Partida Rol por web

El orco se encaró con todos los enemigos a su alrededor, girando su arma mientras los miraba uno a uno, a los ojos.

Débiles. Indignos. Estos son los guerreros imperiales? Los que dicen que los extranjeros no saben luchar? No sois guerreros. Sois ganado, listos para el matadero. Cuantos más tengo que matar para que os deis cuenta de que no sois suficientes? De que moriréis todos? No habrá nadie suficientemente valiente para aceptar un duelo, morir con honor, y dejar que el resto viva para luchar otro día? - les gritó con desprecio. Al fondo, pareció oírse el ruido de trompetas

La sangre brotaba de la fea herida en la espalda, haciendo que el pelaje de Bastia tomara un oscuro color marronaceo.

Olvidada en medio de la batalla, su pecho se movía lentamente pero parecía que aquello no duraría demasiado si no era atendida.

Uno de los oficiales escucha a Varag y responde a gritos:

- De acuerdo esclavo. - dice levantando una mano - Tirar las armas, rendiros, y os ofreceremos un duelo justo. Si vencéis os dejaremos libres a vosotros y a vuestros compañeros en el fuerte. Si sois derrotados os llevaremos a las minas de plata.

Varag limpió la hoja y se guardó su mandoble a la espalda. Sinceramente no creía que pudiese ganar fácilmente ningún duelo, pero al menos podían reagruparse y quizás convencer a los del interior para ayudar. 

Los brinchies habían caído, el ogro estaba paralizado, el viejo druida había puesto pies en polvorosa y ahora con Varag guardando el mandoble la única amenaza que quedaba era Norm. Yabiz podía rendirse o huír, pero si todos huían los imperiales según su código podrían ejecutar a Varag ya que el trato era un duelo a cambio de una rendición con potenciales esclavos para sus minas.

Yabiz arrojó su lanza con indiferencia y se dejó capturar por los soldados mientras decía. - Fíjate, es vuestro día de suerte. El grandullón verde se ha levantado magnánimo esta mañana y ha decidido resolver esto con un duelo en vez de mataros a todos.

Lo del duelo había cogido por sorpresa a Flogdegnurt, que no acababa de entender porque ante una victoria segura, aquellos soldados estaban dispuestos a renunciar para ofrecer una salida airosa en un duelo. Tenía que ser una trampa, pero lo cierto es que por pequeñas que fueran las posibilidades de que aquellos humanos respetaran su ofrecimiento, siempre sería mejor confiar en ello que morir llevándose a un par de enemigos más por delante.

Y teniendo en cuenta que en toda su vida, el goblin no había visto a ningún guerrero más eficaz y resistente que Varag, no se podía imaginar qué enemigo le podrían poner delante que no pudiera vencer.

El propio Varag bajó la guardia anunciando así que aceptaba la propuesta así que Flogdegnurt hizo lo propio, guardando lentamente la flecha que tenía en la mano de nuevo en el carcaj.

Una vez fuera del alcance visual de los imperiales Abot se apoyó en una roca y trató de localizar por el oido a sus compañeros. A lo lejos escuchó la voz potente de Varag y, con cuidado de no ser descubierto, dirigió sus pasos hacia allí. Quizá pudiera llevarlos hasta los brinchies para tratar de curarlos... si no habían muerto ya...

Norm y Ur imitan el comportamiento de Flog y Varag y guardan sus armas.

- He dicho que tires el arma y que te rindas, no que la guardes - ordena el oficial mirando a Varag - Y no lo voy a repetir otra vez.

- Estabilizar a los brinchies - ordena - serán una gran adquisición para los Fosos de Sangre. - y volviéndose a Varag añade - Una vez seas vencido en el duelo, por supuesto.

Los soldados del norte ante la mirada impasible de los Ratzin ayudan a los dos brinchies, curando sus heridas y frenando sus hemorragias, eso sí con uno de ellos manteniendo una daga pegada al cuello de ambos.

Mientras dos soldados se abalanzan sobre Yabiz y otro se acerca con cuidado a Flog mientras hace señas con la cabeza hacia su oficial.

Cuando Varag tira su arma Ur y Norm le imitan. En breve los soldados están sobre ellos y proceden a reducirlos.

Atan a todo el grupo, y los separan en cuatro grupos manteniendolos vigilados a cada momento.

Pronto los brinchies, en bastante mal estado recuperan la consciencia.

Pasan casi dos horas sin que los exploradores puedan hacer nada más que maldecir y esperar, hasta que de repente aparece un nutrido grupo de jinetes. Mas de una veintena de hombres fuertemente armados irrumpe en el campamento.

El oficial se acerca al que cabalga en primer lugar y saluda.

- Señor, hemos capturado a un grupo que venía a ayudar a los del fuerte - comenta - A juzgar por su acento son sureños. Y Son valientes sin lugar a dudas, nos atacaron cara a cara siete de ellos. Y son unos demonios, nos han causado un montón de bajas - comenta con admiración - Por suerte la táctica no parece su fuerte. Se han rendido a cambio de un duelo para resolver el conflicto.