Partida Rol por web

Tras maniobrar peligrosamente y casi matarse en aquel infierno desconocido Argul notó algo que antes no: las cargas de los góblins estaban con él, cargadas en su montura.

-Ay dios, que idiota- se dijo golpeando su propia cara. La bestia que montaba parecía más cómoda al no ser dirigida, esquivando la lluvia invertida de proyectiles.

Tomó las correas y tiró con fuerza cuando alcanzó su objetivo -¡Ahí tienen, bolsas de carne!-. Junto con las suyas otras cargas caían y golpeaban el objetivo haciendo un ruido seco y, cuando todos creían que habían fallado la explosión casi los deja sordos.
 

El paladín no terminaba de entender su misión, pero como obediente soldado, intentó cumplir con lo que le habían ordenado. O por lo menos, con lo que había entendido que tenía que hacer. Montado en aquella bestia siguió al orco, que parecía tenerlo bastante más claro que él, y en cuanto le vio lanzar la bolsa con aquellos artefacto, y viendo donde quería impactar, procuró hacerlo incluso más preciso que aquel.

Procuró.

No les dedicó palabra alguna. No les dedicó un gesto o más que la justa mirada para procurar ... acertar. Su ira era más que suficiente. Y tras escuchar la frase de Argul, incluso dudaba que aquellos seres fueran de carne.

La bomba de Ikegar no dió en el blanco pero cayó lo suficientemente cerca como para matar a varios demonios con su explosión. En cambio la de Argul si dió justo en el blanco e hizo volar el portal junto a muchos de los demonios que lo vigilaban o que estaban apareciendo por él.

La explosión del portal hizo que los demonios que los estaban atacando se distrajeran y eso les dió el tiempo suficiente para escapar de allí y volver hacia Thrallmar. Al llegar al pueblo Nazgrel los recibió con una sonrisa de oreja a oreja.

¡Sangre y truenos! Eso fue exactamente lo que acabo de ver en ustedes, gracias a los elementos lograron destruir los portales de los demonios y alejarlos de nuestros dominios. Ahora tenemos que reagruparnos y empezar a preparar las tropas para asaltar Ciudadela del Fuego Infernal. Pero mientras tanto se ganaron un descanso.

El orco los saluda mostrando el puño hacia el aire y vuelve a su fortaleza dejandolos en el patio de la atestada Thrallmar. Thrallmar no parece ser más que un campamento de soldados que está empezando a acomodarse. Dentro de esta ciudad pueden ir a los siguientes lugares.

• Taberna.
• Torre de magos (allí hay magos, alquimistas, botánicos, etc).
• Ir a la forja.
• Un pequeño campamento goblin.
• Salir de la fortaleza y explorar el exterior sin hablar con nadie.

Las tropas de la Alianza empiezan a cargar contra el ser. De todas formas es Nerghan quien demuestra su verdadero poder al atacar el pie del robot. Con un golpe de su mazo logra quebrar el metal que formaba la pierna del atracador vil haciéndolo caer.

Es en ese momento que Danath corre hacia el lugar y grita.

¡Por la luz terminenlo!

El paladín empieza a canalizar sus poderes y los envía hacia el centro donde la parte demoníaca del atracador lucha por aguantar mientras se le escapan pequeños gritos de dolor.

Iquegar, como soldado, como combatiente, apreciaba mucho armaduras y armas. Incluso había dedicado parte de su tiempo a extraer mineral. Por eso se había potenciado su fuerza. Y además, algo había estudiado como herrero, aunque le faltaba bastante práctica.

Se acercó, tras tocar a Argul en el hombro y señalarle la forja. Igual podría aprender algo, pero seguro que allí podrían dar un pequeño repaso a su armadura y tal y ... quitarle algún pequeño bollo y dejarla en mejores condiciones de lo que estaba.

El Atracador Vil es una máquina como nunca antes había visto, aunque con un sello demoníaco que no pasa por alto de ninguna manera. Su porte y su fuerza le vuelven capaz de romper fácilmente nuestras defensas, por lo que es imperativo acabar con él cuanto antes.

Pero Nerghan le brinda un excelente golpe, con el que destroza su pierna. Avanzo empuñando mi bastón mágico y lanzo un golpe sobre su cabeza.

