Partida Rol por web

La mujer aguanta estoicamente cuando el anciano empieza a alzar la voz.

- ¡Cálmate, Deorn! - le pide con voz tranquila. - El Consejo decidió basándose en la poca información que teníamos... - El hombre abre la boca para protestar, pero ella levanta la mano y continúa hablando, interrumpiéndole. - Y tal vez creas que ahora no tenemos nada más, pero el hecho de que hayan regresado sin recuerdos realmente es un dato a tener en cuenta.

Su razonamiento tranquilo parece hacer pensar al démorthén.

- De todas formas, es evidente que necesitamos reunirnos de nuevo... Ve a hablar con todos - dice. A pesar de lo imperativo de la sugerencia, la plantea con un tono suave, como una petición, sabiendo que el anciano no desaprovechará la oportunidad de comentar su punto de vista con el resto de los miembros del consejo antes de la reunión. - Yo me encargaré de que nuestros invitados estén algo menos desorientados cuando nos juntemos esta noche.

Malhumorado, el anciano se va, dejándoos a solas con la mujer. Es joven, pero su rostro y su voz tienen la fuerza de alguien que no oculta sus dotes de mando. Además, su complexión delgada no oculta la fuerza de quien sería capaz de tomar las armas para defenderse en caso de ser necesario.

- Disculpadle. La historia de odio de Deorn hacia la fábrica magientífica viene de largo... - explica cuando el hombre sale de la sala. - Pero claro, no recordaréis quien soy: mi nombre es Liadan, soy la Dámáthair de Varn.

La respuesta del anciano demorthèn me deja completamente desconcertado. ¿Le hemos dicho lo mismo que ayer? Trago saliva. Ni siquiera soy capaz de recordar haber estado jamás en Varn. No reconozco ninguno de los rostros que ahora me hablan, y sin embargo, de alguna forma, estoy seguro de que dicen la verdad. Un acceso de temor me invade, y durante lo que parece ser una eternidad, me quedo absorto en mí mismo, incapaz de reaccionar o decir nada. Los colores parecen volverse cada vez más fríos, arremolinándose a mi alrededor en una nube de luces y sombras, y los sonidos se atenúan hasta casi desaparecer, dejándome solo en mi silencio. Empiezo a pensar en las múltiples implicaciones de esta extraña situación. ¿Qué está pasando?

—Aguardad… —solicito de improviso, cuando logro vencer el abrumador sobrecogimiento que nubla mis sentidos y mi razón—. Veamos si conseguimos sacar algo en claro. ¿Decís que… fue ayer cuando llegamos de Melwan, de la atalaya, de la capilla soustrainita? —Me giro hacia mis compañeros de viaje, con el temor dibujado en la cara—. Luego partimos a esa fábrica daedemorthys… ¿Y ahora regresamos de allí?

No quepo en mí de asombro. Un día completo ha sido borrado de nuestra memoria, como si nunca hubiese existido. ¿Realmente hemos visitado las runas de los magientíficos reizhitas? Y si es así, ¿qué hemos encontrado allí que nos ha hecho olvidar totalmente el día de ayer?

Mi mente empieza a atar cabos con la desesperación de un marinero que trata de salvar su nave de irse a pique. De pronto, recuerdo los textos que encontramos en el sótano de la capilla de Santa Nyline y que mencionaban al «demorthèn de Loch Varn». Sin duda, el escriba debía de estarse refiriendo al anciano que tenemos ante nuestros ojos. Tal vez sepa más de lo que nos está contando.

—Venerable, si no me equivoco, hace unos años tuvisteis una disputa con los sacerdotes de Santa Nyline. Los culpasteis de la masacre de los magientíficos, por quienes en cualquier caso no creo que sintiéseis un gran afecto. También mencionasteis a unos supuestos aliados de los soustrainitas, algo de que se escondían en las montañas... —Me humedezco los labios antes de proseguir mientras pienso en una manera cordial de formular mis preguntas—. ¿Realmente teníais constancia de ese hecho? ¿Creéis que esa gente seguirá en las montañas? Y si ese es el caso, ¿tendrán alguna información que compartir con un hombre de su fe?

