Partida Rol por web

Los dioses han muerto…

En su despertar, hombres y gigantes han sobrevivido bajo una tensa alianza impulsada por los oscuros devastadores de las profundidades, los dredge, los cuales llegaron desde las tierras lejanas y desoladas del norte. Ahora, aquello ha quedado atrás. Es una era de crecimiento y comercio; la vida tiene que continuar.

Los hombres tenían tantas esperanzas en Setterlund. "El nuevo reino del hombre y Varls", lo llamaron, clamando a todo aquel que anhelara su propia tierra. Clanes y familias enteras llevaron las caravanas y banderas a la frontera indomada. Luego con la crudeza del invierno que clamaba por tierras, desapareció el lago Nordfelling, base del sustento de aquellos hombres, los árboles se marchitaron bajo los vientos árticos y las cosechas no crecieron más.

Aunque los Dredges aparecen con poca frecuencia hasta el este, Greyhorn ha sido una importante torre defensiva al norte del reino de Setterlund debido a las nieblas bajas que regularmente cubren el suelo en esta región. Al sur se alza la ciudad fortificada de Blotsbalkr, llena de Varls listos para responder cuando se observan figuras negras atravesando la niebla.

Allí, al sur de la gran torre, se alzan las tierras de pastizales yermos sobre el valle que se forma al final del paso del cuerno roto, tras dejar las montañas del cuerno gris, y justo antes de llegar a las colinas sobre las que se asienta la torre del mismo nombre. Es allí donde dos clanes enemistados inician su aventura, en un intento por dominar aquellas desoladas tierras.

Setterlund es una tierra para nuevas oportunidades, un lugar para que los nuevos clanes de hombres y varls puedan crecer y encontrar un hogar. No obstante, es una tierra dura, donde el invierno clama por cada metro de tierra, y el precio que exige, es verdaderamente alto.

Hace ya mas de cinco años que no se ve a ningún dredge en las proximidades de Greyhorn, ni siquiera en el denso invierno. La tierra está en calma, pero la vida es cada vez mas dura. Y sin embargo, tiene que continuar...

El clan Lávidr había viajado desde tierras lejanas pasando hambre y frío, la tierra que habían soñado como su nuevo hogar, estaba congelada. Los pocos recursos que quedaban en aquellas tierras eran peleados ferozmente por los clanes locales que tiempo atrás, habían llegado a establecerse allí, movidos por la misma fuerza que movía ahora a estos nómadas de tierras lejanas.

Pero el frío y la adversidad no habrían de detenerlos. Si las oportunidades no estaban al este, entonces simplemente habría que avanzar aun mas, aun mas hacia el este, y si era necesario cruzar el mar Vetur, el cual, prácticamente ninguno de ellos había llegado a navegar jamas. Pero no fue necesario, los vientos del invierno los empujaban al noreste, a los límites del reino de Setterlund, hacia las fronteras con la lejana y mística tierra conocida como Valkajokull.

Fue entonces que, en la calma que se sumerge entre las tempestades, el clan llegó hasta el valle del cuerno roto, donde las oportunidades de establecerse estaban presentes, y solo había que convencer a Jerknir, gobernante de los pocos pobladores que habitaban en aquella región. Pero este gigantesco y fiero Varl era un ser claramente retorcido y lleno de odio hacia a todo aquel ser que no fuese un Varl.

De Jerknir se decía por los lugareños, que eran en su mayoría Varls, que este había sido un fiero guerrero que combatió a los Dredge en todas las guerras que ha habido contra ellos, y que fue abandonado por los humanos cuando estos lanzaron todo el poder de los Valkas.

Y sin embargo allí estaban, con la promesa consumada de un hogar que el mismo Jerknir les había ofrecido. Pero no estaban solos otro clan había asentado sus estandartes sobre la misma tierra que ahora a ellos les era prometida. Las palabras se elevaron a gritos, los gritos no tardaron en proferir amenazas y las amenazas claramente los llevarían a un inevitable combate. En aquellos momentos, tras tanto sufrimiento, dejar que los sueños se rompiesen en un instante al tener que ceder y abandonarlo todo, eran simplemente algo inadmisible. Aunque para los lideres del clan, algo era claro, Jerknir sabía de todo esto, y los había arrojado al encuentro.