La fuerza con la que embisto al atracador vil y el tremendo golpe hacen que su pierna se haga añicos y caiga por culpa de propio peso. En ese momento me alejo unos pasos para que no caiga encima de mi y me aplaste. En cuanto vuelve a tocar el suelo, me lanzo a la carga otra vez. 

Tenía algo de hambre, pero mientras estaba comiendo podría dejar su armadura de cuero al herrero para tenerla lista luego. Era una opción tan buena como cualquier otra así que decidió acompañar al elfo.

-Deberíamos ir a la taberna luego o a hablar con los goblins, saben las bromas más explosivas-.

Comentó Argul intentando sacar una risa a Ikegar.

Había sobrevivido pero tenía frío, hambre y estaba molesto. Al menos en la forja estaría cálido.

Al acercarse a la forja ven una imagen que los sorprende. Un orco con un delantal de cuero como el que usan los herreros está mirando un extraño metal verde que reposa sobre el yunke. Pueden ver que al golpearlo el mismo empieza a cambiar de forma pero muy poco. Incluso parece que el fuerte orco no esté aplicando fuerza en el metal para darle forma.

Parece que no hay forma de forjarlo...

En ese momento se da cuenta que acaban de llegar y se gira a saludarlos.

Buenos días estimados. Me gustaría poder ayudarlos pero mis herramientas no funcionan con este metal, no creo que los orcos viles sean mucho más fuertes que yo. Aún así ellos pueden darle forma a este material y yo no puedo hacerlo.

Al ver sus armas los mira con una sonrisa.

Caballeros, lamentablemente no puedo darles armas nuevas hasta que no tenga herramientas para trabajar este material. Pero vengo a proponerles un trato, cerca de las murallas de fuego infernal los orcos viles tiene varios campamentos con forjas. Supongo que para un picaro como tú no te debería costar mucho robar alguno de sus martillos. Por el otro lado, no creo que a un paladín le den mucho problema los orcos viles. Si me consiguen estas herramientas puedo darles armas nuevas con este material, si lo prefieren creo que también puedo mejorar sus armas con el nuevo material.

El orco deja el martillo en una cubeta con agua que larga una cantidad enorme de vapor por el calor del martillo. Luego los mira y se cruza de brazos.

¿Que les parece tenemos un trato?

A pesar de que sus ataques no fueron los mejores. El resto de los paladines y solados que estaban reunidos en el fuerte atacaron al unisono e hicieron que el atracador termine de romperse y se transforme en un esqueleto inerte de metal.

¡Ahora si soldados logramos derrotar al demonio! La Legión se lo pensará dos veces antes de volver a meterse con la Alianza.

Una vez que se terminó el combate Danath los miró.

Deben estar cansados, por ahora no tengo nada más para ustedes. De todas formas pueden moverse como ustedes quieran por el fuerte seguro a alguien le viene bien una mano.

Luego de decir esto Danath los deja y quedan libres de ir a donde quieran en el fuerte.

Opciones:

• Taberna.
• Torre de magos (allí hay magos, alquimistas, botánicos, etc).
• Ir a la forja.
• Un pequeño campamento de gnomos.
• Salir de la fortaleza y explorar el exterior sin hablar con nadie.

El paladín miró al orco con el que ya había trabajado.

Ikegar se había dirigido allí para aprender de la herrería de aquel musculoso ser. - Además, yo también quiero un juego de herramientas de esas. Tenía toda la intención de aprender el arte de la herrería, y ver a aquel maestro, sería una buena lección.

Y esperó la respuesta del compañero.

Supongo que para un picaro como tú no te debería costar mucho robar alguno de sus martillos.

-¿Qué? ¿¡Como me has llamado!?- espetó furibundo el orco ante los comentarios incoherentes de su coetaneo -¿Pilcaros? ¿Qué es eso, alguna clase de bicho? Ni soy un bicho ni un ladrón, yo soy un peón orco, un trabajador de la horda poco reconocido- le apuntó con su índice para denotar su punto -¡y solo estoy aquí por mi mala suerte!-.

Pero el elfo rojo ese, que hasta ahora era el único que parecía tener conciencia realmente de lo que sucedía, tenía intención de conseguir las herramientas como así también el oficio. Se cayó la boca, asintió y salió de la fragua -vamos, que se me congela el trasero y aun tengo hambre-.