Realmente estoy desesperado por entender algo de lo que está ocurriendo. La idea que sugiere Mòr de que nuestra memoria se ha visto afectada tras una expedición a la fábrica magientífica resulta aterradora. En ese momento, la mujer que acompaña a Deorn se presenta, y su actitud sosegada y reflexiva me da algo de esperanza.

—Bienhallada seáis, Liadan. Decidme, ¿tenéis algo de luz que arrojar sobre este asunto? 

Me mantengo callada y de brazos cruzados, con un gesto poco amigable en la cara. Escucho con atención, intentando no perder detalle, pues parece que las cosas empiezan a aclararse un poco.

Lo de la pérdida de memoria me cuadra, más o menos, con el sentimiento continuado de inseguridad hacia los recuerdos y los hechos, pero me enfada sobremanera, me hace sentir más vulnerable aún al no poder fiarme de mi propio cerebro.

El demorthèn ignora a Mòr negando con la cabeza. Desde su punto de vista, ya ha dicho lo suficiente y si las nuevas generaciones no tienen el entendimiento necesario para comprenderle, no es problema suyo. Sin embargo, ante las palabras de Urvan, se para en seco en la puerta. Cuando se vuelve hacia el grupo fulmina al chico con la mirada.

- Pareces olvidar que sólo eres un invitado aquí, joven... Y que los emblemas que llevas puestos ofenden tanto a la vista como a los auténticos dioses. - Mira de soslayo a Liadan, que intenta apaciguarle con un gesto. Pese a todo, su tono de voz no se suaviza lo más mínimo cuando responde a Urvan. - ¿Si tenía constancia...? Si tu capacidad de razocinio estuviera sólo a la mitad de nivel de tu insolencia sabrías que pocas semanas después de la muerte de los Daedemorthys - sigue utilizando el término despectivo por el que llama a los magientíficos - los Filos de Gwindre invadieron estas tierras. ¿Pretendes insultarme insinuando que no habían enviado exploradores antes para acabar con sus enemigos declarados? - Prácticamente escupe sus palabras. - Afortunadamente, perdísteis la Guerra y esta tierra ha quedado libre de indeseables tanto de Reizh como de Gwindre. - Mira el emblema que Urvan luce en el pecho antes de clavar nuevamente su mirada en el rostro del chico. - No te conviene poner a prueba mi paciencia, porque puedo expulsarte de estas tierras mucho más fácilmente de lo que hicimos con tus antepasados.

Tras su poco velada amenaza, cierra de un portazo la puerta de la sala común, dejándoos a solas con la Dámáthair.

La mujer niega con la cabeza mirando a Urvan. A pesar de las buenas formas del adepto del Templo, no parece que sus preguntas le hayan sentado muy bien tampoco a ella.

- Hay temas que aún están demasiado recientes para hablar con tanta ligereza, Urvan - reprende la mujer en un tono mucho más condescendiente. - Los ejércitos de Gwindre se escondieron en las montañas antes de la guerra - evita personalizar en Urvan la invasión del Templo, tal y como Deorn hizo antes. - Pero, obviamente, nadie queda allí para hablar contigo.

Se vuelve hacia Mòr, mucho más dispuesta que el anciano a contestar sus preguntas y la de Urvan.

- Ayer estuvisteis aquí - afirma. - Y, ciertamente, marchasteis hacia ese laboratorio. Mas no puedo asegurar que estéis volviendo de allí, pues nadie partió con vosotros que pueda atestiguarlo.

- No recuerdo nada de eso.- Dijo Liam confundido pues conocía bien los límites de la amnesia, aunque no podía negar que allí había pasado algo.

- ¿Alguno de vosotros recuerda algo?- Preguntó el joven a sus compañeros.

