Partida Rol por web

Ambos subís las escaleras con cuidado y sigilo, cubriéndoos el uno al otro. Mientras, los sollozos y ruidos continúan en la habitación.

Abrís la puerta y veis frente a vosotros a un niño, que por las fotos que os entregaron al principio debe ser James. Su rostro y ropa están cubiertas de sangre y el pequeño llora encogido frente a la puerta, dando golpes con sus pies en el suelo.

A la derecha de la habitación está el panel de mandos del barco, totalmente destrozado. La radio yace rota en el suelo, con el cable cortado y sus mecanismos esparcidos por doquier. Frente a vosotros queda una mesa colocada como parapeto que oculta parcialmente un cuerpo que queda tras ella, o al menos eso intuís, ya que veis una mancha de sangre que baja por la pared hasta un bulto tirado tras la mesa. A la izquierda se encuentra una estantería volcada y algunos de sus libros están desparramados por la habitación.

Dos individuos entran en la habitación y observan la escena.

Frente a ellos está James, tu ilusión. Tu rostro y ropa están cubiertas de sangre y lloras encogido frente a la puerta, dando golpes con los pies en el suelo.

A la derecha de la habitación está el panel de mandos del barco, totalmente destrozado. La radio yace rota en el suelo, con el cable cortado y sus mecanismos esparcidos por doquier. Detras de ti queda una mesa colocada como parapeto que oculta parcialmente un cuerpo que queda tras ella, el del segundo al mando, y una mancha de sangre que baja por la pared hasta el cadáver. A la izquierda se encuentra una estantería volcada y algunos de sus libros están desparramados por la habitación.

En cuanto se abrió la puerta de la habitación los músculos de McKenzy se tensaron al ver al niño llorando. Parecía totalmente fuera de lugar, perdido en mitad del horror que era el barco. ¿Cómo ha llegado aquí este chico? Y lo que es más importante: ¿Cómo ha sobrevivido al horror que se ha vivido aquí?. La visión de alguien vivo reconfortó al sargento.

Indicándole a Rasali que entrara en la sala, el sargento echó un vistazo a la disposición de la misma. Todo estaba hecho polvo, desde una libreria por los suelos, con su contenido desparramado por todas partes, hasta el panel de mandos, totalmente destrozado. Tras una mesa había restos de sangre, y al parecer había un cadáver. Volviendo al niño, estaba totalmente ensangrentado y su descripción respondía a la de un pasajero llamado James, según la lista que recibieron antes de comenzar la misión. James, James... El sargento repetía el nombre dentro de su cabeza. Algo estaba mal con el nombre de James, pero no alcanzaba a recordar qué.

- Rasali, compruebe el estado del chico, voy a informar a los demás. - dijo al soldado que le acompañaba mientras echaba un vistazo al panel de mandos destruido.  

James pareció tardar un instante en reparar en los soldados, pero en cuanto lo hizo alzó la cabeza y se escabulló tras la mesa volcada, asustado.

-¡No, por favor! -gritó desde su escondrijo-. ¡No me hagáis daño! ¡Por favor!

Sus palabras se entrecortaban por los sollozos.

Me escabullo detrás de la mesa volcada, y antes de que los soldados lleguen hasta mí examino el cuerpo del segundo al mano en busca de algún arma al tiempo que grito con la voz más sentida que puedo.

El Sgt. Mckenzy y yo subimos las escaleras con cautela dejando al Sol. Serghey cubriendo la habitación de abajo.
Cuando llegamos arriba una puerta se interpone entre nosotros y la fuente del ruido. Abro la puerta con prudencia y seguido del Sgt. Mckenzy entro en esa nueva habitación.
Apunto por instinto al ver movimiento delante, en el suelo, pero inmediatamente aparto mi arma. Un crío esta sentado allí, frente a nosotros. Esta cubierto de sangre y llora a la vez que golpea ritmicamente el suelo con sus pies. Me quedo parado en la puerta observando. Aquella escena me era tan familiar, era una sensación extraña.

