Partida Rol por web

El sinfín de recuerdos fragmentarios que nadan en mi mente parece difuminarse en la asfixiante niebla que me envuelve como una mortaja. Por un instante, temo que no seré capaz de dar un solo paso sin perderme irremediablemente, pero entonces, la figura de Yldiane surge de la nada como un faro de esperanza.

Miro a la muchacha con detenimiento, pues en este momento ya no sé qué es verdad y qué no, y ya no confío ni en mis propios ojos. Sin embargo, al ver que mis otros compañeros la siguen, decido que será mejor correr el mismo destino que ellos que seguir solo en este infierno de locura.

Liam ni siquiera escuchó a Ylliane, solo a sus otros compañeros decir su nombre. El joven se sentía medio asfixiado por el polvo que había tragado y cegado por el que le hacía lagrimear los ojos.

El sonido del nombre de su compañera parecía a sus ojos anegados una tabla de salvación, pero una que ni vio ni supo localizar. Liam sencillamente no sabía de donde venían las voces de sus compañeros ni hacia donde avanzaba él. Y finalmente, temiendo caer por algún desnivel decidió echar una rodilla al suelo y detenerse. Sería aun más difícil de encontrar si se alejaba demasiado. Además el joven aprovechó para sacar una cantimplora con la que se lavó la cara y limpio su garganta.

- Chic...coff coff... creo que me he perdido.- Pudo decir Liam aun medio ahogado y con la garganta irritada.

Camino con rapidez hasta donde hemos dejado a nuestros compañeros apenas unos minutos antes; llevo a Ean pegado a los talones, parece que confía en mí plenamente para encontrar el camino de vuelta, no sé muy bien por qué, pero lo hace. Cuando estamos llegando a la zona del combate anterior, veo que el arquero decide dejar la ballesta apartada por el momento y sacar la espada, buena elección. En el fondo no dudo de su capacidad, en ningún momento lo he hecho, pero con esta maldita niebla es posible incluso que me dé a mí. 

Escucho la pregunta del joven de ojos azabache mientras percibo cómo los jirones de brumosa y etérea nube se arremolinan a nuestro alrededor cada vez más, como si deslizaran nudos corredizos en torno a nuestras gargantas para luego ceñirlos con fuerza, mucho más prietos, ahogándonos y asfixiándonos... empieza a convertirse en un verdadero problema y cada vez me cuesta más ver entre ella y orientarme pero, de alguna manera, hemos logrado llegar. 

—No lo sé —respondo a sus preguntas, tratando de no perder la calma y no llamar a Arven a gritos como ha sido mi primer impulso—, no sé qué les habrá sucedido... vamos a pensar un poco...

"Venga, Yldiane, piensa" me digo a mí misma "¿qué les podría haber pasado? No pueden haberse esfumado, así, sin más... ¿O sí? ¡Maldita niebla!". Está bien. No puedo ver nada, pero tengo más sentidos, tengo olfato, tacto, oído... y conozco la naturaleza, conozco los caminos, conozco las sendas... "¡Y, joder, ni que fuera la primera vez que me meto en la niebla! Venga, Yldiane, vamos a concentrarnos". 

—Ean, no hagas ruido un momento, por favor, no te muevas. 

Cierro los ojos entonces, ya que no me están sirviendo de mucho. Trato de calmarme, respiro hondo y comienzo a escuchar. Quiero escuchar a mi alrededor, los animales, los bichos, las plantas... Quiero percibir el sonido del viento entre las matas, incluso la bruma produce un sonido siseante y sibilino... Quiero escucharlo todo, toda la naturaleza, todo a mi alrededor. ¿Hay algo raro? ¿Un sonido ajeno al mundo que me rodea? ¿Una nota discordante en la calmada sinfonía?

Además respiro hondo, profundamente. Aspiro los aromas de las plantas a mi alrededor, dulces, penetrantes, almizclados... trato de embargarme de las esencias de los musgos que recubren las rocas, de percibir el rastro de las personas, noto el olor oxidado de la sangre, el suave matiz de la humedad circundante, incluso la densa niebla posee un aroma diferente. ¿A qué más huele? ¿Hay algo que no sé identificar? ¿O algo fuera de lugar?

Finalmente me concentro en mis extremidades. Me agacho, coloco las palmas de las manos sobre el suelo y siento; manos y pies apoyados, trato de percibir las vibraciones de la tierra, el corretear de los roedores a muestro alrededor, el lejano galopar de algún animal pesado, quizá, los temblores que producen las raíces de los árboles agitados por el viento... ¿Siento algo más? ¿Algo cerca, de mayor tamaño? ¿Algo que me indique algún movimiento curioso, que no debiera estar ahí?

