Partida Rol por web

Había sido difícil no mirar atrás, seguir e ignorar el rastro de sangre que se internaba entre los árboles, aquel sendero que podía llevarles hasta sus amigos pero que también podía conducirles a la muerte. Había sido una horrible decisión que tomar pero finalmente había primado lo único que podía en aquellas circunstancias: el instinto de supervivencia.

Desde entonces habían seguido caminando en un silencio destinado a romperse. Habían accedido a alejarse de la casa por tácito acuerdo pero era imposible dejar de pensar que Penelope, a pesar de ir cabizbaja y silenciosa, seguía con ellos, acompañándoles en aquel segundo término en el que ella misma se había situado desde el principio, quizás como mera espectadora.

La lluvia había empezado a disminuir, aunque el suelo embarrado seguía dificultando su avance. Debían ser alrededor de las cuatro de la madrugada.

Por una vez Lizzy se había quedado sin palabras. El descubrimiento de que Penelope, la triste Penelope, era la hermana de Hugo, había sido demasiado impactante, una revelación que aún la mantenía con la boca cerrada. Caminaba junto al resto mirando de reojo, un tanto desconfiada, a la joven que, a pesar de sus intentos porque Hugo entrara en razón, no dejaba de ser su hermana. Desde un principio ella sabía lo que estaba pasando y el porqué, y había permitido que todas las muertes que habían presenciado se llevaran a cabo sin decir algo.

Habían decidido no seguir el rastro de sangre. A Lizzy le resultó muy difícil no ir en busca de los dos chicos, pero el resto de sus compañeros tenían razón, nadie les podía asegurar que aún estuvieran con vida y ellos por lo menos... todavía estaban vivos aunque, visto lo visto, no sabía por cuánto tiempo.

Se sentía muy cansada, dolorida y lo único que deseaba era terminar con aquella historia de una vez por todas y volver junto a su familia. Seguro que, si volvía, necesitaría la asistencia urgente de un buen psiquiatra, eso si alguien creía lo que les contara. Pero para volver a casa aún faltaba mucho... y quizás nunca volviera. Se acercó a Penelope, en parte para saciar su curiosidad y en parte para tenerla vigilada.

-¿Por qué no nos dijiste algo cuando comenzaron las muertes? Si hubiéramos sabido qué estaba pasando y quién era el culpable quizás se hubiera salvado alguien más. ¿Por qué lo permitiste?

Sí, había cierto reproche en mi voz, algo por otra parte completamente normal dadas las circunstancias.

Me costó creerlo. Penelope, la dulce Penélope... Hermana de aquel psicópata transtornado. Sus nombres aparecían en el registro. Tanto Hugo como ella eran dos chicos más a los que cuidar, con los que jugar y a los que enseñar. Me costaba aceptar que estuvieran muertos y que intentasen matarnos. O él al menos. Todo parecía una pesadilla de la que no podía despertar.

La sangre de Dylan y de John se había secado en mi rostro y podía sentir como había endurecido la piel. Aquella sensación áspera no hacía más que recordarme la sangre y a los dos chicos que se habían quedado fuera.

Caminaba a buen ritmo, mirando alrededor y fijándome en cada uno de los presentes, sin bajar la guardia. Sin embargo, Penelope era, con diferencia, la chica en la que más se centraba mi mirada. ¿Era un fantasma? ¿Estaba de verdad muerta?  No lo parecía. Quería hablar con ella, preguntarle, pero no me salían las palabras.

Cuando escuché que Lizzy lo intentaba, no pude evitar interrumpir. Lizzy, no seas dura con ella. No tiene la culpa de lo que está pasando. Dije, intentando calmar la situación. Todo esto es por culpa de Hugo. Está cegado por lo que le hicieron aquellos niños. Le ha afectado mucho. Les ha afectado mucho. Dije, mirando a Penelope.

Di varios pasos con ellas, en silencio. Si pudieras decirnos donde está el cuerpo de tu hermano, podríamos juntar ambas partes de la foto y acabar con esto. Tu hermano y tú podréis descansar en paz al fin.

Con la mirada gacha y el pelo echado sobre los hombros, tapando parte de su cara, Eva seguía caminando con el grupo. Por lo menos había dejado de llorar, aunque en su rostro seguía el rastro de que lo había hecho. El azul de sus ojos resaltaba con el tono rojizo de lo que debería ser blanco, además de tenerlos algo hinchados. 

