Partida Rol por web

—Usted que lo diga, señor Mugarius —replicó Nerisnath, dejando que el doble sentido de la frase del inquisidor flotara a su alrededor, inofensiva—. Para algo está la magia, empero. 

La maga roja sacudió la cabeza en un gesto lánguido, ajena al derroche de entusiasmo del mocoso.

—La situación está bajo control mi buen Inquisidor, pero aún no es seguro ni para el niño ni para vos. 

Talitha, desde el cinturón, soltó una risita.

—No obstante, puedo intentar resolver sus dudas... hasta el alcance de mi limitado entendimiento en estas cuestiones, por supuesto —dijo.

—La situación está bajo control mi buen Inquisidor, pero aún no es seguro ni para el niño ni para vos-

-Os agradezco vuestra preocupación pero ni mis fieles ni yo tenemos nada que temer. Pelor cuida de nuestro cuerpo y nuestra alma.- Dijo mirando al cielo con uno de sus ojos mientras el otro permanecía lánguido bajo el párpado caído. Varias gemas flotaban alrededor de la cabeza del Inquisidor. Nerisnath supuso que se trataba de piedras ioun, pero a la velocidad a la que orbitaban resultaba difícil asegurarlo.

-Alabado sea el radiante. ¡Someteros a su luz!- Mugarius pasó la lengua por sus agrietados labios midiendo a la joven. Frunció el ceño y respondió con voz inofensiva: -Seguiré vuestro consejo mi limitada aprendiz de maga, y haré que se lleven a Erik…Fuera del pueblo si es preciso-. Sus dedos como morcillas se cerraron aún más entorno al cuello del joven y lo apretó contra su barriga.

Erik torció el gesto al oírlo. Su madre, al otro lado del muro, se mordió el puño para no hacer ningún ruido mientras sus ojos se humedecían con las lágrimas.

Mugarius continuó: -…Y el chico no regresará hasta que tenga certeza de que no existe ningún monstruo o fantasma que amenace la paz de Tamar-. Añadió como si dictase una sentencia.

-…Empero- Puntualizó empleando las palabras de Nerisnath. -Para algo está la magia- Sonrió con su deformado rostro. -Cuando me permitáis comprobar que no existen tales amenazas, el chico podrá volver. Hasta entonces mis fieles harán guardia en los alrededores- Dijo señalando el grupo de fanáticos con aspecto de maleantes que venían con él.

El alguacil aguardaba a cierta distancia, alejado de los demás hombres. Temeroso de acercarse a la posada.

Mugarius se inclinó hacia la maga y susurró: -Acepta mi consejo, abandona esa pose altiva y sometete a la voluntad del dios radiante. Las gentes se han vuelto muy supersticiosas por el cataclismo solar y necesitan culpar a alguien…Es a Corvinus a quien quiero, pero me lo ponéis muy fácil si les entrego a cualquier otro-.

El inquisidor volvió a envararse e insistió en tono autoritario: -Por última vez: Explicarme que ha ocurrido y dejarme exorcizar la posada-

Fornund no llegó a meterse del todo en el sótano, si no que, sabiendo que estaba todo en orden según la Gran Pequeña Jess, simplemente le echó un vistazo a la pequeña Ely, asintió dando una cabezada que bien podía significar cualquier cosa mientras le decía - me alegra verte bien, no te vayas - y subió de nuevo las escaleras, ésta vez decidido a averiguar qué habían sido esos golpes en la puerta, quería saber que sucedía fuera.

Al pasar por al lado del demonio, escupió al suelo y le dijo - Por mí puede irse inmediatamente, como he dicho, sólo y sin causar más daño, ni llevarse nada. Pero que no te vuelva a ver. -

Salió por el pasillo y se dirigió hacia la entrada, donde se oían voces y podía ver las espaldas de Nerisnath y de la mujer de su amigo, Isabella. Allí también estaba el viejo Dámassor - vamos a ver qué sucede - le dijo al Santo, con un tono que invitaba a acompañarle hasta la puerta. 

Jess se limpió el sudor de la frente cuando el Gran y poco perspicaz Fornund se marchó sin llegar a preguntar por Sandor. Iba a ser un poco comprometedor tocar ese tema luego. Por el momento tenía que esperar a que las cosas se aclarasen arriba. Confiaba en que el Gran Fornund matase al babau negro y que la viuda Isabella se casase con Mugarius. Había reñido al Gran Tergrar la última vez que se vieron, y se merecía un matrimonio infeliz con alguien muy feo.

