Partida Rol por web

El soldado da un brinco al ser sorprendido por un Marine Espacial de malas pulgas, lo que resulta una visión estremecedora para una abrumadora mayoría de los seres humanos. Compungido, su cara expresa la culpabilidad de aquel que es reprendido por un superior, pero unos segundos más tarde recupera la compostura y, mirando fijamente al Cuervo, le replica:

— Así es, señor, hubo aquí alguien antes que ustedes —de algún modo, al soldado le parece la cosa más natural del mundo. Todo rastro de vergüenza ha desaparecido de su rostro—. Otro grupo de Marines Espaciales, hará una semana.

La respuesta no era precisamente lo que esperaba oír y enderezó su mole, algo confuso por ella. ¿Otros marines? Se suponía que aquello era competencia de la Deathwatch, no tenía sentido en absoluto. Lo que abría dos posibilidades: o algún Capítulo estaba actuando por su cuenta como era su prerrogativa o, el Emperador le salvase, le estaba intentando engañar. Había formas de saberlo

-¿Cuál era su heráldica y qué se llevaron?-el Comandante General no les había informado de la existencia de otros Astartes en la zona, aunque eso no podía asegurar nada. Los Adeptus actuaban con la autonomía adecuada a su noble rango. Sin embargo si el soldado pretendía seguir con una hipotética mentira ya podía tenerla bien pensada. Marev sabía qué se habían llevado los visitantes al fin y al cabo. Y tal vez la iconografía presentase alguna irregularidad que le permitiese despejar las dudas. O quién había estado ahí.

Siguió haciendo memoria pues no recordaba haber visto ninguna nave Astartes en órbita, y dudaba que algún otro equipo de la Deathwatch estuviera involucrado, eran demasiado pocos como para solaparse. Definitivamente algo no olía bien ahí.

-Ahora-subvocalizó por el comunicador a Astramael, tal vez la impresión de un bibliotecario Marine bastase para que se replantearan su actitud.

El soldado, avasallado por las preguntas del Marine Espacial, se toma unos segundos para pensar la respuesta. Tras un balbuceo, finalmente consigue explicarse:

— No... no me fijé con demasiado detalle, señor. Sus armaduras eran ne... negras, co-como las vuestras —te mira de arriba a abajo, como analizando, comparando. Casco, peto, piernas... hombreras. Abre bastante los ojos—. Bu-bueno señor, iguales no —traga saliva—. Imagino que no tiene importancia, pero recuerdo con claridad que sus hombreras eran del mismo color... Blancas

Las lentes del casco de Marev se mantuvieron fijas en el soldado que tenía delante, observando con calma cómo una gota de sudor bajaba por la frente de éste. Dejó pasar unos instantes antes de añadir con voz calmada y determinada

-¿Qué símbolos tenían en las hombreras?-la entonación tenía un matiz definitivo que dejaba a las claras que la paciencia del Marine no estaba para gastarla ahí. Sorpresivamente también dirigió durante apenas un instante al compañero del guardia-Tú, ¿tienes algo que añadir soldado?-

Ya habían perdido demasiado tiempo, cada instante contaba en su contra. Y por si fuera poco el Guardia del Cuervo no podía quitarse de la cabeza la imagen de cierto capítulo requisando las pruebas para destruirlas sin más. Bajo su forma de ver era un enfoque equivocado que impedía obtener la mejor inteligencia para enfrentarse a un enemigo desconocido. Pero había Capítulos famosos por su cerradez antes esas aproximaciones

El hombre quedó pensativo un instante, aunque al parecer no se le daba demasiado bien pensar bajo presión. Miró a su compañero, interrogativo, a lo que este negó con la cabeza con cierta pesadumbre. Finalmente, el primer soldado habló por ambos:

— No nos fijamos, señor. Ellos... apenas repararon en nosotros. Entraron sin dar explicaciones, rebuscaron un rato y se fueron. Apenas les vimos entrar y salir y ¿quién somos acaso para decirles nada?