Había sido demasiado... era demasiado. No terminaba de entender nada. ¿No sería eso alguna broma de mal gusto?, ¿y si estaban grabando alguna película sin su consentimiento? Le costaba centrarse en ideas concisas y con sentido. Solo existía hueco en su mente para el tono carmesí y ese olor a hierro. 

-Penny...- parecía que la garganta se fuera a rajar en cualquier momento, amenazando con no poder sacar ni una palabra más, mostrando a la pequeña y frágil Eva que ella tanto odiaba. La muchacha pelirroja había seguido con el grupo a pesar de todo lo que había sucedido. Aunque para ella solo podía existir una pregunta en ese momento, juntándose con las demás del campamento -¿por qué tú no nos odias?

-Yo creo que no nos odia porque sabe que nosotros no hicimos nada y que podemos ayudarles a descansar. 

Es lógico que ahora todo el mundo sienta curiosidad o, incluso, miedo con la presencia de Penelope, pero lo cierto es que ella no les ha hecho nada. Cierto es que podría haber avisado de lo que se les venía encima, pero quizá Hugo lo decidió sin que ella supiese nada. 

-Estará en la cueva, ¿no? - recuerda con un escalofrío toda la escena con Jenny es asesinada por esa especie de visiones que tenía. Ella también tenía parte de culpa... sabía que todo eso iba a pasar y no avisó de nada... - Jenny "estaba" en una cueva cuando tuvo la visión que la mató.

No parece que vayan a acabar pronto con todo eso.

Aquel silencio en el que se había encerrado como defensa del mundo no iba a durar para siempre y ella lo sabía. Había estado esperando temerosa el momento en que la insultara, la increparan, la rechazaran, sintiendo el dolor de antemano como si un objeto punzante se hubiera hundido en sus entrañas para torturarla.

La primera fue Lizzy, haciendo que la chica alzara el rostro para encontrarse con la maltrecha muchacha ante sí con aquella nota de acusación. Penelope se encogió sobre sí misma con expresión de angustia.

- Hubierais huido antes que ayudarme - empezó a hablar con un hilo de voz, sabiendo que sus palabras no serían acogidas con bondad - y entonces no hubiera podido salvaros a ninguno de vosotros, habríais muerto - durante un momento un mudo terror nubló su expresión. Aquello ya había sucedido antes. Entonces habló Jake apaciguando a Lizzy de un modo que no hubiera esperado y durante un rato no pudo decir nada, con los ojos anegados de lágrimas -. Mataron a Hugo en la cueva del acantilado - dijo por fin, corroborando las palabras dichas por Jane -. Aquellos niños no deberían habernos atacado, menos a Hugo, pero murieron hace tiempo. Hugo piensa que todos sois iguales y su poder y su dolor han alimentado el rencor que siente. Y no parará hasta... - se interrumpió con la vista clavada en algún lugar por encima del hombro de Jake.

Los demás se giraron para ver qué había propiciado que la mueca de tristeza de la chica se acentuara y fue entonces cuando se dieron cuenta de que habían vuelto al altar de la bruja, donde todo había empezado. Pero algo había cambiado. Sobre él se hallaban los miembros desgarrados con brutalidad de alguien y a alguien inclinado sobre los mismos mordiendo la piel ensangrentada y forcejeando con la misma de un modo asqueroso. La luz de una linterna hizo que las gafas de la persona destellaran en la oscuridad.

Era Jhon.

Escuchaba atenta las palabras de Penelope. Todo se había vuelto demasiado extraño. Definitivamente no quería tratar de entenderlo con conocimientos lógicos. En esos momentos la lógica estaba fuera de lugar. Si pensaba de esa manera sólo conseguiría volverse loca. 

De pronto la pelirroja calló mirando un punto fijo. Habían llegado antes de que se pudiese dar cuenta al altar de la bruja. 

Y el escenario no es que fuera, lo que se diga, demasiado alentador... 

- ... e-ese... es...- ni siquiera conseguía pronunciar el nombre del chico de gafas. El mismo que no dejaba de tartamudear y hablar solo, además de parecer un enclenque. ¿Qué estaba haciendo? -¿en qué se ha convertido?- su voz estaba teñida de alarma y horror. Se había tapado la boca con ambas manos, intentando no alarmar a ese ser... ¿seguía siendo humano? Pero debían pasar por allí para comprobar si la foto estaba al otro lado. 