La actitud del demorthèn me disgusta profundamente. No se puede ser un líder competente si se tiene una visión tan parcial de las cosas, y él debería saberlo mejor que nadie. Creo que debería estarnos agradecido por que hayamos abandonado nuestro pueblo para venir a socorrerlos, por ineficaces que puedan ser nuestros intentos; y sin embargo se limita a ignorar mis preguntas como un viejo iracundo y pagado de sí mismo. El orgullo y el rencor, me recuerdo a mí mismo, no acaban ninguna disputa. Sin embargo, no comento nada al respecto, puesto que yo solo soy un ionnthén, y por tanto le debo respeto, aunque solo sea por mera formalidad.

—Me parece que todos tenemos claro que no recordamos nada —respondo a Liam, un poco exasperado. Me giro hacia Liadan—. Mi señora, ¿qué podemos hacer? Para nosotros es como si acabásemos de llegar.

¿Deberíamos regresar a las ruinas? Mi corazón se encoge solo con pensarlo.

Aprieto los dientes y aguanto estoicamente el aluvión de bravatas y faltas de respeto del anciano, pero interiormente siento como si cada palabra me desgarrase el alma. No puedo entender que se muestre tan ingrato hacia quienes, según parece, son los únicos que han acudido en ayuda de esta comunidad. Otra persona más valiente sin duda le plantaría cara, pero yo me limito a bajar la vista, incapaz de sostenerle la mirada, mientras siento cómo mi corazón se encoge.

—Perdonad, no pretendía... —es todo cuanto acierto a decir con voz trémula antes de que Deorn se marche dando un violento portazo, sin ni siquiera hacer amago de detenerse a escucharme. Siento que me falta el aire, y suspiro profundamente en un vano intento por calmar los nervios. Por suerte, Liadan se muestra infinitamente más comprensiva, lo cual, por otra parte, no es muy difícil—. Os ruego tengáis a bien disculpar mi torpeza, mi señora —digo en voz queda, lamentando en silencio no tener los conocimientos suficientes como para dirigirme a Liadan empleando un tratamiento más adecuado—. Tan solo pretendía... entender. —Mi voz y mi mirada están cargadas de desesperación, sentimiento que no hace sino incrementarse cuando la mujer niega que quede nadie en las montañas para ayudarnos. Luego vuelve a mencionar ese condenado laboratorio, y las preguntas se agolpan en mi cabeza—. Cuando partimos hacia allí, ¿lo hicimos solos, o alguien nos acompañó? Hoy, en la aldea, he visto a alguien que, por algún motivo, me resultaba familiar. Un hombre barbudo y de aspecto fuerte, con cabello rubio y trenzado. Me fijé en que llevaba un curioso brazalete de plata. —Me muerdo el labio inferior, tratando de recordar todos los detalles—. Tengo a la vez la certeza de no haberlo conocido jamás y la sensación de que nos hemos visto antes. ¿Sabéis de quién os hablo?

Tengo el presentimiento de que estoy a punto de volver a oír el nombre de Jearon.

La mujer asiente, comprensiva y responde con calma a Liam y Mòr.

- No sé qué ha podido pasar. Hemos visto cosas raras en la zona, como plantas o animales algo más grandes de lo habitual. Mucha gente ha sospechado de la antigua fábrica magientífica, probablemente por influencia de Deorn, que ha sugerido varias veces destruirla completamente, pero nunca hemos visto ningún efecto que afectase a los humanos... Hasta hoy.

Observa un momento al ionnthénn antes de contestar.

- Al atardecer se reunirá de nuevo el consejo. Por supuesto, tendréis que asistir a esa reunión - informa. - Pero no soy quién para decidir qué tenéis que hacer hasta ese momento. Podéis esperar aquí y descansar un rato o pasear por la aldea, aunque la mayor parte de la gente esté trabajando ahora.

Asiente ante la disculpa de Urvan y sonríe ligeramente, restándole importancia a la situación anterior mientras empatiza con el joven adepto del Templo.