Te daba en la nariz que algo no cuadraba. La reflexión era sencilla. Si los Marines que habían entrado antes que vosotros tenían las dos hombreras del mismo color, eso significaba que no formaban parte de la DeathWatch, si no que representaban a algunos de los sagrados Capítulos. Pero... los capítulos que cuadraban con la descripción del soldado no se contaban entre las fuerzas de la Humanidad desplegadas en la Cruzada Achilus.

Tu cabeza repasó con rapidez. Ángeles Bermellón. Lobos Espaciales. Cónsules Blancos. Espadas Sangrientas, Espectros de la Muerte, Hijos Oscuros, Despojadores y muchos, muchos Guardianes de la Tormenta. Pero, al menos oficialmente, no existían datos de fuerzas de la Guardia del Cuervo o de Templarios Negros más allá de los que ahora formaban parte de la DeathWatch...

Pero nos dimos cuenta rápidamente - le responde Grigori que no quiere apuntarse el tanto.

Observa a la inquisidora y sin variar su posición ni un ápice la miró largamente - ¿Cómo os encontráis mi señora? - le preguntó con sumo respeto

Astramael se había mantenido en silencio, sopesando la información que se guardia proporcionaba, intimidado por Marev. Pensó que aplastar la cabeza de su compañero agilizaría el flujo de información, pero sería malgastar un recurso del Imperio, por insignificante que fuera.

¿Os notificaron que iban a venir o tuvisteis que dar parte a vuestros superiores después de que ocurriera?

Un superior suyo tal vez tendría más información y podría concretar el capítulo al que esos marines pertenecían.

El soldado giró la cabeza hasta que vió al Bibliotecario. La visión de éste le intimidó aún más. Había algo en él, un aura de poder sobrenatural, una amenaza de algo terrible, que le hizo encogerse:

— A nosotros nadie nos dijo nada, señor. Ni tampoco ahora en su caso. Evidentemente lo notificamos a las autoridades pertinentes, pero tampoco nos hicieron demasiado caso, creo —su forma de hablar denota que es medianamente culto, de un mundo colmena seguramente.

La inquisidora te miró con ojos mortecinos al oír tus palabras. Estaba tan pálida que sus facciones casi podían confundirse con la impecable blancura de las sábanas de la cama en la que estaba echada. Sostuvo la mirada unos segundos, como si no te reconociese o no se enterase de que pasaba a su alrededor, hasta que un destello de inteligencia en ellos te hizo ver que te identificaba. Intentó decir algo...

— ...

... pero sus palabras no llegaron a salir de su boca, tan solo frunció algo el ceño, como si el mero hecho de articular palabras le doliera o le costara enormemente. Contrariada, apoyó las manos en la cama como intentando incorporarse, pero a todas luces estaba demasiado débil y no fue capaz.

Algo no cuadraba, pero el qué evitaba tu pensamiento, revoloteaba entre la densa niebla de la confusión. Te esquivaba. ¿Eran los otros Marines de la DeathWatch o de uno de sagrados Capítulos?. Había pocos capítulos que cuadrasen con esa descripción, se te ocurrían al menos un par pero ¿estaban desplegados en Jericho Reach? No podías recordarlo. La Guardia del Cuervo no, eso lo sabes de sobra, pero... ¿Templarios Negros?. A saber. Repasaste mentalmente las fuerzas de la Cruzada: ¿Ángeles Bermellón?. Sí, seguro, eran muy característicos. Lobos Espaciales también. ¿Cónsules Blancos? ¿o Cónsules Negros?... no, espera, eso fue en aquella operación... ¿cómo se llamaba? No recuerdas. Guardianes de la Tormenta sí, los hay a patadas, por todas partes... pero ninguno de esos cuadra con los colores descritos. Ni los Espadas Sangrientas tampoco. Y había más capítulos, pero no podías acordarte de cuales.