Está comiéndose a alguien...- el rostro del chico callado que rehusaba de estar rodeado de chicas pasó por su mente. Era demasiado macabro. Nunca habría sido capaz de imaginar que Hugo sería capaz de hacerles algo así. Y todavía seguía sin ser consciente del todo de hasta dónde podría llegar su venganza. 

Alex se limitaba a mirar a Penélope de vez en cuando, por el rabillo del ojo. Mientras andaban, no podía dejar de repasar mentalmente una y otra vez lo que había pasado en la casa, en el edificio polivalente, los mensajes en su teléfono móvil. Era evidente que los había mandado Hugo en un intento de asustarlos, y ahora se alegraba de no haber dicho nada a nadie. Sólo hubiese provocado más pánico, y eso no era buena idea cuando tenían que mantener la cabeza fría para sobrevivir.

En el fondo no culpaba a la pelirroja. Cualquiera habría hecho lo que ella, después de todo, ¿Quien la hubiese creído si les hubiera contado su historia el primer día? Ella desde luego que no. Y aunque no la hubiesen tomado por loca, la habrían apartado de ellos al instante. Asi que a pesar de todo lo que había pasado, de su silencio, de los muertos, de no haber hecho nada por parar a su hermano, no podía culparla.

Cabía la posibilidad de que todo fuese una farsa, por supuesto. Que ella jugara el mismo partido que su hermano y solo tratase de ganarse su confianza para atestar el golpe final. Pero después del numerito frente a la casa, dudaba que fuera el caso.

Divagaba en silencio cuando llegaron al altar de la bruja. Lo primero que la alertó de que algo andaba mal fue el rostro de la propia Penélope, lívido y lleno de tristeza, y las palabras tartamudeantes de Eva. La muchacha centró su atención en el altar de piedra que tenían frente a ellos, entornando los ojos para ver a través de los haces de las linternas.

Lo que vio la hizo palidecer hasta el punto de confundirse con un poco de nieve. No era una chica asustadiza o cobarde. No era de las que se acojonaban con tonterías. En lo que llevaban de noche había visto a una chica devorada por murciélagos, a otra morir apedreada por rocas invisibles, un cofre lleno de vísceras y un rastro de sangre que con toda probabilidad pertenecía a dos de los campistas. Incluso estaban viajando con una niña muerta, maldita sea.

Pero nada, nada podía haberla preparado para lo que estaba viendo sobre ese pedrusco. Jhon se estaba comiendo al otro chico.

Pálida como un muerto, Alex se llevó una mano a la boca y otra al estómago, se alejó unos pasos del grupo y vomitó.

Sí, Lizzy entendía lo que Penelope les decía, pero eso no quitaba que si hubiera hablado antes, cuando los sucesos raros y las muertes comenzaron, y les hubiera explicado lo que estaba sucediendo y el porqué su hermano estaba haciendo todo aquello, quizás se hubiera salvado alguien más. Quién sabe, quizás les hubiera dado tiempo a salir de aquel maldito campamento.

Pero ahora ya no había nada que hacer. Eran muchos los compañeros que habían muerto y, si no querían morir todos, tendrían que acabar con Hugo, y la única forma parecía ser encontrar la foto. Lizzy estaba tan inmersa en sus cavilaciones que ni siquiera se dio cuenta que ya habían llegado al altar de la bruja. Sólo el sentir que Penelope había dejado de hablar de forma un tanto radical y que Eva estaba diciendo algo sin sentido, consiguió que se fijara en lo que estaba sucediendo un poco más adelante. Y lo que vio consiguió que su maltrecho cuerpo se doblara en espasmos del asco.

Jhony, el tímido muchacho, se estaba dando una buena comilona, el problema era que el menú no era otro que... ¿Dylan? Aquella visión superó su natural aguante e, incrementado por el sonido de Alex vomitando, no pudo evitar que las arcadas acudieran también a su garganta. Apartando la vista de la imagen que Jhon comiéndose a alguien, intentó respirar hondo para no ponerse a vomitar, aunque poco podría echar ya que no tenía nada en el cuerpo.

