Partida Rol por web

Specus Vespertilionum

SPECUS VESPERTILIONUM

Zuheros - MCDXLI Anno Domini.

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28/04/2014, 12:06
Othmán abd-Allah

Por eso le gustaba. Por eso la amaba. Por su ingenuidad desprendida, que no era tal, sino atrevimiento desmedido y poco apego a las costumbres. Quizá no fuese la mejor de las opciones en aquel momento, pero fue Amira la que tomó la iniciativa, enfadando y enamorando de nuevo por igual mi corazón, que latía con fuerza y nerviosismo. Como caballo desbocado intenté protegerla abriendo la boca, balbuceando algo incomprensible, y no fue hasta que sentí la mirada penetrante del señor Gonzalo, como si quisiese desvestir el cuerpo de mi alondra, cuando pude reaccionar.

Fingí cara de malhumor y chisté a Amira, dando medio paso al frente. Trataría de ser más moro de lo que aquellos señores querían, esperando que de ese modo todo pasase más rápido.

— ¡Mujer! Callaos ¿Qué es esto? ¿Qué tardáis? ¿Cómo mi mando al punto no se hace? Dejad hablad a los hombres.

Con media reverencia, incliné mi cuerpo, buscando penitencia pese a saber que no éramos culpables de nada.

— Mis señores - dije, a sabiendas de embelesar a los dos que habían hablado - así es que somos peregrinos de camino al Norte de África, y nuestra intención no es más que abandonar Zuheros prestos. Buscábamos a Tobías, que nos habían dicho podía conseguirnos contactos allende, cerca de la costa, y es así que estábamos en habladurías y tratos con él y con este su amigo - dije señalando al hombre que nos acompañaba - marino.

Incorporándome de presentar mis respetos aporté un dato que esperaba hiciese centrar más la atención de los señores en mi, más que en ella, cosa harto difícil.

— Me dedico a llevar las cuentas y escribir, mi señor. Cartas de castellanos, moros, cristianos o judíos, sin distinción, lo que sea menester. Soy habilidoso con la pluma, pero siendo ambos temerosos de Alá y teniendo en cuenta que es menester hacerlo en nuestra religión, decidimos mi esposa y yo, viajar hasta nuestro lugar de peregrinación, aprovechando un largo descanso en mis tareas. No era nuestra intención ofender ni dejar de presentar nuestros respetos, pero el viaje pudo con nosotros y nuestros cuerpos estaban molidos de la caminata cuando llegamos anoche.

Esperaba de este modo apaciguar los ánimos del señor.

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28/04/2014, 20:37
Gonzalo Martinez de Aguilar

-Interesante -fué lo único que respondió el conde con evidente desinterés. -empero agora dejad fablad a la moza.

En el rostro de Mendoza se dibujó una sonrisa burlesca.

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03/05/2014, 00:05
Amira al-saad

Me lo había ganado por hablar sin permiso y por atraer la atención de aquellos hombres y sabía que ahora tenía que responder a sus preguntas sin dilación, por mucho que Othmán tratase de desviar la atención de mí. Pero sin duda era algo habría pasado tarde o temprano, al fin y al cabo, eso era lo que me había llevado a lo que era ahora. Había atraído la atención hombre tras hombre ayudando al destino a encontrarme donde me encontraba. Ahora debía aceptar que siempre atraería la atención de ellos, hiciese lo que hiciese, aunque me quedase callada.

-Amira, Señor. Es el nombre que me dieron.

Lo de como nos financiábamos el viaje era harto complicado de explicar, teniendo en cuenta que nos habíamos llevado algo que no era nuestro, pero quizá pudiésemos arreglar la explicación.

-Para nosotros este viaje de peregrinación es tan importante como para los cristianos hacer el Camino. Ahorramos lo que pudimos, pero mi esposo os lo ha explicado mejor de lo que yo podría haber hecho, Señor - dije un poco más atrás de Othmán, respetando la distancia que debía mantener.

Se suponía que esa era la posición de una mujer y que yo había estado pasando por alto durante toda la vida.

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04/05/2014, 19:27
Gonzalo Martinez de Aguilar

Vaya, que decepción. -dijo don Gonzalo al de Mendoza antes de volver a dirigirse a Othman y Amira.

Hubiera preferido palabras más sinceras, aunque... entiendo el motivo. -una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro del conde, como si estuviera apunto de decir algo capaz de dejar fuera de lugar a sus "invitados", y así fué.

