Partida Rol por web

Arta, aún temblorosa, los observaba con una mezcla de fascinación y agotamiento. La expresión de su rostro —entre el fervor científico y la devoción religiosa— hacía difícil distinguir si hablaba como una investigadora… o como una profeta.

Blue Bell cruzó los brazos, su armadura brillando débilmente con energía residual fotónica.

—Doctora Arta… usted será sin duda clave para entender a este dios. Pero eso que ha dicho —“comprendernos o consumirnos”— me deja una duda. ¿Realmente cree que el Recién Nacido puede extender su pensamiento por toda la galaxia… sin destruirnos en el proceso?

Arta ladeó la cabeza, como quien contempla una ecuación compleja que le resulta bella en su imposibilidad.

—¿Destrucción? No lo llamaría así, mi querido Solarian. Cuando una mente superior intenta comprendernos, ¿no es natural que algo en nosotros cambie? Quizás algunos lo llamen ser “consumidos”, pero yo prefiero pensar en ello como… una asimilación divina. Una expansión del alma. El Recién Nacido no busca aniquilarnos. Solo soñar con nosotros, a través de nosotros.

Su sonrisa era demasiado serena para tranquilizar a nadie.

Bantrid Niu, que hasta ese momento había permanecido al margen, dejó escapar un zumbido nervioso.

—Pues yo sí creo que hay diferencia. Al menos para los que todavía queremos seguir existiendo por cuenta propia. Con todo respeto, doctora, están jugando con fuego. Y los orocoranes son el ejemplo más claro de lo que pasa cuando alguien se acerca demasiado a ese fuego.

Arta lo miró, y por un momento en su rostro se dibujó una sombra de cansancio genuino.

—Créame, señor Niu, soy muy consciente del riesgo. Pero cada descubrimiento conlleva un precio. Ellos no estaban preparados. Nosotros… tal vez sí. O eso quiero creer.

Chick Chack Curau dio un paso adelante, sus ojos brillando con respeto y desconfianza a partes iguales.

—Permítame ser franco, doctora. Hemos visto cosas que ningún mortal debería ver. Si entiendo bien, su objetivo era crear un vínculo voluntario con los sueños del Recién Nacido. Y lo han logrado, sí… pero a costa de vidas, y quizás de algo más profundo. ¿Está segura de que lo que han despertado se limita a un experimento controlado? ¿Y no a un dios… mirando de vuelta?

Arta lo escuchó con atención. Luego, lentamente, asintió.

—No se equivoca, maestro Curau. El propósito de Dreamlink era establecer una conexión segura con el plano onírico del Recién Nacido, para estudiar su pensamiento. Pero… cada vez que abrimos la conexión, el sueño nos devuelve la mirada. Y sí, algunos de mis colegas… no lo resistieron.

Pausó, su mirada perdida en el vacío.

—Pero, ¿sabe? Si el Recién Nacido ya sueña con nosotros, quizás eso signifique que ya formamos parte de él. Lo que vimos allá dentro… no fue una ilusión, sino su atención. Y eso, Starfinders, es un privilegio y una advertencia.

La doctora se recompuso, enderezándose otra vez.

—De cualquier modo, su intervención nos ha salvado. Dreamlink sobrevivirá gracias a ustedes. Y si lo que dicen de Arvin es cierto, el fragmento que traen podría ser la clave para refinar nuestra conexión. Con su ayuda, podremos ver más allá… quizás incluso encontrar lo que creo que es un templo, un santuario del propio Recién Nacido.

Su mirada se posó en cada uno de ellos, con una mezcla inquietante de esperanza y devoción.

—¿Nos ayudarán a encontrarlo?

Navasi asitió, con algunas dudas.

- Hemos venido a explorar y a colaborar doctora. Pero quiero que le quede clara una cosa: mi prioridad es la seguridad del equipo de exploración. ¿Estamos de acuerdo?

Me sumo a las palabras de nuestra líder Navasi.

Bantrid asintió.

Esa doctora le parecia un poco inestable. Habría que vigilarla de cerca.

Epílogo: Ecos del Sueño

Navasi asintió, aún con la mirada fija en los restos humeantes del laboratorio.

—Hemos venido a explorar y a colaborar, doctora. Pero quiero que le quede clara una cosa: mi prioridad es la seguridad del equipo de exploración. ¿Estamos de acuerdo?

Blue Bell dio un paso al frente, con su voz grave resonando entre los paneles rotos y las luces parpadeantes.

—Me sumo a las palabras de nuestra líder Navasi.

Bantrid Niu, en silencio, observaba a Arta con desconfianza. La científica parecía contener a duras penas la emoción —una mezcla de fervor, nerviosismo y una fe inquebrantable—. Esa doctora le parecía un poco inestable, pensó. Habría que vigilarla de cerca.

Arta respiró hondo, ajustándose la bata chamuscada, con la mirada brillante de una mente que ha estado demasiado tiempo frente al abismo.