Está caminando tan tranquilamente siguiendo al grupo, escuchando las disertaciones de los demás sobre la pobre Penelope que no se da cuenta que se han parado y se choca con la espalda de su amiga Alex. Mira hacia delante para encontrarse la escena más horripilante que ha podido vivir durante esa noche trágica, y no pueden decirle que no ha visto cosas horripilantes, como la muerte de Jenny o la de Andrew.

Jhon se está comiendo a alguien... bueno, lo que queda de ese alguien. Lo hace como si fuese lo más delicioso del mundo, como si necesitase comerse esos restos para encontrarse bien. ¿Es que no han tenido ya suficiente? ¿No ha habido suficientes muertes? ¿Suficiente sufrimiento?

Es incapaz de controlarse. Lo primero que hace es echar lo poco que tiene en el estómago y quedarse con el regusto amargo de la bilis en la garganta y en la boca. Lo segundo es no poder controlar el balbuceo y las lágrimas... no se da cuenta que si les descubre por el ruido quizá estén acabados.

Lo que vi me dejó sin habla durante unos segundos. No podía creerlo, aquello simplemente no podía ser. Jhon, el inseguro y callado chico no podía estar haciendo algo como aquello. No podía ser, mis ojos me tenían que estar engañando.

Contuve una arcada. Escuché a mi espalda como alguien detrás mío vomitaba. Tuve un impulso de ir a ayudar al chico, pero, antes de que pudiera hacer nada, volví a observar al joven de gafas. Estaba comiéndose a Dylan. Lo había matado, descuartizado y se lo estaba comiendo. No podía ayudarle. Lo que había hecho indicaba que la mente del pelirrojo había perdido cualquier atisbo de cordura y había abrazado la locura.

la escena era horrible. Noté como mis piernas habían comenzado a flaquear sin siquiera darme cuenta. Había que moverse de aquel lugar, no podíamos seguir presenciando aquello o perderíamos la cabeza. Como Jhon.

No hagáis ruido. Susurré, intentando pasar por alto el temblor de mi voz. Vamos, la cueva está por esa dirección. No miréis. Avancé despacio, dando un  rodeo a la piedra, sin quitar los ojos de encima al caníbal. No permitiría que se abalanzase sobre nadie.

Podría haber sido un buen truco el pedir que no miraran si se hubiera tratado de un animal, pero Jhon, aunque miope, tenía una mirada cargada de locura que resultaba ineludible. Empezaron a avanzar, escuchando los escalofriantes sonidos que provenían de la escena mientras Jhon mordía, interrumpiendo la comida por esporádicas risas desquiciadas que ponían la piel de gallina. Ya casi habían dejado atrás la escena cuando Leah se giró para comprobar que tras el altar ya no se adivinaba ninguna figura, sólo los restos desmembrados del cadáver de Dylan.

Algo la clavó en el sitio, quizás la incertidumbre, tal vez el presentimiento de que Jhon nunca había confiado realmente en ella, obsesionándose con la chica misteriosa que había aparecido de forma repentina. Sabía que debía empezar a andar, pues los demás, que no habían reparado en sus dudas o en la desaparición de Jhon ni siquiera se habían dado cuenta de que la chica se había detenido.

Fue entonces cuando algo húmedo y pegajoso tocándole la cara la sorprendió. Trasteó con su linterna para volver a encenderla, momento en el que pudo apreciar como Jhon se había situado junto a ella, con la boca cubierta de sangre y una sonrisa lunática en el rostro.

- Eje, eje, jejeje...jajajajajaja...eres la puta traidora, la puta, y siempre has sido tú. Pero estás buena, estás tan buena... - algo le dijo que ese buena no hacía referencia a su belleza. Antes de que pudiera reaccionar, antes siquiera que los demás se hubieran girado, Jhon se le había echado encima con una fuerza inesperada, tirándola al suelo y chasqueando la mandíbula a escasos centímetros de su cara, llenándola de baba y sangre.

El grito de Leah es inevitable. Ese loco la había tomado con ella desde el principio y aunque hasta ahora había pasado inadvertida, algo dentro de ella le decía que no iba a ser por mucho tiempo. Y así era. Ahora la tenía atrapada, a su merced y viendo como había acabado Dylan, no pudo hacer mucho por salvar su vida. ¿Qué podía haber hecho una pobre chica cogida desprevenida? Nada. Su vida pasó ante sus ojos. Su familia, sus amigos. Una lágrima resvaló por su mejilla. No volvería a verles y todo por ese estúpido campamento. Gritó y gritó y opuso resistencia, pero de poco serviría con aquel pirado obsesionado por su carne.

