Partida Rol por web

Los ojos de Imhol hubieran hecho chiribitas de haber tenido unos globos oculares humanos, estaba rodeado de una gran cantidad de material de arqueología. El ventante desconocía si la familia de draconianos conocería el valor de la decoración de su casa, pero fuese como fuese Imhol tenía que estudiarlo.

-No gracias - Respondió, pues no comía demasiado, mucho menos que un humano, y asumía que en el caso de Gruntah sería justo al revés.

-Lo que me ha llamado la atención es que tenéis gran material antiguo por la casa. A mi me apasiona su estudio. ¿De dónde lo sacasteis? - Preguntó a la espera de que le dijera que sus padres habían vivido aventuras, era una pregunta más de cortesía que otra cosa, pues su atención estaba volcada en los objetos que había en todos lados.

Imhol sonrió con la pregunta del aspirante a sanador.

-Es normal que preguntes, somos una raza rara en estos lugares. - Dijo mientras seguía caminando - No enfermamos demasiado, es cierto, pero cuando contraemos una suelen cebarse mucho más con nosotros. - El ventante se tomó un momento y alzó la mirada al viento - Sobre la longevidad, lo cierto es que vivimos algo más que los humanos, pero no mucho, unos diez años más. Aunque seguro que te llama la atención saber que una vez alcanza la edad adulta, un ventante a penas envejece,  en su cuerpo aparecen unas líneas azules y su cuerpo se mantiene casi igual hasta que, unos meses antes de la muerte, vamos perdiendo la agilidad y gracilidad que nos caracteriza hasta que finalmente nuestros cuerpos se cristalizan llevándonos a la muerte.

Mientras dejaba que una gran tetera de bronce, probablemente fabricada en la herrería familiar, empezara a calentarse, Gruntah se giró con lo que pareció una sonrisa y pareció complacido con la pregunta.

- Mis padres se conocieron en otra época, cuando el mundo era salvaje y despiadado - dijo, agitando levemente la cola - Ahora serían llamados aventureros.

Luego se dirigió hacia un robusto asiento de madera reforzada con acero y se sentó, haciéndola crujir.

- Llegó un momento en que quisieron tener descendencia, asentarse. Este pueblo los acogió, primero con dudas, luego con temor, finalmente con curiosidad. Si te gustan las historias de mazmorras y dragones* mi padre podría contarte historias hasta cansarse. Adora recordar aquella época.

Elius miraba embelesado a su amigo mientras iba contándole los entresijos de su raza. En cuanto a longevidad, los ventantes eran más parecidos a los humanos de lo que se había imaginado.

- Entonces aprovecháis casi toda vuestra vida en plenas condiciones - observó Elius.

Por un lado, era una suerte permanecer toda la vida como si los años no pasaran, mantener inalterable la jovialidad que te caracterizaba, conservar la fuerza, las ganas, el aspecto... Supongo que sería el sueño de muchos humanos. Pero por otro lado, estaba el enorme contraste: En unos pocos meses, todo aquello desaparecía. No tenías un tiempo de adaptación para prepararte ante la muerte, como ocurría con el envejecimiento. Debía ser duro cuando de repente uno se notaba menos ágil, le costaba más moverse, para darse cuenta de que el final estaba cerca.

Elius notó que ante aquellos pensamientos, había adoptado una expresión sombría. La muerte no era el tema preferido de nadie, y menos el suyo, que quería dedicar su vida a retrasarla lo máximo posible, así que el joven curandero no continuó atosigando a Imhol con más preguntas.

Tragó saliva antes de continuar hablando y dijo amablemente:

- Espero no haberte incomodado, compañero. - Elius sonrió.

Asentí complacido.

-Hablas de tus padres como si tuviesen cientos de años... Si no es indiscreción, ¿qué longevidad tiene un draconiano? - Después decidí justificar algo más mi pregunta - Quiero decir, deben haber vivido mucho para tener tantas experiencias y cosas que contar, y mis conocimientos sobre las razas que pueblan el mundo son bastante escasos.

