Partida Rol por web

Han pasado dieciocho horas en el punto Alpha con designación M7C-528, el tiempo corre y siguen sin poder regresar a Atlantis, ninguno tiene claro que ocurre, porqué el stargate no se activa. Para colmo, el teniente coronel vió como la puerta se cerraba hace ya diez horas, no vió atravesar el portal a nadie, pero aquello hizo que todos permaneciesen alerta.

Ahora, tras una pésima noche húmeda y fría, la doctora Coretti ha tenido una ídea, es posible que la puerta se estuviese reinicializando para no perder la conexión con la red de stargates de la galaxía, compensando la deriva orbital que sufren todos los planetas con el paso del tiempo...

Todos se alejan del campamento menos el teniente McDermott y la sargento Constantine que se encargarían de mejorar el barracón por si decidían quedarse allí una noche más, aunque por el frío y la ausencia de catres cómodos, no era nada recomendable.

La doctora y los otros dos militares caminan hacia el stargate con calma, aquel planeta era tranquilo, no era de extrañar que se eligiese como punto Alpha, no había mas que pequeños animalitos, pero hacía un frío y una humedad de cojones. Coretti no quiere pasar ni un día más en aquel lugar y por lo que parece, los militares tampoco, ni siquiera el coronel que por su procedencia, seguramente estuviese más cómodo en lugares secos y calurosos.

Las órdenes habían sido dadas y como siempre, a ella le tocaba el trabajo duro... Frunce el ceño ligeramente antes de echar a andar hacia el campamento para revisar las cajas, puede que encontrasen alguna chorrada útil para aislar el barracón, tal y como pedía el israelí. Será capullo, ella solo sabe hacer dos cosas, matar y rastrear, tras aquella noche había quedado claro que en ese lugar no había nada para ella...

Alan niega la cabeza, y suspira. Las palabras de Coretti no eran tranquilizadoras. Para nada. Si tenía razón, habría que volver a encontrar la combinación. Y eso significaba que, o bien la buena doctora se sabía el significado que los antiguos dieron a cada uno de los símbolos del stargate, o bien habría que proceder por tanteo y error. Y esa nunca era la mejor manera de proceder...Tratando de no pensar en algo a lo que no podía dar solución, empezó a buscar con Mala. Otro de los puntos negativos. La sargento había pasado una mala noche, como todos. Y eso, en una persona cuya estabilidad depende de la frecuencia con la que pueda disparar a algo o a alguien, tampoco era algo bueno. Así que, sin añadir nada más, da un rápido vistazo a la sala. A ver que puede encontrar por allí. 

Había multitud de cajas de suministros y a excepción de las que guardaban raciones de combate, el resto eran aparatos estúpidos de medición y polladas inútiles de esas que usaban los científicos en sus laboratorios, no había nada que pudiese aislar el barracón, tampoco había mantas, ni tiendas de campaña, ni sacos de dormir... Nada.

Patea una pila de cajas con rabia y estas caen al suelo armando un pitote tremendo. El gruñido que mantiene cuando lo hace, deja claro a Alan que no está de muy buen humor y que aquello la agobia.

Andaba patrullando la zona cercana al stargate mientras Coretti trabajaba. Pensó que podían encender un fuego aquella noche, ya que ninguna criatura hostil parecía habitar en el planeta. Un buen fuego bastaría para mantenerles calientes. Sin embargo, prefería regresar a Atlantis cuanto antes. Aquella misión era tediosa y peligrosa a partes iguales. Se preguntaba a veces que demonios sucedería en Atlantis, posiblemente tuvieran la puerta abierta casi continuamente por algún tipo de ataque wraith.

-Fernández, quédese con Coretti -dijo.

Entonces decidió explorar por su cuenta en dirección hacia donde había visto aquellas ramas moverse cuando el stargate estaba abierto. No se alejaría demasiado, pero era mejor que estar allí mano sobre mano. Usó la brújula para orientarse y dejó unas señales por el camino (ramas partidas en la misma dirección), tal y como le habían enseñado en Israel.

Vale, parece que no ha sido al final tan díficil hacerles entender mi galamatías de teoría acerca de la Stargate así que en cuanto me pongo manos a la obra con el tema, ya que me puede llevar mucho y mucho averiguar si los chevrones están reubicados y cuales son los nuevos a añadir a la ecuación. Y como siempre me olvido del mundo por completo y me centro en el problema de desentrañar el misterio de la puerta estelar...

Me acomodo al lado de la Stargate, desplego mis herramientas y empiezo a desmontar paneles y demás en busca de algo útil que me dé la clave de todo el asunto y me ayude a encontrar los shevrones perdidos...

Aquello es como un laberinto de cristales, cables y demás tecnología que no comprendes en absoluto. Eres científica, si, pero no ingeniera y mucho menos experta en tecnología antigua, te va a llevar horas saber si es que aquel trasto se estaba reconfigurando solo o si tenía alguna malfunción.

Lo que si tenías claro es que los stargate no se actualizaban todos a la vez, por lo que Atlantis seguía teniendo su puerta funcional con la dirección que marcabáis, a menos que la ciudad se hubiese movido o el portal estuviese abierto.

No encuentras nada que te parezca llamativo, aunque tu tampoco eres un buscador de rastros precisamente. Lo que tienes claro es que viste el stargate abierto y que si alguien accedió por el mismo a ese planeta se tuvo que haber ido por allí. Era el único modo de que no lo vieses.