Los homnes poderosos habemos de ojos e oídos en todas partes, supongo que eso ya vos lo sabedes, Amira al-saad. Vuestra vida ha estado ligada mucho tiempo a un homne poderoso como yo ¿non es cierto? -aquello hizo evidente que don Gonzalo estaba enterado de la huída de la corte del Al-barraz, y esto sólo podía significar dos cosas; que don Gonzalo tuviera gente de confianza inflitrada en Granada, y eso no era de extrañar, o que el Al-Barraz hubiera puesto un tentador precio a la cabeza de ambos prófugos y se hubiera extendido el rumor incluso en territorio castellano.

De cualquier manera, aquello era un problema, y uno grande...

 

El conde hizo un gesto con la mano y un grupo de músicos entró en la estancia.

Veamos si es cierto eso que cuentan de vos, et si valéis los maravedíes que vuestro dueño está dispuesto a pagar para recuperarvos. -y otro gesto de su mano instó a los músicos para que empezaran a tocar.

El pequeño tamboril empezó a sonar, suave, titubeante, como refrenado. Luego se le unió la flauta, que jugó alrededor de los monótonos golpes del tambor con gran impaciencia, como queriendo aguijonearlos. La qaina estaba inmóvil como una estatua, y junto a ella Othmán y Miquel se mantenían igual de inmóviles, fuera de aquel cuadro cuya escena principal era la hermosa mujer.

Notas de juego

Según como quieras ejecutar tu actuación puedes tirar Cantar, Música o Seducción.

También puedes negarte, aunque esto último no te lo recomendaría ;).

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04/05/2014, 19:57
Othmán abd-Allah

Y el puñal entró en mi corazón con las palabras de Don Gonzalo, como la reja del arado en el yermo. Que la sombra me enturbió la garganta que no podía hablar y quería gemir un año entero. Y me quedó el alma mordida, temerosa por la suerte de Amira, que no la mía, nimia, poco importante ante la revelación del secreto del señor.

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06/05/2014, 10:48
Amira al-saad

No estaba en el mejor momento para poner en práctica mis dotes pues el viaje había sido largo y la noche demasiado corta como para descansar debidamente y mi aspecto quizá no fuese el mejor, el que hubiese lucido si aun siguiese en casa del Al-Barraz, pero estaba claro que debía intentarlo. Sus palabras no dejaban lugar a la negación y hacerlo solo supondría dos cosas: o la muerte o volver con su señor y que Don Gonzalo obtuviese la recompensa.

-Entonces debo disculparme por mi osadía, Don Gonzalo. No era mi intención faltar al respeto...

La música sonaba y me alejé de la protección de Othmán. Podría cantar o hacer música, pero los músicos incitaban al baile con su melodía así que decidí bailar y captar la atención de aquellos que mirasen. Hacerles olvidar lo que valía su cabeza, que olvidasen que la estaban buscando para que la dejasen marchar. No había huido para acabar en manos de otro hombre, otro señor, que quizá fuese peor que el anterior. Cierto era que la había tratado como una princesa, pero en el momento en el que ya no le era útil, por los motivos que fuese, había decidido desecharla como a un trapo.

Comencé a bailar, primero con cierta timidez pues no conocía los cambios de la música, pero luego con mayor confianza al reconocer el patrón, al saber que vendría tras cada nota. La improvisación era parte de su arte así que no tenía problema en moverme al ritmo de la música. Mirar a esos hombres como si fuesen los únicos en la tierra, hacerles sentir que era iba para ellos. 

Al fin y al cabo, de entre muchas cosas, era una artista.

- Tiradas (1)

Notas de juego

No había pensado negarme... la verdad... XD

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06/05/2014, 12:49
Gonzalo Martinez de Aguilar

Los músicos entonaron un preludio. Luego sonaron unos dulces acordes de laúd que caían como pesadas gotas, arrancados suavemente, después más intensos y descomponiéndose en precipitadas carreras para volver a apagarse, cada vez más suaves, hasta que la voz irrumpió con inesperada claridad. La voz clara y pura de una doncella, tibia y fina como las notas de una flauta de madera, sencilla y natural, tan sencilla como la canción que entonaba.