Cuando termino de hablar me dirijo hasta una silla de bastante buena calidad y me siento en ella poniendo una pierna encima de la otra y permanezco a la espera de la respuesta de Gruntah.

-Tranquilo - Respondió el vantante sonriente - Prefiero que el curandero del pueblo tenga conocimientos sobre mi raza por si ocurre algo y debes salvarnos la vida - Añadió Imhol colocando su palma izquierda sobre el hombro derecho del humano para demostrarle que no le había incomodado la conversación, sus rasgos eran algo que aceptaba, al igual que un humano debía aceptar que le creciese la barba continuamente. Esa idea provocó en Imhol un poco de risa y decidió compartirla - Pero al menos no tenemos que ir nunca al barbero.

Gruntah se quedó sorprendido por la pregunta, y luego cayó en la cuenta de que estaba tan acostumbrado a su forma de vida, que apenas se percataba de lo fugaces que eran las vidas del resto de seres del mundo conocido.

- Veamos... según calculo, para padre habrán pasado unos 350 inviernos desde que salió del huevo... pero tengo entendido que nuestra existencia se prolonga cerca de los 500... - dijo, poniéndose la mano en la mandíbula y meditando - Aunque son todo especulaciones, claro. Somos pocos y todo lo que nos llega de otras familias está casi desfasado. Podríamos ser los últimos draconianos que existan y no saberlo.

Rió levemente, provocando un leve graznido, pero luego pareció quedarse triste. La idea de no poder encontrar una compañera a menudo le atenazaba y no le dejaba dormir, y recordarlo ahora no había rebajado esa sensación.

- En fin... dime tú... ¿estás sólo? ¿tienes familia?

El gesto de Imhol adoptó un semblante más serio debido a recuperar recuerdos dolorosos del pasado.

-Pues tengo familia, mi padre murió hace unos años y es por esto por lo que vinimos aquí. La vida es más barata lejos de las grandes urbes. - El ventante tomó aire - Antes de que muriese solíamos ir de lugar en lugar siguiendo el trabajo de arqueólogo de mi padre. Topamos con muchas ruinas de dragones, pero lo cierto es que hasta ahora no sabía de la existencia de... - Imhol se dió cuenta de que era algo descortés decir eso, pero ya no podía morderse la lengua o sería aún peor - tu raza. Perdón por decirlo así.

En ese momento, decidió cambiar de tema rápidamente para evitar que la conversación volviese a caminos menos agradables.

-Yo soy relativamente nuevo en el pueblo, pero según tengo entendido tú llevas mucho tiempo - Dijo sonriendo - ¿Qué es lo que en tu opinión más merece la pena de este lugar?

Apuró el último sorbo de la enorme taza de té y lo dejó a un lado. Escuchaba con atención a Imhol, y el draconiano demostró que le encantaba escuchar historias. Las pilas de libros y pergaminos reflejaban que se pasaba horas y horas leyendo, aprendiendo para luego no cometer los mismos errores. Cuando el ventante se disculpó, puso una extraña mueca que asemejaba a una sonrisa.

- No te disculpes - dijo, sacudiendo la cabeza - Y respecto a este pueblo...

Bufó poniendo los ojos en blanco. Era un gesto que Imhol no conocía, pero que con el tiempo aprendió a descifrar. Era el gesto que Gruntah ponía cuando algo le aburría, o cuando prefería no decir algo en vez de menospreciarlo.

- Esta gente no tiene amplitud de miras... y si desconociera el pasado de mi padre, le incluiría con ellos. Sólo conocen el campo, el bosque y sus cultivos. No se preocupan de lo que hay más allá, de lo que se esconde en las montañas y en las profundidades. Yo no quiero quedarme encerrado aquí - dijo, mirándole con un ligero ladeo de cabeza - ¿Me llevarías a alguna de tus incursiones, Imhol?

-¡Maldita sea! - Exclamó el ventante como si acabase de darse cuenta de algo - ¡Pensaba pedírtelo yo a ti! - Añadió antes de comenzar a reír.

Tras un par de minutos la risa se tornó cada vez menor hasta que finalmente, pudo hablar.

