Partida Rol por web

El capitán mantuvo la calma ante los eventos que se desarrollaban a poco más de cincuenta metros de su posición. Era algo que por el momento no le serviría de nada más que meterse en problemas.
No conozco a ninguno. No parecen humanos, y nada ganaremos si nos metemos en sus asuntos por el momento. Aunque ese idioma indica que mi amigo está aquí. Es el planeta correcto. respondió en susurros al capitán en funciones Mukherjee.
Simplemente se dispuso a observar con suma atención a la pareja evadida y a sus posibles perseguidores.

Era una persecución, la conclusión de Jankowsky era obvia, prisioneros o esclavos. 

-Dudo si la información que tenemos sobre la capacidad tecnológica de este planeta sea correcta.- Dijo al ver aquella navecilla.

-Diana, Jan, esperen instrucciones, no hagan nada pero estén preparados

Jankowsky aceptó la orden mientras comprobaba en su escaner la distancia a la que estaba el segundo vehículo, no sería de extrañar que hubiera una refriega entre ellos.

-En cuanto llegue la otra nave aquí va a haber lío.- Comentó en tono informal.

Es el planeta correcto. 

-Me alegra oír eso, no sabía que albergara usted dudas, pero la información que tenemos de este sitio es peligrosamente escasa. Podríamos acabar en medio de un tiroteo.- Jankowsky expuso sus dudas aunque aún permanecía tranquilo puesto que, efectivamente, parecía que no les habían visto todavía.

¿Instrucciones y ROES? 

Diana parecía impaciente por intervenir. -Creo que por ahora debemos mantenernos ocultos, aún no nos han visto. Pero aquí hay dos bandos y seguramente no tardaremos en tener que elegir cual elegimos- Comentó.

-Me alegra oír eso, no sabía que albergara usted dudas, pero la información que tenemos de este sitio es peligrosamente escasa

Y no es para menos. Cuando mi “amigo” me pidió que lo buscara fue hace muchísimo tiempo atrás, que apenas comprendí en ese entonces lo que significaban sus palabras. Habrá que obtener la mayor información posible sin meternos en problemas. – respondió por el comunicador antes de bajar de su posición entre las rocas y regresar hasta la mitad del camino hacia la nave.

-Voy a dar un rodeo entre aquellas rocas para ver de cerca – advirtió antes de desaparecer por un sendero rocoso que lo llevaría cerca del sitio del disco volador estrellado.

Tratemos de ocultarnos entre las rocas y tal vez consigamos despistarlos. –

La mujer de paso ágil y cabellos oscuros acompañó con su mirada en dirección al emplazamiento rocoso situado cerca de ellos. Luego de observar en dirección donde Eduard y los demás se ocultaban respondió a su prometido.

Es inútil Junk…mira… - dijo, señalando el disco volador que detenía su marcha a varios metros atrás.

El hombre de origen distinto al de su compañera respondió a la negativa de su compañera luego de observar el horizonte de rocas por donde se ocultaba la nave y sus tripulantes.

-¡No, no! Si acabo de ver algo moverse entre las rocas. ¿No será tu gente? – dijo en tono suplicante, ante la inminente llegada del otro vehículo. El sudor bajaba raudamente por su frente y su nerviosismo era evidente cuando poco antes habia señalado la posición de Mukherjee y fue ignorado por la mujer.

Su gesto de terror fue imposible de ocultar cuando el disco volador aterrizó.

El disco aterrizó no muy lejos de la atemorizada pareja y sus cuatro ocupantes descendieron y se abrieron en semicírculo ante sus presas. El último en bajar fue uno de gran altura y musculatura. Sus rostros lívidos y sus ojos muertos destellaban desagrado más allá de lo descriptible.

El viento se detuvo y sus armas destellaron bajo el sol asesino y ominoso. Cuando el grandote llego al suelo de un salto sus botas alzaron nubes de polvo impalpable.

Has ido demasiado lejos Junk, y estúpido también.  Nunca debiste haberlo hecho. Ella no es nuestra gente. La ley prohíbe unirse a ellos, y lo sabes. Es también culpa de ellos que nuestro planeta está muriendo. –

Las palabras del cazador estaban empapadas de ira hacia la mujer y su especie ligeramente diferente. Los compañeros del gigante dibujaban una sonrisa mortal y llevaban sus ansiosas manos a sus cuchillos brillantes.

Apenas cinco metros aproximadamente separaban la pareja del grupo cazador. Y poco más lejos estaba la posición de Mukherjee y los demás. Si el viento hasta entonces había traído las voces de los lugareños ahora el antinatural silencio permitía oír las respiraciones agitadas de los amantes.

Junk, reuniendo valor de alguna parte de su recóndito ser dio un paso adelante y respondió a Zelroth con los puños cerrados por la evidente injusticia.