- Fuisteis solos - dice respondiendo a su pregunta. - En contra de la opinión de Deorn, por cierto. Probablemente eso sea algo que cambiemos esta noche: si hay algo en esta zona que afecta a la memoria, tal vez la gente de Varn esté inmunizada por algún motivo...

Escucha la descripción del hombre rubio frunciendo el ceño. - Supongo que no te refieres a Kavan... - comenta asumiendo que el guardia de la puerta os ha dado su nombre. - El quien mejor se acerca a esa descripción, aunque no me suena que tenga ningún brazalete - dice. Siendo la dámáthair de la aldea, es probable que conozca a todo el mundo, particularmete a aquellos que tengan hijos o familia de menor edad.

Ean se sentía confuso, por eso se había mantenido en silencio hasta aquel momento. Sus chascarrillos y sus frases lapidarias lo habían abandonado, dejándolo solo, sintiéndose… casi indefenso por primera vez. Esperaba que Mòr, o el adepto del templo fueran capaces de desentrañar aquel misterio, o Liam. Todos ellos tenían más cabeza para eso. Pero Ean… él era experto en otra clase de artes, no estaba hecho para esa clase de problemas.

¿Así que al final el tal Jearon existe? Tenía razón la testaruda pelirroja…

-¿Hemos perdido un día? -dijo casi para sí mismo.

¿Qué les había sucedido? ¿Quién había jugado así con sus cerebros? Algo estaba claro, tenían que volver. Esto no iba a quedar así.

-Está bien, que queréis hacer gente, ¿descansamos o queréis dar una vuelta? Yo… creo que necesitamos descansar, pero antes no me importaría dar un rodeo a ver si hay algo que nos suena, o nos encontramos con otros conocidos/desconocidos. Aunque quien sabe, quizá ya hemos dado ese rodeo… más de una vez -dijo con una ligera sonrisa.

Me mantengo todo el transcurso de la conversación en silencio, al igual que he hecho durante el resto del camino, en el que apenas he hablado, tan sólo para dar indicaciones del mejor camino a seguir. Llevo un tiempo sumida en mis pensamientos, tratando de dilucidar qué nos ha sucedido. Algunas de las preguntas de los demás me sirven para ir haciéndome una ligera idea, pero todo eso me sigue dejando con la duda de qué nos ha pasado y con una más, que aún nadie ha respondido. 

-Mi señora -llamo su atención entonces con educación-, una cuestión más: yo recuerdo durante todo el trayecto que Jearon, el otro varigal, nos acompañaba. He llegado a pensar que eran imaginaciones mías en algún momento ya que varios de mis compañeros no lo recuerdan en absoluto. 

En ese momento miro a Ean y a Arven de reojo. De él podría esperarme cualquier cosa, pero en el momento en que he escuchado a Arven decirlo... Ella no tendría por qué querer mentirme, engañarme, gastarme una broma de ese estilo, o lo que fuera. 

-Y entonces, Kavan, que por cierto, dudo que sea a quien se refiere Urvan, porque a él sí lo conocemos, también ha preguntado dónde estaba Jearon cuando volvíamos... Así que mi pregunta es: ¿ha venido Jearon con nosotros a la ruinas?

Liam parecía confuso, y lo cierto es que así se sentía. No recordaba ninguna perdida de memoria, es más no recordaba alteración alguna en su equipo, su ropa o sus acompañantes.

En un día, y más en un día ajetreado, las cosas cambian. Quizás sutilmente, pero aun así de forma perceptible. Se dijo el joven.

- Encontramos a Urvan en la capilla ¿Como puede ser eso si venía con nosotros?- Preguntó Liam en voz alta, aunque era obvio que no esperaba una respuesta.

Ni sus conocimientos de remedios ni su ciencia le valía para entender que había ocurrido allí. Si había sido un tóxico habrían efectos secundarios, y ninguno era visible. Y después estaban las locuras que mencionaban a ratos algunos de sus compañeros ¿Era posible que alguien recordase algo útil?

- ¿Alguno recuerda algo? Quizás si ponemos en común lo que sabemos y lo que no sabemos lleguemos a alguna conclusión.- Sugirió el joven casi con timidez.