El clan Rotensnö había viajado desde tierras lejanas pasando hambre y frío, la tierra que habían soñado como su nuevo hogar, estaba congelada. Los pocos recursos que quedaban en aquellas tierras eran peleados ferozmente por los clanes locales que tiempo atrás, habían llegado a establecerse allí, movidos por la misma fuerza que movía ahora a estos nómadas de tierras lejanas.

Pero el frío y la adversidad no habrían de detenerlos. Si las oportunidades no estaban al este, entonces simplemente habría que avanzar aun mas, aun mas hacia el este, y si era necesario cruzar el mar Vetur, el cual, prácticamente ninguno de ellos había llegado a navegar jamas. Pero no fue necesario, los vientos del invierno los empujaban al noreste, a los límites del reino de Setterlund, hacia las fronteras con la lejana y mística tierra conocida como Valkajokull.

Fue entonces que, en la calma que se sumerge entre las tempestades, el clan llegó hasta el valle del cuerno roto, donde las oportunidades de establecerse estaban presentes, y solo había que convencer a Jerknir, gobernante de los pocos pobladores que habitaban en aquella región. Pero este gigantesco y fiero Varl era un ser claramente retorcido y lleno de odio hacia a todo aquel ser que no fuese un Varl.

De Jerknir se decía por los lugareños, que eran en su mayoría Varls, que este había sido un fiero guerrero que combatió a los Dredge en todas las guerras que ha habido contra ellos, y que fue abandonado por los humanos cuando estos lanzaron todo el poder de los Valkas.

Y sin embargo allí estaban, con la promesa consumada de un hogar que el mismo Jerknir les había ofrecido. Pero no estaban solos otro clan había asentado sus estandartes sobre la misma tierra que ahora a ellos les era prometida. Las palabras se elevaron a gritos, los gritos no tardaron en proferir amenazas y las amenazas claramente los llevarían a un inevitable combate. En aquellos momentos, tras tanto sufrimiento, dejar que los sueños se rompiesen en un instante al tener que ceder y abandonarlo todo, eran simplemente algo inadmisible. Aunque para los lideres del clan, algo era claro, Jerknir sabía de todo esto, y los había arrojado al encuentro.

El Varl soberano de todas estas tierras nos había timado, una suerte de treta para su entretenimiento. Asco fue lo que sentí al estar frente a frente con nuestros enemigos.

Y enemigos era una palabra muy grande porque no era su intención asesinarlos ni mucho menos. Eran personas, como ellos, que tenían una promesa de vivir mejor. Tan similares.

Se tomó unos segundos para intentar dilucidar la composición del grupo oponente, pensó en idear una treta para dar a los más vulnerables, a aquellos hombres y mujeres que no sabían pelear, el tiempo para ponerse a salvo pero pensó ¿Con qué sentido? Si morimos aquí estarán indefensos, posiblemente correrían la misma suerte que en el combate pero a manos de los lobos o bandidos.

Entonces redujo su distancia con Hvit y Nilkas, los más ancianos de aquel campo de batalla indudablemente. Pidió a sus tropas que lo sigan y les protejan.

-¿Cuál será el mejor curso de acción?- interrogó.

Einar sacó la espada y la piedra de amolar cuando las primeras tensiones con el otro clan aparecieron. Había dos manginficas raoznes para atacar al otro clan cuanto antes. La primera es que quien se hiciese con estas tierras, y más si era derramando sangre, sería un nombre repetido en todas las contradas y sobre el que se cantarían canciones durante años. El segundo es que el propio clan al que sevía aun era debil y probablemente no sobrevirían al primer ataque. Debían por lo tanto golpear primero y golpear de forma decisiva.

Contemplando el filo de su enorme espada dijo Hay que golpear ahora. Acabar con la amenaza antes de que esta tan siquiera nazca. Si los derrotamos y ponemos ahora en fuga nunca más volverá nadie a disputarnos el dominio de estas tierras.

Una tierra prometida es el premio que tenemos ante nosotros, pero el capricho de un déspota varl nos pone frente a otro clan a quien se le ha prometido el mismo premio. Las tensiones aumentan pues no podemos compartir esta tierra sin condenarnos nuevamente al peligro de la hambruna y la carencia.

Nos debatimos en cual es el mejor paso a seguir y las opiniones están divididas, pero mi opción es clara pues no consentiré una lucha con quienes son tan víctimas como nosotros.

