Partida Rol por web

Bienvenida a tu casa. Necesito que me dejes un post aquí describiendo tu casa y demás y que sea público. Algo similar a lo que dejé abierto por ahí, para cuando te visiten, que sepan como es tu casa al llegar ;)

La casa que habían alquilado los Williams era una casa unifamiliar que estaba en uno de los barrios residenciales, no demasiado lejos del centro, pero sí lo suficiente como para no tener que tragarse todo el bullicio. 

La casa en cuestión llevaba un tiempo cerrada, pues los dueños se habían mudado y no la querían vender, así que les vino muy bien esta mudanza. Como el padre de Amber aún no sabía cómo le iba a ir en su nuevo trabajo o cómo era aquel lugar, no iba a ponerse a comprar una casa así de primeras. 

Fue cuestión de dedicarle unos días para que la casa estuviera bien y habitable, más unos arreglos y cosas como volverle a conectar el agua y claramente, poner internet. 

La casa no es que fuera precisamente nueva, pero estaba bien cuidada y decorada con mucho gusto. 

Te despertaste sintiendo el silencio en la casa y la claridad entrando por la ventana de tu cuarto. Sabías que habías dormido incluso de más, pero era normal. Tu cuerpo estaba cansado de la paliza de la mudanza, de limpiar la casa y de quedarte hasta tarde con tu padre viendo el horror del tiroteo en el hospital local del lugar donde os acababais de mudar. Eso hizo que curioseases hasta bien tarde los sucesos de Hill Valley de los últimos días y vieses que aquel "tranquilo y pacífico lugar" no lo era tanto.

Cogiste tu móvil para mirar la hora y viste que eran algo más de las 11 de la mañana del sábado 18 de septiembre. El sol lucía con claridad y no se esperaba mal tiempo para aquel día. El silencio de la casa te llamó la atención, así como el único mensaje que tenías en tu móvil. Era de Jenna.

El primer fin de semana de toda una vida sin ti. Te echo mucho de menos. XOXO

Estaba claro que estaba siendo tan duro para ella como para ti el separaros así. Pero de poco te sirvió enfadarte y discutir con tu padre. Al menos te quedaba aún todo el fin de semana por delante para terminar de retocar la casa y prepararte para empezar las clases, con dos días de retraso. Y es que la mudanza y la casa se llevaron todo ese tiempo consigo.

Abrí los ojos para tardar un poco aún en reconocer en dónde estaba y suspiré en cuanto lo hice. Al final mi padre se había salido con la suya y me había traído a aquel pueblucho a vivir. 

Leí el mensaje de Jenna y sonreí, así que la respondí antes de salir de la cama. 

" Y yo a ti. Con un poco de suerte a mi padre le va mal en el curro y volvemos ;*". 

Aquella era mi mayor esperanza en ese momento, pues ya lo había intentado todo para impedir terminar en el lugar en el que estaba ahora. 

Con toda mi resignación me levanté de la cama y fui al baño, para después bajar hasta la cocina. 

- Algo habremos comprado para el desayuno ¿no? 

Ni siquiera sabía si mi padre estaba en casa, pero contando conque desde que habíamos llegado a aquel lugar apenas le hablaba, casi era mejor que no estuviera. 

Sí, seguro que el día iría mejor si no empezaba discutiendo con mi padre. 

Nadie. Salvo tú, no había nadie más en casa. No necesitaste ir a ningún sitio en especial a comprobarlo. Tu padre se había molestado en hacértelo saber dejándote una nota en la nevera.

"Si quieres desayunar, queda pizza de anoche en la nevera. No, espera... la tiré a la basura antes. Yo estaré fuera toda la mañana. Te tocará salir de casa si quieres comer y conocer este bonito lugar que será tu hogar, te guste o no. Se que estás enfadada, pero te quiero igual. Tu padre."

Y efectivamente, al abrir la nevera la encontraste vacía, tanto como tu estómago que enseguida reclamó tu atención y te pidió algo para comer. Entonces recordaste que algo habíais comparado para picotear y decidiste buscarlo en su armario. Allí había otra nota de tu padre.

"Nada de tramas, señorita. Sal ahí fuera y verás que no es tan malo como piensas. Papá."

