Partida Rol por web

 Thristan maldecia su suerte cuando notaba como ese cuchillo mordia la piel de la mujer, estaba claro que no tenian mucho tiempo pero esos cultistas, el no sabia si eran fuertes o de que eran capaces en realidad. Pero al escuchar la pregunta de Dulcea, no penso que la responsabilidad cayera sobre el.

Hay que separar a los cultistas de la mujer, sera mejor que de eso nos encarguemos nosotros y tu, Dulcea, debes detener a esa mujer y sacarla de aqui.... Asi que saldremos primero y luego, tu nos rodearas para actuar.

Le susurraba sin saber bien como pudo pensar algo asi tan rapido, desde el principio el estaba acostumbrado en combates de la fosa, pero alli todo era diferente a pesar de que tenia el apoyo. Thristan solo esperaba que aquellos dos que irian con el, no fueran unos inutiles en combate.

Publius sale de detrás de la roca tras la que estaba oculto.

Podéis contar conmigo también para detripar a esos malditos cultistas.

Publius es un hombre extremadamente parco en palabras, pero a cambio es una persona muy gestual. Y sus gestos indican que su cuerpo y su mente están preparados para entrar en combate en éste preciso momento sin esperar a que esos tipos le den el visto bueno.

A Dulcea casi se le sale el corazón del pecho cuando el Cimmerio, con el hacha aun ensangrentada, sale de su escondite.
Sin darse cuenta, como por un acto reflejo, todos habéis apuntado con vuestras armas a Publius, que permanece tranquilo.

-No se quien eres ni que pintas en todo esto. Susurra. Pero ahora no hay tiempo y mas vale que nos lo expliques todo si no quieres colgar de alguna jaula en las prisiones.

Moghcorb clava sus ojos grises en Publius.
Una mirada intensa y penetrante. Hay algo de desafío en ella y también reconocimiento.
-Vaya... Y tu de que clan eres?

Antes de que le de tiempo a responder, aunque no fuese a hacerlo, Dulcéa interrumpe la extraña costumbre de reconocimiento cimmeria.
-Ahora no hay tiempo para eso, Vamos!

Dulcea se agazapa tras unos escombros, como una bestia, y rodea a la mulchedumbre de sectarios, apoyando sus manos en el suelo, con una de sus tersas piernas estirada y la otra arrodillada para desplazarse lo mas rápidamente posible, y lo suficientemente a ras de tierra para no ser vista por ellos.

Moghcorb retrocede sin darle la espalda al otro cimmerio hasta estar a unos pasos.

Entonces, se acerca a las ultimas filas de sectarios, lentamente y en sigilo.
Al llegar a los dos últimos, se sitúa a su espalda, entre ellos.

con el índice de cada mano, toca a ambos en el hombro. Ellos se giran intrigados justo en el momento antes en el que Moghcorb coge de la cabeza a ambos, uno con cada una de sus poderosas manos, y los golpea el uno contra el otro brutalmente, aplastándoles la nariz, haciendo que algunos dientes salten y dejádoles las caras desfiguradas y cubiertas de sangre.

Un segundo después, está repartiendo espadazos a diestro y siniestro entre los cultistas.

Cunde el pánico, algunos huyen, otros sacan espadas cortas, puñales, cimitarras y dagas y se lanzan sobre vosotros, lanzandos maldiciones e invocando a su oscuro dios demonio.
Qué hacéis vosotros?

Ciertamente Thristan estaba sorprendido por la aparicion de aquel hombre, pero no habia tiempo de decir nada, la situacion se complicaba cada vez mas y de esa forma, el veia como de pronto Dulcea empezaba a moverse al igual que Moghcorb qque no tardo en iniciar el caos.

PEro en ese momento el no pudo preguntarse porque realmente estaba haciendo aquello, su objetivo era la venganza... Pero lo lograra enfrentandose a los cultista? Aun asi ellos tambien estaban buscando respuestas a otras cosas... Ya sus dudas no importaban, no habia tiempo para pensar, sino dejar que su instinto tomara el control.

A los mas peligrosos!!!

Gritaba con voz de mando mientras sotenia con fuerza su escudo y dejaba que la sangre en su interior lo guirara, la espada en su mano derecha estaba lista para enfrentarse a cualquiera y su mente, solo se concentraba en luchar como si esa clase de combate, fuera la que en la que el estaba acostumbrado afrontar.

Publius mantiene sus gestos de cimmerio. Sin decir absolutamente nada. La espada está en la mano del cimmerio. Empuñada. Dispuesta a derramar la sangre.