Pongo los ojos en blanco, un poco exasperado.

—Porque a Urvan no lo encontramos anoche, hace unas horas… —explico—… sino hace dos noches. Hace dos noches llegamos a la capilla, conocimos a Urvan y pasamos la noche. Ayer por la mañana entramos en Varn por primera vez, y creo que luego fuimos a investigar esa… fábrica daedemorthys. —Lanzo un sonoro suspiro, como si ni yo pudiese creerme lo que estoy diciendo—. Y por raro que parezca, acabamos de regresar de allí, habiéndolo olvidado todo. Llamadme loco, pero es la única explicación que le encuentro a todo esto.

Después de encogerme de hombros con cansancio, me acomodo el laúd al hombro y me alejo del grupo. Camino por el suelo de piedra de la casa comunal, y mis ojos se pierden en la distancia a través de una de las ventanas. ¿Cómo es posible que hayamos estado en este pueblo y no nos acordemos de nada?

—Me parece que deberíamos salir a dar una vuelta. Quizá pasear por Varn nos ayude a recuperar algunos recuerdos. Quizá veamos algo… o a alguien… —digo, mirando a Urvan—… que nos haga saltar la chispa.

Cuanto más lo pienso, más necesito salir de aquí y tomar un poco de aire. Lo que está claro es que estamos invitados al consejo de esta noche, y por nada pienso perdérmelo. Ya no sé qué motivos nos trajeron aquí originalmente, pero esto se ha convertido en algo personal. Quiero saber quién o qué está jugando con nuestras mentes.

Ean se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder a Liam.

-Pues...recuerdo que nos contratan para ir a ver qué ha pasado en la fortaleza. A ti, a mí, al grandullón, a la pelirroja y a Arven. A nadie más. Nuestra Varigal es Yldiane, solo ella. No existe ningún Jearon y no veo la necesidad de llevar dos Varigal. Llegamos a la fortaleza, muerte y destrucción varia. Luego venimos para aquí para avisarlos, ya que el rastro de la criatura se dirige aquí. Entonces encontramos la capilla, en ella encontramos a Urvan y su amigo, con el que Mör se pone a hablar de religión o cosas parecidas. Luego dormimos, que por cierto, yo no recuerdo encontrar ninguna nota, y salimos para aquí, donde resulta que hemos perdido un día de nuestras cabezas, por lo que se ve. Eso eso todo.

Ean le dedicó una amplia sonrisa, luego se giró hacía Mör.

-¡Espera grandullón! ¡Voy contigo!

Liam asistió a la banalización de su pregunta que habia hecho el grandullón con tranquilidad. Parecía que Mor estaba acumulando una gran cantidad de estres, y lo cierto es que parecía el que más efectos psicológicos sufría (con la posible excepción de Ean).

El joven pensó en decirle que, dado que recordaban haber despertado en la capilla, eso indicaría que su memoria comenzaba esa misma mañana, y no al despertar. Y que el hecho de venir desde la dirección de la capilla y no la del laboratorio también era significativa. Pero no creía que fuese el mejor momento para tratar de razonar con él. Incluso le pareció buena idea que saliese a desfogarse un poco, lo necesitaba.

- Bueno, parece que algunos lo estan llevando mal.- Le comentó Liam a Liadan a modo de disculpa cuando hubieron salido los dos.- ¿Hay algo más que pueda decirme sobre esto? ¿Cuando fue la última vez que alguien de la aldea subió a la factoría?

Cuanto más escucho hablar a mis compañeros más crece en mí la poderosa sensación de que hemos dejado de ser dueños de nuestras vidas. De repente, esa fábrica «daedemorthys» se ha convertido en el centro de todas nuestras discusiones, un destino inescapable al que con toda certeza nos dirigiremos en busca de unos recuerdos que no quieren volver. La amargura atenaza mi pecho, y solo soy capaz de soltar un suspiro entrecortado cuando siento que me falta el aire.

