Partida Rol por web

La expresión de Deorn se suaviza ante las palabras de Urvan y abre la boca para decir algo, pero Jearon le interrumpe.

- No está en su mano, sino en la mía - dice mirando su espada. Antes de que podáis añadir nada, alza el brazo y descarga un golpe sobre la cabeza del anciano... con la empuñadura de la espada.

- No quiero seguir escuchando sus mentiras - explica a Urvan con seriedad. De repente mira sus ropas y sus ojos se quedan perdidos durante un instante en sus recuerdos. - Había un sacerdote de tu orden... Creo que él sabía lo que ocurrió y, conociendo al demorthén no creo que le tolerase mucho más tiempo en esta zona después de acabar con mi gente. Si eso no son pruebas suficientes, los cadáveres de mis hombres fueron enterrados en el bosque, no demasiado lejos de la fábrica. Seguramente sus heridas prueben que fueron asesinados por Deorn y algunos hombres de la aldea, y no escaparon por la guerra tal y como se hizo creer.

Mira un momento al anciano, tumbado inconsciente en el suelo, y luego se vuelve hacia vosotros.

- Ahora, juradme que veréis que se haga justicia por nuestras muertes, pues si no es así volveré para vengarme tanto de ese viejo como de vosotros - dice con seriedad. A pesar de sus palabras, su tono no es amenazante y por las historias que habéis escuchado durante toda vuestra infancia sabéis que este tipo de espíritus sólo queda atado a la tierra por un motivo, la venganza en caso de Verzal.

Liam apenas fue consciente de como acababa aquello, embebido por la rememoranza de las dos veces que había asesinado a su hermano. Respuestas... Si alguien podía darles respuestas ese era Brezal. Pero Liam, cuya vida había sido regida por el ardiente deseo de respuestas, sentía esa llama extinta, apagada junto con buena parte de él. Y así el joven simplemente se quedo mirando a Brezal, atormentado y confuso.

Escuchar las palabras de Verzal me llena de alivio. El hecho de que mencione la existencia de pruebas me reafirma en la realidad de que hemos tomado la decisión correcta. Mis ojos se desvían hacia Deorn con desprecio.

—Tenéis mi palabra, Verzal. La insensatez y la ambición ya han gobernado el corazón de Varn durante demasiado tiempo. —Suspiro—. Se hará justicia. Pero… No deben sufrir más inocentes. De lo contrario, el ciclo continuará sin romperse. Por eso, os imploro, liberad a nuestro amigo Jearon. Él no tiene nada que ver con las malas artes de este… morcail —casi escupo la palabra—. Varn sabrá toda la verdad.

Pero… ¿Será eso suficiente? Aunque las gentes de la aldea vean la verdad tan clara como nosotros, ¿bastará para que canjeen décadas de tradición y estabilidad a cambio de justicia y un futuro incierto? Solo el tiempo lo dirá.

Miro sucesivamente a Verzal y a Mòr, sin saber muy bien qué añadir a las palabras de mi compañero. Finalmente, la sensación de que al fin todo parece estar llegando a su conclusión me anima a hablar:

—El Uno es un dios justo. Como su fiel sirviente, jamás podría permitir que un crimen quedase sin castigo. Si Deorn hizo realmente todo cuanto decís, las pruebas hablarán, y el pueblo de Varn responderá. Tenéis mi palabra.

Suspiro quedamente, como si me hubiese quitado un gran peso de encima, y aguardo la respuesta de Verzal.

Ahora que todo ha terminado, miro alternativamente a mis compañeros, uno tras otro, mientras ellos hablan con Verzal, dejando claro que no vamos a permitir la injusticia. 

Tienen razón, desenterraremos a sus compañeros, recobraremos todas las pruebas y el pueblo de Varn sabrá la verdad. Se hará justicia con Deorn. Después, cada uno decidirá su propio camino. La gente del pueblo seguirá con sus vidas, sabiendo cómo fue realmente la historia, cómo sucedió todo. 

Asiento claramente a las palabras de Mòr y Urvan mientras me acerco a Verzal, para poder sostenerlo si Jearon se encuentra mal cuando éste se vaya.

—Id tranquilo, Verzal —es lo único que añado, poniendo una mano en su hombro—, se hará justicia. 

