Partida Rol por web

La joven actriz miró los dossieres anonadada. Aquella foto parecía cualquier cosa menos un montaje, pero no recordaba a nadie de su familia que se hubiese dedicado a la medicina.

- Yo tampoco sé nada sobre un pariente... Aunque viendo la foto, más que un tía-abuela lejana, podría ser perfectamente mi hermana gemela- un escalofrío la recorrió la espalda. Aquello no era normal, aunque en aquel lugar nada era normal.

-Hasta donde yo sé, soy la primera en mi familia en viajara fuera del país. Comentó Alicia hojeando el dossier de su "antepasada". -Pero como sea que coincido con Kathleen, esta más que antepasada, parece mi hermana gemela. Debe tratarse de algo que armó Price seguramente.

Jim guardó su propio dossier, bueno, el de su supuesto antepasado, y entregó los demás a sus compañeros. Que cada uno hiciese lo que quisiera con ellos.

-Pues yo no estoy tan seguro de que se trate de un truco de Price- fue lo único que comentó antes de colocarse tras Quique, tenazas en mano, dispuesto a adentrarse en aquella oscura sala.

Quique abría camino en aquella oscuridad, como un gigante protector del resto del grupo que se arremolinaba tras él inquieto. La linterna dejaba ver pequeños retazos de aquella sala de descanso, pero la luz era escasa para algo tan amplio. Las sillas por el medio, algunas pequeñas mesas con vasos de plástico encima... aquel casual abandono y el haz de la linterna recordaba a los documentales sobre pecios submarinos donde los buzos se internaban en un fragmento de pasado. Sin duda sentirían la misma opresión y claustrofobia que ahora sentían los visitantes.

Y sin embargo aquella sala estaba vacía. No había nada acechándoles en aquella malsana oscuridad. Comprobaron que si iban hacia la derecha podían ver una ventanilla que comunicaba con la enfermería donde estuvieran antes. Hacia la izquierda la enorme sala continuaba, así que decidieron encaminarse hacia allí. La luz del rugbier alumbró, al fondo, unas puertas blancas dobles. Sobre ella rezaba un cartel: 'dormitorios'. Solo que alguien lo había tachado con una pintura roja - no quisieron hacer elucubraciones sobre si realmente era pintura o no - para escribir al lado con una letra desencajada y vibrantemente carmesí: 'celdas'.

Todavía estaban asimilando la situación cuando varios ruidos los sobresaltaron de forma simultánea: desde el otro lado de las puertas dobles se oyó un portazo metálico seguido de un aullido desgarrador, más apagado que en la otra ocasión, y un cortejo de risas demenciales. Detrás de ellos se escuchó otro sonido más familiar, casi inocente, pero que en aquella oscuridad resonaba como una promesa de locura: el ruido de las teclas de una vieja máquina de escribir. Una máquina de escribir que ya habían visto y que se encontraba en la enfermería.

Quique tragó saliva, mientras su mano se dirigía hacia las puertas dobles. La situación era, cuanto menos, escalofriante. Y las risas y el grito no ayudaban a pensar en algo distinto que la locura que los rodeaba - Será Kowalsky? - preguntó, o más bien susurró con algo de temor, cuanto el rítmico teclear de la máquina de escribir lo terminó de desconcertar.

Con la mano en la puerta, impidiendo que alguién la abriera mientras estaban distraidos en el nuevo sonido miró a sus compañeros, como pidiéndoles ayuda para tomar una decisión - Alguno quiere ir a investigar? Yo me ocupo que nadie abra esta puerta... si puedo - agregó, preocupado, sín aíno de dejar un misterio... un nuevo misterio... a sus espaldas.

Los aullidos tras la puerta hicieron que Jim frenara su paso, y agarrase las tenazas con más fuerza aún. Las quemadas palmas de la mano le dolieron bajo el jirón de tela que las protegía.