Estaba claro, si querías comer algo, tendrías que salir y enfrentarte a ese lugar donde no querías estar...

No había ruido en casa y vamos, esta no es que fuera la casa más grande del mundo como para no poder escuchar si había o no más personas haciendo algo. De todas formas, al ser sólo mi padre y yo, había muchas veces que era como si estuviéramos solos a nuestras cosas. 

Claramente me había levantado con hambre, así que cuando me acerqué a la nevera y vi la nota, gruñí. 

- ¿En serio? 

Leí la nota con cara de querer hacer desaparecer hasta la nevera. 

- Te quiero, te quiero... - Me faltó soltar un "mimimimi" después de haber leído aquello con tonillo de burla. 

Mi lugar de comida de emergencia también había sido asaltado y ahí ya solté un juramento un poco más feo. 

- ¡Qué cabrón! - Sí, el muy cabrito se las sabía todas. Como para querer engañarlo algún día... 

Si quería llenar el estómago tenía que salir, peeero, si el quería jugar jugaríamos, porque me desayunaría un café y el trozo más grande de tarta que encontrara y luego, le traería la factura. Si tenía que salir a desayunar porque él quería, lo lógico sería que pagara él. 

Cogí un papel y se lo escribí, pegándoselo sobre su nota en la nevera. 

"¿Y el dinero para que desayune fuera? Rácano."

Me di una ducha rápida y me vestí. Nada demasiado sofisticado: unos vaqueros ajustados, una camiseta negra y unas martens. Me eché el maquillaje justo para que pareciera que no iba maquillada y salí en busca de una cafetería o un sitio donde hubiera dulces. 

El silencio de la casa se vio irrumpido por tu llegada y posteriormente por el sonido de la televisión. No había mucho que ver. Los canales locales estan centrados en los sucesos del lugar ocurridos durante los últimos días. Parecía que toda la programación estaba enfocada en eso. Los demás canales o bien daban programación infantil a esa hora o series y programas repetidos. No veías el día en el que llegasen a colocaros la fibra en casa y la televisión de pago.

Pensando en tus cosas y aburrida por lo que daban en la televisión, se te fueron pasando los minutos, hasta que escuchaste la puerta de tu casa como se abría. Oíste claramente como las llaves tintineaban cuando fueron dejadas en su sitio y los pasos de tu padre acercarse.

- Hola cariño. - Te dijo como si no hubiese pasado nada malo entre vosotros en los últimos días, aunque mantenía las distancias. - ¿Qué tal has dormido? He comprado ensalada y unos filetes de ternera para comer, ¿te apetece? - Te dijo cruzando hacia la cocina, para guardar todo en la nevera sin casi pararse en el salón y menos aún mirar la tele.

Se te pasó por la mente decirle a tu padre que tenías una cita y que comería el solo en casa, pero en ese momento caíste en que no le habías dado tu número a John ni él a ti el suyo. Te iba a costar cobrarte esa hamburguesa.

Sin mucho más que hacer por el momento, me senté en el sofá y me puse a ver la tele, pero la verdad es que no había nada útil. Era tan soporífero que de haber tenido algo que estudiar me hubiera puesto a hacerlo. 

- ¡Menudo coñazo! - Me tumbé en el sofá y miré la tele, aunque realmente estaba ahí sin hacer nada, más aburrida que aburrida. 

Sentí las llaves en la puerta y allí apareció mi padre, que parecía haber parado a hacer compras. 

- Bien. - Respondí de manera escueta dejando constancia de que aún seguía enfadada con él. - Vale. - Fue mi siguiente respuesta. 

Por lo demás seguí allí mirando a la tele y suspiré. 

Parecía que en este lugar uno no podía estar ni dentro, ni fuera de casa. 

- Me han metido en el peor sitio del mundo! 

- Cariño, esto que me has dejado en la cocina que es, ¿la muestra de que saliste a desayunar por ahí? - Te preguntó tu padre al ver la nota en la nevera. Pudiste sentir la ironía en su voz. - Espero que disfrutases del desayuno y el paseo. - Te dijo sin asomarse, recogiendo la compra con calma.

