Partida Rol por web

¡Eh, tú!-gritó al orco-¡Sí, tú! ¡El que tiene cara de grunja goga ush riijsi!

Al oír aquella barbaridad en su idioma el orco se dio la vuelta de inmediato. El ilmaterino, evitó traducir los detalles más escabrosos al resto de sus compañeros.

†¡Qué original, nunca me lo habían dicho!† Gruñó el orco con cierta resignación. El retaco humanoide lanzó una risotada y el orco lo azuzó con el látigo para que no se detuviese.

-¿Sabe tu mami que su hijo es un sucio turuk morphak norick nursan? ¡Coooo-cococococo-coooo!-

†…Seguramente† Bufó lanzando una mirada hacia atrás sin detenerse -†¿Qué es un “Co-cococo”?†- Preguntó a su prisionero.

El humanoide calvo y feo se encogió de hombros y continuó caminando para no recibir otro latigazo.

Ah, sí... ¡Y no tienes Stum!

Aquello hizo que el orco se detuviese en seco y se volviese con los ojos refulgentes de ira: †¡¿Que no tengo Stumm?!† El orco descargó su látigo hacia donde había venido aquel terrible insulto. El cuero se arrolló con un chasquido en torno a la nada. El esclavista sonrió mostrando sus enormes colmillos inferiores y dio un tirón para capturar una nueva presa, pero el látigo se tensó como si estuviese atado a una roca y tuvo que soltarlo para evitar caerse.

-†Malditos cara-huevos, Hijos del sol. Os voy a matar a trabajar†- Gruñó lanzando babas como un geiser.

Naja Naja intuyó lo que iba a pasar a continuación y avanzó por un lado. El humanoide encadenado parpadeó con sus oscuros ojos verdes sin pupilas y aprovechó la distracción para huir tan rápido como sus cortas patas le permitieron.

Jagga abrió los ojos de par en par al ver la tangana que se iba a montar a las puertas de la ciudad orca, cargó su zurrón al hombro y se alejó a paso ligero de vuelta hacia la superficie.

¡Cómo se notaron esas pantorrillas duras como el acero cuando el látigo amenazó con hacerla perder el equilibrio! Fueron músculos forjados en aquel año loco como bailarina circense, de hace un par de años, y desde entonces solo le han dado a Jess alegrías pantorriles. Seguramente el orgullo de tener semejantes gemelos era lo más cerca que estaría nunca Jess de la sensación de ser madre, y más teniendo en cuenta que su útero se desparramó con otras vísceras ayer en el observatorio.

Este orco se lo merecía. Merecía que Jess le succionase la sangre. ¡Pretendía ponerlos a trabajar! ¡A un grupo de aventureros! Semejante desfachatez no quedaría sin castigo.

Tranquila... Tranquila, no te precipites-pensó para sí, cerca del precipicio.

En Dungapur se precipitó y le rompió el cuello a su presa con el ansia del mordisco. A Jagga le mordió nada más hacerse invisible, y se libró del forcejeo. Tenía que asegurar. Tenía que noquear al orco en lugar de matarlo. Y lo menos mortífero de lo que Jess disponía era el contrafilo de la parte cóncava de sus cimitarras.

Desenvainó una, de hierro frío, como una alegoría de que pretendía ser dura y mantener la calma. El filo de su cimitarra mágica se deslizó con suavidad de la vaina a medida que Jess se desplazaba alrededor del orco buscando su espalda.

Jess fijó su vista en las partes blandas de la musculatura del grandullón: detrás de la rodilla, para hacerle dar un paso con el que mantener el equilibrio a costa de flexionar las rodillas y bajar la cintura; las lumbares, para buscar las terminaciones nerviosas de la columna; y por último la nuca, para hacerle perder la consciencia. Si lo conseguía, si lograba tumbarlo... Los demás le pondrían pegas. No tendría mucho tiempo para comer antes de que Dámasor se acercase con toda su aura a curar al caído. Comenzaba el juego...

¿Qué demonio pretendes? ¡Maldita cría!- Le daban ganas llenarle la boca de ajos a Jess, pero Nerish ya le había advertido que de poco podía servir eso con un engendro de los de su tipo. Tostarla al sol, sólo un poquito, hasta que aprendiera modales, eso sí que serviría. Y si no había sol en esa grieta con acercarla a Dámasor sería suficiente. Unos cuantos mimos del viejo la harían entrar en razón. Pero para eso había que atraparla y la condenada era escurridiza. 