"Vamos Yldiane, vamos... ¿Qué te dice tu intuición? ¿Qué ha sucedido aquí exactamente?

Avanzáis siguiendo a Yldiane por las ruinas. Tanto la chica como su acompañante se mueven con agilidad, manteniéndose en la distancia, justo en el límite de vuestra visión. A pesar de sus heridas, Arven consigue sobreponerse al dolor con estoicismo y mantiene el ritmo, dejando a los demás ligeramente atrás. Sin embargo, no es fácil caminar por el terreno lleno de piedras desprendidas de las estructuras que estáis rodeando, y la niebla os impide ver con claridad dónde vais a pisar dos pasos más allá, lo que ralentiza aún más vuestro avance.

- ¡Rápido, no os retraséis! - insiste Yldiane, obligándoos a forzar un poco más el ritmo.

Arven, al estar más cerca, es la única que nota algo raro en su tono de voz, pero no tiene tiempo para avisar al resto. Liam intenta apretar el ritmo, pero el suelo es mucho más traicionero de lo que parecía y, tras pisar mal una piedra, resbala hacia un lado. Consigue mantener el equilibrio apoyándose en una pared y aguanta un momento la respiración. Urvan y Mòr no tardan en acercarse para echarle una mano, pero el muro no es capaz de soportar el peso del joven Liam.

El crujido de la piedra no llega con suficiente tiempo como para que reaccionéis. El muro se desploma hacia un lado y el joven escolar se cae con él. La parte superior se derrumba encima de sus piernas y sus compañeros a penas tienen tiempo para apartarse. Mòr reacciona algo antes, saltando a un lado y golpeándose la rodilla al caer al suelo. Urvan, por su parte, levanta el escudo en una reacción puramente instintiva, pero el peso de la piedra está a punto de dislocarle el hombro.

Arven, algo más alejada, observa preocupada la escena. Por un momento se vuelve hacia Yldiane para avisarla, pero la figura de la pelirroja varigal parece disolverse en las brumas mientras sigue avanzando sin mirar atrás.

Ean no parece molesto por encontrarse a solas con la chica pelirroja, pero ella hace oidos sordos a sus insinuaciones, que no parecen muy acordes al entorno en el que os encontrais. La niebla resulta cada vez más asfixiante y la sensación de desubicación y de pérdida os agobia incluso más que la falta de visión.

Yldiane le pide algo de silencio a su compañero y se concentra en el entorno. Aguanta la respiración mientras trata de escuchar algo. Sus esfuerzos no son en vano, pues, aunque muy amortiguados por la niebla, hasta ella llega el sonido de roca golpeando roca, como si un muro se derrumbase de repente. Unos gritos suceden rápidamente al sonido de las piedras, pero todo parece tan lejano como si estuviera ocurriendo en un mundo diferente al vuestro.

Pero el siguiente grito de Arven lleva a Yldiane de vuelta a la realidad de la niebla... y a sus recuerdos. Durante un instante ve a dos niñas pequeñas, una rubia y una pelirroja, jugando en los prados de una aldea, escapándose de su dàmàthair para ir a explorar las montañas próximas y batirse en duelo con palos de madera. Por muy irreal que parezca todo en estas ruinas, Yldiane sabe perfectamente que ese último grito pertenecía a su amiga de la niñez.

Mientras Yldiane escucha con atención, Ean examina una vez más los muros de las ruinas. La construcción no se parece en nada a las que él está más acostumbrado a ver en la ciudad natal, que durante un momento vislumbra en su cabeza aunque sea incapaz de recordar su nombre.

Yldiane le pide silencio, sin contestar a lo de quedarse solos... Ean hace una mueca de bah, y se gira, poniéndose a observar los muros de las ruinas. De repente una fugaz imagen de su ciudad natal le viene a la mente. Esto no se parece en nada a...como se llamaba? Joder! La mierda esta de la perdida de memoria ya cansa! Sobretodo me molesta no recordar que relación tenia con cada uno de ellos... Espero que con la pelirroja no fuese mala...entonces vuelve a acordarse de donde están y se gira hacia Yldiane.

-Que pelirroja, has encontrado algo?- dice mientras se acerca a ella.