Pero al instante el cantante giró la vista hacia atrás, donde habían dejado la enfermería, donde aquellas teclas sonaban como augurio de una nueva nota escrita. Lanzó un suspiro ante la petición de Quique de que alguien fuese a investigar, y encorvado, como si sostuviese el peso del mundo bajo sus hombros, se giró hacia la enfermería.

-¿Nadie me acompaña?- dejó caer, mientras sacaba la linterna de la mochila.

La actriz miróa la oscura sala y volvió la vista hacia la enfermeria. La máquina seguía escribiendo, tal vez otro mensaje para ellos, tal vez una amenaza, tal vez el eco de un pasado que renacía... Las palabras de Jim la sacaron de sus pensamientos.

-Sí, yo te acompaño, tal vez haya alguien ahí...- algo le decía que no iba a haber nadie y que, si lo había, no sería una persona normal.

Quique agarró las puertas blancas de acero con sus musculosos brazos. Unos cristales bindados permitían atisbar el pasillo oscuro que había al otro lado. Un foco colgado del techo se meneaba en una danza loca que emitía destellos de luz amarillenta hacia unas paredes teñidas de sangre. A lo largo de aquel pasillo había varias puertas de metal, que sin duda conducían a diversas celdas-dormitorio. No parecía haber nadie en el pasillo, pero era cierto que la zona más lejana del mismo quedaba totalmente sumida en la oscuridad.

Mientras el rugbier agarraba con fuerza las puertas para mantenerlas cerradas con Walker alumbrando con su linterna por encima del hombro, Jim y Kath retrocedían hacia la enfermería. El ruido de las teclas era insidiosamente lento, premeditado, como si estuviera burlándose de ellos. El haz de luz del músico iluminó la ventana abierta a traves de la cual seguramente se despachaban los medicamentos. No había nadie allí. La máquina de escribir, visible sobre la repisa, tenía un papel en ella, pero en el momento de ser iluminada el sonido de las teclas cesó por completo.

- Pudo... Pudo ser un sonido grabado... eso es: una grabación.

La voz de Walker, que permanecía junto a Quique, sonaba inasequible todavía al desaliento. Para el médico todo parecía tener explicación. Sin embargo si uno miraba en sus ojos se notaba la verdad: el quería que todo tuviese explicación, aunque hacía mucho tiempo que habían abandonado la inocente orilla de la cordura.

- Espero que sea eso - al igual que el médico, Quique intentaba convencerse de que todo tenía una explicación lógica, aunque, en su fuero íntimo, sabía que no era así. Sin embargo no pensaba reconocerlo en voz alta. Necesitaba... "NecesitabaN" mantener la cordura en esta casa de locos.

- Y? - preguntó a sus compañeros de desventuras - Algún "mensaje" - bromeó preocupado - Aquí parece que está vacío - comentó sacando fuerzas de su interior - Veamos eso y vamos por Kowalsky - intentó esbozar un intento de plan. Lo necesitaba. Si tenían un plan significaba que estaban manejando la situación. Aunque en el fondo sabía que no era así, continuaba intentando convencerse de que las situación no los había superado.

Pero no se terminaba de convencer a si mismo. La verdad es que ya nada era normal. Estaban en una "casa de locos" y, en cualquier momento, serían solo unos locos más.

Mientras iluminaba el interior de la enfermería, Jim escuchó la voz de Quique a sus espaldas preguntando por la nota. No sabía si había algún mensaje en el papel, tan solo que al alumbrarlo el traqueteo de teclas había cesado.

Decidido a comprobarlo, Jim se adentró en la sala, caminando directo, y sin querer perder demasiado tiempo, a la temida máquina de escribir. Sus ojos se posaron temerosos en el papel, con la curiosidad de quien necesita saber lo que pone, pero que no quiere realmente saberlo.

El sonido seco de las teclas se iba clavando en su mente mientras hacia acopio de valor para acompañar a Jim. Todos a su alrededor trataban de buscar una explicación lógica, algo que demostrase que aún estaban en su racional mundo. Pero ella ya no se molestaba, sólo quería salir viva de allí, luego ya encontraría una explicación o simplemente olvidaría...