Nada de esto tiene sentido.

Me digo a mí mismo que no debo dejarme vencer por el desánimo, pero el hecho de no estar solo en esta situación constituye un pobre consuelo. No tengo ganas de luchar. No tengo ganas de pensar, ni de proponer ideas absurdas que no llevarán a ningún sitio. Solo quiero estar en cualquier otro lugar, hacer cualquier otra cosa, y, si no es posible recuperar nuestra memoria, olvidarlo todo al fin. Agradezco que sea Mòr quien finalmente haya decidido abandonar la sala comunal, y acompaño al grupo cabizbajo sin añadir una palabra. 

Liadam mira un momento a Ean con gesto de aburrimiento antes de responder a Yldiane.

- Sí, claro. El otro varigal fue con vosotros. ¿Era él quien conocía mejor esta zona a pesar de que tú te hubieras criado por aquí, no es así? - Pregunta, tratando de confirmar algo que le habéis debido decir en algún momento, pero también intentando despertar vuestros recuerdos con ese comentario.

Mientras los que quieren salir a dar un paseo se levantan, la mujer responde al joven erudito rubio.

- Bueno, la fábrica no es el lugar más frecuentado de la región, pero algunos pastores van ocasionalmente por esos páramos y miembros de la guardia patrullan por allí en busca de feondas. - Se queda un momento pensando en qué puede contestar a la primera pregunta de Liam. - ¿Sobre vuestra pérdida de memoria? Me temo que no puedo deciros demasiado; nunca había visto nada parecido... ¿O no te estabas refieriendo a eso? - Pregunta tratando de matizar qué esperaba escuchar Liam en respuesta a su vaga pregunta.

El fresco aire de la montaña os golpea en el rostro al salir de la casa del Ansailéir, pero casi lo agradecéis para tratar de refrescar vuestros pensamientos. Mientras tratáis de decidir qué hacer hasta esta noche, dais un pequeño paseo por la aldea. El lugar parece bien protegido, pues además de la empalizada que cruzásteis al llegar podéis ver un par de torres de vigilancia. Sin embargo, no es raro que estas pequeñas poblaciones de montaña cuenten con protecciones de ese tipo contra los feondas, y la misma Malwen no es muy diferente a esta.

Os acercáis al lago que da nombre a la aldea y véis un embarcadero de un tamaño considerable. Es evidente que la pesca es uno de los medios de subsistencia principales de Varn. Levantáis la mirada hacia el lago y os fijáis en un pequeño detalle que os había pasado desapercibido al llegar: en el centro del lago hay una pequeña isla, poco más extensa que un peñón de varias decenas de metros cuadrados.. Aunque está demasiado alejada para llegar a nado, sobre todo con la temperatura del agua en esta época del año, no parece descabellado que algunos pescadores puedan ir allí de forma ocasional.

- Esperadme, voy con vosotros.

En cuanto siento movimiento, acción por fin, descruzo los brazos y corro para salir de allí. Todo aquello de la pérdida de memoria y las constantes vueltas dadas al hecho de que el tal Jaeron nos acompañaba me estaba dando dolor de cabeza. El aire fresco me vendría bien.

Menos Liam, el cual después de exponer el plan de poner en común los recuerdos no explica los suyos, quedando Ean como el único que lo intenta, el resto del grupo sale a dar una vuelta por la aldea.

El aire fresco y las vistas, ayudan a relajar la tensión de estos momentos, haciendo que una ligera presión que el arquero empezaba a sentir en la sien se relaje.

Esto de intentar recordar duele como te aplastasen la cabeza... entonces mira a Mòr, con esas enormes manos... ¿él podría llegar a aplastar una cabeza? Yo apuesto a que sí...

Después de dar una vuelta por las defensas, se acercan al lago. EL grupo empieza a pasear por el embarcadero de tamaño considerable, cuando Ean se fija en la isla. El arquero se acerca a uno de los pescadores.

-Disculpa amigo ¿Hay algo en esa isla a parte de roca?