Seguimos a Yldiane entre la niebla, a paso ligero. La muchacha no deja de darnos prisa y de azuzarnos, lo que no puede por menos de parecerme extraño. ¿A qué viene esa prisa? Si realmente pretende guiarnos, no creo que sea buena idea hacerlo tan rápido, teniendo en cuenta que apenas vemos dónde pisamos, menos aún a ella. De algún modo, me parece como que este comportamiento no es propio de ella…

De repente, Liam resbala en una roca desigual y se apoya bruscamente contra un muro. Al verlo, aprieto el paso hacia él, acompañado por Urvan, para ver cómo está.

—Liam, ¿estás…?

Y entonces, con un crujido seco y sonoro, el muro sobre el que se apoya Liam cae sobre nosotros. Me echo a un lado instintivamente, evitando ser aplastado, aunque mi rodilla choca en seco con una piedra casualmente posicionada que me hace lanzar un quejido de dolor. Al darme la vuelta, veo que Urvan también parece haber recibido un golpe, y se sujeta el hombro con gesto de sufrimiento. Sin embargo, es Liam quien se ha llevado la peor parte. Trata de zafarse del peso del muro, que ha caído directamente sobre sus piernas, dejándolo atrapado.

—¡Liam! —Corro a socorrer al desafortunado erudito. Mientras lo hago, no puedo evitar lanzar una mirada furibunda hacia el lugar por el que Yldiane ha desaparecido entre la niebla. Lleno mis pulmones y grito con toda mi fuerza—: ¡Más despacio! ¡Liam ha tenido un accidente! —Luego, miro a mi atrapado amigo—. No te preocupes, voy a sacarte de aquí.

Inmediatamente, me acuclillo y agarro con fuerza el trozo de muro que aprisiona las piernas de Liam. Afianzando bien mis pies en el suelo y colocando mi espalda bien derecha, tiro hacia arriba con todas mis fuerzas. La roca parece clavada en el sitio, y siento la sangre subírseme a la cabeza.

—Ya casi está… —murmuro entre dientes, tratando de alentarme a mí mismo tanto como a Liam.

Todo ocurre en un instante.

Antes de poder socorrer a Liam, una lluvia de piedras se me viene encima. Logro interponer el escudo entre las rocas y mi cabeza en el último segundo, pero el impacto es tan terrible que casi me arranca el brazo. Durante un instante, solo soy capaz de aullar de dolor y sujetarme el hombro izquierdo, que me arde como si me hubieran clavado un hierro al rojo. Lucho por contener una arcada y miro a mis compañeros.

Mòr està intentando ayudar a Liam, que ha quedado atrapado bajo el derrumbe. Arven está un poco más alejada, esforzándose por seguir el ritmo de Yldiane, que insiste en que nos demos prisa sin preocuparse por nuestro estado.

Algo no es lo que parece.

—¡Espera! —grito con una voz cargada de dolor e irritación a partes iguales—. ¡No podemos seguirte, Yldiane!

«Si es que eres Yldiane», pienso, observando con atención la figura que se desvanece en la niebla.

Liam volvió a escuchar la voz de Yliane y vio las sombras de sus compañeros moviéndose tras ella y decidió avanzar más rápido de lo que dictaba la prudencia para no retrasarlos. Era, obviamente, una mala idea, y de haber pensado en ella Liam se habría dado cuenta de cuan mala era. Pero cegado, medio ahogado y perdido el joven se dejo llevar por el instinto atávico del pánico. Y lo pago muy caro.

Unos cascotes inestables fueron los detonantes y un muro debilitado el ejecutor, pero no los culpables. Liam bien sabía que la culpa era suya, por no haber evaluado la situación antes de actuar. Si no hubiesen sido los cascotes y el muro podría haber sido una raíz y un barranco. Aquel que se enfrenta ciego al universo acaba tropezando con sus imprevistos. Pero en este caso fueron unos cascotes que le hicieron perder pie y un muro que, al golpearlo desequilibrado, se derrumbó atrapándolo en su desperdigada caída.

Tras un destelló blanco, que explotó dentro de su cabeza quemándole los sentidos con puro dolor, lo próximo de que se dio cuenta es de que no podía mover y que Mòr intentaba sacarlo de allí. El joven se esforzó en serenarse, sabía que forcejear solo haría más difícil la labor del grandullón así que cerró sus ojos y se puso a flexionar músculos y catalogar dolores para discernir si tenía algo roto.

El sonido de las voces de vuestros compañeros llega ahora claramente hasta vosotros, aunque difuminado por la distancia y, sobre todo, por la densa bruma.

- ¡Más despacio! ¡Liam ha tenido un accidente! - grita Mòr a pleno pulmón, con una voz atronadora que se sirve de la inmensa caja torácica del gigante para romper la barrera de la niebla.