Jearon se derrumba en el suelo, inconsciente, y en el lugar en el que se encontraba aparece una figura parcialmente translúcida. El espíritu mira con odio a Deorn, dudando aún si acabar con su vida ahora que tiene la oportunidad. Pero parece relajarse un momento y se vuelve hacia vosotros para hablar.

- Contad la verdad a la gente de Varn: ese hombre y alguno de sus secuaces que fallecieron hace tiempo mataron a mi gente y me asesinaron aquí. Todo el culto a Gluta es una farsa: el pantano, los insectos gigantes... todo está causado por un experimento inacabado con flujo fósil. - Observa a Mòr, sabiendo que esa revelación será especialmente dura para él dada su fe en las antiguas creencias, pero esperando pese a todo que haga lo correcto y explique la verdad a la gente de Varn.

- El Nimheil de esta tierra - continúa hablando de ese recurso que antes llamó flujo fósil - es un recurso de valor incalculable para mi gente... - Mira un momento a Liam. Seguramente los espías de Reizh con los que había venido su hermano estaban aquí por ese motivo, aunque desgraciadamente nunca tendría la oportunidad de preguntárselo. - Pero si se deja durante décadas en el estado semi-procesado que tiene en este laboratorio puede producir efectos extraños, como el anormal crecimiento de plantas y animales - explica. Recordáis haber leído alguna de sus notas al respecto en la fábrica magientífica... ¿o no fue allí?

- Lo único que tenéis que hacer es bajar a mi laboratorio y romper la piedra que contiene el Nimheil. El flujo se dispersará y su radiación dejará de estar concentrada, por lo que dejará de afectar a las criaturas de esta zona - dice, señalando la trampilla levantada junto a la que estaba discutiendo con Deorn.

La imagen empieza a volverse cada vez más translúcida, pero seguramente aún pueda contestar a alguna de vuestras preguntas antes de desaparecer.

Ean estaba de acuerdo con sus amigos, juzgarían al viejo cascarrabias sí o sí. No iba a permitir que se saliese con la suya. 

Dalo por hecho...pensó mirando con desprecio a Deorn.

Entonces el cuerpo de Jearon se desplomo en los brazos de Yldiane mientras aquel...¿espíritu? salia de su cuerpo.

Verzal les cuenta lo que pasó y como acabar con ello, pero a parte del crecimiento animal y vegetal había algo más que perturbaba a todo el grupo, y era la perdida de memoria. Ean intenta intervenir antes de que se desvanezca.

-¿Y nuestra memoria? el flujo o Nimheil o lo que sea también la ha afectado...creo. ¿Volveremos a recuperar nuestra memoria? Y sobretodo...¿Desaparecerá este efecto, o tendremos toda la vida la memoria jodida?

Por que eso, no molaría nada, vamos, sería una putada enorme.

Sujeto corriendo a Jearon cuando su cuerpo se desploma, acompañándolo hasta el suelo con suavidad y quedándome a su lado, mientras compruebo enseguida si está estable o ha sufrido algún daño, antes de intentar despertarlo. 

Miro al arquero cuando hace su pregunta; tiene razón, en el fondo mi cabeza está hecha un lío y, aunque creo que sé lo que ha pasado y ahora todo comienza a hilarse, aún hay algo por ahí, alguna reminiscencia, que no logro alcanzar a recordar.

"Eso, sin contar con que hasta ahora cada uno hemos recordado cosas diferentes y nos acordábamos o no de personas distintas" pienso, mientras miro de reojo a Ean, con quien casi tuve una pelea por culpa de la existencia o no del hombre que ahora yace en mis brazos. 

Sin decir una sola palabra, continúo sujetando al varigal mientras miro alternativamente a mis compañeros y al espíritu, en aquel último retazo de conversación que parece que nos queda con él. 

Liam se sintió impelido por su tendencia natural a preguntar. Pero el dolor aun era demasiado abrumador y la pregunta de Ean parecía tan buena como cualquiera que él pudiese formular para tratar de sacar algo en claro de aquello ¿Pero podía una simple disfunción en los procesos de la memoría explicar todo lo que les había ocurrido? No, no lo creía así por lo menos. Y el hecho de tener el espíritu de Verzal allí era una prueba más de que aquello no era tan simple.

Aun así el joven hizo un esfuerzo y se acercó hasta donde estaba Yldiane sosteniendo a Jearon y la ayudo a acomodarlo mientras echaba un vistazo a su estado.

El espíritu de Verzal mira a Ean, encogiéndose de hombros.

