Partida Rol por web

Esta estable, pero aun grave... solo ha podido decir el nombre de Vincent - Grigori se encontraba tranquilo, expectante pero sobre todo deseoso de encontrar culpables y ajusticiarlos. Esa quietud, estos enfrentamientos... no son propios para marines espaciales sino para investigadores de otros ordos, para humanos o sencillamente gentes interesados en ello. Pero daba igual, le tocaba lidiar con aquello, la inquisidora estaba en peligro de muerte - ¿Qué brecha de seguridad?

Marev dudó un instante, si la Inquisidora estaba convaleciente tal vez no pudiera aportar mucha información y las paredes tienen oídos. Al final se decidió por no emplear el comunicador sino hablar de viva voz.

-Encontramos documentación con información xenológica-atento a las posibles reacciones de la enferma-Pero la residencia ya había sido visitada. Por otros Marines. Con hombreras iguales-repitió la letanía que los guardias habían tenido tan clara. Entendía que Grigori sería capaz de deducir que se estaba refiriendo a un Capítulo Astartes y no a otra patrulla de la Deathwatch.-No teníamos noticia de tal hecho y me preocupan las implicaciones-

Y no era para menos. Teóricamente no había miembros del Astartes desplegados en la zona. Y si no estaban allí de forma oficial ¿de qué forma estaban? Tampoco tenía constancia que fuera habitual que se entremezclaran en asuntos inquisitoriales llegando a requisar, hipotéticamente, objetos de una investigación. Tal vez la Inquisidora Quist pudiera arrojar algo de luz a la situación

¿Cómo? - no dio crédito a la información - ¿Otros Marines? ¿Sabes de que capítulo? No tiene sentido, por el Emperador - sacudió la cabeza - debemos encontrarlos Hermano, esto no tiene ningún tipo de sentido - apretó los labios sin alcanzar a comprender el alcance de aquello - ¿Nos ponemos en marcha? Habrá que destacar algo de seguridad por aquí...

Marev podía entender la impetuosidad de su compañero, y más teniendo en cuenta el poco agradecido cometido que había tenido que soportar. No sólo por cuestiones operativas, la siguiente expedición tendría que ir. En caso contrario podría generarse un resentimiento que dañaría al equipo y por ende la consecución del objetivo de la misión.

-Los guardias poco pudieron precisar. Armadura negra, hombreras idénticas-aquello descartaba otro equipo de la Deathwatch-heráldica diferente a la mía-y aquello dejaba fuera a la Guardia del Cuervo-Eso sólo deja unos pocos Capítulos posibles, aunque no tengo constancia que ninguno de ellos tuviera representación en las fuerzas de la Cruzada-Templarios Negros, Manos de Hierro, Cónsules Negros y algunos otros Capítulos de los que apenas había oído hablar eran los hipotéticos candidatos.-Tal vez la Inquisidora pueda arrojar más luz aquí. O extraer más información de ésto-finalizó mostrando el cuaderno de notas que habían tomado de la residencia del otro inquisidor.

Desconozco que capítulo podría ser... pero... ¿eran leales? ¿no? me extraña todo esto - varío la postura y miró a Marev con gesto preocupado - Creo que la inquisidora no va a poder responder a nada, solo ha podido articular dos palabras, no se si ni siquiera comprende su situación y... Astramael debería venir con nosotros, sus habilidades siempre son utiles

Efectivamente y como constataban las palabras de Grigori la inquisidora no decía nada, si no que se limitaba a cabecear en su lecho seminconsciente. En ocasiones balbuceaba algo, pero nada comprensible.

Ante la pregunta de si eran leales Marev enarcó una ceja. Dudaba que un grupo de marines traidores se hubiera podido colar en un mundo fortaleza y actuar con tal impunidad. Las pocas ocasiones en que se había encontrado con los Capítulos Caídos de los Poderes Ruinosos le habían dejado claro que no eran especialmente sutiles y que de ninguna podrían hacerse pasar por uno de los Leales. Sus armaduras decoradas con símbolos obscenos de sus profanas creencias y su aspecto brutal tan alejado del ideal imperial se ocupaban de ello.