—Por supuesto, capitana. No somos soldados, pero tampoco somos insensatos —respondió con una sonrisa tensa—. Dreamlink Labs no busca el peligro, solo el entendimiento. El Recién Nacido… nos ha mostrado un camino, y creo que juntos podremos seguirlo.

Una pausa. Los sistemas de emergencia de la estación dejaron escapar un pitido agudo, y un leve temblor recorrió el suelo. Arta apartó la vista, mirando los restos de su equipo caído con una sombra de pesar.

—Gracias por salvar lo que queda de este sueño.

Horas después, el equipo Starfinder recibió permiso para recorrer los corredores aún humeantes de Dreamlink Laboratories. Arta los guió personalmente: pasillos de metal pulido, tanques llenos de minerales iridiscentes, monitores que aún mostraban fragmentos de ondas cerebrales imposibles.

En cada sala, la devoción de Arta hacia el Recién Nacido era palpable.

—El pensamiento de un dios… puede ser comprendido, si aprendemos a escucharlo sin miedo, explicó con un brillo casi místico en los ojos.

Los Starfinders pudieron tomar imágenes del entorno, aunque la doctora prohibió toda grabación directa de su equipo. “Privacidad y seguridad”, insistió. Cuando pidieron los resultados de su investigación, ella entregó un fragmento cifrado de su trabajo.

—Esto bastará por ahora. Lo demás… aún no está listo para ser compartido.

Regreso a Absalom

El viaje de vuelta por el Drift transcurrió en silencio.

4 días de quietud estelar.

Sin anomalías. Sin encuentros.

Solo el eco lejano de un sueño.

Quienes habían sufrido alucinaciones durante la incursión onírica notaron que sus noches estaban ahora pobladas de susurros: figuras de luz, ojos que parpadeaban desde la nada, llamadas suaves y persistentes. El Recién Nacido, quizás, los había marcado.

En el Complejo Lorespire

De regreso en Absalom Station, Arvin los recibió en su despacho de cristal y metal, una sonrisa cansada bajo la luz artificial.

—Excelente trabajo, Starfinders. Sabía que podía contar con ustedes.

Les agradeció su eficacia y lamentó las “circunstancias imprevistas”, prometiendo estudiar con detalle los datos de Dreamlink Labs.

Después de la entrega oficial del informe, Arvin los invitó a una cena en Perfexion, un restaurante suspendido en la Cúpula del Ojo. Allí, los chefs psíquicos preparaban platos que respondían al subconsciente de cada comensal: sabores que evocaban recuerdos, colores que cambiaban con las emociones.

Entre brindis y murmullos, Arvin les hizo una última pregunta:

—¿Creen que la Sociedad Starfinder debería colaborar con Dreamlink Labs?

El murmullo de la multitud se desvaneció un instante. Afuera, Absalom giraba sobre un fondo infinito de estrellas.

El eco del sueño del Recién Nacido aún vibraba, como un canto lejano.

CCC se debatía ante tan gran responsabilidad 

Sí, tenemos que colaborar. El nacimiento de un Dios no es algo que pase a menudo y es una responsabilidad nuestra averiguar todo lo que podamos de un entidad de tal magnitud.

El Solarian lo tenía muy claro.

Sí, pero no solo hay que colaborar. También hay que atar en corto a la profesora Arta. Está a un paso del fanatismo.

Bantrid asintió ante las palabras Triple C y doble B.

- Esa doctora esta como una chota. Pero va a continuar sus estudios con nosotros o sin nosotros. Es mejor que haya alguien con cabeza cerca.

- No puedo estar más de acuerdo con mis compañeros. La doctora Arta parece una verdadera genio, pero excéntrica. Corre el riesgo de dejarse llevar sin valorar las consecuencias de sus actos. Sus investigaciones puedan dar lugar a algo extraordinario o a un desastre apocalíptico.

Sea como sea, es mejor tenerla cerca que lejos sin saber a que se dedica. Esa es mi humilde opinión, capitán Arvin.

Arvin los observó en silencio unos segundos, el reflejo de las estrellas danzando en su copa de vino. Luego sonrió, con ese gesto que siempre mezclaba agradecimiento y cálculo.
—Vuestras palabras son sabias, y vuestras conclusiones, prudentes. La Sociedad Starfinder se fundó para buscar conocimiento, pero nunca a ciegas.
Dejó la copa sobre la mesa con suavidad.
—Arta es brillante, sí… pero también peligrosa en su fe. Si colaboramos, será bajo nuestros términos. Controlaremos cada paso, cada descubrimiento. Y si su “Recién Nacido” vuelve a soñar con nosotros… esta vez estaremos preparados.

Una breve carcajada rompió la tensión. Arvin levantó la copa.
—Por vosotros, Starfinders. Por otra misión cumplida. Y por los sueños… los que perseguimos y los que aún nos persiguen.

Las copas chocaron con un suave clin.
Afuera, la Estación Absalom giraba lentamente sobre el abismo estelar.
Y en algún rincón del Drift, una onda psíquica imperceptible se expandía, como un susurro divino… o un preludio.

FIN DE LA AVENTURA
"Dreamlink" — Crónicas de los Starfinders