Jagga, Ely... cuando pregunten por Sandor, diremos que el babau gris lo mató, ¿vale? Nada de decir que una orca le mató en defensa propia, ni que alguien se comió a Sandor, ni que Sandor estaba muy rico. Es una promesa.

Como no había mucho que hacer en aquel sótano, Jess abrió un tarro de pepinillos en vinagre y se los acercó a Ryn a la boca para que los mordisquease. En nueve minutos desaparecería y no la volvería a ver en mucho tiempo, así que era importante que pasaran este tiempo juntos.

Miró la tiza con curiosidad. El babau negro dijo que si la usaban, los malos sabrían que la misión había fracasado. ¿Pero no pasaría lo mismo cuando el babau negro muriese? ¿O cuando regresase con las manos vacías? La tiza única empezó a sonar, produciendo murmullos incomprensibles en la mente de Jess, llamándola, tentándola para que la usara.

La boca de Ryn llegó al comienzo del pepinillo y empezó a chuperretear la mano de Jess sacándola de su ensimismamiento.

Ahora entiendo mejor a Ely y lo de las voces. Le puede pasar a cualquiera.

Oye, Ely... ¿sigues escuchando las voces?

Quizás ahora que Morrigan está en la mochila no puede oírlas...

Mientras Naja Naja hacía guardia junto a Nalfeim y Rick, Fornund bajó al sótano a ver qué demonios pasaba, nunca mejor dicho. Por otro lado, Nerisnath tomaba las riendas de vérselas con el desagradable Mugarius. Se quedaba así más tranquilo, pues confiaba en la maga a pesar de conocerla desde hace muy poco. Se lo agradecía de verdad pues, de haber ido él, no sabía si se hubiera podido contener. Estampar sus puños en el desagradable rostro del pelorita es lo que se le pasaba por la cabeza, pero el monje estaba acostumbrado, gracias al duro entrenamiento, a dejar que sus más sórdidos impulsos se hundieran en lo más profundo de su ser. Dejó escapar el aire por la nariz y entre los dientes afilados a cuchillo en una silbante exhalación.

- Ssssssh.- Tras las palabras del paladín no había más que decir.- Te doy tresh shegundos para deshaparecer de aquí.- Apretó los puños haciendo crujir los nudillos.-Tresh...dosh...uno.

Nerisnath se cruzó de brazos. Ella también sabía jugar al juego que planteaba el Inquisidor.

—Vaya ideas más extrañas tenéis, mi buen Inquisidor. Cualquiera que os escuchara podría pensar que estáis más interesado en tomar al chico como rehén en vez de protegerlo. Ése sería un comportamiento algo extraño para un recto servidor de Pelor como vos —dijo en su habitual tono monocorde, pero bien alto para que todo el mundo pudiera escucharla—. Un hijo debe estar con su madre.

Miró al interior.

—¿Isabella? Ven, por favor —le pidió a la posadera, antes de volver a dirigirse a Volk—. Isabella cuidará de él. Y yo cuidaré de Isabella. ¿Recordáis, mi señor? Magia. La misma que defendió la posada. La vuestra... bueno, decir que llegó tarde sería quedarse corto.

Descruzó un brazo para dedicar un gesto lánguido con la mano en dirección al hombrecillo de lengua hinchada.

—Pero no os preocupéis. Os dejaremos hacer vuestros exorcismos, supercherías y alharacas cuando hayamos terminado.

     La inmensa rinoceronte se acercó a Elyzabeth con paso dubitativo. Sus hoyares se abrían y cerraban tratando de identificar su extraño olor. Ely estaba ensimismada en la muñeca, tratando de recordad ese trozo de trapo con una sonrisa bordada. Frustrada, dejó la muñeca donde estaba y saludó al animal acariciando su hocico. Ryn bufó y retrocedió hasta chocar con una estantería y tirar varios tarros.

Jess regresó al sótano con Jagga:

Jagga, Ely... cuando pregunten por Sandor, diremos que el babau gris lo mató, ¿vale? Nada de decir que una orca le mató en defensa propia, ni que alguien se comió a Sandor, ni que Sandor estaba muy rico. Es una promesa.

