Partida Rol por web

El jaffa observó a los tau'ri durante largo rato, por lo menos hasta notar que el lingüista no despertaba. Entonces, se movió unos pasos a izquierda y derecha antes de regresar al punto donde había permanecido de pie. Comenzó a hablar con un marcado acento extranjero y con lentitud, remarcando cada sílaba del inglés para asegurarse de que Alan y Vanessa le entendían.

- Vosotros debéis de ser esos tau'ri que nos incordian recientemente. Pero sin la guía de los dioses, sois como niños que no aciertan a comprender el mundo ante sus ojos, ¿verdad?¿Sabéis siquiera lo qué es, lo qué representa este edificio? Y pretendéis vencer a dioses armados con vuestra simple ignorancia.

Soltó una carcajada seca antes de indicar al jaffa erguido junto a Aldo que zarandease al sociólogo para despertarlo. Sin mucho éxito.

Fern se acercó con todo el cuidado que pudo hasta el edificio. La abertura de la entrada se agrandaba conforme la distancia a ella se reducía y el interior de la sala, débilmente iluminado por la luz oblicua del exterior, se distinguía como siluetas informes y oscuras. Parecía que el equipo del SG-4 aun permanecía allí; los jaffas probablemente se habían llevando a sus compañeros inconscientes antes de recoger el equipo...

Entonces, cuando se asomaba discretamente por el lateral para examinar el lugar y sopesar la probabilidad de recuperar algo del montón de equipo, un grito en el idioma de los jaffa y una figura humanoide en la penumbra fueron al encuentro del científico.

El científico se acercó a la entrada, los ruidos se van alejando de la entrada, sin duda que se estaban llevando al resto del equipo al lugar que hubiesen destinado para su nueva detención. Parecía todo despejado, se podía ver el equipo en el suelo. Casi no podía verse nada en la estancia, y apenas se podría ver la cabeza asomándose al lugar, pero fue lo suficiente para delatar su presencia y un jaffa que estaba destacado como centinela le fritó para detenerlo.

Estaba jodido pensó Andrews, en un segundo lo pensó, sólo había uno y salir corriendo no sería buena idea porque eran más fuertes y con más aguantes que alguien con un adiestramiento básico. Así que de perdidos al río. Usando las columnas como escudo, se lanzó a la carrera para hacerse con una pistola para dar guerra o al menos intentarlo, parecía la opción menos mala de todas y aunque era muy poco probable conseguirlo, menos lo era lograr escapar.

El jaffa intuyó las intenciones de Fern y, con algo más de presteza que el científico, dió unos pasos hasta interponerse en su camino mientras desenfundaba el pequeño arma. El fino haz de energía azul alcanzó a Fern apuradamente, a pesar de que hiciera por apartarse de su trayectoria. Al instante, un dolor parecido al de miles de pequeños alfileres al rojo vivo clavados en sus nervios sobrepasó su capacidad sensorial y le aturdió antes de que el mundo a su alrededor comenzara a girar y se perdiera en un pozo de oscuridad.

Alan sabía que debía hablar. Debía intervenir y tratar de atraer la atención sobre él para que dejaran tranquilos a sus hombres. Con suerte, Evans despertaría y se le ocurriría algo. O Guerrero vería alguna oportunidad para sacar al científico de ahí. Pero para ello primero el Mayor debía ganar tiempo.

- No conocemos a tu dios, ni lo que representa este edificio. - Afirmó, aunque tenía alguna sospecha debido a la tecnología que habían divisado en el interior del edificio. - Pero sé que esto es algo que el resto de goa'ulds querrían poseer. - Continuó.

Miró al que parecía llevar la voz cantante de aquellos jaffa. - ¿Qué queréis de nosotros? - Preguntó muy serio.

- Los Señores del Sistema no tienen ni idea del verdadero potencial de este lugar. Ni sabrían hacerlo funcionar.

Soltó una carcajada seca, cargada de desprecio, secundada por los jaffas que permanecían junto a Aldo y Alan. Sólo el que vigilaba a Guerrero pareció dubitativo.