Quizá no tanto.- Pensó cuando el látigo del esclavista orco restalló en el aire en lo que el monje imaginó que sería el cuello de cisne de su compañera. Se lo tenía bien merecido. Si lo que pretendía la moza era escapar de ellos no iba a dejar que lo hiciera. Podía verla con esa capa suya justo a su lado.

Si estás en lo cierto y ella tuviese el arcanábulo quizá pudiese detectarlo, comentó pensativa. –Ese tipo de objetos desprenden un aura enorme…, comentó pausada. - ….empleando el tiempo necesario… quizá…,

- Pero no te dejesh engañar por shu inocencia. Esh másh listhta de lo que parece, mucho másh ahora que esh mala.- Según la voz de Tergrar que resonaba en su cabeza las buenas van el cielo y las malas van a todas partes.- Tiene un shaco de eshosh interdimenshional y no shé shi con esho puede shortear tu magia.

El camino se le había hecho demasiado largo al Enano, pues en su cabeza no dejaba de pensar tanto en Ely como en Jess. - ¿Cómo curarlas? ¿Cómo eliminar la maldición que les corroe por dentro? - dicho pensamiento recorría su cabeza una y otra vez, intentando imaginar alguna salida a aquel laberinto, pero se sentía como la pequeña rata siguiendo el olor del queso, más con el corazón que con la cabeza. 

La falta de comida no hizo demasiada mella en él, pues estaba acostumbrado a largos periodos de marcha y de frugales comidas, pero sin embargo, en su alma la herida se le iba haciendo cada vez más grande. No soportaba saber que un engendro había infectado a aquellas inocentes criaturas y él no podía hacer nada por remediarlo. Y aunque colaboró, su humor siguió sombrío tras revelar la información solicitada por Naja Naja, y aunque sabía lo que había que hacer, no estaba muy por la labor, no con Jess, no.

La visión de la ciudad Orca, y su olor, no hicieron nada para mejorar el humor de Fornund, al igual que tampoco le gustó que una de las dos Orcas guías se fuera, aunque no pensaba reconocerlo en voz alta, por supuesto. 

Mientras la orca se despedía, a Jess le dio un algo y se puso a insultar a un Orco esclavista, al que ya el Enano le estaba echando el ojo y decidiendo si le iba a atacar con el hacha o con el martillo. 

Y pasó lo inevitable, el Orco se giró, y la bronca empezó. 

Tras lo dicho por la Orca, a Fornund se le ocurrió que lo mejor sería intentar pasar inadvertidos por allí, así que era esencial silenciar a ése orco y atrapar al esclavo. - Naja Naja, atrapa al esclavo, yo me encargo del orco. - aquello era obvio, pues él era lento y pesado, pero podía lidiar con el Orco sin problemas. 

    El látigo del esclavista se desenrolló de esa “nada” que no había logrado atrapar y cayó al suelo. Nadie, ni siquiera Naja Naja, fueron capaces de ver dónde había ido la pequeña vampira.

Sîglü dio un paso hacia atrás cubriéndose el cuello con su zarpa regordeta. Pisó la bota blindada del paladín y se irguió de nuevo, tratando de ocultar su miedo delante del maestro enano.

El monje se cambió el parche de ojo varias veces hasta que descubrió a su objetivo avanzando con la tripa pegada al suelo. Se lanzó hacia ella, pero ya era tarde. La joven le había sacado ventaja y cuando desenvainó una de sus cimitarras, no pudo detenerla.

Todo ocurrió en una fracción de segundo. El hierro susurró su letanía de muerte al deslizar por su vaina y trazó un arco a la velocidad del rayo. Un salpicón de sangre le estalló a Fornund en la cara. El enano abrió los ojos empapados en sangre y levantó su arma dispuesto a repartir muerte. Nalfeim se llevó las manos a la cabeza y Sîglü cerró los ojos presa del pánico.

Naja Naja había atrapado a Jess. El monje había aferrado sus brazos en torno a las costillas de la joven. El delgado cuerpo estaba frío y duro como una estatua de hielo. Entonces sintió que algo caliente volvía a recorrer el cuerpo de su compañera de aventuras.