Ambas asintieron con la cabeza y lo prometieron. Jagga lo juró por su stum estirándose del lóbulo de la oreja según su ritual orco. Ely no se acordaba de ningún juramento así que simplemente dijo que si con la cabeza con gesto compungido.

-¿Y que comeré?- Preguntó pensativa al cabo de un rato.

Oye, Ely... ¿sigues escuchando las voces?

-No, hace un rato que han parado. Una era la de mi padre y otra femenina como la de Morrigan, pero siseaba igual que ese horrible demonio- Explicó señalando el cadáver del babau.

- Te doy tresh shegundos para deshaparecer de aquí..Tresh...dosh...uno-

Urcumo cruzó los brazos sobre el pecho y se desvaneció lentamente hasta no dejar más que su fétido olor en la trastienda de la posada.

Los aventureros cortaron el aire con sus armas y miraron a uno y otro lado. Tras cerciorarse de que el tanar´ri se había ido, se relajaron un poco. Entonces escucharon unas risas traviesas. Volvieron a mirar por todas partes, pero por más que se movieran, el sonido resultaba idéntico y tras mirarse unos a otros, entendieron que el maldito demonio estaba empleando sus poderes telepáticos.

Entonces escucharon la voz mental de babau como un coro de voces al mismo tiempo, algunas agudas como alaridos, otras graves de ultratumba: -He contemplado esste mundo antess de que vuesstross atepassados aprendieran a hablar. No voy a permitir que unos simples mortaless se salgan con la suya. El mal ess más fuerte y voy a poneross en vuestro sitio-

—Vaya ideas más extrañas tenéis, mi buen Inquisidor. Cualquiera que os escuchara podría pensar que estáis más interesado en tomar al chico como rehén en vez de protegerlo. Ése sería un comportamiento algo extraño para un recto servidor de Pelor como vos —

Las palabras de Nerisnath no tuvieron ninguna respuesta por parte de Mugarius, pero si del alguacil, que se acercó unos pasos e hizo valer su autoridad civil.

-Tiene razón señor inquisidor, ocuparos de los demonios y fantasmas, que de los hijos ya se encargan sus madres-

Tan pronto como pudo, Isabella cruzó el umbral y abrazó a su hijo. Mugaruis soltó a Erik a regañadientes y clavó su mirada en la joven maga. Parecía apunto de tomar alguna medida drástica cuando Nerisnath cedió finalmente a sus exigencias.

—Pero no os preocupéis. Os dejaremos hacer vuestros exorcismos, supercherías y alharacas cuando hayamos terminado-.

El inquisidor se apoyó en su bastón-estandarte y se irguió para entrar triunfalmente en la posada.

Isabella no tardó en meter al pequeño Erik en la posada, pero cuando fue a cerrar la puerta tras de si, Volk la bloqueó con su bastón.

-No voy a esperar más. Como ha dicho el alguacil, los demonios son cosa mía en Tamar- El inquisidor lanzó una mirada hacia atrás y el alguacil lo corroboró con gesto serio.

-Así lo decidió ayer el consejo ciudadano-. Explicó mirando a Nerisnath. Después levantó la voz para asegurarse de que Isabella le escuchaba desde el interior de la posada: -Isabella, hemos venido a ayudar. Sois una buena familia pero está claro que algo ocurre en esta posada. Solo te han pasado desgracias desde que apareció esta gente y sospecho que han podido incendiar el bosque. Puedes volver a casa de tus familiares, o veniros con mi mujer si te sientes más segura-

Las palabras del alguacil calaron en la viuda de Tergrar que apoyó la espalda contra la pared y rompió a llorar. Miró a los aventureros con el gesto roto de dolor. Aquel lugar había sido su vida, pero ahora no sentía que tuviera ninguna. Sólo le quedaba Erik y aquella cosa del sótano que una vez fue su hija. En sus ojos se veía que se planteaba salir corriendo.

Al escuchar la sibilina voz en su cabeza, Naja Naja apretó la mandíbula con fuerza. Las palabras del tanar´ri  le sonaban a las de un cobarde que, avergonzado por la derrota sufrida a manos de unos "simples mortales",  intentaba amedrentarlos con burdas amenazas.

- Aquí eshtaremosh.- Dijo delante de sus compañeros doblándose sobre sí mismo para tocar el suelo con las palmas de las manos en una exhibición de flexibilidad, para estirar un poco los fatigados músculos. Era hora de recomponerse del combate y cerrar heridas, que no habían sido pocas. Los destrozos en la taberna iban a tener ocupada a Isabella bastante tiempo.