- Y sí, soy un rácano. Solo pago la casa, la luz, el agua, tu comida, tus gastos de luz, de agua, tus caprichos... por un día que te pagues algo, no creo que te mueras... por cierto, que te pagues con la asignación semanal que te doy yo. - Se asomó para decirte todo aquello. - Así que si quieres verme más rácano aún, puedo serlo.

En su mano llevaba un periódico y lo lanzó al sofá donde estabas sentada. - Es el periódico local. Tienen ofertas de trabajo, quizás deberías empezar a mirarlas antes de que mi racanería aumente hasta el punto de dejarte sin paga. - Te dijo visiblemente enfadado por tu actitud tan egoísta. - Cuando veas lo que cuesta sacar un puñado de dólares, puede que empieces a apreciar más lo que se te da.

Me senté en el sofá cuando la conversación de mi padre se convirtió en una reprimenda sobre que él me lo pagaba todo y yo no aportaba nada. 

- ¿Algo más a parte de que me busque un trabajo? 

Me había prometido a mí misma no volver a gritarle y a discutir con él, pero estaba claro que la relación con mi padre se estaba deteriorando mucho, sobretodo, porque a parte del dinero que él consideraba darme, como él decía, no era una persona que tuviera demasiados caprichos o que le pidiera dinero para chorradas. 

Se me podía ver claramente dolida, pero no iba a darle ni el placer de ponerme a gritar ni el placer de ponerme a llorar. Nos habíamos llevado muy bien cuando mi madre nos dejó, pero ahora, ya ni siquiera parecíamos una familia. Ya no aguantaba más todo aquello. 

- No te preocupes por hacerme la comida, no vaya a ser un capricho egoísta. No tengo hambre. 

Dejé allí a mi padre y me fui directa a mi habitación. En cuanto se fuera de nuevo me iba a meter las cosas en una mochila e iba a buscar de dónde salían los autobuses. Me iba a largar de allí pero ya. 

- A mí tampoco me hace gracia tener que venir aquí y empezar de cero, pero lo asumo. - Te replicó ante tu pregunta. - Es lo que se llama ser maduro y enfrentarse a las responsabilidades. Y cuanto antes salgas, te adaptes y conozcas gente, antes aceptarás la nueva realidad. Yo también he dejado a mis amigos atrás, a mi familia y no tengo diecisiete años y toda la vida por delante.

No te levantó la voz, pero te habló muy clarito. - Mira, haz lo que quieras. La que se va a torturar y pasarlo mal serás tú. - Te dijo sabiendo que él mismo lo estaba pasando mal por ti ya respondiendo así a tu negativa a comer. - Y sí, te comportas como una niña inmadura y egoísta. - Te dijo al final, cuando vio que te marchabas del salón con ese cabreo, sintiéndose fustrado porque te negases a hablar con él y te encerrases así en ti misma.

Desde tu cuarto le escuchaste acceder al suyo e ir dando golpes a todo lo que usaba malhumorado. Sabías que cuando se enfadaba de verdad, cuando las cosas se le torcían demasiado, salía a correr para desquitarse y aquella vez no sería una excepción. Pero nunca antes le escuchaste dar tantos golpes a los muebles al cerrar los cajones o las puertas. Tu estabas cabreada pero él estaba dolido.

Instantes después escuchaste el portazo de la puerta de la calle y el silencio se hizo en la casa.

Por eso mismo no me molestaba ya en discutir con mi padre. Tenía bien claro que siempre tenía la razón y que siempre se las arreglaba para llevar todas las discusiones a su terreno, así que yo directamente había pasado de decir nada.

Desde mi habitación escuché como se ensañaba con la casa y como un rato después se largaba, imaginaba que a correr. Siempre solía hacerlo. En realidad, aunque en ese mismo momento no lo iba a reconocer, nos parecíamos hasta en eso. 

Empecé a abrir cajones y a meter mudas y algo de ropa en una mochila, pensando en salir de allí lo antes posible, pero ni siquiera había llegado a terminar de hacer la bolsa cuando me di cuenta de que aquello era una estupidez. Sólo me quedaba un año de instituto y luego podría largarme a la universidad y ser libre. No pensaba volver ni en navidad. 