-GLUP…GLUP…GLUP-

Jess estaba a su vez abrazada al cuerpo del esclavista. Su cabeza se hundía en el musculoso hombro del orco y succionaba con avidez del tajo que le había propinado con su cimitarra de hierro frío. El vientre de la joven se hinchaba con cada trago. Naja recordó como la joven había perdido todas sus vísceras por culpa de su maldición y se preguntó a qué órgano podría ir a parar toda la sangre que Jess estaba bebiendo. Apartó sus manos horrorizado y miró a Fornund. El enano le devolvió una mirada firme y descargó su arma sin piedad, acabando con el orco de un golpe.

El instinto de Jess hizo que dejara de alimentarse de su víctima. Las palabras de Morrigan resonaron una vez más en su cabeza: -Nunca de un cadáver-.

Nalfeim bajó los brazos y se acercó a su hijo: -Deja de pensar mal Naja Naja…¿Qué esperabas que hiciera?. Jess tiene que alimentarse. Decidimos que curaríamos a Ely, costase lo que costase y por mi parte haré lo mismo por Jess.- Afirmó con rotundidad. Después miró a Fornund cuya arma aún estaba enterrada en la cabeza del orco. -¿No creerás que fuera a convertirlo en vampiro verdad?- El clérigo miró a Dámasor y a la maga en busca de apoyo diplomático.

El monje se quedó callado. Entonces Nerisnath dibujó dos círculos en el aire y pronunció unas palabras incomprensibles en la lengua de los arcanos. Sus ojos destellaron un sutil halo de poder, escrutaron a la joven y se abrieron de par en par.

Se hizo un extraño silencio. El mal con el que Lord Lustmord había salpicado su mundo amenazaba con fracturar el grupo de aventureros. Antes de que nadie más pudiera decir palabra, el pequeño humanoide lanzó una risotada y comenzó a dar pequeños brincos de satisfacción sin preocuparse por el peso de sus cadenas.

-JIJIJIJI…Ƈhusƙata-mala. Gorku-joputaää-

El ilmaterino se negó a traducir aquello.

Jijijijiji... Ay, para... Me haces cosquillas, Naja Naja...

Cuando el monje le dió un respiro, y dejó de sobarla, las cosquillas pararon. O más especificamente se trasladaron a la barriguita de Jess, dónde la sangre de orco todavía burbujeaba y daba un calorcito muy agradable. En serio... ¿en qué clase de monasterio de pervertidos estuvo internado Naja Naja para tocar a una chica de ese modo? Si Jess no hubiese perdido el himem con el resto de su vagina, lo habría perdido ahora con los tocamientos.

Bueno, el tipo nos atacó casi sin provocación previa. Diría que se mereció terminar así. Pero la próxima vez-que sin duda alguna, con Jess de por medio, habría una próxima vez-no lo mates tan pronto, Gran Fornund, y trata de coger prisioneros-regañó.

El desprecio del paladín por la vida resultaba a todas luces insano para el espíritu. Pero es lo típico de los adultos... ¡Siempre están diciéndote que con la comida no se juega!

Jess siguió montada sobre el cadáver del orco, pero no para chuparle la sangre, sino para registrarlo en busca de cosas bonitas. Encontrar una llave para liberar al duérgar sería su buena acción del día de hoy. Comerse al duérgar, sería su buena acción del día de mañana. Pero tenía más planes. Muchos más planes.

Necesitamos un disfraz para que los esclavistas no reconozcan a Diego el Duérgar, y pueda hacernos de guía por la ciudad Raja de Culo de Gigante.

Jess cortó con la cimitarra dos mechones largos de pelo de orco, lamió las puntas y llamó al enano gris (por si no tenían suficiente pesimismo enanil con la compañía de Fornund el gris y desangelado). Superpuso los mechones a las cejas, que se quedaron pegados más por la mugre del pelo que por la saliva de Jess. Luego le hizo una peluca cortando la cabellera del orco, y luego recortando.

Toma. Así, pontelo como si fuese un casco-hizo un gesto bajándose las manos a izquierda y derecha de las sienes, para que el duérgar le imitara.

Naja Naja empezaba a sentir como si tuviera una familia. De pronto tenía un padre y una hermana adolescente en plena pubertad. Se levantó retrucando para sí mismo con ganas de estampar sus puños en la cara de su padre que le sermoneaba como si no hubiera estado desparecido durante más de treinta años. Rabioso pero contenido destapó el corcho de su bastón y bebió un trago del "Veneno de Serpiente", un destilado que él mismo hacía.