El monje se dirigió a la salida para ver qué estaba pasando con el inquisidor Mugarius. Llegó justo a tiempo para escuchar el rifirrafe entre la maga y el pelorita y, aunque le hizo gracia el mordaz comentario de Neris,  frunció el ceño disgustado por la situación. Desde el momento en que vio a Mugarios supo que iba a darles problemas y lo que decía el alguacil, sobre lo de que el consejo ciudadano le había otorgado facultades para intervenir allí, no era una buena noticia. Una cosa era un charlatán apoyado pro una plebe exacerbada y otra, muy diferente, que estuviera legitimado por las leyes locales.. Volvió a quedarse guardando la entrada al sótano donde debía estar Ely con los demás. Se cruzó de brazos, allí inmóvil, como si fuera una estatua guardiana de la entrada. Finalmente abrió la boca para decir algo.

- Hay una cosha que no entiendo. ¿Los peloritash no eshtan contentos con eshte día permanente?- Preguntó con total inocencia pero también con intención de entretener al inquisidor algo más. Siendo seguidores del Dios Sol no entendía porqué no iban a estar contentos con el día perpetuo.-¿Todavía eshta intereshado en encontrar a Corvinush y a Tergrar?- Ahora sabían que Tergrar estaba muerto y era una información que ni el alguacil ni el inquisidor conocían. Naja Naja estaba convencido de que había que encontrar a Corvinus y que el charlatán no iba a saber hacerlo. Necesitaba ayuda en eso y ahí podían tentarlo para que les dejara irse de allí sin problemas con la justicia. Luego ya verían qué hacer. Desde luego no tenía ganas de entregar al cuervo al desagradable Mugarius.

Que el demonio le diese la razón le hizo dudar aún mas. Había algo aquí que se le escapaba, pero como siempre el tiempo apremiaba y no tenía todo el que hubiese querido. Por otro lado los demás pensaban que era mejor dejarle suelto pero... no era de la misma idea. Un demonio exiliado y unos leales, ofendidos y atolondrados compañeros eran mejores que un demonio suelto. Si algo estaba aprendiendo es que dejar cabos sueltos nunca era buena idea.

Oh no... - dice el mago en un susurro sombrío al tiempo que extraía una daga -eres demasiado peligroso para dejarte suelto y antes cometiste un error- su sonrisa era cínica-no hablaste con nuestro líder para la promesa.

Acto seguido empezó los pases mágicos para uno de sus hechizos más poderosos y peligrosos, ni tan siquiera la resistencia natural a la magia de la mayoría de seres extraplanares le salvaría. De un bolsillo sacó tres pequeños aros de plata que se desvanecieron en volutas de humo con la última sílaba del conjuro.

Unas bandas de color plateado aparecieron alrededor del babau reduciéndose con rapidez buscando atraparle.

Matadle antes de que escape -ordenó el mago con voz imperiosa. En su cabeza no cabía la idea de que alguno de sus compañeros no obedeciese, era lo más lógico y sensato.

Miró con tristeza cómo Ryn eludía a Ely. A Jess le gustaría que se pudiesen llevar bien.

Ya veo...-dijo a Ely, recuperando su tono de voz normal según iba hablando con su amiga-¿Entonces era una demonio chica?

Menuda racha llevaba con los sexos. Primero pensó que Ryn era chico, lo cual es una tontería porque se comporta como toda una señorita; después, el babau o la babau gris. Con la cimitarra envainada levantó un poco el muslo del o de la babau, pero no tenía muy claro cómo diferenciar a un chico de una chica, y menos si se trataba de un demonio. Ofreció un pepinillo a Ely, sin muchas esperanzas de que lo probara.

Esto es como cuando pierdes el olfato, y no sabes si algo está rico o no. Vamos a tener que ir aprendiendo con el tiempo. Pepinillos, parece que no. "Sandors" parece que sí. ¿Y qué tal chorizos?-dijo, señalando una ristra colgada curándose-Es carne, así que no es muy distinto a comer... Bueno. En cualquier caso, acabas de desayunar. Probaremos con los chorizos luego. Ayudadme a limpiar esto un poco. ¿Te puedes ocupar de recoger los cristales de los tarros que tiró Ryn, Ely? Si te cortas sin querer parece que por lo menos a ti no te dolerá, ¿no?-recordó el virote que el padre Dámasor sacó del estómago de Ely.