Sin embargo reconoció su error por el estado de salud de la inquisidora. -Entendí mal hermano, disculpa-dijo añadiendo una mirada de reojo allí donde yacía.-Es decir, que estamos por nuestra cuenta...-aquello le daba qué pensar. No tenían ni idea de cuál era el objetivo de la misión más allá de encontrar información del inquisidor desaparecido. Y sin embargo ahora parecía que ciertos artefactos xenos habían sido requisados por quien no debían. Al parecer el curso de actuación estaba cambiando, debían obtener respuesta de quiénes eran aquellos Marines-Tenemos que marchar pues y localizar a alguien que sepa más de quién podrían ser esos Hermanos de Batalla involucrados, ¿tal vez una visita sorpresa al general?-dijo con cierta diversión en el tono de voz, y esperando alguna otra idea por parte de sus compañeros.

Asintió colocándose el casco - así es, vayamos a ver al General, puede que arroje luz a este asunto... un grupo de marines espaciales no pasa desapercibido... al menos en una fortaleza como esta - buscó a la doctora y cuando la tuvo enfrente - Doctora, debemos partir, estaremos cerca... use esta frecuencia para cualquier petición de ayuda y pida que destaquen dos escuadras aquí, orden directa de la Inquisidora ¿De acuerdo?

La doctora pareció muy de acuerdo con la proposición de Grigori:

— Así se hará... —añadió, convencida—. Por la cuenta que les trae. ¡No saben lo que es provocar la ira de una doctora! —y se despidió con una sonrisa, adentrándose de nuevo en las instalaciones médicas.

No fue sencillo llegar hasta el Lord General de nuevo, protegido (tal vez a su pesar) por toda una corte de segundones, subalternos, secretarios, sargentos, sacapuntas, sabiondillos y, por qué no, soplapollas de toda índole y rango convencidos de que molestar y obstaculizar era "hacer su trabajo" o, maravillas, "cumplir su deber". Varias discusiones y un puñado de empujones más tarde conseguistéis llegar hasta el susodicho despacho, situado en una de las habitaciones más altas de las torres de la Ciudadela, cuando la burocracia intermedia comprendio (algunos a las bravas y otros por sí solos) que llevar la contraria a una máquina de guerra perfecta en servoarmadura de 3 metros no se contaba entre la más inteligentes de las decisiones.

Dentro ya, tras puertas de la mejor madera del lugar, Castus Iacton en persona os aguardaba tras un escritorio del mismo material, recio y firme*, lleno de papeles amarillentos reprografiados en verde militar. Muchos sellos con águilas y calaveras, mucho "Classified" y mucha pulcritud. A ambos lados de la sala descansaban dos estanterías, la una llena de carpetas a buen seguro repletas de la misma clase de material y la otra llena de libros de tema diverso, aunque en su mayoría clásicos de la literatura bélica. Al fondo y tras el General, una enorme cristalera mostraba en una panorámica que quitaba el aliento toda la extensión de la colmena. No había edificio más alto. No había mejor vista. Desde allí, desde las alturas, todo el poder y el hacer de la Humanidad se veían desde arriba para mayor gloria de vuestros ojos privilegiados. Aquello era autoridad, dominio, supremacia. Una sensación así pero multiplicada por mil debía sentirse al comtemplar un mapa de la galaxia desde el Trono Dorado.

El Lord General abandonó su asiento una vez hubisteis entrado y a puerta cerrada os comentó:

— Parece que fue hace un momento cuando nos despedimos... —sonrió, irónico—. ¿En qué puedo ayudarles de nuevo Hermanos?