- En cuanto a lo que queremos es muy sencillo. Nada complicado. Sólo os tendriáis que someter; pero sois demasiado arrogantes para ello. Sin embargo, seguramente no sepáis que, en estos momentos, Apofis se prepara para marchar sobre vuestro mundo. Con dos ha'tak y unos pocos miles de sus guerreros, os pondrá de rodillas en minutos. Le serviréis o desapareceréis. - En su rostro se dibujó una sonrisa cruel y mordaz. - O eso cree. El muy estúpido ha instalado un chappa'ai en la bodega de su nave insignia y nuestro señor tiene un infiltrado en ella. Cuando ambas naves orbiten vuestro mundo, ese chappa'ai será funcional de nuevo. Entonces, llamaremos, dispararemos este arma a través de él - Extendió los brazos en ademán de abarcar la sala. O todo el edificio. - y Apofis morirá. Su caída desatará una lucha interna entre los demás Señores y nuestro dios aprovechará para reclamar un puesto de poder entre ellos; o gobernarlos a todos ellos. Y vuestra resistencia perecerá cuando la atmósfera de vuestro mundo sea consumida por la estrella en que se convertirá la ha'tak de Apofis.

Bajó la mirada para mirar a los tau'ri sometidos por ahora. Aparentaba examinarlos con ojo crítico, tal vez para comprobar si alguno podía ser un anfitrión digno.

Dos sorpresas. Dos pedazos de información importantísima que aquel bocazas acababa de desvelar.

Primero: ¿Apofis estaba viajando en naves a la Tierra? Aquello era algo a tener en cuenta. No sabía si el comandante Hammond estaba al tanto, pero si Apofis llegaba a la Tierra y no era detenido antes podía conquistar su planeta. O destruirlo. E incluso si lograban hacerle frente y vencerle... la existencia de los extraterrestres quedaría desvelada al mundo, así como los Stargate. El programa Stargate desaparecería por completo o cambiaría radicalmente. ¿Era eso algo bueno o algo malo? Whiteface no lo tenía claro. Pero sí tenía claro que no iba a permitir que arrasaran su mundo.

Y segundo. ¿Ese edificio era una especie de arma de destrucción masiva? Alan miró la habitación con otros ojos y empezó a comprender algunas de las cosas que se habían encontrado. La sala de los controles en los paneles metálicos, la electricidad... Reacción de masa estelar, manipular los limitadores de potencia y otras palabras le vinieron a la mente. Si ese edificio era un arma debían destruirlo. No podían dejarlo en manos de esos jaffa, ni de cualquiera de los otros goa'ulds o uno de ellos podría gobernar y unificar a todos. Y eso sería una derrota para la Tierra y para la galaxia.

- Me parece que vosotros tampoco tenéis ni idea de lo que queréis destruir. Nuestro mundo es rico en materias primas. Muy rico. Os saldría más rentable someternos que dejar que se destruya para vencernos cuando la ha'tak se estrelle. - Dijo muy convencido.

Seguía teniendo que ganar tiempo, y si podía convencerles de que no destruyeran la Tierra en sus ánimos de conquista, quizá los tauri tuvieran una oportunidad. Quizá Hammond pudiera organizar una buena contraofensiva.

Como siempre, ahí estaban los goauls, siempre arrogantes, pensando que podían vencer a todo y a todos, y que estaban por encima del bien y del mal.

Su desprecio era solo comparable al odio que sentía yo por unos seres que esclavizaban y mataban sin compasión. Pero me fijé en que el guardia que tenía a mi lado dudaba. Además, estaba cometiendo el error vital de explicarlos lo que iba a suceder. 

Interesante. 

-Bueno, señor. Parece que tienen todas las de ganar. Supongo que deberíamos rendirnos. Está claro que ellos son más inteligentes que nosotros y es mucho mejor someternos y colaborar que morir y ver como nuestro planeta es conquistado, ¿no cree? -dije, mirando al guardia de manera lastimosa y también al Mayor.

Esperaba que todos me creyesen, lo suficiente como para conseguir algo más de movimiento.

Una vez descubierto, el científico pensó en que la sorpresa podría ser una oportunidad para lograr sacar lo positivo de lo poco favorable que tenía en el momento. La mala suerte se cebó en el pobre Andrews ya que al jaffa le dio tiempo para sacar su arma y acribillarlo a quemarropa. La luz se apagaba lentamente en el momento que caía al suelo con el cuerpo golpeando la fría piedra del suelo.

