Partida Rol por web

Solo dos Varls quedan en pie y eso marca el final del combate. La sangre se ha derramado mucho y de forma completamente innecesaria pues nuestro enemigo es el cruel varl que se ha apropiado de estas tierras y nos hace pensar que debemos matarnos para obtener el derecho de habitarlas.

Jamás me perdonaré el haber seguido su juego y haber matado a otras personas que solo buscaban una oportunidad como nosotros. No lo merecían y no lo merecíamos nosotros. Pero ya es tarde para echar marcha atrás.

Apunto mi arco hacia la cabeza de Wulfrig y disparo la flecha que debería acabar con el gigante y la amenaza que representa. Suelto el proyectil y este viaja directamente a su ojo derecho, acabando de un solo disparo con su vida y mi orgullo.

La ultima flecha de carcaj; la última sentencia. Todo cuanto podía ver a su alrededor eran pilas de cuerpos, de hombres y varl por igual, salvo por el bravo guerrero enemigo que aún se alzaba en pie. Acosado, fatigado y foco de mil y un golpes, el gigante se negaba a desfallecer. Merecía un buen recordatorio. Todos lo merecían. Con más fuerza de la que creía tener en ella, su flecha atravesó la cabeza del varl de parte a parte, sellando así su destino.

Juro por los Dioses y mis ancestros que aquel que nos engañó no quedará impune mucho tiempo. Su sangre regará estas tierras y traerá justicia a vivos y muertos por igual.

La fría nieve bañada con sangre tenía un aspecto terrible, los gritos de dolor llenaban el valle sin que el gélido y desolador viento pudieran ahogarlos. E incluso mas de uno juraría que los vientos cantaban la batalla por todos los terrenos por los que pasaban, llevando aquella balada a través de las montañas e incluso con seguridad, está se había escuchado hasta en la mismísima Greyhorn.

Algunos exploradores enviados tras la batalla aseguraban haber visto a algunas personas observando expectantes por sobre las colinas circundantes durante y tras la batalla. Lo que hacia pensar a todos que Jeknir, gobernante de aquella zona, reía con gozo mientras sus informantes le contaban todo lo ocurrido. Que tontos habían sido, habían derramado su sangre por el capricho de alguien mas.

Pero, que otra cosa podrían haber hecho, necesitaban un terreno, necesitaban un refugio, necesitaban un hogar. Y si con sangre había que pagarlo, así habría de ser. Era difícil calmar a aquella muchedumbre deseosa de un hogar, pues aunque ellos como lideres del clan deseasen parlamentar, en el fondo sabían que la necesidad los movía, y eso, era una fuerza mayor.

La derrota había acaecido sobre de ellos, no había mas que emprender la retirada, pero ¿hacia donde?, tenían heridos, tenían hambre, necesitaban descansar, necesitaban un hogar. Quizá regresar y pedir ayuda al otro clan, por mas que hubiesen sido expulsados de esas tierras sería una opción; pues de lo contrario solo tendrían dos posibilidades, rogar por otro territorio al traicionero Varl llamado Jeknir, o bien, marcharse y seguir avanzando en la búsqueda de un hogar.

La victoria era suya y con ello la larga búsqueda de un hogar para su clan, había terminado. O al menos en apariencia, pues, en la mente de los lideres del clan se gestaba una temible pregunta ¿Podría confiar realmente en Jeknir?

La respuesta obvia era no. Pero entonces, ¿Que habrían de hacer ahora?, habían pagado esas tierras con sangre, con su sangre. ¿Como podrían asegurarse de que aquel traicionero Varl no fuese a arrojarlos fuera de sus tierras sin aviso alguno?, no había certeza real, de que aquella victoria fuese suficiente como para que Jeknir diera por sentado que aquel territorio era ahora del clan Rotensnö. ¿Que habrían de hacer ahora?

Una pequeña rendija de luz entró entre mis ojos. Estaba vivo, aunque casi mejor hubiera estado muerto. Poco a poco fui recuperando la conciencia, mientras la fría nieve empapaba mis ropas y el frío se clavaba como dagas en mi frágil cuerpo, pero no era momento de descansar. Los dioses me habían dado otra oportunidad para poder vengarme de mi maestro y tenía que aprovecharla.

Con movimiento torpes me fui incorporando poco a poco, sacudiéndome la nieve de mis ropas a la par que observaba lo que había sido el campo de batalla. Sangre, sangre por todos lados, sangre y restos de armaduras y escudos destrozados. El cuerpo del enemigo caído ya no estaba allí, pero el de mis camaradas sí. Los veía ahí tirados, mientras su sangre teñía la blanca nieve.