-De todas formas yo no tengo intención de quedarme aquí demasiado tiempo. Lo justo para que mi madre se pueda costear su vida aquí, después tengo intención de partir en busca de ruinas que explorar y caminos que recorrer.

- Entonces, tenemos un trato, ventante - dijo, extendiendo su escamoso brazo hacia Imhol con gesto neutro - En cuanto padre acabe con tu arma, te llevaré a algunas ruinas que conozco, donde he practicado mi magia. A cambio, tú me llevarás a algún destino que tengas en mente.

A Gruntah le había caído bien Imhol. Tenía el carácter aventurero y curioso que el draconiano echaba en falta en la aldea, lo que hizo que se sintiera muy unido al ventante.

Imhol extendió su mano y aferró con toda la fuerza que era capaz la de Guntah.

-De acuerdo, tenemos entonces un trato - Dijo sonriente.

Tras reunirme con mis amigos regreso a casa. La luna ya está en su punto más alto y el viendo es refrescante, solo consentir su impacto contra mi piel se que estoy en casa.

Abro la puerta y el olor al hogar me inunda, el olor a frescura, a movimiento, a mi madre y a mi hermana.

-Estoy de vuelta - Digo en un tono no demasiado alto por si estaban ya durmiendo.

Me mantengo unos segundos a la espera de alguna respuesta, pero solo recibo el silencio.

Sonrío para mis adentros y con sigilo subo las escaleras para llegar ami habitación. Mi cama está como siempre, mi madre había preparado todo para cuando regresase.

De nuevo sonreí y me acosté para dormir.

A la mañana siguiente una voz me despertó.

-¡Hermano, hermano, hermano, hermano!* -Una figura irrumpe en tu habitación, moviéndose por ella como si la casa fuese suya. Y por supuesto, eso es porque lo es. Tu hermana salta encima de tu cama sin compasión alguna, sacudiéndote e instándote a levantarte. -¡Mamá ha preparado tu desayuno favorito, así que venga, levanta, porque si no tengo permiso para comérmelo yo todo! ¡Venga, venga! -Y cumplida su misión de despertarte, vuelve a levantarse de un rápido brinco, y para cuando te quieres dar cuenta te está mirando desde la puerta. -Buenos días, dormilón. Sí que os divertisteis ayer, ¿eh?

Cuando mi hermana me despierta no puedo evitar que una sonrisa aparezca en mi rostro.

Una vez despierto, me levanto con bastante rapidez.

-Buenos días hermana, ¿qué? ¿Ya ni siquiera uno puede dormir a gusto después de volver de un viaje?

Dicho eso me deslizo hasta su posición y en un santiamén estoy frente a ella.

-¿Y cuál es ese desayuno del que tanto estoy oyendo hablar?

Es un placer estar en casa, siento mi mente pesada, demasiado tiempo teniendo que adaptar mi ritmo al del resto de razas, y durante los primeros instantes me siento abrumado por la jovialidad de mi hermana.

Al ver tu "rápido" levantar, solo consigues despertar otra vez la sorna de tu hermana que casi se dobla de lo mucho que se está riendo.

-Sí que has perdido agilidad en tus exploraciones, ¿eh? Te has vuelto leeeeeento. -Y sin más preámbulos se lanza hacia las escaleras. -¡El último en bajar se queda sin repetir! -Te grita en una competición bastante injusta, dado que ella ya está a medio camino al piso inferior para cuando termina.

Una vez llegas abajo, no necesitas más que seguir el olor de la comida para llegar a la cocina, donde tu madre te recibe con una sonrisa y un plato para el desayuno. Parece que algunas costumbres no han cambiado nada, incluso después de tantos años.

Sonriente bajo al piso inferior relativamente rápido y me dirijo a la cocina, al ver a mi madre me acerco y la doy un beso de buenos días.

-Buenos días, madre, y muchas gracias por el desayuno. No hay nada como volver a casa y veros así de bien.

Me siento y doy el primer bocado. Sensaciones que hacía tiempo que no percibía recorren mi paladar como descargar eléctricas.

-Vaya, no me acordaba de lo mal que cocino.