Los sueños de Leah se acabaron en el mismo momento en el que Jhon, o quien había sido Jhon, se cernió sobre ella, hundiendo sus colmillos en la fina y hermosa piel de su rostro y desgarrándola para siempre, convirtiendo a aquella bonita chica en una masa sanguinolenta que profería gritos agónicos de socorro que no logró mover a ninguno de sus compañeros. No hubo uno sólo de ellos que diera un paso en su dirección, que intentara salvarla, nadie que quisiera verse inmerso en una misión de salvación de pudiera acabar con su propia vida.

Los gritos se acabaron con un gorgoteo que nada tenía de silencioso ni de pacífico mientras Jhon, implacable, seguía desfigurando la cara del que ahora era el cadáver de Leah. Nadie tuvo el estómago de acercarse a darle siquiera dignidad al cuerpo de la chica quitando de encima al loco caníbal.

Lentamente, con un sonido de fondo que se repetía en ecos en su cerebro, se marcharon en dirección al lago.

No pude reaccionar y, para cuando pude hacerlo, contemplé con horror que era demasiado tarde. Leah agonizaba y Jhon, que seguía poseído, arrancaba la carne de la chica como si de un filete se tratase. Contuve el impulso de ir en su ayuda. No podía ser salvada, pero los otros sí. Lizzy, Eva, Lenny... Tenía que pensar en ellos.

Hice un gesto con la cabeza cuando me atreví a apartar la mirada de la escena. Teníamos que seguir. No había nada que hacer allí. No me atreví a decir nada. Aquella masacre me había dejado sin energías para nada.  Me había prometido a mí mismo que sacaría a todos de allí y la gente no hacía más que morir a mi alrededor sin que yo pudiera hacer nada. ¿Cómo iba a inspirarles confianza así? ¿Cómo iba a prometerles que saldrían de aquello? No podía.

La cueva está por ahí... Dije, algo desanimado.

Apenas fue consciente de que faltaba alguien en el grupo hasta que fue tarde. Los gritos de la chica los advirtió. Podía intentar hacerse una idea de lo que estaba sucediendo, pero cuando giró su rostro hacia la escena descubrió que era todavía más horrible de lo que jamás habría podido imaginar.

El estómago se contrajo amenazando con echar cualquier cosa, pero ya no le quedaba nada que echar, por lo que simplemente se quedó con la cara blanca, viendo sin ver, oyendo sin escuchar. El eco de los gritos seguía en sus oídos y dentro de su cabeza cuando siguieron caminando hacia el altar, esforzándose por terminar con tanta agonía y muertes innecesarias. 

https://www.youtube.com/watch?v=EMQeGubna3E&in...

No tardaron en dejar atrás el altar de la bruja, al caníbal Jonh y a su última y pobre víctima, Leah. Orientados por las linternas y los mapas, doloridos tanto física como psíquicamente, los campistas continuaron su camino en pos de la supervivencia. Se internaron por los estrechos caminos del bosque, atentos a cualquier movimiento; no obstante, a pesar de los terribles sonidos que de vez en cuando amenazaban de entre la oscuridad, nada más ocurrió. Un momento de calma que precedía a la gran tormenta que poco a poco, sigilosamente, iba aproximándose.

Salieron al claro, sumidos en sus pensamientos, en sus reflexiones y en su miedo. Dejaron a la izquierda la zona de las cabañas y continuaron rectos hacia la cueva. La dirección que llevaban era la correcta, si bien el camino no terminaba de ser el más acertado. A pesar de que estaban pasando por el lugar más corto, cuando llegaron a la altura del "árbol muerto", pudieron percatarse de que también era el más peligroso.

Fue una progresión de lo más rápida. Al principio pisaban hierba seca, después barro, a continuación pequeños charcos de agua... hasta que el agua dulce del lago alcanzó casi sus rodillas. El lugar en el que al principio se habían divertido tanto, ahora les daba caza.

Bobby:- ¡Continuad!

Bobby no quería que la impresión y el desconcierto provocaran el quedarse allí parados. El agua continuaba subiendo, amenazando con tragarse todo el campamento. Y aquello no era lo peor. Pequeños destellos de luz se podían ver en el interior del agua, por muchísimos sitios. Algo rozaba las piernas de los campistas levemente. ¡Anguilas eléctricas!