Mientras pensaba en lo que había pasado en esta batalla, ¿Cómo habíamos podido perderla? parecía todo controlado hasta que ese bastardo me pilló desprevenido.......si, ¡cuánto se habrá reído el viejo Niklas de mí! sí, había sido demasiado impulsivo y, por acabar con mi enemigo me expuse demasiado. ¿Debería de haber sido más paciente? quizás no, nunca lo sabré, pero tenía claro que quién golpeaba primero lo hacía dos veces. Me encogí de hombros con estos pensamientos cuando comprobé que el resto de mis camaradas seguían con vida. Heridos, algunos de gravedad, pero vivos.

Vamos amigos míos. Los dioses han querido que no ganemos esta batalla, pero nos han dado la posibilidad de continuar con la guerra. 

Estando tirado en el suelo mirando el despejado cielo mientras me lamo las heridas medito, el frío de la nieve se cala por mis huesos pero no me preocupa eso, sino el día siguiente. Arranco la flecha que tengo clavada en lo profundo apretando los dientes para no dejar escapar siquiera un susurro de dolor.

¿A donde podemos ir ahora? Ya perdimos lo que necesitamos por ese Varl loco, el sabía que esto pasaría, el quería que esto pasara y ahora lo sabe, seguro que lo sabe. Y nos deja en un abismo donde fácilmente podemos caer. Ir a pedirle tierras otra vez sería rifar nuestra suerte contra otro contrincante o contra cosas aun peores, seguir andando sería arrastrar con los heridos aparte que ya tenemos varios caídos, por lo menos cuatro han muerto y de los heridos vaya uno a saber si no habrá más. Veo al clan firme en su postura esperando que nos retiremos y veo que se nos escapa la posibilidad de hacernos fuertes desde abajo, pero eso significaría tragarse el orgullo. Yo no puedo tomar esa decisión, yo no puedo pensar en tomar una decisión así, yo iría contra el Varl para romperle la cabeza a cambio de tierras, necesitamos alguien que pueda pensar en todas las opciones como posibles.

Giro mi rostro hacia la mujer que más grito entre todos, esa debería ser la que lidere aun cuando la tengo entre ceja y ceja. - ¿Qué hacemos? - Le pregunto a Embla.

La masacre se había acabado...y ahora tocaba lamerse las heridas. Para su vergüenza, habían contribuido a la diversión de un tirano, de un loco con ínfulas que seguramente rompería su palabra en cuanto se aburriera o cambiara de opinión, y Niklas, por experiencias pasadas, sabía que sería más pronto que tarde. 

Se acercó a Jendalos y le ofreció su flaco pero nervudo brazo para ayudarle a caminar, y se dirigieron hacia Erik y Hvit. - Estoy de acuerdo con Jendalos. Deberíamos ofrecerles una tregua, paz, al clan al que acabamos de derrotar. No habría mejor muestra de que realmente los queremos de aliados contra lo que está por venir. Además, una vez establecidos, yo debería partir para informar inmediatamente sobre ésto que está sucediendo aquí, pues es muy grave...o al menos enviar un ave con un mensaje, esperando que llegue y recibir respuesta. - 

Tenía otro motivo más para llegar a su pueblo e informar, pero eran asuntos internos, algo entre su aprendiz y él. Esperaba que el ofrecimiento de paz apaciguara de alguna forma el espíritu ardoroso del joven, aunque, tras lo vivido hasta ahora, mucho lamentaba que no sería así. Seguramente se lo tomaría como una mayor afrenta, como una burla a él. 

Einar había recibido una verdadera somanta de palos a manos del clan enemigo. Y lo peor es que había caidosin haber podido cobrarse ninguna muerte. Estaba de un humor de perros y se notaba. Sentado en un rincón se limitó a aportar un gruñido desdeñoso a las sugerencias de los miembros del Clan. En su opinión lo que había que hacer era ir y acabar de barrer el suelo con el enemigo derrotado. Ya se preocuparían luego del otro varl y sus argucias.

Brazo derecho y pata anterior derecha dañadas, pensó mientras se incorporaba de manera lenta y dolorosa. sangraba de varias heridas y una flecha le había atravesado el hombro. Por suerte de manera limpia. Las magulladuras tardarían un mes en desaparecer de su cuerpo, pero estaba viva. Poco a poco, como buénamente pudo, se dirigío hacia el maltrecho grupo de compañeros. En su cabeza imaginaba un río de aguas frías para la lavar sus heridas, y el pensamiento actuó como un ligera bálsamo y la cercanía a sus hermanos de armas, también.