Hasta ahora no tenía a nadie para entrar en combate, pero ahora tiene a nuevos aliados con los que luchar y derrotar a sus enemigos.

 Thristan veia y sabia que no todos los sectarios se atreverian a plantar terreno, por eso solo se centraba en buscar los mas peligrosos mientras avanzaba hacia el altar. Ya nada importaba, solo luchar y avanzar mientras mantenia el escucdo al frente y se preparaba para golpear.

Los que no se apartaban ante su avance, verian su escudo tamandoles las vista unos intantes antes de ver las intenciones del rubio, que sin dudarlo lo apartaba en el ultimo segundo para asestar un duro golpe con su espada. Pero alli habian muchos y aunque solo estaban alli para darle tiempo a Dulcea, seria bueno derrotarlos a todos, asi pensaba el mientras se cubria el flanco y seguia abriendose paso a la fuerza, siempre buscando a los que estaban armados.

Los sectarios que reunen suficiente valor, o suficiente locura, se lanzan sobre vosotros con sus puñales y espadas cortas en alto.
Uno de ellos trata de frenar a Moghcorb, pero su espada sale rebotada de su armadura de mallas con un chasquido metálico.
Otro de ellos se lanza contra Publius, de un salto, como si fuese una comadreja o algún otro gran roedor, se engancha a él con las piernas y trata de apuñalarlo varias veces. Publius se resiste, por lo que solo le hace varios cortes en los brazos, hombros y el pecho de poca profundidad (5 de daño)

Los otros atacan a Thristán, que se cubre con su escudo metálico de todos los golpes, avanzando impasible. Solo bajando el escudo al tiempo justo para soltar un mandoble con su pesada espada que corta un brazo a uno de los sectarios que le atacaba. Su mano cae al suelo con el puñal aun en su puño.

El sectario que acaba de quedar manco cae al suelo gritando de dolor, sugetándose su futuro muñón en medio de un baño de sangre.

Moghcorb, continúa de igual manera, undiéndole su espada a otro sectario en el vientre, y tirándolo al suelo de una padata.
Qué hacéis?

 Thristan seguia su instinto en aquel caos, solo se centraba en aquellos que esgrimian armas y lo atacaban, olvidandose de todo lo demas, solamente en avanzar como si fuera una fuerza de la naturaleza imparable. Usando su escudo para encabezar el avance, soportaba los ataques desviandolos antes de crear una abertura para cortar sin piedad.

A mi!!!! Soy el Rey del Foso y su perdicion!!!

Les gritaba luego de ver como la sangre lo salpico apenas, notando como corto sin problemas aquella mano e incitando a que se fijaran en el sin dejar de avanzar, sabia que su grito podria provocar miedo luego de aquella escena como tambien, atraer mas sectarios que buscaran frenar su avance hacia el altar.

Publius gruñe como un salvaje ante el ataque del sectario. Los rasguños que le produce el hombre con ese cuchillo más que dolerle, le queman en la piel. Le hieren su orgullo.

Su brutalidad nacida de años de salvajismo se exterioriza y se mezcla con varios años de enseñanzas marciales. Su espadón ya estaba desenvainado, así que lo siguiente es evidente.

La arteria del sectario se abre para dejar que como una cascada brote la sangre sobre Publius que se la quita de los ojos y relame sus comisuras para evitar que le estorbe en su avance hacia la matanza.

Con un grito salvaje, salta hacia delante usando su espadón como una mezcla de arma cortante y martillo. Le importa más destrozar huesos que matar. Después de lo que ha visto, conociendo lo que le puede haber sucedido a la mujer que ha venido a buscar y tras el ataque de comadreja del primer sectario, sólo quiere hacerles sufrir. Quiere que les duela.

Dulcéa ha rodeado ya a los sectarios, que no le han prestado ninguna atención, a excepcion de dos de ellos, que han tratado de llevársela inutilmente, pues han acabado con la espada de Dulcéa en sus entrañas.

Vosotros os habéis encargado de los demás, dando buena cuenta de ellos.

Vosotros sois gerreros curtidos, cada uno, por sus propios motivos, pero los sectarios son muchos, por lo que no podéis evitar que os hieran*.

Finalmente los supervivientes escapan, dejando una docena de cadáveres de sus compañeros de culto atrás, y a la belleza Estigia a la que iban a sacrificar, inconciente tras el trance en los brazos de Dulcéa.

Salgamos de aquí antes de que vuelvan mas.
Arriba hablaremos.