Todo era negro, la oscuridad lo rodeaba todo y el flácido cuerpo yacía en el suelo a la espera de lo que quisieran hacer con otro cuerpo más.

Tardó algunos segundos en responder. Su gesto pensativo parecía señalar a una traducción mental lenta más que a un proceso puramente reflexivo.

- Vuestros recursos seguirán ahí, en un planeta muerto. Pero eso no es obstáculo para un dios. Nuestro señor sabrá cómo explotarlos. - Rió de forma sarcástica. - Creo que no has terminado de entender lo que le va a ocurrir a tu mundo; una pequeña estrella demasiado cercana a la atmósfera se va a quedar orbitándolo. La ha'tak de Apofis no se va a estrellar en la superficie...

En ese momento, el ruido de pasos pesados en la escalera que conducía al segundo nivel atrajo la atención del jaffa. Se separó de los prisioneros para acercarse a la entrada de la estancia. Poco después, un nuevo jaffa accedía al recinto; caminaba con lentitud, pues venía cargado con un bulto grande, de talla humanoide. El "anfitrión" del SG-4 apuntó a un espacio cerca de los prisioneros, donde el recién llegado descargó sin muchas contemplaciones su carga.

Era Fern. Respiraba de manera irregular y aparentaba dormir. El jaffa que parecía llevar la voz cantante se aproximó nuevamente hasta los prisioneros y dijo algo en la lengua de los jaffas, a lo que siguió un coro de carcajadas. Luego se cruzó de brazos y pareció esperar algo.

No era un destino muy agradable. Una estrella pegando a su planeta natal lo único que iba a conseguir era que la temperatura fuera insoportable y que cualquier ser vivo hirviera. Definitivamente, el planeta iba a dejar de ser capaz de albergar vida.

Alan iba a responder al líder de los jaffa cuando algo les interrumpió. No le sorprendió ver a otro de sus enemigos aparecer cargando un cuerpo. Aunque sí se preocupó por la salud de Fern... hasta que notó que todavía respiraba. Desvió la mirada un momento a Guerrero... seguían en problemas y no podían arriesgarse a hacer nada todavía. No con dos de sus compañeros inconscientes e indefensos.

El Mayor se decidió a contestar al líder de aquellos jaffa.

- En efecto no lo había comprendido. Pero por lo que me dices no vamos a tener un planeta al que regresar... En ese caso, cualquier cosa que no sea tratar de serviros sería un suicidio. Quizá podamos ser útiles a vuestro señor... - Sugirió.

- Podemos conseguirle información sobre los otros Señores del Sistema... - añadió esperando a ver la reacción del jaffa.

- La utilidad que podáis tener es algo que nuestro dios decidirá en su momento. - Parecía encontrar divertida la presunción del ranger. Que podrían elegir el tipo de servicio por prestar. - Tú aparentas ser fuerte y vigoroso. Bien podrías servir de recipiente temporal para nuestro dios... hasta que su presencia te agostase. Los otros... - Volvió la mirada hacia Guerrero, luego Andrews y, por último, hacia la forma yacente de Evans. Dió algunas ordenes en su lengua antes de dar la espalda al SG-4.

Los jaffas presentes apuntaron con sus ma'tok a los tau'ri conscientes. Por los gestos que hacían con éstos, les conminaban a incorporarse y marchar delante de ellos. El cuerpo inconsciente de Aldo parecía ser ignorado en aquellos momentos, atentos como estaban a cualquier acción repentina que se les pudiera ocurrir a sus prisioneros.

Parecía claro que no había escapatoria posible en aquellos momentos. Ya hacía mucho tiempo que sabía que cuando llegase el momento de morir, quería hacerlo como un soldado, con un arma entre mis manos o intentando hacer valer mi decisión por seguir siendo yo misma. Si se daba la circunstancia, nadie ocuparía mi cuerpo ni decidiría por mí cuando dispararme; yo misma me encargaría de hacerlo cometiendo una locura e intentando reducir a quien fuese, aunque solo tuviera mis manos para llevarlo a cabo.