Algo no le terminaba de cuadrar a Marev, pero con decisión eligió seguir adelante y ya caería por su propio peso la evidencia. La inmovilidad era anatema para un Guardia del Cuervo como él y ni siquiera se lo planteaba.

-Entendido. ¿Ante quién responden?-dijo al guardia. No había proporcionado demasiada información, y ya con esa respuesta debería ser la suficiente para seguir moviéndose-Marchamos-no era necesaria más interacción con los vigilantes y sí motivos para darse prisa y volver a la enfermería con posible información para la convaleciente inquisidora.

Realmente esperaba que los documentos relativos a la caja arrojaran cierta luz al respecto. Además si sus sospechas eran ciertas necesitarían la ayuda de Grigori para afrontar lo siguiente. Sólo por si se torcían las cosas. -Volvemos a la enfermería-añadió por el comunicador para Astramael-Lo primero es lo primero-

No se esfuerce mi señora... ha sufrido un envenenamiento muy severo... ahora, centre su energía en mantenerse con vida y recuperarse - le dijo con un tono de voz amistosa y luego se quitó el casco... los cierres magnéticos fueron desactivados y el siseo que provocó al quitar los cierres herméticos inundo la habitación. Miró a la débil y mortal mujer con ojos serenos tratando de transmitirle esa calma, para rematarlo con un intento de sonrisa.

El hombre no pudo reprimir un suspiro de alivio quedo al saber que su interrogatorio había terminado:

— Pertenecemos al Servicio de Seguridad Interna, señor. Código 037/B.

El estado de la inquisidora no deja lugar a dudas y no hace falta pertenecer a la Schola Medicae para llegar a una conclusión precisa: Quist no se encuentra ni se encontrará en condiciones de proseguir la misión en un periodo de tiempo razonablemente largo... periodo de tiempo del que, si te pones en las peores situaciones, no disponéis. Puedes ver que ella ha llegado a la misma conclusión: algo triste, algo avergonzado en su mirada hueca y vidriosa...

Aunque no consigue incorporarse, la inquisidora si logra finalmente y con mucho esfuerzo articular algunas palabras:

— V-Vinc...ent... —dice, con voz achacosa y grave. A las palabras siguen un sinfín de toses y carraspeos ásperos y la inquisidora relaja los músculos, derrotada por su propia debilidad.

En ese instante se te informa de que tus compañeros han regresado.

El regreso es rápido y aunque reconocer el camino de vuelta acorta considerablemente el tiempo que tardáis en desplazaros (el lugar es un verdadero laberinto para aquellos que no lo conozcan en profundidad), no mejora en caso alguno la monotonía del trayecto. A vuestro alrededor, la vida en la Ciudadela transcurre como si nada hubiese ocurrido, ajeno a los últimos acontecimientos. Soldados arriba, soldados abajo, patrullas aparentemente aleatorias, servidores y transportes por doquier, y burocracia, burocracia, burocracia. Puramente imperial.

Ya en las instalaciones médicas os deslizáis hasta el lugar donde dejásteis a Grigori de guardia, pero no se encuentra ya allí. Al parecer, la inquisidora ha despertado y el Guardian de la Tormenta se encuentra con ella.

Atravesando la gente como un rompeolas Marev se encaminó con paso rápido en busca de la Inquisidora y su compañero. Tenían información relevante y la privacidad demostraría ser vital. Y, por qué negarlo, cierta curiosidad respecto a qué había pasado en su ausencia ya que al parecer la convaleciente ya no lo era tanto.

-Informe de situación-a modo de saludo cuando les encontraron-Tenemos una posible brecha de seguridad-aquello debería valer como preámbulo y poner a todos sobre aviso. Miró interrogante a la Inquisidora, contando con que ésta dispusiera de algún lugar que se pudiera considerar a salvo

Tal vez un poco exagerado, o incluso dramático, pero Marev prefería excederse en los procedimientos de seguridad a quedarse corto. Lo que tenían que decir sólo era para esos cuatro pares de oídos.