Don Gonzalo se preguntaba de dónde podía proceder la qaina. No era una berebere, de eso estaba seguro. Parecía más bien que se había educado en Damasco, posiblemente hasta en la misma Bagdad. ¿Había llegado en el barco de Alejandría?. El conde estaba sentado, inmóvil a su lado, Alberto Mendoza, la cabeza apoyada en las manos, los ojos cubiertos por los dedos, una negra sombra. Parecía hechizado por la canción.

También los otros presentes escuchaban con mudo embeleso. Una expectante tensión tenía en vilo a todos.

Amira conservaba el velo sobre la cara. De pronto se levantó, se dio la vuelta en una pirueta infinitamente lenta, dejó caer el velo, sonrió al público con una mirada que acarició a todos sin fijarse en ninguno, hizo una reverencia ante el conde y señor de Zuheros, y dirigió un guiño a los músicos para que empezaran a tocar con más brío.

La qaina estaba inmóvil como una estatua. Parecía que ni siquiera respiraba. Entonces, casi imperceptiblemente, empezó a mover las manos, los hombros, los brazos, hasta que el movimiento se apoderó de todo su cuerpo, lo sacudió en una suave ondulación, lo levantó sobre la punta de los dedos de los pies, y lo hizo girar lentamente.

Era una mujer bellísima. Alta, esbelta, de rostro expresivo y manos delgadas de largos dedos. El cabello negro, entretejido con cintas de seda de varios colores, le caía casi hasta las caderas. Su piel era de un color moreno claro. Boca grande, nariz bien perfilada, ojos ligeramente sesgados, frente alta. En la boca, una sonrisa vuelta hacia dentro, casi arrogante, dirigida a todos y a ninguno.

Era una qaina perfectamente adiestrada pese a su corta edad, de unos diecisiete años; una mujer que hubiera podido presentarse en cualquier corte de Andalucía y que en la de Sevilla habría alcanzado un precio de mil quinientos dinares, por lo menos. ¿Cómo había llegado una mujer así a Zuheros a lomos de un burro?

La flauta intensificó el compás, obligando al tambor a avivar también, poco a poco, la cadencia de sus golpes, tentando a una segunda flauta a que la siguiera con trinos largos e inspirados. La qaina se dejó llevar, empezó a moverse a un ritmo más rápido, como si fuera la propia música la que infundía el movimiento en su cuerpo. Los cascabeles empezaron a sonar, se contuvieron un momento y siguieron con su suave tintineo. Al girar, los sutiles y ondeantes velos de seda que la envolvían dejaban entrever fugazmente los perfiles de su cuerpo esbelto cubierto por el ceñido traje de bailarina.

La música había alcanzado un ritmo enloquecedor. Las flautas sonaban agudas y entrecortadas, se perseguían la una a la otra, adelantándose, arrastrándose; el tambor venía justo detrás de ellas, en un vertiginoso staccato. La qaina giraba en rápidas y sucesivas piruetas con el cuerpo completamente curvado, como una hoz. Sus pies sacaban del suelo un redoble desenfrenado. Los velos volaban como pájaros, y el cuerpo de la mujer, flexible como un látigo, parecía no pesar nada, mientras la música ascendía a un ritmo aún más acelerado.

Los hombres alrededor estaban nerviosos, buscaban apoyo con manos inquietas. En sus rostros se formaban contracciones involuntarias. Othmán estaba muy nervioso, con la cabeza gacha, las manos agarradas convulsivamente y con enorme fuerza a sus ropajes. Un obeso guardia miraba fijamente con los ojos y la boca muy abiertos, mientras su pecho iba y venía como un fuelle. Sólo el Conde don Gonzalo parecía sereno; estaba apoyado indolentemente en los cojines, con una placentera sonrisa en los labios.

Luego, con un estridente chillido de las flautas, la música cesó de pronto y la qaina se desplomó en un último giro. Los velos cayeron sobre su cuerpo, envolviéndolo, cubriéndolo, mientras ella se aovillaba en el suelo hundiendo la cabeza, como un pájaro multicolor caído del cielo.

Sonaron aplausos, aunque reprimidos, como si nadie se atreviera a expresarse demasiado abiertamente.

 

Bravo -dijo el conde mientras sus aplausos aún sonaban de manera pausada hasta que finalmente se apagaron.