Por fin, siguió a Jim al interior de la enfermeria y observó el papel que cogía el músico.

Jim arrancó el papel de la máquina. El texto parecía carecer de sentido cuando lo leyó en voz alta, algo confundido:

Cita :

-Toda esa sangre... -musitó Alicia mirando a través del cristal. -Espero que realmente esté vacío ese pasillo.

No tenía la más mínima gana de entrar a ese pasillo, todo en él le gritaba que huyera, que saliera corriendo. Pero por otro lado, si tenía alguna posibilidad de sobrevivir era junto a sus compañeros ¿Qué podía hacer ella sola si se encontraba con uno de los locos o con alguna de esas cosas que no eran los locos?

Encima esa máquina que funcionaba sola, primero lo había señalado a Walker y ahora se dedicaba a la poesía. Hasta las máquinas estaban empezando a comportarse como unas desquiciadas.

El rugbier miró a la doctora y no quiso contestarle, más allá que en su rostro se dibujaron sus pensamientos "Vacío? realmente podremos tener tanta suerte?"

Con todo, la lectura de las extrañas palabras lo desconcertó, si cabe, aún más - Locura, esto es una locura. Estamos en un manicomio y nos estamos volviendo locos - murmuró por lo bajo antes de respirar profundamente y volver en si - Entonces... lo buscamos a Kowalsky? Dentro de... esto - señaló a todo su alrededor con el dedo - era el único que parecía cuerdo. Si se puede llamar cuerdo a lo que nos dijo. Pero... que otra opción tenemos? - preguntó esperando que alguien tuviera una idea que no los obligase a adentrarse en el pasillo con las paredes teñidas de sangre

Jim recogió la nota, la cual leyó en voz alta según volvía con el grupo.

-¡Joder que si nos estamos volviendo locos!- comentó en alusión al comentario de Enrique- ¿Desde cuándo las putas maquinas escriben solas? ¿Y qué mierda quiere decir lo que ha escrito? Dolor, locura, sufrir… ¡Mierda, joder!- Jim, furioso por no comprender nada, hizo una pelota con el papel y lo lanzó hacia el otro lado de la sala, perdiéndose el mensaje en la oscuridad.

Miró por primera vez a través del cristal de la puerta, observando el escenario de sangre que les esperaba tras ella. Apoyó ambas manos en la puerta, y acercó la cabeza hasta el cristal, hasta que su frente sintió el frío contacto. Echó la cabeza hacia atrás y de nuevo hacia adelante, golpeando levemente la puerta con la cabeza. Repitió el movimiento, dando contra el cristal leves cabezazos de resignación. TOC, TOC, TOC…

-¿En serio queréis entrar ahí?- preguntó con voz cansada y derrotada, una vez que paró de dar cabezazos.

- NO - el rugbier contestó seguro - Yo, por lo menos, no quiero, pero el único "cuerdo" que encontramos fue Kowalsky... y se fue por allí - se explicó - Alguien tiene una mejor idea? -

-Si Kowalsky se fue por ahí, lo más seguro es que esté muerto…- la voz fue apenas un susurro, un comentario hecho a si mismo. Fue entonces cuando recordó que kowalsky ya estaba muerto, o eso les había dicho. ¿Se podría morir dos veces?

Jim quedó a la espera de si alguno tenía otra idea que no fuese adentrarse en aquel pasillo carmesí.

Desde donde se encontraba, a través de los cristales, Jim lanzó una mirada al pasillo: las celdas estaban cerradas. Al menos las puertas estaban cerradas... si luego estaban con llave o no era otra historia.

-A mi tampoco me apetece seguir por ahí, pero no hay otro camino. Cuerdo o no, Kowalsky tenía una llave de la sala del motor, y sea lo que sea, sabemos que es una pieza clave en todo esto...- la actriz pasaba sus ojos una y otra vez por las palabras escritas en el papel, sin entender su significado y sin atreverse a aventurar ningún tipo de hipotesis sobre como se habían escrito.