Reunidos en consejo y después de escuchar las opiniones de algunos de mis camaradas, planteo la mía:

 - "Ellos han sido engañados igual que nosotros. Intentaría parlamentar con ellos y unirnos para acabar con Jerknir por su falta de honor y crueldad, quedándonos con sus tierras, aunque dudo que todos sean capaces de pensar con esa objetividad. Responderé si atacan primero pero no correré a ser la diversión de un tirano."

Escupo en el suelo el palillo que mordisqueaba mientras pensaba en lo que debíamos hacer y en qué es lo correcto. He llevado a mi familia y a nuestro clan adelante a pesar de las dificultades porque nunca me negué a hacer lo que debía pero siempre escogí hacer lo correcto.

Embla caminó rauda hacia una roca, la cual trepó con presteza y observó por unos segundos a la lejanía. No cabía duda de que los fieron gritos de su clan estaban completamente fundados. Jerknir era todo lo que su reputación decía de él, incluso aunque tuvesen numerosos Varls entre sus filas. Quizá por eso mismo nos lanzaba a la batalla si pretendíamos obtener asentamiento alguno en sus tierras.

Mientras sostenía su arco y tres flechas en la siniestra, terminó de otear al enemigo y señaló hacia adelante con la diestra.

-¡Ya tendremos nuestra oportunidad de ajustar cuentas con el perro de Jerknir, ahora mismo debemos atacar antes de que estén preparados!- gritó, airada, nada le interesaba más que lograr encontrar una tierra para los suyos, dejar de vagar y poder descansar un tiempo.

Pero ahora debían luchar pues la oportunidad que se les presentaba era única.

Tras el duro viaje, su destino parecía, por fin, a su alcance. Los problemas se presentaron a posteriori, y además en gran número.

Todo indicaba que habían sido engañados por el autoproclamado señor de éstas tierra. Un gigantesco Varl que odiaba a los humanos, y pese a todo, les había invitado a venir. Niklas sospechaba de dicho comportamiento, pero no había encontrado razones para desviar (o mejor dicho, destruir) la esperanza que se había instalado en los corazones de todos. Ojalá hubiera encontrado alguna.

Ahora el panorama era cuanto menos, poco halagüeño.

Jerknir les había tendido claramente una trampa mortal de necesidad, una especie de juego sangriento donde el ganador, si es que al final había alguno, se quedaría con todo. Éste tipo de comportamiento no podía quedar en el olvido, había que llegar a Manaharr e informar sobre éste grave hecho. Muchos compatriotas humanos, henchidos de esperanza y buenos deseos, serían conducidos a una masacre por el odio de uno sólo. Aquello había que pararlo, pero para pararlo, sólo había una solución, sobrevivir.

Vio como Jendalos se acercaba a él, que, sentado al lado de Hvit y Einar, y el resto del pequeño consejo formado en ésta situación de emergencia, debatían sobre el curso a tomar.

Las opiniones de cada uno fueron cayendo como una piedra en una parte de la balanza, inclinando hacia un lugar u otro el destino de la pequeña comitiva. El problema era que no conocían al otro Clan, aunque se habían mostrado ya agresivos, pero no podía culparles, pues sólo querían sobrevivir, tal cual ellos.*

¿Qué debían hacer? ¿Cuál sería la decisión correcta?

Niklas mostraba un semblante sombrío, pues varias opciones cruzaban su mente, y ninguna parecía acertada.

Podían cargar contra el enemigo, sin darles tiempo a reaccionar y darle a Jerknir lo que quería, pero a la vez, era la que, a priori, parecía más acertada con una sola idea en mente, sobrevivir.

Podían esperar a ver qué hacía el enemigo, e intentar reaccionar, pero una reacción tardía a un ataque decidido supondría la casi segura exterminación del Clan.

Podían distraer al enemigo, mientras enviaban una pequeña partida de guerreros para rodearlos y atacar desde dos flancos, asegurándose una ventaja en la casi segura, pelea.

O podían provocar al enemigo, enzarzarse en una demostración de fuerza y saliva, con el ánimo de entretenerlos lo suficiente como para que los más débiles tuvieran la opción de escapar...¿pero dónde? Ya habían llegado muy lejos para volver atrás, y sin defensores....

