Partida Rol por web

Shanshar no podía hacer demasiado con todos los monstruos bloqueando el camino pero tampoco era su intención, en vez de eso preparó uno de sus conjuros para ser lanzado en caso de que un babau decidiese venir a hacerles visita.

Mientras tanto el brutal demonio ansioso de sangre (la que fuese) empezó a dar picotazos al último de los monos en su afán por superarles y llegar a su objetivo.

La maraña de brezos no resultaba práctica para detener a un demonio capaz de teleportarse de modo que Nalfeim levantó la mano jadeante y canceló el conjuro. Las plantas se retiraron rápidamente dejando una mancha de sangre seca donde estuvo el lobo. Después lanzó un segundo conjuro para tratar de recuperar las fuerzas que le había arrebatado la mirada del Babau.

 -Nos han ganado la posición- Maldijo en voz baja.

Ric siguió a las bestias que se adentraban en el pasillo. Por aberrantes que las encontrara, necesitarían de todo su ayuda para vencer a los demonios -¡Duro con ellos!- Gruñó. 

-¡Naja, pequeña serpiente!– Llamó al monje en tono amistoso. -Voy a arreglarte un poco ese cuerpo tatuado. No puedo hacer menos por ti que por un orco.- Dijo buscando a su compañero con la varita de curación en la mano.

    En la planta baja los monstruos convocados por los magos se deslizaron por el pasillo. Sus corpachones arramplaron con los retratos y mantelitos de ganchillo que Isabella había colgado primorosamente para decorar la trastienda de la Taberna. Los tres simios gruñeron al llegar hasta la puerta cerrada. Incluso aquellas feroces criaturas temían a los babaus. Sabían de sus tretas y esquivas estrategias. Los simios diabólicos se miraron entre si decidiendo cual sería el que abriría la puerta. Ninguno parecía muy convencido y buscaron a Nerisnath con la mirada para que fuera su ama la que decidiera. Entonces se toparon con el inexpresivo Nashrou que los seguía y sonrieron mostrando sus enormes colmillos…A los tres se les había ocurrido la misma idea.

* * *

…Mientras en el sótano:

¿Solo un trozo de trapooo? ¡¿Solo un trozo de trapooo?! ¡Cómo te atreves a decir que solo era un trozo de trapo!-Jess arrojó con rabia el monigote al suelo y agarró con fuerza su cimitarra-Y tápate un poco, cochina, que en este sótano no hace nada de calor. Yo sé de quién es la culpa de todo. Debí hacer esto hace mucho...

-Si…Un trozo de trapo Jess, ¡estás peor que yo anoche!- Dijo Ely irguiéndose con el ceño fruncido.

-Claro que hace calor, es ese halo que rodea a Dámasor, ¡es harto desagradable!- protestó rascándose los antebrazos. Pero cuando la joven la emprendió a espadazos con el cuerpo de Morrigan, Ely lanzó un alarido y se tapó la cara con las manos como si su amiga cometiese un sacrilegio. Al retirarlas Jess ya estaba metiendo el cadáver en el morral.

-¿Cómo ha cabido?- Dijo sin creer lo que estaba viendo.

 

―Se-señor, danos fuerza y valor para com...batir a los hijos de la no-noche ―

-Co-co-comabatiiir- Se burló el demonio bajando las escaleras. -¡Por todos los diablos del abismo ¿Cómo un mortal puede oler así?!- Maldijo el babau.

Justo en ese momento Jess acababa de embutir el cuerpo de Morrigan en el espacio extradimensional de su petate sin que el demonio alcanzase a verlo.

Ely parpadeó confundida y se abotonó la camisa.

La oscuridad avanzó por el sótano. Al toparse con el aura de san Dámasor se libró un duelo de energías. La luz contra la sombra. El perímetro del globo de luz crepitó de energía…Y a diferencia de los cuentos que contamos a los niños, en esta ocasión la oscuridad triunfó. El tanar´ri logró atravesar la barrera mágica y la oscuridad lo anegó todo. Ni siquiera la visión en la oscuridad de Dámasor o Jagga eran capaces de penetrar esa negrura.

Jess contuvo la respiración para intentar oír los pasos de la criatura. Resultaba casi imposible oír nada que no fuera su corazón desbocado, pero el olor a azufre manaba de la escalera cada vez con mayor intensidad.

El babau se detuvo repentinamente: -¿Qué habéiss hecho con Morrigan?- Preguntó al fin con su voz rasgada y siseante. -Podría olerla desde el más profundo de los abismos- Aseguró.