Jess miró al o a la babau gris. Mañana quizás Ely podría comérselo, Jess aún no tenía muy claro cómo funcionaba esto. Pero sí que le daba muy mal rollito tenerlo ahí tirado. Era como si se fuese a levantar en cualquier momento y realizar un ataque con su último suspiro demoniaco. Jess prefería encerrarlo en algún cofre. Abrió un baúl, y para no tardar tanto en vaciarlo, lo volcó olvidándose de que estaba allí abajo para esconder a Jagga y pasar desapercibida.

KRISH, KRACK, KURFH, KONCH...

Ahora a meterlo dentro para tener esto más ordenadito...-pensó, mientras tiraba de un brazo del demonio, aunque aquel sótano estaba cada vez más catastrófico.

Cuando el caritativo y aguerrido enano se ofrece amablemente a acompañarme hasta la puerta e incluso ayudarme a caminar, no encuentro razones para declinar su afable sugerencia.

―Que Ilmáter te-te... bendiga, hijo mío ―le digo, agradecido, mientras remonto el último tramo de escaleras que me alejan del sótano y del trío de mujeres que permanecen allí al cuidado de un rinoceronte que no consigo recordar de dónde ha salido.

¿Por qué tendría Tergrar un rinoceronte como mascota? ―me pregunto con además distraído mientras paso junto al segundo demonio sin reparar en su presencia y sin recordarla siquiera.

La voz del monaguillo pelorita sonando de nuevo en el exterior me saca de mis cavilaciones pero no consigo entender lo que dice. Tal vez los años me hayan hecho un tanto duro de oído. Oigo algo sobre un chico y un fantasma... Solo espero que a nadie le haya dado por importunar a los muertos en sus tumbas. ¡Un nigromante es lo último que nos faltaba! Recuerdo que cierta vez, regresando al monasterio de San Morgan...

El hilo de mis pensamientos se interrumpe de nuevo cuando Formund y yo conseguimos llegar hasta la puerta. Allí está esa chica brillante y encantadora, ¿cómo se llamaba, Naerish? Y también están la viuda de Tergrar y el simpático pelorita.

Ilmáter, te lo ruego, ayúdame a recordar su nombre ―le pido en silencio a mi dios―. Qué vergüenza, olvidarse de un individuo tan sociable y encantador... ¿Sería Vold? Qué cabeza la mía...

―¡He-he-hermano Vold! ―exclamo con genuina satisfacción, confiando en que mi memoria no me falle―. ¡Qué so... so-sorpresa tan a-alegre e i...nesperada!

Le estrecho entre mis brazos y le planto dos besos en sus mofletudas mejillas.

―Llega justo a... a... a tiempo para una cer-cer-cer-veza! No es... bueno que a los invitados de la po-posada se les tenga... de pie en la puerta. ¿Verdad, I-Inés? ―pregunto, dirigiéndole a Isabella la más encantadora de mis desdentadas sonrisas―. Se-se-sentados junto al fuego se... se habla me-mejor.

El mago se estaba viendo superado por las circunstancias; el demonio había logrado huir a pesar de que él hubiese preferido destruirlo. Los problemas llegaban todos de golpe, aunque eso era casi habitual en su profesión.

No obstante llamó a Yrlinand mentalmente y junto a él se acercó a Ely observándola. Su comportamiento era cada vez más extraño, aunque normal dadas las circunstancias, pero habría que tomar una decisión radical sobre ella muy pronto y gran parte dependía de como se comportase ella al destruir a Morrigan.

¿Jess, Ely, os encontráis bien?- era incapaz de darle a su voz el tono colorido que le acompañaba antes, pero hizo un esfuerzo ahora, algo desbaratado por sus punzantes ojos azules clavados en Ely.

Nerisnath disfrutó de su victoria en la batalla dialéctica, mirando al Inquisidor a los ojos mientras guardaba un elocuente silencio. Mantuvo su mirada desapasionada sobre él unos instante antes de posarla en el alguacil. Asintió, y tendió una mano en su dirección.

—Me gustaría revisar el acta de ese consejo ciudadano, alguacil.  

Eso les permitiría a los de dentro ganar un poco más de tiempo, Tymora mediante.