-¡Mentira! ¡Supersticiones y soluciones cómodas! ¡Ni tú ni el consejo de Sabios puede detener el calor ni la sequía y han preferido buscar una razón absurda para justificarse! –

-La Madre Mecánica lo ha dicho claramente! ¡Mientras las especies inferiores no sean destruidas seremos castigados! ¡Hasta que no mueran toda la lluvia no regresará y el calor no disminuirá! –

respondió Zelroth con absoluta convicción de sus palabras. Su paciencia disminuía con cada palabra de Junk y solo lograba posponer lo inevitable.

-Mentira. La Madre Mecánica ya no existe. Hace mucho tiempo que dejo de funcionar. Por eso nuestras maquinas, tecnología y progreso se ha derrumbado. Por eso nuestra civilización se muere. Ustedes mantienen viva la patraña para que Chasianna y su gente continué haciendo los trabajos que antes hacían las maquinas. ¡La Madre Mecánica no existe más! ¡Nuestras computadoras han muerto hace mucho! ¡Despierten a la realidad! ¡Ya no podremos ser los amos del planeta! Ahora debemos trabajar con los Elphih. La gente de ella saben de labranza, pesca, tareas manuales y como prosperar sin maquinas. Junto con nuestra ciencia seria… - y las palabras de Junk fueron interrumpidas por el puñetazo de un lacayo de Zelroth, que hastiado de las patrañas de su compañero traidor decidió callar por la fuerza. Junk cayó al suelo pesadamente y sin oponer resistencia alguna. Él no estaba preparado para defenderse ni sabía como hacerlo.

-No podemos dejar que hable ni que se reúna con la gente de esa mujer. El secreto debe ser conservado a cualquier precio. Mátenlos y quemen sus restos junto con el disco volador. Todo habrá sido un accidente lamentable- ordenó Zelroth a los demás y estos obedecieron alzando sus cuchillos.

Para ser una especie que domina mecanismos de transporte con anti gravedad y computadoras el uso de simples armas de filo resulta extraño para los espectadores ajenos a este mundo.

Tras recibir instrucciones, quedó a la espera, y dio el "recibido" con el típico presionar dos veces el oclusor de habla, pero sin decir nada. Dos golpes de estática que si tenían que entenderlo lo harían, y no tendría ni más repercusión, ni usaría voz alguna, para mantener el sigilo de su posición. De todas maneras se la comían los demonios por dentro. Quería actuar. Quería defender a la chica que era tratada como una escoria por ese machismo dominado por supersticiones e intereses.

Estaba apuntando al vehículo. No quería que si les descubrían, pudieran escapar y dar la alarma. - Y si de paso frio a algún tipo, que se entromete en el camino de mis proyectiles, que se joda.

Lo hizo porque a expensas de no disponer más instrucciones que esperar, igual si eran descubiertos, tendría que detenerlos … y anticipándose a una posible orden, estaba ya preparada. - ¿Dejaremos que los maten?

Aakesh escuchó el ruido del comunicador. Si bien al principio le cogió desprevenido entendió que se trataría de alguna forma de responder y lo tomó como un "ok"

Espero no equivocarme

No le gustaba lo que estaba viendo. Llegó el otro vehículo perseguidor y quedó patente que los fugitivos huían por algún tipo de transgresión entre diferentes estatus sociales por un lado, y superchería por otro. Tuvo la sensación de que se encontraba con dos niveles tecnológicos, siendo la cultura superior una cultura en parte decadente.

Tal vez por eso no los detectamos, la cultura inferior no tiene la tecnología, la otra sí y tal vez se pueda camuflar de algún modo.

Parecía que la cosa se ponía fea para los perseguidos, Aakesh apretó más fuerte la culata de la pistola, pero sabía que de momento no podía intervenir, aunque quisiese.

No sabemos quienes son, sería interferir en una cultura alienígena, y podría entorpecer nuestra misión.

Mientras intentaba mejorar su posición y ocultarse mejor, buscó con la mirada a Gamesh. Esperaba sus instrucciones para actuar.

Jankowsky se revolvió un poco en su posición para mirar que hacía Aakesh, casi delata su posición. Los perseguidores no tardaron en llegar y dejaron las cosas claras, tal y como había anticipado debían elegir un bando. Aunque los protocolos eran claros en la no intervención les iba a ser difícil ignorar lo que tenían delante.

-Esto se va a convertir en un paredón de fusilamiento.- Murmuró a Diana. Aferró su disruptor sin dejar de apuntar a los perseguidores, centrándose en el que parecía el lider*. -Si los soprendemos tendríamos ventaja, no se a qué esperamos.- Siguió diciendo impaciente.

Artemisa, ansiosa, esperaba lo de siempre, y el comentario del Hermano Comandante, dio una respuesta mental: - Lo de siempre señor, lo de siempre.

Por su parte ya había elegido bando, pero tenían orden de no intervenir, y por mucho que despreciase al "Usurpador del Mando", era el "Mando". Eran sus instrucciones, eran sus responsabilidades, y no se pensaba hacer cargo de la vida o muerte de aquellos "bichos". Si por ella fuese, se los cepillaba a todos menos a la chica, aunque eso le granjease una enemistad o dilema con la "prisionera".