-Esto tiene que ser cosa tuya. ¡Anciano apestoso…MUÉSTRAMELA!- Ordenó enfurecido. De la nada surgió un calor abrasador que convulsionó al asceta poniendo a prueba su resistencia.

Jagga se acurrucó tras unos barriles y el tanar´ri debió de oírla por que dejó de gritar al santo y volvió a olfatear el aire con su lengua de serpiente. -Darme a Morrigan y oss permitiré vivir- siseó.

Fornund siguió con su trote ligero, aunque tuvo que bajar el ritmo para poder girar la esquina y atravesar la puerta. Ya casi había llegado, pero los segundos que estaba tardando eran una eternidad en su mente. Allí veía como los demonios bajaban por las escaleras y desgarraban el cuerpo de la pequeña Ely, esparciendo su sangre y vísceras por todos lados, y lo que era peor, también a la pequeña Gran Jess, Sandor.... 

Rechinando los dientes, le pegó una patada a la puerta de la cocina y entró con el escudo por delante. - ¡Ya llegamos! ¡Aguantad ! - 

La visión de los ajenos infernales convocados por Nerisnath y Shanshar le provocó un poco de acidez de estómago. - Son un mal necesario....son un mal necesario. ¿Por qué no pueden invocar leones o mantícoras? Incluso un Orco sería algo mejor que eso, no mucho más, claro. - se iba repitiendo para sus adentros. 

La oscuridad desciende hasta las entrañas del sótano y se traga mi halo luminoso mientras se burla de mi fe antes de ordenarme que le entregue a la vampiresa. Busco a Morrigan con la mirada pero no puedo encontrarla, quizá porque la falta de luz me lo impide o tal vez porque ésta se ha escabullido aprovechando la distracción creada por el diabólico intruso.

No tengo tiempo de replicar que yo no sé dónde está la criatura que busca, pues las palabras del demonio resultan ardientes como el fuego y me obligan a contorsionarme de dolor y colapsar sobre mí mismo. Me encojo como un animal asustado mientras mis manos y mi rostro se cubren de ampollas y mis ojos se velan con una película de sangre que gotea hasta el suelo.

―¡Ilmáter! ―aúllo en mi agonía, implorando la intercesión de mi señor. Y mi dios responde a mi súplica aliviando al instante los dolores del tormento recibido.

Como si de un frío bálsamo se tratara, siento cómo la protección de Ilmáter se derrama sobre mí, sanando de inmediato mis llagas.

Todavía sumido en la ceguera que me ocasiona la impía y antinatural oscuridad que desprende mi enemigo, blando mi cayado contra él describiendo un amplio arco con mi brazo con la esperanza de lograr alcanzarle. Mi bastón impacta contra algo sólido y puedo sentir cómo la criatura se estremece ante el sagrado impacto.

¡Es más grande por dentro!-replicó a Ely, como si siempre hubiese querido decir esa frase.

Cuando la luz se apagó, Jess pensó que su antorcha siempreardiente no era tan siempreardiente. Empezó a palpar a su alrededor tratando de encontrar una pared que seguir para subir las escaleras. Luego escuchó la voz de susto hablando siniestramente desde la oscuridad. Jess arreglaba los problemas golpeándolos, y no podía golpear lo que no podía ver. Sin embargo, el babau le dió la pista para solucionar el problema.

¡Olerla! ¡Claro! A veeer...-Jess metió la mano en el saquito de canela de su cinto, y empezó a hurgar en el fondo tratando de encontrar lo que buscaba.

Que sea un animalito con olfato... que sea un animalito con olfato... por favor, que sea un animalito con olfato...

Jess sacó una bola y la lanzó con fuerza, rebotó en la pared y sonó un plof en algún rincón del sótano... luego silencio.

¡¿Hola?! ¡¿Amiguito?!-se escuchó un galope sobre los tablones-¡Un caballito!-conjeturó.

No era un caballito precisamente. Era un rinoceronte. Y el rinoceronte no tenía olfato. Ni siquiera una gran vista. Detectaba a sus enemigos con su fino sentido del oído...