Se apreciar el arte, lo bello et lo valioso en cuanto lo veo, et vos sodes todas aquestas cosas. Non permitiré que malviváis en la villa. Seréis mi invitada de honor. -y sin esperar respuesta alguna hizo un gesto a los criados. Estos se pusieron en marcha apresuradamente, probablemente a preparar vuestra estancia.

Luego se dirigió a Othman y a Miguel -ambos también podéis alojarvos en la fortaleza.

Cuando el conde terminó de hablar, el capitán Monteverde se acercó a vosotros para acompañaros fuera.

Notas de juego

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07/05/2014, 16:33
Miquel Barrat

Observando la danza con ojos muy abiertos, Miquel se sintió transportado. No hacía mucho en tiempo, aunque  pareciera que en otra vida, había observado cosas así allende el mar. Fue durante una estadía en puerto, así que estaba algo borroso el recuerdo entre los vapores de los festejos, pero algunos retazos perduraban. En ese momento, había pensado que veía un ángel de doradas sedas…

Claro que mucha agua había pasado desde entonces. Y entre esa visión y el ahora había estado una víbora, cuya ponzoña aun que le quemaba el corazón, pero también era un ardor que le dejaba ver todo más claro. Podía apreciar a la mujer, esta Amira, como lo que era… una cara y estilizada prostituta, pero una prostituta a fin de cuentas. Si bien una parte de él no dejaba de observar su encanto (ni podía), la mayoría de su ser se sentía furibundo, pensando en cuantos habría engañado, las cosas que habría hecho… cuantos otros como el habrían caído bajo su hechizo. Quizás también el hombrecito que la acompañaba, casi con certeza.

Apretó los puños que deseaban descargar su rabia, controlándose, y bien puede que eso pasara como nervioso asombro, ya que apenas era visible para el resto de las personas en la sala, incluso sin que ella los estuviera atrayendo. Pero alivio esa tensión en el aplauso, donde sus manos se golpeaban entre si con mucha más fuerza de la necesaria, hasta el punto de enrojecerse violentamente. Mejor eso que hacerlas estrellarse en la cara de la nueva “favorita” del señor…

Las oculto cuando hizo la reverencia, ante la señal de que podían retirarse. Todo lo que quisieran, pero el había tenido suficiente, y no quería ver más a esa mujer, aunque fuera su boleto a casa. Necesitaba irse. Necesitaba paz y aclararse. Necesitaba encontrar a Tobías, para empezar con eso. ¿Dónde estaba el maldito?

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07/05/2014, 23:37
Othmán abd-Allah

No dije nada. Cuando la música cesó y la alondra dejó de moverse ante los gatos relamidos, fui el primero en correr hacia Amira, arropándola con su chilaba. Asentí agradecido al señor Gonzalo y no pude sino percatarme de la mirada extraña del pescador que nos había acompañado. Esperaba ver en aquellos ojos deseo, pero leí otros sentimientos, rabia, ira, desprecio.

Sin mucho tiempo a reaccionar, abracé cariñosamente a la qaina mientras procuraba ocultar mis palmas ensangrentadas, heridas por mis propias uñas en la vorágine de la ira provocada por el desafío insolente del señor Gonzalo, tocando, rozando, insinuando con las palabras pensamientos oscuros para con la mujer de la que, de nuevo, me había vuelto a enamorar.

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08/05/2014, 09:53
Daemonii

Rechazar aquella invitación era algo impensable, así que Amira se instaló en una estancia hubicada en la tercera planta de la torre del homenaje. Las vistas desde el pequeño ventanuco eran maravillosas, sobretodo los mágicos atardeceres en los que su vista se perdía hacia el sur de manera nostálgica.

Othman, por otra parte, tuvo que conformarse con un camastro en el edificio que hacía de almacen y dormitorio del servicio. Aquella situación le horrorizaba y pasaba las noches pensando en que sucedería en aquella maldita torre. Temía que el conde le pusiera una mano encima a Amira, y juró que si eso sucedía lo mataría con sus propias manos. Pero el conde, turbado por el reciente asesinato de su hijo, sólo pensaba en encontrar un culpable. La danza y canto de Amira era lo único capaz de sacarlo momentáneamente de ese pozo oscuro en el que cada vez estaba más hundido.

Miquel prefirió la tranquilidad de su humilde casa, y como el conde realmente no tenía ningún interés en él, no tuvo problema alguno en marcharse. Se le permitía el acceso a la fortaleza sin impedimento alguno, y así fue haciendo de informador entre Tobías y los moros.

