Partida Rol por web

 Trato de usar La fuerza para tratar de lanzar a mi adversario lo más lejos posible, a ser posible. A ser posible, al borde de la explanada. En caso contrario, si lo derribo, tal vez pueda tener alguna posibilidad en mi próximo ataque, ya que es obvio que es mejor espadachín que yo...

De tus dos mandoblazos, sólo uno lograste acertar, pero fue clave. La hoja de tu sable logró atravesar el costado del sith, que se revolvió en un daño terrible para él. No obstante, seguía en pie, con la intención de aniquilarte por tal afrenta.

Lograste esquivar aquel ataque, pero el sith no cejaba en su empeño.

 Parecía que había perdido la calma y cometía errores, puede que tuviera entonces una oportunidad...

Fue entonces cuando el sith se quedó más quieto de lo que había estado hasta entonces. Bajó su cabeza y permaneció inmóvil unos segundos, como entrado en cierto trance. Quizá sería bueno aprovechar tal momento de desconcierto para tí. ¿Qué estaría tramando?

 Decidido a no darle la ocasión de hacer lo que esté planeando hacer, me apresuro a atacarle con mi Sable de luz, esperando que esto termine pronto...

Acto seguido le clavaste el sable de luz en un hombro, atravesándolo, y el grito de dolor fue terrorífico. El sith intentó entonces huir, descendiendo por donde había llegado (un sendero al otro lado de la cúspide).

 Aprovechando que a bajado la guardia, me apresuro a atacar antes de que pueda hacer nada más...

Acto seguido tu espada se movió más rápido que tu muñeca, y le dedicate dos mandobles finales bastante suculentos. El primero le atravesó una pierna de parte a parte, cercenándola en el acto, y justo antes de que el cuerpo de plomo cayese sobre el terreno otro severo impacto hizo que su cabeza saltara haciar arriba, despidiendo sangre a borbotones... El cadáver quedó postrado en la cúspide de la montaña, junto a tus pies, igual que aquellas dos espadas...

R2 comenzó a aterrizar la nave cerca de donde había alcanzado a los soldados imperiales.

 Rapidamente, corrí a donde estaba mi maestro, con intención de ayudarlo. Esperaba que no fuera tarde y pudiera hacer algo por él.

 - ¿Maestro?. ¿Como te encuentras?.

 Sin perder tiempo, me dispuse a examinar sus heridas y curar sus heridas.

Recostaste al maestro entre tus brazos. No sabías muy bien si saldría de ésta, y cuando lo tomaste en tu regazo comprobaste la severidad de un par de heridas: dos de los disparos habían impactado directamente en el pecho del Iteteon. Cuando aplicaste el poder de los Jedi y la Fuerza para curarle, sus ojos se abrieron un instante, como recobrando vida y vitalidad. Sin embargo, éstos volvieron a cerrarse entonces, y sólo pudo mover sus labios por última vez.

Ahora... eres un jedi... un verdadero jedi -un hilo de sangre también corría por su boca-. Tu entrenamiento se ha completado joven Gaheris.

R2 salió de su puesto naval y se acercó al maestro, inclinándose para ver la situación.

Marcha de aquí... Tarrestnom no es ya un sitio oculto para los jedi... hu... ye... cuanto antes. Y jamás olvides lo aprendido... Que la Fuerza te acom... te acomp...

Y en esos momentos el maestro Dasis Iteteon pereció. R2 emitió un pitido que asemejaba al quejido de un ser de compañía.