- Naja Naja...- Corrigió a Ric impertérrito pero dejándose hacer con la varita antes de volver a ponerse en movimiento. La única preocupación que tenía el monje con respecto a la varita de su amigo era que no le curase las automutilaciones que se había hecho en el Camino de la Cobra. Si fuera así tendría que sufrirlas de nuevo y no le apetecía nada volver a padecer ese dolor. De pronto la imperiosa necesidad de dar un trago le sobrevino en medio de aquella complicada situación

Resiste.- Si  la broma de Ric le había hecho o no gracia no lo mostró en su rostro pero la verdad es que se movía como una pequeña y escurridiza serpiente. Salió de nuevo al pasillo y pasó por debajo de las piernas de uno de los grandes simios fijándose en el destrozo que habían provocado. Isabella no iba a estar contenta. Después se pegó a la pared y, sujetándose a uno de los peludos brazos, se balanceó para sobrepasar al otro mono. Se pegó a la pared a otro lado de la puerta y trató de escuchar algo a su través. Sabía que esos bichos eran ridículamente silenciosos. Se escuchaban desde dentro los gritos del paladín enano que parecía una manada de caballos de camino a su posición. Antes de que pasara él enano primero, lo haría él. Sin más abrió la puerta dejando el cuerpo protegido por la pared.

    Ric balanceó la delgada varita en su mano y de inmediato las brutales dentelladas que había sufrido Naja se cerraron aún más. Sin embargo, los resultados distaban lo esperado y la piel del monje seguía estaba seriamente desgarrada en otras zonas.

-Maldito trasto- Protestó agitando la varita con fuerza -. No te fíes de un gnomo, amigo Naja. ¡Y menos si no tiene cejas! -

Fornund, que por fín había llegado al pasillo, vio como Naja Naja y Rick llegaron a la puerta antes que él. - Chicos, dejadme a mí primero, yo aguantaré los ataques y vosotros lo destrozáis. - les dijo mientras embrazaba el escudo con fuerza y avanzaba detrás de él, martillo en mano, la derecha para ser más exactos, y oculta detrás de su cuerpo para poder balancearlo por arriba o por un lateral, si fuera necesario.

El simio diabólico que llevaba la delantera a los demás empezó a aporrear al babau a diestro y siniestro mientras los demás esperaban su turno, crujiéndose los nudillos y golpeándose el pecho en gesto de supremacía.

El clérigo había escuchado que el monje de aspecto extraño estaba en apuros. Todo estaba oscuro, pero se oían sus voces y quejidos.

-Aguanta Naja Naja. Gritó antes de moverse.

Así que aprovechandose de su invisibilidad se movió para colocarse cerca del monje. Por lo menos sus protestas sirven para guiarme, y así poder curarle en cuanto lo localizase, Espero que los ruidos de batalla enmascaren mi movimiento, pensó, mientras se deslizaba entre los simios

El problema no parecía lidiar tanto en acabar con los babau sino en evitar que cumpliesen su objetivo. Dicho esto, Shanshar dudaba si usar mas magia o no, aunque tenía potencial para demoler diez posadas como esta aún no tenía claro que había ocurrido con Morrigan, Ely o a que llamada había acudido el primer babau.

Por lo tanto permaneció junto a Nerisnath mientras su mente permanecía con un conjuro casi lanzado en caso que fuese necesario y observando la situación, si su intervención volvía a ser necesaria tendría que ser totalmente decisiva en vez de malgastar poder mágico.

    La orden de la maga roja fue tajante, el simio más adelantado bajó su cabeza astada y se asomó por la puerta. De inmediato el babau se dejó caer sobre él, pero el simio lo alcanzó en el aire con uno de los largos brazos. El golpe resbaló sobre la piel del demonio cubierta de un limo apestoso. La pasta se quedó adherida al pelaje, empezó a echar humo y a despedir un olor ácido y a quemado. La bestia enfurecida siguió tratando de golpear al demonio, pero este se cubrió tras la pared y el resto de golpes se estrellaron contra la madera haciendo retumbar la posada. El babau rodó por el suelo y se irguió de forma antinatural tomando desprevenido al mono rojo. El demonio le ensartó con ambas garras, una de ellas le atravesó el costado mientras con sus dientes le mordió la yugular como un vampiro. El simio aulló de dolor hasta que el tanar´ri tiró de su cabeza hacia atrás, arrancando parte del cuello a su víctima, que quedó de rodillas agarrándose la herida.

Nalfeim aprovechó para ojear a su enemigo. Se confió con su conjuro de invisibilidad, pero entonces sus ojos se cruzaron con los del tanar´ri. El demonio pareció verle perfectamente y sus ojos refulgentes volvieron a tratar de absorber sus fuerzas, torturando su cabeza con un dolor insoportable.