Alan suspira. Aquella situación tenía demasiados puntos negativos. El primero, era que Mala tenía razón. Allí no había nada con lo que hacer un refugio decente. Habría que echarle imaginación. Lo segundo, era tener que admitir que Mala tuviera razón en algo, y en el echo de tener que estar allí a solas con ella. Eso significaba esa incómoda sensación que desprende la sargento, de ir a pegarte un tiro a la primera de cambio. Y la tercera, era que, posiblemente, tendrían que pasar una noche más allí. Y eso era algo digno de un suspiro. Observó a la sargento un instante, antes de levantarse y sugerir una idea. -Vale, pues aquí no hay más que morralla. Morralla de Atlantis, pero morralla al fin y al cabo. Tu eres una de esas militares que saben levantar un centro comercial con una navaja y todo eso... ¿Se te ocurre algo? Yo estoy en blanco.- 

Aquello era algo de lo que Mala debía ocuparse. Ella era la especialista. Regresó antes de que pudiera perderse, camino del stargate. Tenía sentimientos encontrados. Por una parte, le hubiera gustado algo de acción. Por otra, sabía que era mejor que estuvieran seguros en un planeta tranquilo hasta que pudieran volver a Atlantis.

Ahora su mayor preocupación era que pudieran sobrevivir a la noche sin congelarse. Haría un fuego, lo había decidido. Total... aquel planeta parecía deshabitado.

- Podríamos reventar estas cajas, - dice pateando una pila de cajas que tenía al lado - y utilizarlas para sellar los agujeros que hay en las paredes, pero eso no aislará del frío. - explica con el ceño fruncido - ¿Y por que no nos largamos de aqui? - pregunta meditabunda - Podríamos ir a otro planetucho más cálido aunque sea menos seguro, para eso tenemos armas, para hacerlo seguro nosotros. - alega con una sonrisa sádica.

Vuelves atrás y te encuentras a la doctora sentada en el suelo frente al DHD, con cristales transparentes y de colores a su alrededor, parece despistada y pérdida, pero tan solo lleva media hora con ello, seguramente necesite algo más de tiempo, también está el capitán, cumpliendo sus labores de protector, apoyado en un árbol a unos cuarenta metros del stargate.

Alan asiente a lo de reventar cajas. Es una ventaja doble. Por un lado, Mala podrá desquitarse con las cajas y por el otro, al menos taparán los agujeros y las brechas de las paredes. Dos pájaros de un tiro. El frío... Es otro tema. Todo a su tiempo. -Vale, pues venga. Vamos a ello. Al menos tapemos las paredes, y hagamos de estas cajas algo útil.- Alan suspira, ante la sugerencia velada de Mala. -Le predicas a un converso. Eso díselo al Coronel.- 

La joven sonríe como un tiburón a punto de merendarse a un bañista. Alan no sabe cuando, ni como, pero la sargento ya tenía el cuchillo de supervivencia en las manos y estaba destripando una caja como si fuese un irakí armado con un AK-47. Aquella mujer daba algo de miedo...

Tras suspirar, y negar con la cabeza, Alan se pone a ello. No resulta un trabajo agradable, y menos aún teniendo en cuenta que Mala tiene un cuchillo y su expresión de psicópata va en aumento. Sin embargo, el dormir una noche más con las paredes agujereadas le gustaba todavía menos. Así que, dentro de lo posible, Alan se toma todo el tiempo del mundo. Y, para variar en él, lo hace todo en silencio. Se encierra con sus pensamientos, mientras realiza un trabajo manual y rutinario, que no precisa de una gran agilidad mental. Aunque, eso si, nunca sin perder de vista el arma, y sin separarse de la radio en ningún momento. Por si acaso. 

Observo el portal como si lograse entender mejor lo que pasa con Atlantis, no sé porqué lo hago si no tengo ni idea de lo que hacer en cuanto a ingeniería u otra materia técnica, así que me dedico a lo que mejor se me puede dar, el oficio militar. Busco lugares de observación desde los que se pueda vigilar el portal sin despertar atención así como rutas de escape ante visitas inoportunas.

El Coronel nos da unas breves órdenes, seguro que está tan desconcertado como nosotros, no queremos pensar en muchas hipótesis por lo que puede representar, quedar vagando de planeta en planeta o establecernos y esperar a que vengan a por nosotros.

- Entendido Coronel. Doctora, a su disposición para lo que haga falta.

Regresó al cabo de unos minutos de exploración infructuosa, apareciendo de nuevo por el claro del bosque. Parecía contrariado. No porque hubiera encontrado algo, sino por todo lo contrario. Se detuvo en la linde del bosque y sacó la pala de atrincheramiento del macuto, para usarla como hacha (tenía el borde afilado).

-¿Como va eso, Coretti? -preguntó.

Se puso a cortar un poco de leña, dejando el fusil apoyado en un árbol cercano. No pensaba pelarse de frío otra noche más.

Levanto un par de veces la cabeza, distraídamente, ante la mención a mi nombre, pero estoy demasiado enfrascada intentando desentrañar como arreglar todo este embrollo que supone la puerta. Y no parece que esté más cerca de la solución que hace unas horas atrás.

-Claro, claro...- musito, sin más. Ni siquiera presto atención a lo que les respondo. Es sólo una respuesta contestador automático, mientras sigo revisándolo todo, pieza por pieza.