—Ah, el papeleo. Deberían llamarlo "burrocracia" ¿no creéis?

Antes de darse cuenta, estaba acompañando del brazo al anciano Santo. Parpadeó sorprendido cuando vio que era él quien le cogía del brazo, como apoyándose para no tropezar...y abrió los ojos un poco más al notar el influjo benefactor del conjuro del sacerdote.

Unos segundos después, con el ceño fruncido, llegó hasta la puerta dispuesto a montar una buen gorda al más puro estilo enano...pero no pudo más que abrir y cerrar la boca, a medio camino entre la sorpresa y la indignación, mientras San Dámasor abrazaba y besaba a aquel desabrido representante de la Iglesia de Pelor.

No aguantaba las amenazas por parte de miembros respetables de Iglesias afines, y menos de un advenedizo como el que tenía delante, que de respetable, al menos por la parte que le tocaba a él, tenía poco...sobretodo tras escuchar la velada "advertencia" que le había hecho a Nerisnath.

Se colocó al lado de Nerisnath para mostrarle su apoyo y miró al alguacil mientras éste decía todas aquellas sandeces. Tras la petición de Nerisnath, ante lo que él asintió mostrando, de nuevo, su aquiescencia con su compañera, se giró hacia la esposa de Tergrar y se percató de la indecisión tan grande en ella. La pena que escondían aquellos ojos le hacían recordar cuitas propias, y aquello lo ponía triste y de mal humor. Se sintió muy mal por lo que estaba sucediendo, pero si una cosa tenía clara, era que ellos no tenían la culpa de lo que estaba sucediendo. - ¡¿Será posible que nos esté acusando, cuando nos estamos dejando la vida en reparar lo que está sucediendo aquí ?! - pensó malhumorado.

- Isabella... - le dijo con toda la dulzura que pudo en su voz - ...quizá sea buena idea ordenar ésto un poco y tratar de pensar qué podemos hacer....con más tranquilidad. Pero hagas lo que hagas, sólo te pido una humilde cosas...hazte ésta pregunta, ¿cómo te gustaría que te trataran a tí? - al realizar la pregunta, miró con intención hacia el pasillo que daba el sótano, medio de espaldas a la puerta. Era obvio el motivo de su pregunta y sobre qué iba dirigida.
 

Ric continuó usando su varita para curar al monje.

-No puedo creerme que hayamos hecho un trato con un demonio…alguien se va a enfadar ahí arriba- Bufó el clérigo. Sin embargo, tomó nota de hasta qué punto podía fiarse de la palabra que le diera el enano. –Toda una historia para contar a mis nietos- Suspiró con resignación.

-¿Entonces era una demonio chica?-

-Nunca entendí del sexo de celestiales y demonios. Creo que simplemente trataba de hacerse pasar por Morrigan- .

Rechazó el pepinillo que le ofreció Jess y se puso a recoger el destartalado sótano. Jess la ayudó a su manera, descuartizando el demonio y metiéndolo en un baúl. La luz de los condiles pareció brillar con mas esperanza sin la presencia de un tanar´ri, pero el hedor diabólico no desaparecería tan rápidamente.

-¿Jess, Ely, os encontráis bien?-

-¿Te refieres “ahora mismo-Ahora mismo”, o así “en general”?- Aunque la respuesta resultase ambigua, estaba claro que la joven había superado (al menos temporalmente) el abatimiento de la noche anterior que rallaba en el suicidio. Ahora en cambio esbozaba una tímida sonrisa. La joven podía estar ocultando el motivo por que el que estaba cubierta de sangre o simplemente había perdido la cordura; tal vez ambas cosas al mismo tiempo.

-Me clavaron un virote, pero Jess me lo sacó- Se adelantó a explicar a Shanshar. En realidad se lo había extraído ella misma. Ely se abrió la destrozada camisola y le enseñó el agujero situado en mitad del canalillo enseñando un pecho sin ningún pudor.

Mientras en la puerta de la posada…

—Me gustaría revisar el acta de ese consejo ciudadano, alguacil. 

La respuesta tomó por sorpresa al alguacil que tardó en contestar: -Esto…Eh…Las resoluciones se archivan en el ayuntamiento-. Entonces se recompuso: -Puedes ir si quieres, pero en mi jurisdicción mi palabra debe bastarte- Añadió al darse cuenta del juego de la maga.