Magullada y agotada, Sîglü subió las escaleras hasta la primera planta. Escuchó sollozar a Isabella tras la puerta de su habitación. No conocía a la humana, pero prefería refugiarse en una habitación que volver al combate, y se le ocurrió llamar a la puerta para consolarla…

* * *

Mientras en el sótano…

¡Es más grande por dentro!

El demonio entrecerró los ojos tratando de averiguar si aquello estaba relacionado con la misteriosa desaparición de Morrigan. Pero entonces escuchó un hondo ronquido que le recordó a su temible amo y las tablas del suelo se arquearon bajo el peso de algo muy pesado. Antes de que pudiera averiguar de qué se trataba, Dámasor se lanzó sobre él con decisión. El Babau del sótano escuchó el bastón silbar en el aire y lo esquivó en el último momento.

-Me estáis incordiando- Graznó impaciente. El tanar´ri se confió y barrió el aire con su garra, retirando el velo de oscuridad. -¿Dónde está Morrigan?- Volvió a preguntar, buscándola a su alrededor y escupiendo cada palabra entre sus afilados dientes.

El demonio se detuvo dejando que los presentes se aterrorizaran con su terrible aspecto y devolviéndoles una mirada fulminante. Su presencia destrozaba la mente. Ely chilló de dolor y se cubrió la cara con el brazo. Solo Jagga tuvo la sensatez de no mirarlo y agachar la cabeza tras los barriles.

-¿Morrigan?- Preguntó el demonio mirando el ovillo en que se había convertido Ely. El babau levantó la cabeza y olisqueó el aroma dulzón que persistía en el sótano. -El amo te reclama- Dijo tajante. Comenzó a rodear a Dámasor pero el santo lo detuvo con otro bastonazo. El demonio lo esquivó contorneándose como una cobra y contraatacó con dureza.

-¿Qué clase de mortal eres por Belbebuth?- Dijo mirándolo de arriba abajo. -¡Deberías de estar ciego!- Gruñó sorprendido. Lanzó su cabeza hacia adelante y ensartó en hombro al padre Dámasor con su único cuerno. Al mismo tiempo lo abrazó con las garras y rasgó su espalda, destrozando sus ajadas ropas, rasgando su piel y dejando sus costillas y sus órganos internos al aire.

Ric no lo dudó y volvió a hacer uso de la varita de curación sobre el monje.

-Vamos chaval, haz caso a Fornund y deja que esos monstruos o el enano vayan delante- susurró estirando la cabeza por encima de su compañero.

Lo tenía. Ya lo tenía. Había fijado como siguiente objetivo a ese repugnante demonio y sus triquiñuelas no iban a servirle. Al abrir la puerta pudo apreciar el olor sulfurado que dejaba en el ambiente  y supo que estaba allí, preparado para emboscarlos.

Muy astuto.- Pero Naja Naja había combatido mucho en sus años de entrenamiento y también él sabía hacer uso del sigilo para sorprender a los enemigos. Ahora que sabía donde estaba iba a hacerle la famosa presa de la cobra, una de la cual no podría escapar. 

El ruidoso enano pedía paso por el pasillo y Ric el Viejo le pedía calma. Era normal. La edad hacía a los hombres más juiciosos pero también demasiado precavidos. Se paró un segundo a pensar y fue entonces cunado el simio se le adelantó. 

¡Ouch!- La criatura convocada de Nerisnath sufrió los temibles ataques del babau que hicieron a Naja Naja estremecerse pensando que podía haber sido él. Al final haberse parado a pensar le había servido de algo. Lo que pretendía no iba a funcionar. Aquella vil criatura se rodeaba de una especie de secreción pegajosa y corrosiva. Una defensa perfecta para la presa de la cobra.

- Que she de prisha.- La lentitud del enano paticorto sacaba de quicio al monje, de movimientos mucho más rápidos y fluidos. No despreciaba, ni mucho menos, al paladín, sólo que los ataques de Naja Naja eran veloces y certeros, sacrificando , por tanto, la potencia. En lo que el enano llegaba le daba tiempo a ir y volver un par de veces. Y eso hizo. El monje parecía una estatua de mármol. Fría, dura, inmutable. Tan pronto estaba plantado en el quicio de la puerta, junto con Ric, como despareció para lanzarle un veloz ataque al babau.

El ataque, aunque veloz, no pilló desprevenido a su enemigo, quien logró sortearlo haciendo gala de una increíble destreza. Pero Naja Naja no iba a quedarse a recibir sus golpes y ya estaba retirándose de nuevo para dejar paso al enano tardón y recibir más curas.