Sentía cada vez más ganas de volver a su hogar y alejarse de estos conflictos.

El mosqueo del orco le pilló de improviso. Tanto, que incluso le hizo gracia. No dudó en aguantar las ganas de reir, y tampoco le costó. Sabía que a los soldados ... les costaba relajarse tras batallas intensas, y en la última, este compañero verde, ... se había destacado, incluso mucho más que él. Se alegraba de tener un compañero de armas así de eficaz, por muy comilludo, raro o verde que fuera. Entendía que tenía que poner su corazón en ... descanso y su alma ... también.

- Mejor, así se desahoga. Por dentro si se reía. - El herrero ha de haber ... alucinado.

Cuando dice Argul de marchar, no sabía si se acercarían a comer o ... si simplemente era una manera de decir que nos marchábamos a cumplir la misión. Se despidió del herrero con un encoger de hombros y un amable gesto con la mano de "hasta luego.

El combate con el atracador habia terminado y me sentía decepcionado por mi mala actuación, habia dependido del resto de guerreros del fuerte. Pero ahora tenía algo de tiempo libre y no había comido decentemente desde la noche anterior así que le sugería a Aldarion de ir a la posada para comer y beber algo y enterar-nos de las últimas noticias de Terrallende. 

Aquella pequeña escaramuza terminó y quedamos completamente libres para descansar o algo de esparcimiento. Nerghan me invita a pasarnos un poco por la taberna para descansar y relajarnos, lo que me parece bien.

"Luego podré ir a la Torre de Magos, para ver si encuentro algún hermano Druida que me pueda guiar en este nuevo mundo."

Pero ahora es momento de relajarnos, de disfrutar un poco de la paz que tenemos por ahora y que no sabemos cuando nos vaya a durar.

Argul y Ikegar se alejaron de la herrería y entraron a la taberna de Thrallmar. Allí los esperaba un renegado con una escoba en la mano, la imagen era lo suficientemente bizzarra como para que ambos lo miraran con cara extraña.

¡Bienvenidos a la taberna ¿en que puedo servirles?

Tras decir esto usó su escoba como bastón y los quedó "mirando", mejor dicho, quedó apuntandoles a sus caras con su frente ya que sus ojos no eran más que cuencas vacías.

Aquí tenemos unas de las mejores comidas de todo Terrallende, lo bueno de que estos cerdos hayan sido afectados por los poderes demoníacos es que son más grandes que cualquier cerdo que hayamos podido criar en Durotan.

Argul dudó un instante acerca de si esto era buena idea, no creía que los muertos pudiesen tener cuidado a la hora de preparar comida pero algunos renegados debían de haber sido cocineros antes de su... Terrible destino.

Miró al ser a las cuencas y luego el menú tallado en una enorme tabla de madera.

Las palabras de aquel sujeto tenían sentido, los cerdos de este mundo espantoso eran gigantezcos y musculosos por lo que tenían más carne y menos grasa. Eso le quitaba sabor a cambio de mejor valor nutricional.

Finalmente se decantó por el estofado, esa forma de elaboración ablandaría la carne a la par que brindaba más energía y calor a sus cuerpos.
-Nadie sabe más de cerdos que yo- se dijo con una media sonrisa, hizo su pedido y se presentó ante el amable aunque extraño encargado -Argul Picacerdos- dijo tendiendo su mano.

Se sorprendió con los datos de los cerdos de aquí.

- Yo muy asado, por favor.

Sabía que tenían que reponer fuerzas y descansar porque en breve afrentarían otro duro ... "paseo" ... por estas extrañas tierras, aunque, estaba contento que la mayor parte de la última misión, el trabajo duro lo hiciera un bicho con alas. Pobre, pero empezaba a pensar que quería uno para si mismo. Sería buena idea tener la libertad de poder usarlo cuando se le antojara, como un caballo, para ir a donde fuera preciso.

No se molestó en decir su nombre. No te presentas a un camarero, a no ser que fueras a entablar amistad con el, o fueras un parroquiano que frecuenta el lugar. Tras eso, buscó un sitio donde acomodarse.