- Ten paciencia Amber... - Claro que a estas alturas ya estaba llorando de la frustración, mientras volvía a colocar las cosas en su sitio. 

Sin ganas de absolutamente nada después de aquello, me eché sobre la cama.

Tras tirarte en la cama y el rato de lágrimas y malestar, te quedaste dormida.

Cuando despertaste no sabías ni que hora era, pero notabas los ojos enrarecidos por las lágrimas resecas en los mismos.

Al mirar la hora en tu movil viste que eran casi las cinco de la tarde y en él no figuraban ni llamadas ni mensajes de nadie. Eso te hizo recordar los fines de semana en tu antigua ciudad, donde el móvil no paraba de sonar cuando no estas con tus amigas por ahí. Ahora estabas completamente sola y ellas... seguramente que divirtiéndose sin ti por la ciudad.

La casa continuaba en el mismo silencio que quedó tras la marcha de tu padre, quien por cierto, parecía que no había vuelto aún.

Abrí los ojos y suspiré pues la verdad era que ni ganas de levantarme tenía y ver el móvil sin vida alguna, no me ayudó mucho más. Me incorporé para quedarme sentada en la cama y darme cuenta de que la casa estaba en silencio, lo que ya no sabía era si mi padre no había vuelto o si había vuelto y se había marchado. El caso es que lo mejor era ni encontrármelo, que no me apetecía que me echara en cara todo lo que se le ocurriera en el momento de estar enfadado, como hacía siempre. 

Suspiré dejando el móvil de lado. Mi vida era una puta mierda. 

Me puse en pie y fui a lavarme la cara, porque notaba que los ojos me escocían un poco y después me di cuenta de que tenía hambre, así que me calcé y bajé a la cocina a hacerme algo para comer. 

La opción de salir de casa no se me antojaba demasiado atractiva, sobretodo, viendo el rollo que se traía el plueblo, el cual, me parecía normal que quien hubiera muerto era su vecino, pero yo no tenía nada que ver con aquello, ni siquiera con su duelo. 

Al entrar en la cocina y abrir la nevera, viste que la compra que había hecho tu padre esa mañana estaba ahí, sin tocar aún. Tu padre no había regresado de donde hubiese ido, no había vuelto a comer ni a cambiarse ni nada.

Sabías que le gustaba correr como a tí, pero no le daba por hacer maratones corriendo él solo y menos aún sin haberse preparado un poco para ello. Era raro. Pero con el cabreo que tenía al marcharse lo mismo había decidido correr hasta donde las fuerzas le permitiesen.

Y ahí tenías los filetes y la ensalada para ti sola si se te antojaba. Por lo demás, no había demasiado donde elegir. Había que hacer una compra decente para la semana y quizás tu padre estaba esperando a que estuviéseis un poco mejor los dos para ir ambos, como hacíais siempre, a hacer esa compra semanal. O podría ser otra "trampa" suya para hacerte salir de casa un poco.

Ambos sabíais que no podrías estar encerrada en ella para siempre.

El cabreo había dado paso a la tristeza, como me solía pasar habitualmente y me arrepentía de las discusiones con mi padre, pero no sabía cómo cambiar mi actitud, porque no sabía cómo perdonar el haber tenido que dejarlo todo para acabar en un sitio así. 

Aquella mañana había llegado a pensar que quizás pudiera conocer gente allí o al menos quizás no llegar a sentirme tan sola, pero la actitud del entrenador me había hecho ver que no sería así y bueno... Todo era demasiado complicado. 

Suspiré mirando a la nevera y esperando que todo pudiera ser de otra manera y después, simplemente me puse a cocinar algo porque con el ejercicio de aquella mañana tenía algo de hambre. 

- ¿Dónde se habrá metido? 

Me parecía bastante raro que mi padre aún no hubiera vuelto, pero por los golpes que le había escuchado dar, se había ido muy cabreado. Quizás necesitara estar solo un rato más. 

Tras comer, regresaste al salón a ver un rato la tele. No había gran cosa para ver, todo te aburría puesto que seguías pensando en el problema de tu mudanza, de aquel cambio tan drástico, de la mala relación con tu padre desde entonces y en que no volvía.

En ese momento sonó tu móvil. Era un mensaje de Jenna y detrás otro...