- Ashí que esho esh un duégar.- Nunca había visto uno y se acercó a Nerishnath por si ésta tuviera que iluminarlo con su sapiencia.- ¿Qué pasha?- Preguntó el monje clavando sus ojos entrecerrados en Jess. Los puños los tenía cerrados y tan apretados que le crujían los nudillos.

Fornund se acercaba al Orco cuando todo sucedió a gran velocidad sin que pudiera tener control sobre nada. 

Ahora miraba al cadáver del Orco que no había en el suelo, pensando en lo sucedido. Jess había tendido una burda trampa al esclavista Orco, el cual había picado sin pensarlo mucho, momentos después Jess se alimentaba del cuello del Orco, para horror y consternación de Fornund, al que no le quedó más remedio que darle una muerte rápida al pobre diablo. La intención inicial de Fornund era dejarlo inconsciente y sonsacarle información, pero aunque él creía que el Orco no se iba a dejar y que el resultado final sería parecido al de ahora, no esperaba el actual desarrollo de los acontecimientos.

La pequeña Gran Jess se estaba descontrolando por momentos, y pronto sería tarde para dar marcha atrás a lo que le sucedía. La conversación con Naja Naja y Nerisnath le vino a la mente de nuevo, haciéndole apretar las mandíublas un poco más y fruncir el ceño con más denuedo. A éste paso, el gesto se le iba a quedar permanente.

- Sí, lo pensaba, y ya está solucionado. - contestó a Nalfeim, en un tono un poco más brusco de lo que él pretendía. - Y no, no queremos prisioneros, de hecho, no queríamos llamar la atención, y tendremos suerte si conseguimos pasar sin que se fijen en nosotros, algo que empiezo a pensar que va a ser muy difícil. - le dijo a Jess.

Miró al enano duergar, otra cosa que tampoco le gustaba, una copia barata de su raza, y además, de poco fiar. - Te sugiero que nos ayudes a cruzar ésto sin llamar la atención. - le dijo al enano, aún con el arma ensangrentada en su mano. No intentó amenazarlo, pero la situación y el espectáculo ya eran suficiente acicate para que el enano se lo pensara dos veces. Él sabía que Jess iba perdiendo el control, y a poco que el enano duergar diera una mala excusa, se convertiría en zumo portable para Jess. - Si nos ayudas, te dejaremos en libertad. - le propuso, con una mirada de soslayo a Jess que no pudo evitar.

Escuchando lo que ha tenido que escuchar, nadie podría culpar al pobre orco de querer cobrarse venganza; para su desgracia, los dioses tienen mejores cosas de las que ocuparse ahora mismo que de ayudarle a obtener una satisfacción por la afrenta recibida. El infeliz debió pensárselo mejor antes de decidir medir sus fuerzas con un grupo tan numeroso y aguerrido.

El buen Tormund ha hecho lo más prudente acabando con la vida del desgraciado antes de que se convirtiera en un nuevo vampiro o quién sabe si en algo peor. Si la pequeña y dulce Jessy se ha convertido en una criaturita tan caprichosa y voraz, un beligerante y maloliente orco podría haber terminado convirtiéndose en cualquier cosa. Incluso en una versión más beligerante y más maloliente de sí mismo.

Me sobresalta ver aparecer de nuevo a la pequeña Jessy pero, a juzgar por el modo en que se desvela por el grisáceo y delgaducho enano, está claro que todavía tiene un corazón bueno y compasivo después de todo.

—Ilmáter te ha hecho li-li-libre —le aseguro al malhablado hombrecillo, dándole amistosas palmaditas en su calva y grasienta cabeza como un pastor se las daría a su perro—. Y la li-li-libertad es un te...soro tan grande que pu-puedes hacer con ella lo que... quieras. I-incluso ayudar a encontrar el ca-ca-camino unos des...conocidos que andan pe-per-perdidos.

La maga mantuvo una concentración extrema, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Era consciente que aquel orco desgraciado no tenía absolutamente nada que hacer ante el potencial del grupo y aquel, ¿por qué no?, podría ser tan buen momento como otro para lanzar su conjuro.

Aun con los ojos visiblemente iluminados, Nerisha volvió la mirada hacia Naja. Si su compañero hubiese llegado unos instantes antes quizá habría tirado por tierra el conjuro, aunque por suerte no fue así…

-Debemos…, comenzó diciendo de forma muy pausada, como si aún estuviese en un momento de máxima concentración. – Debemos dirigirnos en aquella dirección…, añadió cerrando los ojos mientras señalaba con el brazo extendido.