Deberían haber tenido una opción más...poder parlamentar con el supuesto "clan enemigo" e intentar aunar fuerzas contra el tirano que les obligaba a ésto, pero parecía que incluso esa opción, la más lógica, les había sido arrebatada tras los primeros intentos de dialogo. Habían sido dichas cosas graves, afrentas demasiado grandes al honor de las familias, de los clanes, de los guerreros...palabra que, una vez dichas, ya no podían olvidarse. No, esa no era una opción.

Con la cabeza baja, mascando piedras por lo que estaba a punto de decir, pero sabedor que quizás no les quedaba otra opción pese a no gustarle para nada, dijo lo que pensaba:

- Sé que no formo parte del Clan, pero mi palabra está dada y contáis con el apoyo y protección de mi orden. Voy a decir lo que pienso. -

Su cabeza se alzo, se levantó y se irguió, mirando a cada uno a los ojos conforme iba hablando - Concuerdo contigo Erik, la fuerza sin sentido no es la solución a nuestros problemas, pues ya hemos sufrido bastante y sabemos perfectamente lo que es usarla para arrebatarle a los demás lo que es suyo, pues lo hemos vivido en propias carnes. - le dijo al cazador, con el cual congeniaba en forma de pensar - pero estamos en una muy mala posición. No podemos volver atrás, apenas nos quedan víveres para aguantar mientras sembramos, cazamos y recolectamos. El otro Clan ha denegado parlamentar, por lo que, muy a mi pesar, sólo nos quedaría una opción. - su mirada se clavó en los ojos de Einar.

Calló unos segundos dejando que en la mente de todos se formara la misma idea. - Debemos atacar, sobrevivir y poder contar lo que está sucediendo aquí, para que no vuelva a suceder. La actitud de éste Varl no puede quedar sin castigo, no podemos dejar que más y más humanos o, quien sea, muera por el odio de un sólo ser. -

Un silencio se instaló en el grupo durante unos momentos hasta que fue roto por las siguiente palabras del Mender - Nunca he sido de atacar frontalmente, así que propongo distraerlos mientras enviamos una partida a rodear al enemigo. Quizás si se ven rodeados se rindan y podamos plantear otra salida a ésto, y si no....tendremos la ventaja táctica. - Su voz sonaba imperial y decidida, aunque era sabedor que su opinión no sería la más popular, pero desde su punto de vista, era la más lógica con respecto a cómo estaba la situación en ése momento.

- No está en mi ánimo matar a nadie, ni mucho menos, pero si los guerreros de su clan se empeñan en luchar, no voy a permitir que masacren a nuestras mujeres, niños y ancianos. Si se rinden, o si les vencemos, les daría la opción de que sus supervivientes se unan a nosotros como una familia más, toda mano sirve de ayuda. Probablemente les será duro admitirlo, pero espero que sus mujeres, niños y ancianos entiendan que más vale rendirte y vivir, que luchar y morir. La vida es preciosa, y una vez quitada, ya no puedes restituirla. Si supiera que sus guerreros nos van a respetar, no me importaría rendirme y vivir, con la esperanza de que todo mejore en un futuro, pero estoy convencido que eso no va a pasar. -

A pesar de su tono, de su convencimiento en la voz, algo que había entrenado en su pueblo, por dentro algo se partía.

Una vez más, la amenaza yace en nuestras propias tierras.

Su dedos se tensaban con fuerza alrededor del arco solo de pensar en el cruel Varl. Seres como aquel no merecían hollar la misma tierra que el resto, pero los Dioses eran justos. Algún día lo pondrían en su lugar y esperaba estar allí para verlo. Por el momento debía pensar en su clan. Escuchó con atención cada una de las opiniones, como su marido había hecho cuando estaba al mando. Todos tenían su parte de razón, pero su respuesta habría de ser distinta. Por ello, tras las palabras del sabio Mender, estas fueron las suyas.

—Hemos venido de lejos. Hemos sobrevivido a multitud de encuentros y a los peligros de la naturaleza. No dejaré que los míos sufran cuando estamos tan cerca de una solución. Jerknir pagará, a su debido tiempo. Hasta ese momento, los Dioses han querido que nuestro enfrentamiento sea con el otro clan. Debemos ser raudos y tomar ventaja ahora que podemos. Una guerra se gana rápidamente si el enemigo no sabe que está en guerra*.