Y pasaron varios días...

...Por suerte ya quedaba poco para que Tobías consiguiera "colocar" las joyas y pudieran escapar los cuatro de aquella fortaleza que les hacía sentir como si estuvieran en prisión.

 


 

Esta mañana, mientras charláis tranquilamente en el patio de armas, un murmullo creciente os sobresalta. Con premura os dirigís a la puerta de entrada al castillo. Allí os topáis con una terrible imagen que os hace helar la sangre; Tobías es arrastrado por tres soldados comandados por el alguacil. Su mujer e hijos les siguen hasta el castillo, llorando y gritando que Tobías no ha hecho nada, y cerca de ellos, pero a distancia prudencial, un grupo de vecinos van murmurando maldiciones contra los soldados.

Miquel viene tras ellos, pues esa misma mañana se dirigía a casa de Tobías cuando se topó de bruces con aquella locura: Tobías, su mujer y sus hijos forcejeban con tres soldados, mientras un cuarto salió de la casa con una daga. Éstos resolvieron el conflicto rápidamente con tremendos golpes que hicieron doblarse a los campesinos, sin importarles que se tratara de una mujer y unos niños. Acto seguido propinaron un doloroso puntapié en el estómago a Tobías y se lo llevaron arrastrando.

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08/05/2014, 10:21
María

Poco podéis hacer. Tobías es arrastrado con violencia hacia el interior de la fortaleza. La guardia mantiene a raya a los parroquianos y a la familia de Tobías en el portón.

-¡Por favor! -solloza la mujer, con los labios ensangrentados por los golpes-. ¡Ayudad al mio marido!

Le pedís que se calme y que os cuente qué ha pasado.

-Llévanselo preso acusado de matar a Fernando, el hijo del conde. ¡Pero él non ha habede fecho nada! -grita, rompiendo a llorar desconsoladamente.

Intentáis calmarla de nuevo para preguntarle el porqué de la acusación-. Habeden encontrado en la nuestra casa una daga que pertenecía a Fernando -os explica-, ¡pero non sabemos cómo llegó hasta allí! ¡Dios mío, ayúdanos! -se lamenta.

Sabéis que ni don Gonzalo ni Mendoza tendrán contemplaciones con Tobías. Lo ahorcarán casi con total seguridad. Os véis en la obligación de ayudar a este hombre, pues es vuestra mejor, por no decir única, opción para salir de Zuheros.

Aunque no descartáis la idea de interceder por él frente al conde, algo os dice que de poco servirá. Para sacar a Tobías de tal despropósito lo más efectivo, aunque complicado, será encontrar al verdadero asesino del hijo del conde.

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13/05/2014, 04:39
Miquel Barrat

El hacer de mensajero no era lo que más le gustaba al marinero. Pero tras la ira y disgusto inicial que le provocara saber lo que era realmente la mujerzuela, Tobías le había convencido que no desperdiciar la oportunidad solo por su prejuicio… ¿Cuántas veces le toco transportar cargas o pasajeros igual o incluso más desagradables? Ni tenía que tratar con aquella mujer. Solo llevar a la pareja a salvo a Málaga y de ahí volver a la buena vida… No fue nada fácil, pero al final Miquel lo acepto a regañadientes. Todos los contactos que hiciera entre el avispado barbudo y los moros fueron a través del tal Othman desde entonces, e incluso sus charlas con el hombrecillo solo fue decirle lo necesario, tal cual se lo transmitían, y nada más.

En cambio, había pasado algo de tiempo merodeando por el castillo, familiarizándose con los criados y su gente. La gente de trabajo le caía mucho mejor. Y algunos, como el cocinero, podían servir para conseguir algún favorcito que mejorase la estadía, aunque todavía ni se había aventurado a tales cosas, solo a caerles bien. Había que seguir pasándola lo mejor posible en Zaheriros hasta que el tema estuviera arreglado, después de todo.