Tras unos instantes en silencio, Nerisha volvió en sí. Sus ojos recuperaron el bello tono azulado digno de los de su raza. Volvió una vez más su mirada hacia Naja y sonrió satisfecha. – Sigamos el rastro…, le susurró.

El monje se había cruzado de brazos. Estaba acostumbrado a acatar órdenes precisas, sin rechistar, y a al más escrupuloso de los órdenes. Rutinas diarias, horarios estrictos y abnegado sufrimiento. En esas tres cosas podía resumirse la vida del monje en su monasterio. Sin embargo, desde que saliera para cumplir la misión que le haría avanzar en su orden monacal, no solo no tenía esas tres cosas sino todo lo contrario. Su vida había dado un vuelco con la reveladora noticia de que Nalfeim era su padre biológico y la posesión de su cuerpo, al menos de la mitad del espacio de su mente, por el espíritu de Tergrar tenía al monje medio loco. Cuando no estaba de brazos cruzados lanzando miradas desaprobadoras a Jess, estaba empinando el codo. Ahora el alcohol no lo usaba para mitigar el dolor físico, sino el emocional. Además, hacía más soportable la constante perorata de Tergrar.

Su mirada se fijó en Nerisnath. La maga hablaba de repente para indicarles una dirección a seguir. En menos de lo que se tarda en parpadear el sibilino monje estaba a su lado y en guardia.

- ¿Qué rashtro?- Le preguntó curioso a su oído.

La Raja.

Infraoscuridad.

Hora y fecha indeterminadas.

Jess encontró una llave en el cadáver del esclavista. Sus bolsillos estaban repletos de porquerías difíciles de identificar y la joven se convenció a si misma de que ninguna de aquellas cosas era su Stumm.

Mientras las distintas personalidades de la vampira discutían sobre la honorabilidad del orco, el paladín y el santo trataron de persuadir al duérgar de guiarlos más allá de la ciudad.

(Fornund) - Te sugiero que nos ayudes a cruzar esto sin llamar la atención. –

-Ñañaña, povoroȶa jamoČø ratAä– Respondió el duérgar mostrando sus pequeños dientes amarillentos y señalándolo con un dedo acusador.

Fornund dedujo que su “primo de las profundidades” entendía su lengua pero se negaba a hablarla.

El tono o la propuesta de Dámasor tuvieron mejor acogida y esta vez el pequeño humanoide asintió a regañadientes. Jess por su parte, se esmeró en un disfraz para el enano de las profundidades a base de pelo de orco. El duérgar no supo captar sus intenciones y tras un largo silencio mirando la mata de pelo ensangrentado sobre su cabeza, la lanzó a la sima profiriendo todo tipo de maldiciones enaniles. A continuación, siguió la dirección señalada por Nerisnath, volviendo sobres vuestros pasos. No tardaron en toparse con Jagga, que corría en vuestra dirección. La minera les hizo una seña para que se escondiesen. Una nueva partida de esclavistas se dirigía a la ciudad orca, el duérgar se deslizó por una pequeña grieta de la pared y todos le siguieron, desembocando en un túnel paralelo y evitando así el encuentro.

A juzgar por las voces, el grupo de orcos era numeroso. Bromeaban y reían, seguros de encontrarse en su territorio.

-Ezclaviztaz- Susurró Jagga. Bajó aun más la voz para explicar su temor: –Zi nu zer de La Raja, lez da igual culor piel-

Sîglü se santiguó estirándose el lóbulo de la oreja y el dúergar rio por lo bajo, disfrutando del miedo de las pieles verdes.

Los aventureros dejaron pasar a la partida de esclavistas y siguieron a su nuevo guía. Las grietas por las que se alejaban de la ciudad orca no parecían transitadas, pero eran cada vez más estrechas. De tanto en tanto el grupo se veía obligado a retroceder para encontrar alguna salida, confirmando que el enano, que aún no había dicho su nombre, solo seguía su instinto para moverse por aquel territorio hostil.

Sin un sol que indicase las horas ni los días, solo el rugido del estómago de Sîglü señalaba con regularidad el transcurso del tiempo. Incluso Jess, de alguna manera, había logrado sobreponerse a su extrema palidez y mirada depredadora de días atrás. ¿Acaso la bendición de Ilmater había logrado detener la maldición que padecía la joven?.