Pero podía esperar.

Todavía había cierto margen para buscar una forma de liberarnos con vida, o al menos de que alguno de nosotros lo consiguiese, lo cual era casi más importante para mí que sobrevivir.

Alan no se resistió y se dejó guiar. Lanzó una brevísima mirada a Guerrero negando con la cabeza. No quería que la Sargento intentara nada por el momento. Ya llegaría su oportunidad.

El Mayor observó con atención su nueva prisión, aunque estuvo más interesado por el estado de salud de Aldo cuando lo trajeron al poco. Ignoró al principio tanto al jaffa que les vigilaba, como al que vigilaba el pasillo. Y se agachó para tomar el pulso del científico.

- Aún está vivo. - Informó a los demás. - Se recuperará. - Trató de aprovechar un momento en el que el jaffa que les vigilaba no le estuviera mirando directamente a él para mirar a Guerrero y señalarle con la cabeza el cuchillo. Todavía no, pero pronto iba a tener la oportunidad de usarlo.

- Esperemos a que despierte... - Dijo en voz baja sin importarle si el jaffa les escuchaba. No podían intentar escapar todavía, pues no tenían los medios para arrastrar a un inconsciente Aldo. Iban a tener que esperar. De hecho, esperar haría que el guardia se confiara, que se aburriera, puede que incluso se cansara un poco... Y cuando menos lo esperara sí que tendrían que reducirlo. A ese y a su compañero que vigilaba el pasillo.

Y con un par de armas quizá sí podrían salir de allí con vida.

Las horas pasaron lentas y aburridas. Aparte de charlar, planificar estratagemas o dormitar, los tau'ri poco podían hacer. Por supuesto, ese tiempo les proporcionó algunos elementos de información. El primero, y que posiblemente no debiera sorprender a los militares, es que los jaffa se turnaban en la guardia cada tres horas aproximadamente; una pareja nueva de jaffas venía a sustituir a sus compañeros. Por suerte, eso indicaba algo: a juzgar por las caras, no parecía que hubiera una gran guarnición en el planeta, a lo sumo una decena de jaffas, la mayor parte de ellos en la pirámide.

Con el paso de las horas, Aldo finalmente recuperó la consciencia de forma estable, sólo para encontrarse tendido en el duro suelo de piedra de una sala pequeña, con los pictogramas luminosos en las paredes, sin puerta y con dos jaffas de guardia (uno en el pasillo, otro en una esquina próxima a la oquedad que servía de acceso). Sus compañeros estaban sentados o en pie, a su lado.

Cuando Aldo despertó, Alan se acercó al científico y apoyó una mano en su hombro, para luego ayudarle a incorporarse, o al menos a sentarse primero.

- ¿Cómo estás? - Le preguntó en un tono normal, perfectamente audible si el guardia les estaba prestando atención.

El Mayor esperó a que la Sargento y el otro científico se acercaran un poco también para susurrar intentando que solo ellos le escucharan.

- Se nos acaba el tiempo... - Lanzó una mirada de reojo en dirección al guardia. Y esperó unos segundos para ver si le habían entendido. En el interior solo había un guardia. Si conseguían reducirlo rápidamente podrían hacerse con su arma y neutralizar al de fuera. Quizá pudieran usar al jaffa más cercano como escudo humano contra el otro... Pero necesitaban hacerse con ambas armas cuanto antes.

El científico se recuperaba poco a poco del aturdimiento, mejor estar aturdido que haber acabado muerto. Se frotó las sienes queriendo ajustar su cabeza al lugar que le correspondía mientras poco a poco iba regresando a la luz.
Estaban otra vez todos juntos aunque ahora en una sala más pequeña y con vigilancia constante, habían aprendido que no los podían dejar solos. Por suerte no había muchos guardias aunque sí los suficientes para tener que ir con mucho cuidado.

Andrews le hizo gestos a Guerrero para preguntar si conservaba el cuchillo, quizás habían vuelto a registrar todos los cuerpos de nuevo. Todos tenían la sensación de urgencia para poder salir del lugar y parecía que necesitarían tomar la acción, aunque no habían tenido éxito en los intentos anteriores.