- Vuestros problemas de memoria también son un efecto de la radiación del Flujo... - dice. - Al llegar aquí os afectó de golpe, mucho más que a la gente de la aldea, que ha tenido tiempo de acostumbrarse poco a poco - explica. - Cuando acabéis con la piedra dejará de afectaros, pero no sé decir qué ocurrirá con los recuerdos que tengáis de estos días. Seguirán mezclados, supongo... -  conjetura.

Mira un momento a Liam y, al ver lo metódicamente que el joven empieza a tratar a Jearon, le observa con más atención.

- Se pondrá bien - dice al cabo de unos segundos. - Sólo le llevará unos minutos recuperarse, pero lo hará sin problemas. Es probable que no recuerde nada... - dice encongiéndose de hombros a modo de disculpa.

- ¿Cómo...?- comenzó a preguntar Liam con voz aspera antes de detenerse como si le faltasen las palabras- ¿Cómo podíamos recordar cosas que no habían ocurrido?- Preguntó el joven cuyo ánimo llegó para comprobar el estado de Jearon antes de mirar a Verzal con ojos aturdidos.

El espíritu mueve la cabeza, negando, mientras sigue difuminándose más y más.

- No es posible recordar el futuro, joven... - dice mirando a Liam. - Aunque seguramente ellos puedan darte alguna explicación basada en premoniciones y misticismos equivalentes - añade mirando a Mòr y Deorn. - Pero lo más probable es, sencillamente, que recuerdes las cosas en un orden distinto al que sucedieron. Habiendo estado expuestos a la radiación del Nimheil, no sería de extrañar que algo así sucediera... - Explica.

Empieza a desvanecerse casi por completo.

- Destruidlo. Liberad el flujo y, en contacto con la tierra, dejará de emitir esa radiación - la voz se escucha cada vez más lejana, hasta que la figura, finalmente, desaparece por completo.

- Pues vamos, ¿a qué estamos esperando? Destruyamos esa cosa.

Se me nota claramente nerviosa, con ganas de ponerme en acción y terminar con todo aquello o, al menos, poner remedio a todo lo que parezca remediable.

- Recuperemos o no la memoria, peor no vamos a estar si realmente es eso lo que nos afecta. Al menos, dejaremos de olvidar. ¡Vamos!

Pues vaya mierda tener una batidora de recuerdos mezclados en el cerebro. En fin, si no puede hacerse nada...

Ean se guardo el arco y se puso al lado de Arven. Ella era su amiga, y casi siempre tenía razón.

-Pues vámonos y acabemos con esto.

La trampilla del laboratorio de Verzal está ya abierta, una losa completamente cubierta de la tierra pantanosa del lugar, que habría pasado desapercibida de no haber sido levantada con anterioridad, tal vez por el propio Jearon cuando se encontraba poseído por el espíritu del magientífico.

Descendéis por una escalera de mano de aspecto bastante precario, encomendándoos a vuestros dioses para que la madera de los peldaños no esté tan podrida como la propia tierra alrededor de la construcción. Tras descender durante un rato, cuando vuestros brazos empiezan a acusar el cansancio de sujetaros a los peldaños, veis una suave luz anaranjada en el fondo. Unos pasos más y veis que estáis en una habitación. En su centro, probablemente sobre una mesa, una piedra cristalina emite un suave brillo ambarino, con un patrón de luz que cambia constantemente y resulta tremendamente hipnótico. Sin embargo, al mantener la mirada fija en ella, os empezáis a marear ligeramente.

Yldiane enciende su lámpara, pues la ligera luminescencia de lo que suponéis que es el flujo fósil no es suficiente como para poder ver el resto de la estancia, y parpadeais un par de veces para acostumbraros a la luz. Uno de los muros de la habitación parece haberse derrumbado parcialmente y la tierra del pantano se empieza a colar por el hueco dejado por las piedras caídas. Las paredes están cubiertas por enormes capullos y, al iluminarlos, parece que algo se mueve en su interior. El recuerdo de un gigantesco ciempiés acude rápidamente a vuestra mente al ver esos capullos.

El resto de la habitación es claramente un laboratorio. Se pueden ver algunas probetas y vasos de precipitados, muchos de ellos rotos en el suelo o cubiertos de polvo y telarañas en las estanterías. En el centro de la sala hay una mesa metálica donde se encuentra la piedra ambarina. Con más luz podéis ver que realmente es un líquido de ese color contenido en una especie de geoda cristalina.