El frio de la mezcla de nieve y barro en la que me desperté contrastaba con el calor que sentía que manaba de mis heridas, sangre que regaba el suelo como pago por la batalla que allí había habido. Me levanté con dificultad, apoyándome en lo que quedaba de mi destrozado escudo para poder incorporarme y ver el panorama a mi alrededor… lo que vi, dolió más que las propias heridas.

Mis compañeros de batalla, mis hermanos del clan, mi familia, se encontraban en el mismo estado que yo, heridos, muertos tal vez, derrotados sin duda. No entendía que había pasado, la batalla estaba encaminada a nuestro favor… pero al parecer la diosa fortuna nos había dado la espalda, y el hogar que tanto necesitábamos se escapaba de nuestro alcance. Vi como el extraño que se nos había unido hacía no mucho, aunque herido, se encontraba de nuevo de pie, así como también uno de los hermanos Varls que nos acompañaban y la líder horseborn. Con dificultad, avancé por él, buscando más supervivientes, pero sobre todo, buscándola a ella, mi esposa, la única que había podido llenar el vacío que me dejó la traición de mi hermano. No tardé mucho en encontrarla, tirada en el suelo, con sus flechas esparcidas por este pero con su arco aun firmemente aferrado.

Aun respira- dije aliviado tras agacharme a comprobar su estado, aunque la sangre que manchaba sus ropas y la flecha que sobresalía de su carne me hicieron temer lo peor. Sin embargo, Embla era fuerte, eso era algo que siempre había sabido, y esas heridas no habían bastado para acabar con ella. De no ser por la situación en la que nos encontrábamos, hubiese sonreído… pero en aquel momento, eso era algo que no podía permitirme, no cuando seguíamos necesitando una tierra en la que nuestra gente pudiese sobrevivir. Y la oportunidad de conseguirla se nos había escapado de las manos en aquella batalla, claro que eso no significaba que fuese a rendirme.

Si hace falta, tiraré mi orgullo y rogaré por ello a los que nos han vencido hoy, o incluso al mil veces maldito Jeknir… pero no podemos seguir así- me dije, pues no creía que seguir viajando solo por el orgullo de no intentar algo donde nos habían vencido, no era la solución. Sin embargo, seguiría lo que el clan dijese.

Una vez acabado el recuento de bajas y el examen de los heridos se retiró a su tienda. Algo después salió portando varias tazas de infusión, una costumbre que llevaba practicando muchos años, siempre que era posible. En este caso era tila, su favorita; Hvit sabía que ayudaría a calmar los ánimos y aliviar el cansancio de sus huesos. Se sentó junto a los demás y expuso sus impresiones.

—Si son sensatos, aceptaran a tregua, más debemos ser conscientes de que eso no les satisfará. Los más jóvenes y bravos exigirán venganza por las pérdidas sufridas, si no ahora cuando crezcan. Incluso sin el permiso de sus mayores, es posible que quieran causarnos problemas, para los cuales debemos estar listos. 

«No podemos olvidar a Jeknir. Nos ha observado desde que llegamos y ha sabido manipularnos a su conveniencia. Es necesario estudiarlo y averiguar sus debilidades; que es lo que busca, que le importa y quienes son sus enemigos. Con todo eso podremos hacerle pagar».

Dicho esto se giro hacia el mender.

—Os pediría que permanecierais aquí al menos un tiempo más, sabio Niklas.

La batalla fue ganada y conseguimos espantar al otro clan, que tuvo que marcharse de estas tierras para que fuesen nuestras... de momento. El Varl que orquesta todo puede disponer de estas tierras nuevamente, sin preocuparse mucho por nosotros y entonces volveremos a luchar con quienes no lo merecen.

Si no fuese que la misma ley del rey lo protege, iríamos contra él. No sé si conseguiríamos algo, pero es mejor que luchar contra los inocentes, manteniéndonos débiles para jamás poder oponerse a la verdadera tiranía.

Miro a mis hermanos de clan y brindo también mi opinión:

 - "Podemos mandar un emisario y ver si desean formar alianza con nosotros, sería una buena idea el unirnos para sumar fuerzas. Pero no podemos pensar ahora mismo en acciones contra Jeknir pues tiene el apoyo del rey y de todos los nobles cercanos. Atacarlos sería ilegítimo y quedaríamos solo como bandidos. Primero debemos buscar más apoyo."