Bobby:- ¡Si nos cogen la descarga eléctrica será tal que terminaremos hundiéndonos! ¡Corred! ¡Corred!

El monitor no tardó, tras dar la alerta y la orden, en comenzar a correr, chapoteando en el agua, provocando que los monstruos y bestias que en el interior del agua habitaban, terminaran por despertar. Las anguilas no era lo único malo que podía atacarles. Pirañas de tamaño considerable emergían del agua con sus afilados dientes esperando encontrar carne que comer. Y... al fondo del todo... el monstruo que tanto llamaba a Lizzy, caminaba despacio, con la mirada en los campistas mientras permitía que el agua lo fuera abrazando al tiempo que caminaba.

¡Solo había una forma de escapar! ¡Correr y alcanzar la zona elevada de la cueva!

Había seguido caminando junto al grupo sin percatarse que una de sus compañeras faltaba. Sólo se dio cuenta que algo iba mal cuando escuchó, junto a los gritos de Leah, un sonido demasiado desagradable para ser real. Se volvió muerta de miedo para encontrarse con un espectáculo tan asqueroso y horripilante como el que acababan de dejar en el altar. Jhon no había tenido bastante con el pobre desgraciado al que se había comido tan solo hacía un instante, sino que ahora había empezado a devorar con un ansiaque hacía estremecer, a la pobre Leah.

Por un instante, en el que Lizzy se quedó completamente paralizada, se le pasó por su cabeza corre en ayuda de la chica, pero el sentido común se abrió paso a golpes para advertirle que era imposible, ya nada se podía hacer por Leah, pero ellos en cambio aún seguían con vida. ¿Por cuánto tiempo? Lizzy prefería no pensar en eso, pues se daba cuenta que, poco a poco, todos y cada uno de los campistas estaban cayendo muertos.

Con lágrimas en los ojos y el estómago revuelto, siguió adelante intentando sacar de su cabeza los gritos y los sonidos que Jhon hacía mientras comía.

Sentía el cuerpo dolorido y la cabeza embotada, aunque intentaba estar alerta en todo momento. Tenía la sensación de que en cualquier momento se desvanecería y desaparecería de allí. ¿Eso sería mejor? 

Sus pies comenzaron escurrirse y a pegarse en el suelo debido al barro, y comenzaron a chapotear. ¿El agua del lago era así esa mañana? 

-¿Pero qué...?- la visión de luces en el agua podía llegar a ser bastante bonita si no fuese por lo que estaban pasando y por lo que se avecinaba. 

-¡Aaaaahh!- intentaba nadar o correr, no lo tenía muy claro, intentando esquivar los bichos que no habían tardado en salir a por ellos. Consiguió esquivar por los pelos a las pirañas y a algunas de las anguilas, pero una descarga eléctrica le acertó de lleno. 

A pesar de sentir parte del cuerpo entumecido no se rindió hasta llegar a la zona elevada. Respiraba con dificultad, pero al menos ya estaba a salvo. Una vez recupera el aliento, y pese a temblar como un flan, se esfuerza por girarse para intentar comprobar cómo lo llevaban los demás. 

El agua calaba mi ropa. Mis vaqueros pesaban cuatro veces más de lo normal y mis pies se hundían en el fango sin remedio. Cada paso que daba me hundía más en aquel pantano que no parecía tener fin. El primer mordisco me pilló desprevenido. Vi con horror como muchas sombras se movían bajo el agua. No podía contarlas, pero parecían muchísimos.

Miré alrededor y vi con horror que no era el único objetivo. Todos parecían estar en apuros. Comprendí entonces que no iba a salir de allí con vida. Cada mordisco era más doloroso que el anterior. Aún así intente avanzar, tratando de salir de aquella mortal trampa que tan apacible parecía aquel mismo día por la mañana.

La primera descarga hizo que los músculos se me paralizasen, pero conseguí mantenerme de pie. Miré lo que me faltaba por andar. Todavía era un gran trecho. Intenté dar el siguiente paso, pero la siguiente descarga hizo que mis piernas dejasen de responder completamente y noté como mi cuerpo caía para encontrarse con el fondo del lago.

Se acabó. No he podido protegerlos. Lo siento... Lo siento mucho...