El monje también parecía sumido en sus propias preocupaciones pero la estrechez de las grutas, que a veces tenían que recorrerse a gatas, no invitaba a compartir ningún pensamiento. Al llegar a un ensanchamiento encontraron minúsculo estanque de aguas azuladas, Sîglü lanzó una risotada y metió su zarpa regordeta para atrapar algo que brillaba en el fondo.

–¡Conchuciérnagaz!- Exclamó sacando un cangrejo de caparazón fluorescente.

Nalfeim dejó su lanza y levantó la mano para pedir un descanso.-No se ofenda padre, pero mi estómago pide algo más que sus raciones- Resopló acomodándose y mirando el crustáceo con simpatía.

Aún no puedo creer que estemos evitando luchar con orcos... ¡Orcos! Deberíamos volver allí y darles una patada en sus grandes y malolientes culos. No son rival. Los orcos no merecen vivir-miró a Jagga y Sîglü, encogiéndose de hombros-. Me refería a los "orkos machu", no a vosotras.

Y no tenía una mejor opinión del duérgar. No era por ser malo, esos defectillos no importaban mucho a la nueva Jess, mejorada y ahora con un 50% más de pasotismo. Lo que a Jess más le disgustaba del duérgar era el modo que tuvo de tirar el disfraz perfecto que Jess con tanto esmero había preparado.

Bill... porque con esa cara, solo puedes llamarte Bill-dijo al duérgar-. Si piensas que voy a quitarte las cadenas lo llevas claro. A ver si te crees que no sé que estás intentando alejarnos de la grieta para llevarnos a sitios mortalmente peligrosos en los que deshacerte de nosotros. Y si no lo habías pensado antes, ahora que te he dado la idea está más claro que nunca que no puedo fiarme de ti. Y como me toques mucho las narices voy a titular a mis memorias "Matar a Bill", publicado en dos cómodos volúmenes.

Se giró y levantó los brazos con grandes aspavientos. Jess creía que era el momento adecuado para espolear a los suyos con una buena dosis de realidad.

¡¿Qué estamos haciendo aquí?! Usemos la tiza de una vez. ¿Sabéis porqué se llama coger el camino fácil? Porque es fácil. Faaaa-ciiiiil. Por eso la gente con dos dedos de frente coge el camino fácil. Es que es de sentido común. ¿Qué es lo peor que puede volver a pasar? Salga lo que salga del portal que abramos, no pondremos en peligro a nadie. Incluso si es muy grande, se quedará aquí atrapado. Y si son más abejas estirge demoniacas, como mucho sembrarán el caos en la Raja del Culo del Gigante. ¿Y a quién le importan esas vidas?

Me siento complacido cuando el pequeño esclavo convertido en liberto accede a servirnos de guía, aunque más que por la ayuda que pueda ofrecernos, porque esta buena obra sin duda le ayudará a él a limpiar su conciencia de las faltas que haya cometido en el pasado. Reencontrarnos poco después con la hembra de orco que nos había abandonado no es sino el modo que tiene Ilmáter de recordarnos a todos que ninguna buena acción queda sin recompensa.

Nuestro vagabundeo por las profundidades de la tierra nos lleva hasta un estanque de aspecto sospechoso pero es tal el deseo que tienen mis compañeros de descansar junto a su orilla que no encuentro razones para negárselo. Todos estamos cansados no solo de andar, sino de la humilde comida que les he podido proporcionar de modo que no me ofendo cuando se muestran sinceros conmigo al respecto. Nalfeim y yo hemos sido amigos más años de los que soy capaz de contar y y seguramente no sería capaz de ofenderme ni aunque así se lo propusiera. La ofensa está en los oídos de quien la recibe y no en los labios de quien la pronuncia y yo, con los años, he empezado a quedarme un poco sordo.

—Al Quebrantado le im-im-importan to...das las vidas —le aclaro a la pequeña Jessy con la misma sencillez serena con que ella plantea una pregunta de tan profundo calado—. Pe-pero yo comulgo co-con-contigo. Elizabeth está su...friendo y si po-po-podemos llegar antes hasta e-ella, debemos ha...cerlo.

No por primera vez estoy dispuesto a que utilicemos la tiza o cualquier otro medio para rescatar a la secuestrada hija de Tergrar, aunque en esto, como en tantas otras cosas, prefiero fiar nuestra actuación al criterio de aquellos que son más doctos que yo en cuanto al conocimiento de lo arcano se refiere.