Entonces escucho que el mender desea irse y le pido también que lo recapacite:

 - "Por favor, sabio Niklas, eres miembro de nuestro clan y has demostrado tu gran valor. Te necesitamos, tu consejo y tus poderes."

Medito un momento acerca de lo que debemos hacer y luego continúo:

 - "Algunos de nosotros debemos ir a hablar con Jeknir para hacerle creer que no guardamos rencor alguno y que pensamos que no es culpa de él, hacer que se confíe con nosotros y nos de manga ancha. Otros deberían ir a hablar con el otro clan para intentar la alianza. El resto se quedará fortificando la posición, tanto para defendernos de un ataque como para asegurar que nuestra gente no pase hambre ni frío. Cuando estemos más fuertes, podremos buscar aliados que apoyen un ataque contra el Varl para volvernos los líderes reales de estas tierras. ¿Qué les parece?

Miro a mis hermanos ahí reunidos. Todos estamos de acuerdo en que no podemos permitir simplemente someternos a los caprichos del varl ni confiar en él, pero no es simple tomar una acción que pueda significarnos una guerra, sobre todo si no estamos en condiciones de ganarla. Conseguimos vencer a otro clan pero solo porque estaban tan famélicos como nosotros. Jamás venceríamos a Jeknir si lo enfrentamos ahora.

La inconsciencia era un estado pasajero que se desdibujaba cuando las figuras del clan se movían en derredor, tapando brevemente el sol gélido, arremolinando nieve, barro, sangre en el terreno. Quizás lágrimas tambien.
Los brazos fuertes y ásperos de su esposo la hicieron volver completamente, abrir los ojos, lidiar con el dolor que había dejado atrás. Se sostuvo, dejó que la ayudara a andar, a restañarse las heridas, lo necesitaba. Pero no tardó mucho en comprender que su cuerpo y su espíritu no habían encontrado aún lugar de descanso.

Luego de acariciar brevemente la enorme y roja barba de su compañero, necesitó solamente un pestañeo para incorporarse. Sabía que debían retirarse, pero también tenía que ocuparse de los heridos de gravedad. Su misma necesidad los había llevado a ponerse una trampa a sí mismos. No se arrepentía de su ímpetu ni de sus decisiones, pero ahora tenían que cargar todos con las consecuencias de ello.

Los varls y los horseborn eran de sangre fuerte, de huesos viejos, seguirían, pero entre los humanos estaban aquellos que no caminarían más con ellos.

- Helka, Jounn, Sigfrid, Makkar - Embla repitió los nombres de quienes habían caido en batalla, o habían dejado de respirar luego, debilitados por las heridas. Su voz sonó fuerte pero melancólica.
- No os olvidaremos -

Giro mi rostro hacia la mujer que más grito entre todos, esa debería ser la que lidere aun cuando la tengo entre ceja y ceja. - ¿Qué hacemos? - Le pregunto a Embla.

El varl había aguantado con ella hasta las últimas consecuencias, él y su hermano eran los guerreros más resistentes y tercos que había conocido jamás, no se imaginaba porder enfrentar los obstáculos que aún quedaban delante sin ellos.

- El camino se ha cerrado a nuestras espaldas - respodió mirando los ojos del guerrero, alto y grueso como un árbol - No volveré, ni al camino en desolación ni a parlamentar con quién nos empujó y no usó - claramente estaba hablando de Jeknir - Hemos de hablar con quienes valientemente han defendido sus tierras, pues han ganado nuestro respeto...  -

No sabía si Wulfrig comprendería realmente sus sentimientos, pero no podían seguir arrastrándose en la nieve tanto tiempo. Y tampoco hacerse enemigos a cada lugar que fuesen.

La fría nieve no albergaba esperanza para ellos, estaban solos y sus hijos pronto tendrían hambre y frío. Pasar una noche mas a la intemperie en aquel frío desgarrador y con la moral baja era algo que muy pocos olvidarían en sus vidas. El camino se mostraba obscuro, y sin embargo la esperanza podría estar en el propio aparente enemigo.

La victoria era de ellos y sin embargo, no habrían de quedarse quietos. El frío soplaba con vigor y la noche era una fuerza que en aquellas tierras había que tener muy vigilada. Pronto se levantaron tiendas y se encendieron hogueras, y en el centro de ellas el grupo de héroes que lideraban al clan parlamentaban mientras recordaban aquella gloriosa batalla. Si algo era seguro, es que el aparente enemigo que habían enfrentado podría ser un poderoso aliado de cara al frío futuro que les esperaba.