Al oír hablar al Sargento reacciono. -Si, ahora mismo Sargento.
El pequeño se había escabullido tras una mesa volcada, de la que parecía asomar parte de un cuerpo o eso se intuía. -Nadie va a hacerte daño. Calmate y deja de llorar, no sirve para nada. Respondo al niño mientras me acerco despacio y con precaución a la mesa, pues no estoy seguro de que mas se oculta tras ella además del chico.

-¡Mentira! -grita el niño acurrucado junto al cadáver acuchillado de un hombre-. ¡Otros soldados como tú hicieron esto! ¡Fuera! ¡Marchaos! -rompe a llorar y a patalear contra el cadáver-. ¡Busca a mi mamá o márchate!

¿Soldados como nosotros? Que diablos... -Puede que sea verdad lo que dices. Si, quizá fueran soldados, pero no fuimos nosotros.
-Si quieres encontrar a tu madre buscarla tu mismo. Quizá te ayudemos, pero para eso tienes que dejar de llorar y contarme que ha pasado aquí. Vamos, ven. Acabe diciendo mientras tendía la mano al chico.

El niño se seca las lágrimas y mira a Kai a los ojos con el ceño fruncido. Parece que guarda mucha rabia dentro, tanta que los labios le tiemblan.

-No me fío de ti -dice en un susurro-. Yo sé dónde está mi mamá, está abajo del todo, pero no quiere venir aquí conmigo. No me iré del barco ni saldré de esta habitación hasta que no venga a buscarme. Tráemela, soldado -aunque infantil, su voz suena casi como una orden.

Mientras mi ilusión habla con el soldado, mirándole a los ojos para centrar en mi rostro su atención, escondo con una mano el cuchillo tras mi espalda. No le mataré, ahora no, pero por si acaso...

-Sargento ya ha oído, este mocoso se niega a cooperar. ¿Qué hacemos con él? ¿Lo sacamos de aquí a rastras? La paciencia no era una de mis virtudes y aquel pequeñajo estaba comenzando a agotarla rápidamente.

Las palabras de Rasali eran muy duras para tratarse de un crío. El niño estaba aterrado, y quizá un soldado con un temperamento como el de Kai no era el más apropiado para tratar con él. Acercándose al joven le dijo:

- Chico, venimos aquí a ayudarte, pero para que podamos hacerlo, nos tienes que contar qué ha ocurrido en este barco. Somos los buenos, ¿vale? - dijo deseando que el niño confiara en él y arrojara algo de luz sobre el enigma del Oceánide.

El niño observa al sargento en silencio y se sorbe los mocos un par de veces antes de hablar.
-Los que hicieron esto también querían que confiáramos en ellos -responde agudizando los ojos-. Fueron soldados como vosotros, llegaron al anochecer y empezaron los gritos, luego todos se volvieron locos. Sois malos. No quiero ir con vosotros, me quedaré aquí hasta que traigáis a mi mamá -sus palabras sonaban casi como un desafío.

Me cuesta tanto esfuerzo hablar sin atacarles... Tan estúpidos, creyendo queno han de temer nada de un niño. Si ellos supieran...
Sería tan fácil saltar contra el sargento y clavarle el cuchillo en el corazón... Pero he de ser paciente... Y puedo jugar con ellos, engañarles, confundirles, marearles, separarles, debilitarles y entonces... matarles.
Sonrío para mis adentros.

Escucháis un disparo que procede del piso inferior seguido de otro inmediatamente después. Sin embargo lo que más os asusta es un grito de terror, un grito de terror que surge detrás de vosotros, justo en la parte de arriba de las escaleras que habéis subido. Y por el tono de voz la reconocéis como la del sargento Adam.
Pero el sargento Adam está callado y confuso al escuchar su propia voz.