de sus zarcillos se lanza nuevamente hacia el joven estudioso que aún mantiene la antorcha en su mano. Liam no es lo suficientemente rápido esta vez, pero el tentáculo no trata de golpearle como si fuera una porra, en vez de eso se enrosca alrededor de su brazo haciéndole soltar la antorcha por la presión y trata de aferrarse de nuevo a una presa que poder llevar a la boca de la planta carnívora en el interior del silo.

Dejo escapar un suspiro de alivio cuando veo que Ean, con la ayuda del creativo Urvan, consigue liberarse de la monstruosa cavidad que sirve de boca al espanto vegetal al que nos estamos enfrentando. Sin embargo, la tranquilidad solo dura un instante: la planta no parece tener la menor intención de rendirse, y alarga su último zarcillo serpenteante hacia Liam, aferrando violentamente su brazo. No tengo ni un segundo que perder.

—C’maoghs, cabhair liom. A thabhairt dom neart*!

Corriendo a toda velocidad hacia el lugar donde el joven erudito se debate intentando no ser arrastrado por el antinatural ser, trato de pisar la extremidad parecida a un tentáculo al tiempo que lanzo un golpe de arriba abajo con mi claymore, con la intención de cortar en seco el zarcillo que atrapa a Liam.

«Vamos, ya falta poco», pienso mientras veo cómo Arven escala por la gigantesca cuba para enfrentarse cara a cara con la planta. Un riesgo, a mi parecer, innecesario.

El enorme ionnthén se lanza contra la rama que trata de aprisionar a Liam, descargando un poderoso trajo contra ella. Sin embargo, en el último momento, el zarcillo de madera se mueve haciendo que la hoja del claymore deslice longitudinalmente a lo largo de la madera. A pesar de arrancar una parte nada despreciable, parece que esa cosa sigue moviéndose aferrándose aún con más fuerza al brazo de Liam.

Liam por una vez decidió que las ventajas de una acción rápida compensaban con creces sus múltiples desventajas. Dejandose caer, para de paso retrasar al zarcillo en lo posible y no bloquear angulos de ataque de sus compañeros el joven agarró la antorcha con la mano izquierda y la aplicó a apenas un metro de él, donde Mòr acababa de dejarle un buen corte. Pero aquella cosa no dejaba de zarandearle y de aumentar la presión sobre su brazo y apenas si pudo rozarla con el fuego. Lo suficiente, calculó Liam, para cabrearla un poco más

Ean cae al suelo, la cadera le arde, la pierna es recorrida por una punzada de dolor.. pero está vivo. Rápidamente se toca todas sus partes para cerciorarse de que no es un sueño, de que no le falta nada, de que ha sobrevivido.

Sin poder articular palabra, mira a Urvan con dándole las gracias con los ojos. Rápidamente intenta levantarse, pero flaquea y vuelve a caer.

Esta hecho una piltrafa, no sabe donde está la ballesta ni los virotes...

ánimo chicos, destruid a la maldita planta!

Sonrío al ver cómo Ean se desploma con un grito de dolor: los muertos no gritan. Sin embargo, cuando me doy cuenta de que no puede tenerse en pie, empiezo a preocuparme.

—¡Ean! —Hago ademán de acudir en ayuda de mi compañero caído, pero no he dado más que unos pasos cuando la única enredadera que queda se enrolla en torno al brazo de Liam, que lucha antorcha en ristre para liberarse.

Solo tengo un segundo para decidir.

Desenvainando mi espada, corro a toda prisa hacia el zarcillo que apresa a mi amigo, aprovechando la inercia de la carrera para descargar un golpe contra la corteza de la criatura.

Mientras el zarcillo se estremece bajo mi hoja, veo por el rabillo del ojo a Arven subiendo las escaleras hacia la parte superior de la tina... hacia la hambrienta boca del monstruo.

—¡Arven, detente! ¡No te acerques a esas fauces! Si dejamos a esta abominación sin extremidades, ya no podrá hacernos daño!

Espero que la guerrera oiga mi aviso.

Urvan corre hacia el zarcillo, pero se sorprende al ver a Arven subir hacia la parte superior del silo. Ese momento de duda hace que pierda algo de inercia y su espada no llega a cortar el tentáculo de madera que sujetaba a Liam. Afortunadamente, la rama parece suficientemente dañada como para no poder soportar el peso del chico, así que no parece probable que vaya a elevarlo hacia el corazón de la planta como hizo con Ean.

Yldiane trata de correr en su ayuda, pero al ver a Ean en el suelo se despista lo suficiente como para lanzar un tajo al aire con su espada corta.

Arven sigue subiendo y llega al fin a la parte superior del silo. La planta, como si agradeciese que le ahorrasen el esfuerzo de llevar a la presa hasta su boca, intenta aferrarse a la guerrera, que sólo se libra por los pelos, aprovechando la inercia de su apresurada subida para quitarse del lugar donde golpea la monstruosa planta. Desde su posición puede ver con facilidad lo que parecen unas fauces, dispuestas a aplastar a sus víctimas para alimentarse de sus jugos. En ellas, la ballesta que recogió Ean parece partida en varios pedazos por la presión que a punto estuvo de acabar con el arquero. Sin embargo, la guerrera parece descorazonada al ver la cantidad de corteza y madera que cubre la planta; a pesar de que esté convencida de poder golpearla, no está muy claro que su espada vaya a ser suficiente como para acabar con esa criatura.

—¡Arven! —uno mi voz a la de Urvan—. ¡Baja de ahí! ¡Ya casi está!