El descenso por la escalera parece no tener fin. Cuando los brazos de Ean empiezan a resentirse finalmente atisban el final de la larga bajada. Todo el grupo llega a la habitación.

El arquero pasea por la estancia echando un vistazo a su alrededor. Recoge una probeta rota y mientras se levanta observando la probeta, ya con la luz de Yldiane encendida, su vista se posa en el muro que tiene delante. Entonces se fija que en uno de los enormes capullos que pueblan la pared, se mueve algo dentro.

En ese momento un flash asalta su cerebro. Se encuentra delante de un gigantesco ciempiés y una sensación de dolor, de mucho dolor le embarga.

El arquero deja caer la probeta y se echa para atrás sin perder de vista el muro.

-¿Bueno y ahora que? ¿Destruimos la jodida piedra y nos vamos a casa de una vez?

La luz de la lámpara de Yldiane sesga la oscuridad imperante como una daga incandescente. Aun así, mis ojos tardan unos instantes en acostumbrarse a la penumbra, y camino lentamente por la recién descubierta estancia para hacerme una idea de la situación.

Por algún extraño motivo, la mera visión de los capullos que cubren las paredes de la cámara me llena de desasosiego, como si de cualquiera de ellos pudiera salir un monstruo asesino. La voz de Ean me sobresalta.

—No nos precipitemos, Ean —respondo a su sugerencia—. Antes de tomar ninguna decisión, veamos qué secretos se ocultan en este lugar.

Deambulo por la estancia, atento a cualquier detalle que pueda resultar útil.

El lugar en el que nos adentramos, alumbrados únicamente por la extraña lámpara de Yldiane, hace que me cubra la nariz y la boca con la mano, en un acto reflejo, como si intentase protegerme inconscientemente de la atmósfera que se respira. Las bolsas que cuelgan de las paredes, cobijando pequeños monstruos en su interior, no son más que la confirmación de que lo que nos ha dicho Verzal es cierto. Aún no me he parado a pensar en cómo hace que me sienta esta realidad. Sorprendentemente, al examinar mi fuero interno, no siento nada. Pienso que múltiples «verdades» pueden coexistir, o que quizá todas provengan de la misma fuente; es el desequilibrio entre dichas verdades lo que provoca los males del mundo.

Mis ojos se clavan en la piedra luminiscente que yace en el centro de la sala, y a pesar de su fascinante belleza, sé de algún modo instintivo que es el origen de todo lo que ha estado trastornando Varn, y a nosotros. Respiro hondo.

—Urvan, busca la información que necesites —murmuro, con la mirada velada, mientras desenvaino mi enorme espadón—. Pero, cuando llegue el momento, por favor… Os pido a todos que dejéis que sea yo el que lo haga. Es importante para mí.

A continuación, guardo silencio, a la espera. Cerrando los ojos, entro en un profundo trance meditativo.

A Ean le daba igual quien destruyese la piedra mientras fuese destruida y pudiesen volver a recuperar su vida. Así que el arquero se aparto un poco y con la mano le hizo un gesto a Mòr de “adelante”.

Luego esperó a ver que pasaba sin dejar de quitarle ojo a esos capullos de la pared.

Bajo los peldaños con cuidado, no es la primera vez que me encuentro con algunos como aquellos, engañosos... Poco a poco, el refulgir de aquella extraña piedra se hace más patente. 

Cuando llegamos abajo, cada uno pretende hacer una cosa. Me distraigo encendiendo mi lámpara en esos momentos, pues la titilante luz del flujo no me resulta nada agradable. No es hasta que alguien habla de aquellos capullos en la pared en voz alta, cuando me doy cuenta de que están ahí. Levanto la cabeza, los miro y, de pronto, algo se adentra en mi cabeza, entrometiéndose en mis pensamientos... ¿Cosa del flujo? ¿Una premonición? ¿Un... recuerdo?

me estremezco sólo de pensarlo. 

En ese momento lo único en lo que pienso es en salir de ahí cuanto antes. Asiento, por tanto, a Mòr cuando pide destrozar él la piedra. Desde luego, si es su cometido, no seré yo quien se lo impida. Asiento con la cabeza, me aparto y me echo hacia atrás, sin alejarme demasiado de las escaleras, esperando a que mis compañeros acaben lo que hemos venido a hacer.