Un instante después es Urvan quien grita, aunque no podéis distinguir todas sus palabras.

-¡Espera! ¡No...irte, Diane!

Miro a Ean cuando me pregunta y salgo de mis cavilaciones. Sí, claramente eso que he oído era la voz de Arven. 

—He oído algo, es como si estuvieran cerca, pero en otro mundo... He oído a Arven pero no sé de dónde viene su voz, más allá de "de nuestro alrededor"... 

En ese instante vuelven a sonar voces, esta vez más nítidas. Mòr y Urvan. Parece que Liam está herido ahora también. Miro un segundo al arquero pero mi cuerpo reacciona antes de que pueda frenarme esta vez y no puedo evitar gritar:

—¡Mòr! ¡Urvan! ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estáis?

Yldiane no hace ningún caso y se pierde finalmente entre la niebla mientras Arven se para para ayudar a los heridos. Sin demasiada dificultad, gracias a la inmensa fuerza de Mòr, levantáis la piedra que impedía moverse a Liam. El chico tiene golpes por todo el cuerpo y las contusiones le hacen torcer el gesto de dolor, pero aún así se obliga a tocarlas para comprobar su estado. En seguida llega a la conclusión de que no tiene nada roto, pero los moratones tardarán semanas en desaparecer.

A pesar de la ayuda de sus compañeros, sólo consigue levantarse con esfuerzo y se apoya en Urvan para mantenerse en pie. Antes de que tengáis tiempo de discutir qué hacer, escucháis un grito a vuestras espaldas, del lugar de donde habéis venido.

- ¡Mòr! ¡Urvan! ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estáis?

Sorprendidos, os miráis unos a otros al reconocer la voz. Yldiane.

Esta vez, Ean también escucha las voces de sus compañeros. Aprieta su puño alrededor del mango de la espada mientras mira a Yldiane.

-Que pequeña, sabes donde están? Dice algo tu gran intuición?

Dice mientras mira a su alrededor, observando por si él consigue detectar algo.

Escucho la pregunta de Ean y entonces me detengo. Cierto, es mejor tratar de descubrir antes de dónde proceden las voces que correr a ciegas. Una vez erguida de nuevo, vuelvo a cerrar los ojos, me concentro en mis oídos, en nada más. 

Tenemos que averiguar de qué dirección vienen las voces, pero no es tan fácil. Los caminos me han enseñado a lo largo de los años que la niebla es engañosa... y en este caso, esta puñetera niebla me ha dado mala espina desde el principio. Así que, con los ojos cerrados, me centro en los sonidos, que rebotan en las densas paredes de bruma y las hacen reverberar, enviando el sonido desde todas direcciones y desde ninguna en concreto al mismo tiempo. En la niebla, arriba puede ser abajo y derecha puede ser izquierda, así que primero hay que determinar de dónde vienen los sonidos realmente, dónde rebotan, dónde acaban... Con cuidado doy un par de golpes de bastón en el muro detrás de mí, para ver dónde los escucho. Luego delante. Luego a los lados... Después escucho la respiración del arquero, que sé en qué lado está, y trato de determinar hacia qué dirección la envía la espesa bruma que nos rodea...

Entonces vuelvo a intentar escuchar las voces, a nuestros compañeros... No de dónde parece que viene, sino de dónde vienen realmente. 

Siguiendo el oído de Yldiane, avanzáis por la niebla hacia la dirección en la que llegaban las voces. La habilidad de la Varigal para caminar por el terreno irregular os permite avanzar con facilidad. Pero los gritos no tardan en silenciarse, y nadie responde a las preguntas de la mujer.

Camináis durante un rato, hasta que estáis casi completamente convencidos de que os habéis equivocado de camino. Sin embargo, Ean parece confiar en Yldiane, y la chica se muestra segura en su avance, así que seguís en silencio.

Vuestra paciencia es recompenasada cuando, a través de las nieblas, veis la inconfundible silueta de Mòr agachándose sobre una persona más pequeña, ayudándola a levantarse. A su lado hay otras dos figuras que observan con atención. Pero lo más preocupante es una quinta silueta que, separada a penas unos metros del grupo, lleva una ballesta en la mano y parece dispuesta a dispararles por la espalda.

Tardo unos segundos en darme cuenta de que mi boca cuelga abierta de asombro cuando oigo la voz de Yldiane provenir desde la dirección opuesta al camino por el que se había esfumado. Miro a mis compañeros, pero ninguno parece reaccionar.