Fornund avanzó con decisión por el pasillo. Empleó una de las tácticas favoritas de los Enanos cuando combatían en túneles y debían avanzar con el escudo por delante, simplemente empujaban aprovechando su fuerza, su centro de gravedad más bajo, su constitución, peso y sobretodo, su cabezonería. Empujaban hasta encontrar resistencia, entonces un movimiento ligero, simple y rápido hacia atrás, uno fuerte y con decisión hacia adelante y a un lado para desplazar la defensa del enemigo y lo siguiente que el infortunado veía solía ser la cabeza de un hacha o martillo viniendo hacia él, ahora que no había obstáculo delante. Si por desgracia el infortunado caía al suelo, el enano empleaba sus botas reforzadas con hierro y, normalmente con clavos en las suelas, para pasar por encima pisoteándolo y dándole un golpe con su arma, mientras los compañeros que venían detrás daban buena cuenta de él al intentar levantarse. 

- Ya va. - fue todo lo que contestó el Paladín al pasar por el lado de Naja Naja, Ric y los monos demoníacos antes de entrar en la habitación, sin parar ni un ápice su paso. Echó un vistazo al mono mientras se cogía el cuello sangrante y lo ignoró por completo, siguiendo hacia el fondo y a la escalera. - Eh tú, vas a volver al sucio agujero de dónde hayas salido, o te envío yo de vuelta de un martillazo, criatura. - dijo mientras notaba un obstáculo delante. Era una criatura, probablemente un demonio, un demonio raquítico y feo, que parecía estar intentando cortarles el paso hacia Ely y el resto. Ahí abajo estaba su pequeña Jess....y ésta cosa sin casi carne no lo iba a parar. Con un sonido macizo, le dio un golpe y lo apartó* a un lado de un fuerte empujón, pasando por su lado ignorándolo y bajando por las escaleras, su idea era que su escudo y su pesada armadura absorbieran cualquier ataque de aquella cosa. 

Una vez abajo, vería qué demonios estaba pasando y pondría la solución adecuada, que normalmente era aplicar repetidas veces la cabeza de su martillo contra alguien hasta que lo convencía de que lo que estaba haciendo estaba mal.

- Siempre igual, ¿por qué os metéis con mi gente? No voy a permitir que nos sigáis haciendo daño. - dijo con su voz grave y profunda. 

Mis torpes esfuerzos por golpear al demonio resultan inútiles. Su cuerpo es duro como la obsidiana y sus movimientos, antinaturalmente veloces. Por dos veces trato de alcanzarlo con mi bastón y otras tantas logra hurtar su cuerpo del castigo divino. Sin embargo, la justicia de Ilmáter no puede ser evitada por mucho tiempo y ésta le azota cuando la criatura de pesadilla se abre paso con sus garras hacia mis entrañas.

Aúllo de dolor cuando su cuerno atraviesa mi vientre y sus zarpas aran mi espalda dejando tras de sí sanguinolentos surcos de carne desgarrada. Sin embargo, mis viejas rodillas todavía me sostinen y me niego a darme por vencido. No tengo que derrotarle, simplemente necesito aguantar el tiempo necesario para que mi dios me considere digno y se decida a desterrar para siempre a este enemigo de la Luz.

La vida y la fuerza se me escapan a través de las heridas abiertas pero aún así le dedico una parcialmente desdentada sonrisa a mi enemigo, sabiendo que Ilmáter está conmigo y no le permitirá derrotarme.

―¿E-eso es to-todo? ―provoco al demonio, asegurándome de que mantenga centrada en mí su atención y se olvide de Jessy y Elyzabeth, Tergrar querría que cuidase de sus dos hijas―. ¿Todo tu po... po-der?

Trabado en el combate cerrado con esta criatura del abismo, trato nuevamente de golpearle con mi bastón pero está demasiado cerca como para que pueda blandir mi arma con efectividad.

¡IIIIIIIIIIIIH!-chilló del susto, al ver al rinoceronte.

Pe... pero... si me imaginaba que los animales de la bolsa serían todos adorables... y no este bicho con cuerno.

Eeeehm... ¡Ataca al negro gris!-ordenó Jess, señalando al babau-Vamos, bonito, a por él-el rinoceronte no hacía caso-Atácale... ¿bonita?

La rinoceronte resopló y cargó. Jess solo tuvo tiempo para desenvainar una segunda cimitarra y unirse al turrón.