Hola! ¿Qué haces? ¿Qué tal es aquello?

Te echo mucho de menos...

Las chicas me quieren sacar de compras para distraerme.

Pero no es lo mismo sin ti.

Al mirar los mensajes te diste cuenta de la hora. Te habías pasado casi dos horas con la televisión y la comida. Tu padre llevaba fuera de casa casi siete horas.

Me lié con el móvil tras la comida, aunque claramente después de comer dejé todo recogido que lo último que quería era tener otra bronca cuando volviera mi padre. Eso sí, cuando me di cuenta de la hora ya empecé a preocuparme. 

- ¿No está tardando demasiado? - Pensé frunciendo el ceño. 

Claro que en ese momento me vino a la cabeza lo de los asesinatos en aquel lugar y ya me puse más nerviosa. Una cosa era que me peleara con él y otra muy diferente que quisiera que le pasara algo. 

Lo primero que hice fue llamarlo al móvil, a ver si con un poco de suerte se lo había llevado encima para correr y podía localizarlo. Si no lo hacía, buscaría los teléfonos de los hospitales o centros médicos cercanos y ya si así no conseguía nada, pues tendría que buscar la oficina del sheriff. 

El móvil sonó en tu misma casa. Al seguir el sonido te llevó hasta su cuarto. Con el mosqueo se lo debió dejar allí y olvidarse de él por completo. También viste su cartera en la mesilla de noche.

Buscaste la información de los teléfonos de los hospitales y centros de salud de la zona y solamente cogieron el teléfono en el hospital. Los centros de salud decían todos lo mismo en sus contestadores automáticos: Si necesitaban una cita que se llamase el lunes a partir de las 9 hasta las 21 horas ininterrumpidamente y en caso de urgencia que acudiesen al Hospital de Hill Valley.

La operadora del hospital buscó rápidamente el nombre de tu padre en sistema, pero este no salió. - De todas maneras, si está indocumentado y no puede decirnos quien es, no constará en el sistema, señorita y ahora mismo, tras lo ocurrido en estos días, estamos saturados de desconocidos en el hospital. Lamento no poder ayudarla más. - Te dijo la mujer con toda la amabilidad que pudo, puesto que de fondo se oía mucho jaleo y se notaba que aquella recepción estaba desbordada también.

Buscaste el teléfono y las señas de la oficina del sheriff. Esta se encontraba en el centro de Hill Valley, junto al Ayuntamiento, mientras que el hospital estaba más a las afueras. - Lo siento, no consta que aquí esté o haya estado Robert Williams en las últimas horas y no hay nadie con esa descripción en las instalaciones. Le recuerdo señorita que para denunciar una desaparición tienen que pasar un mínimo de 24 horas. De todas maneras, para dejar constancia de todo esto, necesitaría su nombre y relación con el supuesto desaparecido. - Al decirle tu nombre y el parentesco, te hizo una nueva pregunta. - Bien, señorita Williams, ¿podría decirme su edad?

Entendía que en aquel momento el hospital estaba lleno, pero eso no me ayudaba demasiado. Además, mi padre se había ido sin llevar absolutamente nada encima y sería eso precisamente, otro indocumentado más. 

- Vamos Amber... Seguro que no le ha pasado nada. - Quise tranquilizarme, pero aún así, acto seguido llamé a la comisaría del sheriff. 

Sí, ya había visto en las películas eso de las veinticuatro horas. 

- Lo entiendo, pero mi padre ha salido sin llaves y sin documentación a correr y si le ha pasado algo... - El hombre estaría aburrido de que le dijeran cosas como aquella y me callé, pero aún así no me hacía gracia que aquel hombre no tomara en serio mis palabras. 

- Normal que pasen tantas cosas en este lugar si el sheriff no te presta atención. 

- Verá, somos nuevos en este lugar, nos acabamos de mudar y temo que se haya podido meter en alguna parte problemática, que se haya perdido y se haya podido caer mientras corría o algo así. Mi padre tiene 45 años y mide 1,83. Tiene los ojos azules, pelo castaño y está en forma. - No sabía cómo describirlo más, pero estaba tratando de dejar la preocupación a un lado y ser lo más objetiva posible.