¿Es que no se da cuenta? La obstinación de la guerrera es algo realmente peligroso. Arven está muy débil a causa de sus heridas, y podría caer en cualquier momento. Morir en estas ruinas dejadas de la mano de los c’maoghs, a manos de una planta monstruosa carente de cerebro, no le daría precisamente la gloria que tanto parece anhelar.

Sin permitir que la planta constituya un riesgo, por mínimo que sea, lanzo un último tajo al tentáculo que aún sigue retorciéndose, cercenándolo por completo y mandándolo por los aires. Recuperándome después del embate, y aún jadeando por el intenso encuentro, vuelvo a encararme hacia Arven.

—¡Se acabó! Vámonos de aquí. No corras riesgos innecesarios…

La planta carnívora casi me da lástima. Casi. Habiendo perdido todos sus zarcillos, ya no será capaz de llevar alimento a sus fauces. Se marchitará y morirá… Siempre que Arven se aleje ya.

Liam agradeció a sus compañeros con un gesto a sus compañeros por haberle liberado tan rápidamente. Claro que de saber que el joven en esos momentos andaba pensando en la prodigiosa fuerza y velocidad de aquella entidad vegetal y en los mecanismos biológicos que las permitian igual le habrían dejado un rato más estudiando de primero mano aquello. Y pensando en manos su brazo estaba amoratado y había perdido algo de sensibilidad en el apendice manipulador, pero no parecían haber daños graves. Tras desentumecer el brazo, y pensar que opinarían sus compañeros si pedía llevarse unas "muestras de ese interesante especimen" el joven salió de sus ensoñaciones y fue directo hacia Ean. Los demás podían sacar a Arven de aquel apuro, pero él era el más idoneo para ocuparse del explorador, que parecía estar a un paso de reencontrarse con sus ancestros.

El vozarrón de Mòr le hizo abandonar la idea de acuchillar el tronco de la planta. Si estaban todos a salvo, la situación habría sido un éxito. Si descuidar su defensa, bajó por donde había subido, para reunirse con los demas.

-Vale, está bien, creo que de momento estamos a salvo, si no se le ocurre o no aparece nada más por entre las ruinas-

Aún cerca de sus compañeros, no se fiaba de nada, y no lo haría hasta salir de allí, permaneció en guardia por lo que pudiera pasar.

-¿Como están todos, Mòr?-

Bajo mi gran espada y me paso el dorso de la mano por mi frente perlada de sudor, aliviado al comprobar que Arven ha decidido escuchar mis palabras.

—Ean tiene la pierna descoyuntada, pero Liam ya se está encargando de él —respondo con parquedad a su pregunta, sin quitar la vista de la enorme cosa que se retuerce en la cima del silo—. Los demás estamos bien.

¿Lo estamos realmente? Aquí están sucediendo demasiadas cosas que desafían la razón, y no son nuestros cuerpos lo que más me preocupa. Este lugar está empezando a provocarme una sensación tan poco frecuente en mí como desagradable: me está poniendo furioso. Estoy deseando abandonar estas ruinas de una condenada vez, y aclarar por fin el porqué de todo este sinsentido.

—Bueno, entonces, ¿aquí hay otra salida o no? —inquiero para nadie en particular, con un tono de voz algo más expeditivo de lo que me gusta. Intento calmarme—. Yldiane, ¿alguna idea de por dónde seguir?

No importa qué camino sigamos, cada paso que damos parece conducirnos irremediablemente a la odiada violencia.

Arven desciende por la escalera, ligeramente aturdida por los silbidos de protesta de la gigantesca planta, que ve impotente cómo escapa su presa. Los restos de los enormes zarcillos se agitan inofensivamente, pero no tenéis muy claro cuánto podrá tardar en regenerarlos o hacer crecer otros a un nivel funcional.

Os acercáis a Ean y le ayudáis a levantarse. A duras penas puede mantenerse en pie, pero consigue apoyarse en Liam, ya que el hombro de Mòr le queda demasiado alto, y avanzar a la pata coja.

Ydiane, como respuesta a la pregunta de por dónde ir, saca el mapa de la fábrica. Hay tres puertas en cada uno de los lados de la enorme sala, sin contar con el enorme portón por el que habéis entrado desde el exterior. Según los comentarios iniciales de Liam, los tubos que recorren el suelo saliendo de los enormes depósitos como el que se encontraba la planta, deberían ir en dirección al norte, hacia la zona que el mapa marca como la refinería.

En el lado opuesto de la habitación, la puerta que da al sur os llevará a las habitaciones de este edificio... y a la salida.

Liam examinó las heridas de Ean y las trato como pudo. No había nada que pareciese hacer peligrar la vida de su compañero pero desde luego no iba a poder moverse bien en una temporada. Y eso sin contar el dolor, pensó para si mismo amagando un mal gesto por el dolor sordo del hueso magullado de su brazo. Una vez terminó con Ean se dispuso a aplicar medidas preventivas para los demás heridos, pero de nuevo había poco que pudiese hacer ante las contusiones sin aplicar frio o inmovilizar. Pero al menos se aseguró de estabilizarles en la medida de lo posible. Una vez terminó con los primeros auxilios se dirigió hacia uno de los tallos cortados para inspeccionarlo. No había visto nunca nada parecido y quería comprobar que aquellos tallos no dispusiesen de alguna sorpresa extra con la que hubiesen inoculado a sus victimas. - Yo diría de ir hacia la refinería.- Indicó el joven mientras extraía algunas muestras de la planta. - No se que ocurre aquí, ni siquiera se por que vinimos, pero si creo que allí pueden haber respuestas.- Se explicó Liam al ver algunas de las miradas que le lanzaban.