Cuando ese día vio la llegada de los soldados arrastrando a Tobías, con la plañidera Maria y su familia protestando detrás, no podía ser mayor su desconcierto inicial. ¿Qué carajo…?  A medida que esta se explicaba, el alma se le iba cayendo lentamente al piso a Miquel. No podía venir peor el asunto. Se froto fuertemente la cabeza, apartándose el lacio y abundante cabello hacia atrás, mientras tomaba aire. Dios tenía un humor algo cruel a veces…

-A ver… a ver…+dijo mientras suspiraba, distendiéndose del asombro que le había producido todo el asunto+ Calma Maria. Vamos a mantener la calma, y pensarlo fríamente. Todos sabemos que Tobías no es ningún santo, pero tampoco un asesino. Eso está claro. Ahora debemos demostrárselo al Conde. Asi que pensemos, ¿de acuerdo?

Tomo aire, mientras se frotaba los ojos. Luego bajo los dedos a su barbilla, frotándosela.

-Alguien debió llevar el arma a tu casa y meterla por allí. Vayamos por esa parte. Además, alguien que sabía de la daga le debió decir a los guardias, sino ¿porque iban a ir a revisarles? Si empezamos a juntar esas respuestas llegaremos a la verdad del asunto. ¿Quiénes han visitado la casa en estos días? 

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13/05/2014, 09:53
María

María intenta sosegarse, y tras secarse las lágrimas de la cara dice ─Habemos de muchos tratos con los vecinos a los que vendémoles nabos de nuestro huerto, empero non tenemos enemigos entre los campesinos, et más, agora andamos todos más unidos que nunca debido a los excesos de don Gonzalos e los sus hombres.

Non se como pudo llegar la daga a nuestra casa. ─rompe a llorar nuevamente, la mujer está destrozada y está claro que ahora no es un buen momento para que haga memoria. ─la daga estaba entre la paja del camastro. La daga de plata que siempre llevaba consigo el señorito Fernando.

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13/05/2014, 09:59
Juan Royo

La conversación con María es interrumpida por un guardia, uno que conocéis de sobra; es Juan Royo. El guardia que os franqueó el paso a Zuheros, y que además, conoce de la existencia de las joyas os habla con voz queda:

─Si buscades sacar a Tobías del entuerto, fablad con la moza Bárbara. ─no entendéis a que se refiere hasta que continuó con la historia; ─se cuenta por ahe que la noche en que Fernando murió viéronle salir del castillo montado en su corcel cuando el sol aún non se había ido, llevaba una bota de vino et ya iba achispado. Los parroquianos dicen que, cuando volvian de laborar los campos, Fernando les cerró el paso con su cabalgadura e, claramente borracho, trató de atrapar desde ella a cuanta moza veía para alzarla a la silla. Al non conseguirlo, desmontó et las persiguió, pero apenas si se tenía en pie. Entonces vió a un soldado que tenía el día libre et había bajado al pueblo, e le ordenó que cazarale alguna moza. A aqueste parecióle divertido et consiguió aptrapar a una de ellas, la Barbara, cosa que celebró Fernando compartiendo con él su bota de vino. Sacáronla del pueblo antes de que sus familiares pudieran fazer nada, ya que el soldado que custodiaba la puerta cerróla et non permitió a nadie salir.

Juan mira furtivamente a ambos lados, como asegurándose de que no es observado volveremos a vernos ─dijo antes de marcharse tan rápido como había aparecido.

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13/05/2014, 11:02
Amira al-saad

Echaba de menos la libertad de los caminos y lo sabía ahora que volvía a estar en una jaula con barrotes de oro, porque eso era para mí esa habitación y esa torre. Estar en el castillo solo había reducido su libertad y ahora también debía entretener al señor de esas tierras, pero al menos solo era eso. Para mí, estaba muy claro que al abandonar la corte del Al-Barraz había dejado de ser una Qaina propiamente dicha y había elegido vivir perseguida por mi osadía, pero libre.

A veces paseaba por el castillo, pero notaba sobre mí las miradas hostiles de los cristianos de aquella tierra así pues comencé a optar por la seguridad de mi "celda" y solo ir al patio de armas cuando tenía la posibilidad de hablar con Othmán sobre los progresos en nuestro viaje hacia lugares lejanos. Lejos de todas las personas que podrían conocerles.

Pero parecía que el destino estaba en nuestra contra porque nuestro contacto había sido tomado preso por los hombres de Don Gonzalo y tras él venía su esposa acompañada de sus hijos. Aun recordaba que no fue bien recibida en la casa, quizá por sus orígenes o por ser muy tarde, pero no pude evitar acercarme preocupada a todos ellos. No conocía a Tobías, pero por el apoyo que estaba recibiendo, no debía ser mal hombre y aquello de lo que se le acusaba pudiese ser que no fuese cierto.