Un torbellino de ideas, a cada cual más absurda, se arremolina en mi cabeza sin orden ni concierto. ¿Cómo es posible que la voz de Yldiane haya viajado tan lejos del lugar donde la vi por última vez? ¿Es realmente ella, o se trata de un eco espectral conjurado por la niebla para atormentarnos? Si es así, ¿qué ha pasado con la verdadera Yldiane?

Pero la otra opción me aterra aún más. Si se trata de Yldiane, si todo este tiempo siempre ha sido ella, significaría que no podemos fiarnos de la joven. ¿Cómo lo ha hecho para reaparecer tan rápido a nuestra espalda? ¿Acaso es capaz de engañar a la mente con oscuros sortilegios? ¿Y por qué nos guía por este camino tan peligroso, aparentemente ajena a nuestros padecimientos? ¿Es que nos desea algún mal?

—Desapareces en la niebla sin detenerte a auxiliarnos —grito jadeando por el dolor y la rabia en la dirección de la que provenía la voz—. Luego apareces inexplicablemente tras nosotros. Te fuiste con Ean, pero no oigo su voz ahora. ¿Quién eres realmente? ¿A dónde pretendes llevarnos? ¡Responde, porque no pienso dar un paso más sin saberlo!

Aprieto los dientes mientras espero su respuesta. Ojalá no esté cometiendo un lamentable error.

Me doy la vuelta, desconcertado. No consigo entender nada. Es como si este lugar, si es realmente un lugar donde nos encontramos y no alguna suerte de ilusión, existiera con el mero propósito de confundirnos, de jugar con nuestras mentes y nuestros sentidos. ¿Quién es esta Yldiane a la que ahora oigo sin ver? ¿Es la verdadera? Y si lo es, ¿quién era la que nos estaba guiando hasta ahora?

Mi sangre se hiela en mis venas. ¿Y cómo sé quién es Yldiane, de todos modos? ¿O Urvan, o Liam, o los otros? ¿Cómo sé que son mis amigos? Esta niebla que nos rodea parece distorsionar nuestras percepciones de un modo siniestro, incluso nuestros pensamientos. ¿Quién dice que no altera también, de algún modo, nuestras emociones? Tal vez las impresiones que albergo hacia mis compañeros sean completamente falsas. Quizá todos seamos desconocidos, enemigos incluso, y todo lo demás sea una gran mentira…

No, no puede ser. Mis ojos pueden engañarme. Mi mente puede enfermar. Pero el corazón dice siempre la verdad. Avanzo un paso hacia la ondulante niebla, dirigiéndome hacia el lugar del que provenía la voz familiar. Me invade el impulso de aferrar el pomo de mi espada, pero lo reprimo. «La violencia es siempre el último recurso», me veo obligado a recordar.

—Yldiane, ¿eres tú? ¿Eres tú de verdad? —exclamo, con una voz serena y templada como la primavera—. Hace un momento estábamos siguiendo a otra Yldiane. Si realmente eres tú, aquí está pasando algo verdaderamente extraño. Muéstrate… por favor. —Y añado—: ¿Está Ean contigo?

Mis ojos escudriñan el blanco, tratando de ver algo, alguna pista que nos oriente en este océano de incertidumbre.

Liam agradeció a los muchachos cuando le ayudaron a salir de debajo de los cascotes, pero no dijo nada cuando irrumpió en escena la "segunda Yldiane". El joven no entendía la situación. Sus partes parecían perfectamente comprensibles, pero parecía como si faltase algo, algo que estaba ahí pero ni comprendía ni veía...

La "niebla" le decía la razón. Aquel fenómeno desde luego no era normal, y estaba ahí cuando perdieron la memoria ¿Podía haber algún tipo de agente en suspensión? Esto abría muchas incognitas, pero la que tenía preferencia en la mente del muchacho era una ¿La exposición prolongada podría provocar daños mayores o incluso permanentes?

Ean se sentía más perdido que un pollo sin cabeza. Suerte otra vez de que Yldiane sabe por donde moverse, sin ella Ean hubiera acabado vagando eternamente por esa niebla sin fin.

Creo que es un buen seguro no separarme de ella hasta que esto no vuelva a la normalidad...

Finalmente, la mole de Mòr aparece delante de ellos, esa montaña era inconfundible.

-Eh mira peque...-su frase se queda a medias, cuando se da cuenta de una figura extra que tiene una ballesta en la mano y les apunta. Rápidamente deja caer su espada mientras saca la ballesta y un virote, al grito de -eh tú! Un mono con tres cabezas detrás tuyo!- Intentando que este se gire en vez de disparar y poder ensartarle una saeta antes.