Bjorn observó al otro clan allí reunido por las palabras de Jerknir, maldiciendo para sus adentros al viejo varl, pues por su culpa su gente estaba ahora en peligro. En peligro de perder el hogar que les habían prometido y que tanto necesitaban si no luchaban por él… y en peligro de salir heridos y morir en caso de luchar.

Maldito seas- maldijo de nuevo para sus adentros, prometiéndose ajustar cuentas con él en el futuro. Nadie que pusiese en peligro a su gente saldría indemne de ello… pero eso tendría que esperar.  Ahora tocaba asegurarse de que conseguían un hogar, y aunque él hubiese preferido esperar a que las mujeres, los ancianos y los niños se pusiesen a salvo, los ánimos estaban demasiado caldeados para ello, y como si necesitase una confirmación de ello, las palabras de Embla resonaron entre la gente con la fuerza y el fuego que la caracterizaba.

¡Hermanos!- gritó apenas su mujer terminó de hablar -¡Esos bastardos pretenden quedarse con nuestro hogar, pero no se lo permitiremos!- les gritó -¡Ataquemos ahora, antes de que puedan poner un pie en nuestras tierras, antes de que puedan acercarse a nuestras familias y hagamos que se arrepientan de su decisión!- les dijo, señalando al otro clan con su hacha.

Tal vez Bjorn hubiese preferido no luchar… pero no dudaría en derramar cuanta sangre fuese necesaria para proteger a los suyos.

Jerknir quizás nos había prometido las tierras al ver tantos Varls juntos, después de todo siendo una raza claramente superior al resto en combate no se podía pensar muy distinto. Pero había cometido un error o lo más probable que el clan que estaba parado en las mismas tierras que se nos adjudicaron hayan desviado su rumbo celosas por nuestras tierras. Era un excelente momento para aclarar el punto, el punto de que las tierras son nuestras y más todavía aquella colina donde pienso poner mi tienda, una que está por encima de una contigua que será para mi hermano.

Levanto el hacha sabiendo que Asbjörn vendrá tras de mis pasos, no se perderá un buen combate y dejarme disfrutar de la sangre del enemigo sin su presencia. - ¡CARGA! - Grito a los integrantes de mi grupo para que enarbolen sus armas y bajen cabezas buscando traspasar armaduras, carne y huesos hasta que no quede uno en pie. - ¡QUIERO AL MÁS GRANDE! - Le grito a todos, tanto Varls como al resto.

Con el escudo en alto y la maza girando como un remolino mortal avanzo con un paso que hace temblar el suelo debajo mío y decidido dirijo mi cornamenta hacia el rival de mayor tamaño.

Era un extraño en esas tierras, y un extraño en el clan. No hacía mucho que me había unido a ellos y, aunque mis motivaciones era puramente personales, iban en la misma dirección.

Entre esas gentes que estaban al otro lado del valle se encontraba Niklas, apoyándoles conforme le había indicado el cónclave. Solo por eso, debía de apoyar al clan Ládivir para vencer a sus rivales y así vencer yo a mi antiguo maestro.

El verles allí, preparándose para lo que venía a continuación, quizás fuera una señal para lanzarnos al ataque con la esperanza de pillarles desprevenidos. Eso mismo parecía opinar Embla y Bjorn, por lo que asentí con una sonrisa mientras observaba el terreno por el que debíamos descender.

Ataquemosles ahora y golpeemos con fuerza. Quien golpea primero golpea dos veces

Dicho esto, agarre mi bastón de madera y me situé, más o menos, por detrás de los enormes Varls que se habían unido al clan.

El mender asintió ante las palabras de Hvit. - Sí, quizás sea lo mejor. Sea pues, ataquemos. -

Einar aplaudió entusiasmado con sus grandes manos, ya podía imaginar de nuevo el peso del espadón mientras este destrozaba la carne de sus enemigos.

¡Así se habla! ¡Ataquemos ya y al infierno con todos ellos! 

"Extrañas circuntancias crean extraños lazos", fué lo último que pensó Islab cuando vio que sus nuevos compañeros se disponían para el combate. Pateó el suelo con sus cascos, escupió a un lado y comenzó a trotar junto a ellos.

Opción A

Ante la tensión y las amenazas, las cosas muy pronto se salieron de control, tal como la mayoría esperaba y el propio Jerknir deseaba. El enemigo en su mayoría cargaba contra ellos por lo que ellos hicieron lo propio dejando de la toda oportunidad de detener aquel derramamiento de sangre.