Escucha a María y escucha a todos los demás. Sin duda, ajusticiar a un hombre por algo que no había hecho era algo atroz, pero entendía el dolor por la pérdida de un hijo. Lo mejor sería descubrir al verdadero culpable de todo aquello, evitar la muerte de Tobías y darle a Don Gonzalo el verdadero nombre del asesino de su hijo.

-Haremos cuanto esté en nuestras manos, María.  Tu marido nos ha ayudado mucho y nos acogisteis en vuestra casa... sin duda, debemos saldar la deuda.

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13/05/2014, 16:52
Miquel Barrat

Aquello era uno de los inconvenientes de ser tan popular. Claro, Maria podía ser solo una crédula al confiar tanto en sus vecinos, pero la verdad esa gente sencilla eran muy unida entre sí, y en especial si era contra aquel conde abusivo…

La aproximación del soldado sorprendió a Miquel, mucho más que su historia. Por Tobias estaba al tanto de las “mañas” que albergaba aquel jovenzuelo y que alguien se las hubiera hecho pagar sonaba perfectamente lógico a sus oídos. Pero el porqué de esa pista que les otorgaba no lo entendía. Este era uno de los que les habían sacado de la cama los otros días… ¿No era uno de los hombres del Conde? ¿A qué venia esa amabilidad?

Igualmente, el dato era bueno y valía la pena seguirlo, ya que la tal Barbara esa, era probablemente la ultimas que hubiera visto a Fernando, dejando al margen a los soldados, los cuales sin duda no soltarían la lengua para no desprestigiar al difunto… *como si hiciera falta.

Cabeceo una venia de agradecimiento al tal Juan mientras este desaparecía, atendiendo que no quisiera llamar mucho la atención sobre su persona. Luego volvió a encararse a la esposa de Tobias.

-¿Conoces a esa tal Barbara o su familia, Maria? ¿Dónde puedo encontrarles?

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14/05/2014, 11:19
María

Sollozante te responde ─Bárbara es la hija de José, un buen campesino et homne honrado.

Encontraréis la su casa junto a la iglesia. Hermosos geranios adornan sus ventanucos ─con la mano señala la dirección aproximada a seguir.

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15/05/2014, 01:57
Miquel Barrat

-Muy bien, empezare por ahi. +asiente, agradecido. Luego estira la mano, rozando apenas el antebrazo de la mujer. A diferencia de la mora, María no le inspira asco, quizas por la diferencia de edad, y la impresion que causa, la cual le traen recuerdos mas de su propia madre que de otras mujeres+ Ahora, ve a casa María. Aqui no puedes hacer nada y tienes que cuidar de tus hijos. 

Se muerde el labio inferior, dubitativo. Lo mejor era no añadir que bien pudiera ser ella fuera todo lo que les quedara a los muchachos, si no aparecia el verdadero culpable. Mejor intentar darle alguna esperanza. Otras cosas en las que pensar.

-Dudo que hoy pueda hacerse algo, pero hablare con los guardias mas tarde. Quizas pueda verle o hacerle llegar algun mensaje al menos. Prepara algo de comer que pueda traerle... eso seguro lo animara, considerando lo que le daran en la celda. ¿De acuerdo?

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15/05/2014, 09:10
María

Gracias muchacho ─María pone una mano en tu mejilla ─sodes homne de buen corazón. Poca gente queda como vos. Gracias.

Y vuelve a su casa junto a sus pequeños, destrozada pero con algo de esperanza grancias a Miquel.

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16/05/2014, 01:42
Miquel Barrat

Espero a que Maria se alejara, mientras se limpiaba la oreja, meditabundo. La gratitud de la buena señora sonaba rara. Todavía no había hecho nada, y difícil era que pudiera hacerlo. Pero... mierda! Tendría que intentarlo.

De lado miro a los moros. Estos también se hallaban metidos en el asunto. Pero pasearlos por el pueblo no sonaba a la mejor idea… Volvió la vista al tal Othman, para luego gruñirle por lo bajo.

-Quédense y traten de ver que hacen con Tobías… Si pueden, averigüen quien lo entregó. Voy a hablar con esa chica...

Sin más, ni una mirada a la qaina, ni esperar una respuesta, se alejó por el camino, en dirección al pueblito.

El día se había tornado pero que muy ocupado...