- Malditas supersticiones utilizadas.

Los tres lacayos rodean a Junk y comienzan a golpearlo, pateándolo con fuerza antes de utilizar sus puñales. Les divierte golpear al indefenso antes de asesinarlo.

En cambio Zelroth rodea al grupo hasta llegar a la anonadada mujer que ante la salvaje golpiza proporcionada a su prometido nada puede hacer más que desplomarse y llorar en silencio. Entonces el villano de ojos muertos sujeta del cuello a la mujer y con su burda espada acerrada comienza a practicar el mejor ángulo para cortarle la cabeza de un solo golpe.

La escena se vuelve irreal para aquellos que observan desde la seguridad y anonimato de las rocas, siendo los espectadores y cómplices pasivos de los asesinatos prontos a suceder.

Solo que el disco volador de Zelroth y su gente es lentamente alejado de sus dueños, que al estar bastante ocupados en sus actos de violencia no han previsto ese detalle.

Johnny se sintió bastante satisfecho por el aterrizaje, dada las circunstancias y los medios que tenían, aunque la ayuda de Gamesh había sido primordial para lograr un buen descenso. Una vez parados, mientras los demás deliberaban sobre lo que hacer, hizo una rápida comprobación de los sistemas de la nave, para asegurarse que podrían volver a despegar para salir de allí en caso de necesidad.

Junto a los demás salieron al exterior, y tomaron posiciones ante la llegada de los dos vehículos. Junto a Jan y Artemisa, buscó una buena posición para poder ver los acontecimientos. Si bien no era un militar como ellos, intentaría estar a la altura y entrar en combate en caso necesario.

Asistió expectante a lo que ocurría, y no entendía como era que no intervenían ante lo que era un evidente abuso de poder y asesinato a dos personas desarmadas.

- ¿No haremos nada? - dijo girándose a Muk, que en teoría era el máximo responsable en su cadena de mando - Van a matar a esas dos personas desarmadas.

Aakesh notó una fría gota de sudor. Eran estos momentos cuando lamentaba encontrarse al frente

Situaciones difíciles, decisiones dificiles

Según el protocolo no podía intervenir, o podían de una forma más diplomática, pero estaban ante una somera paliza. Entonces tomó una decisión

Nuevo universo, nuevas reglas

Pulsó el intercomunicador

A la mierda el silencio de radio, de todas formas dudo que estén pendiente.

-Cubridme, a la mínima disparar en modo aturdir.

Se fijó en que uno de los discos se alejaba lentamente, pero igualmente había tomado una decision, para cuando se diesen cuenta tal vez sería demasiado tarde.

Se puso en pie, apuntó con su arma y gritó

-¡ALTO!

Se quedó observando la reacción de perseguidos y perseguidores

-Quietecitos he dicho, alejense de ellos y dejen las armas. Cualquier indicio de un acto hostil tendrá la oportuna consecuencia.

La diversión y la barbarie se esfumó en un santiamén en los rostros de Zelroth y sus acompañantes. La sorpresa fue seguida del horror ante la aparición de un extraño ser, completamente desconocido para ellos. Enseguida sus primitivas armas cayeron de sus manos y bajo aullidos de terror emprendieron la huida a través del desierto abierto, sin darse cuenta que el disco volador les había sido sustraído por Gilbert y que el mismo ahora estaba aparcando el vehículo detrás del módulo lunar.
¡Demonio, demonio! gritaba Zelroth en su lenta escapatoria, que al ser torpe y lento apenas comenzaba a alejarse de la golpeada pareja.

Artemisa, bastante disgustada, se sentía aliviada, tras ver que el oficial al mando no era un pusilánime, y le había echado huevos a la cosa. Estaba lista para disparar, pero eso de poner las armas en aturdir no era con ella. Ella lo tenía todo en "matar" o "matar mucho".

Johnny halló una posición favorable para ocultarse, no muy lejos de Aakesh y más próximo a Artemisa y Eduard. Desde allí no seria visto hasta que el lo quisiera.

En cambio al examinar los eventos donde los habitantes del planeta eran los protagonistas no encontró nuevos elementos de interés. Tan solo comprobó lo descubierto hasta ahora por sus compañeros.

Se había fijado como se movía uno de los discos sin que aquellos indígenas se percataran:

-Vaya, Gilbert, buena jugada.- Comentó como si le oyera cuando en realidad sus palabras solo fueron oídas por Diana.

Jankowsky ya había puesto el arma en aturdir antes la orden de Aakesh y tenía a Zelroth en su punto de mira. La acción de Aakesh sorprendió al MACO, sobre todo, por su efectividad, aunque el ser tan diferentes a ellos seguramente había ayudado. Cuando les gritó alto se asustaron y comenzaron a alejarse por lo que Jankowsky no lo pensó dos veces y disparó al lider para seguir con los demás antes de que dieran la voz de alarma.