Partida Rol por web

Creo que sí. Esa... cosa no ha llegado a tocarme. Creo. Dice Kassim, aun algo nervioso ante la pregunta de sus compañeros. Mira al cuenco de reojo, dando un paso lateral para ponerse algo más lejos. Ese cuenco le da mala espina, como a todos ellos...

Mira primero a ver si Fatimah está bien, y después se dirige al guerrero. Eso ha sido impresionante, Uilleam...reconoce, sin saber que más decir. Desde luego, usa sus armas mejor que él la daga curva...
 

Con horror descubre que lo que hay en el cuenco es..sangre, sangre oscura y maldita que se mueve y que da la impresión de estar deseando que la tuya propia se junte con ella. Además notas como la "succión" de magia es mucho más intensa al acercarte, resulta más que evidente que este es el origen de dicha debilidad que te afecta

- Chicos... esa -señalo el cuenco- sangre, ese eso, es... no sé. Como si te quitara el alma -lo miro con asco-. Ante todo, no lo toquéis, me da la impresión de que pueda ser casi consciente. Es como si tratara de metérsete dentro -me estremezco-. No lo toquéis -repito.

En vista de que no sé qué es, me parece más prudente no meter la mano. Quiero sobrevivir, gracias.

- ¿Qué hacemos ahora, Ui? -miro a Uilliam.

Sucesos increíbles, eso es lo que ha ocurrido aquí. Un no-muerto intocable, la locura de la Sombra y mi curación milagrosa. Echo un vistazo a Fátima, evaluándola pero sin decir nada al respecto. Ahora no es el momento.

Suspiro. Limpio la sangre que cubre mi espada en las ropas del despojo partido en dos que hay a mis pies. No la envaino.

-Tal vez será mejor... echar un vistazo.

Tened cuidado. Quien sabe si no han dejado algún "regalo" para los incautos. Dice Kassim, mirando con cuidado a su alrededor. Alguna baldosa suelta, algun gancho... algo peligroso. Se mantiene alejado del cuenco, no obstante, tal y como le han dicho sus compañeros.

Vale. Creo que no hay nada extraño. Podemos buscar... tranquilos Dice, tras buscar trampas y cosas similares durante un rato. En la última palabra, no puede evitar un deje irónico. Tranquilos con ese cuenco cerca y después de pegarse con ese horrible engendro? Ja.

En parte echa de menos los tiempos del pueblo... era trabajo duro, pero al menos no estabas amenazado de muerte cada hora...