Marev ignoró deliberadamente el tono irónico del general. Un Astartes no debía rebajarse a entrar en juegos mezquinos de palabras. Aunque tomó nota del hecho que un alto representante imperial sí lo hiciera. Dado que el tiempo seguía siendo un factor a tener en cuenta fue directo a los hechos sin andarse con rodeos.

-Hay fuerzas de la Cruzada operando sin su conocimiento en este planeta-directo y sutil como un disparo de cañón láser-Fuerzas que entorpecen la investigación sancionada por la Inquisición dad la sustracción de elementos de naturaleza por estudiar relevantes en nuestras pesquisas de los aposentos del inquisidor-aquello parecía una situación crítica, pero el Guardia del Cuervo no era un bruto descerebrado como muchos suponían que eran los Astartes-La otra opción, que usted estuviera al tanto de esta circunstancia y obviara deliberadamente ponernos al tanto, la descarto.-dejó apoyar las manos sobre el escritorio haciéndolo crujir por su mero peso- A fin de cuentas oponerse a la Inquisición se considera alta traición-

La trampa dialéctica estaba servida, ¿qué respondería el general? Se podría cerrar en banda en cuyo caso la amenaza de alta traición sería más que suficiente para que colaborase, o podría dar la información que hubiera retenido y todo quedaría en un malentendido.

El Lord General se levantó de la silla con parsimonia tras las graves acusaciones del Guardia del cuervo. Rodeó la esquina de la mesa por su derecha y anduvo con gesto lento, pasos amplios y las manos cruzadas tras la espalda hasta llegar a la puerta de la habitación. Una vez allí, continuando el ritual, se dió la vuelta sin quitar las manos de su posición y regresó hasta el borde del escritorio, pensativo, pero esta vez del lado opuesto. Sus ojos, con mirada penetrante, examinaron a Marev con una expresión inescutable. La barbilla recta, el gesto enhiesto, altivo, estoico. Su examen se dirigió seguidamente a Astramael y, finalmente, a Grigori. En cada uno de ellos se detuvo menos que en el anterior, siempre en silencio. Con voz grave, finalmente, os habló:

— No tolero —la palabra había sido expelida con tanta fuerza, con tanta convicción, que si hubiera sido una astilla os habría atravesado de parte a parte. Con servoarmadura incluida— que nadie, ni siquiera un Astarte, ponga en tela de juicio ni mi conocimiento ni mi lealtad al Trono Dorado, y menos en mi propio despacho. Le ruego —no era un ruego— que recuerde con quien está hablando antes de emitir acusaciones imprudentes lo que, le recuerdo, es también alta traición. Aclarado esto, espero que con más respeto, me expongan educadamente sus sospechas.

El Lord General Castus Iaction von Schnifflerson und Schwarzauge estaba indignado. Estaría furioso de no ser porque alguien con su responsabilidad no podía tolerarse esas libertades. Podían afectar a su buen juicio y acabar en una debacle. No era la primera vez que un alto cargo militar, cegado por la ira o por la gloria, cometía una estupidez de libro perdiendo la vida de millones de sus hombres. Pero no, él no era de esos. Lo que no quitaba que tuviera que soportarle gilipolleces al imbécil del Astartes. Era increible. Nadie ponía en duda que eran los mejores guerreros del Emperador, probablemente del Universo entero, pero muy a menudo se comportaban como lo que eran desde otra perspectiva: los niños mimados. Los críos consentidos. Favorecidos desde antes de alcanzar la madurez mental, muchos de ellos no la lograban nunca. Matar, gloria y todo eso. Tenían la complejidad cerebral de un martillo y la misma contundencia.

Pero esto no era Erioch. No era su casa, donde mamá les consentía todos los capricho. Y a él no le insultaba a la cara de esa manera nadie, ni el propio Emperador. Él había llegado allí por méritos propios. Nada de semillas genéticas, ni caparazón negro, ni servoarmadura de ceramita. Y ahora venía él, con su falta de humanidad, con esa mirada vacua e inhumana, con ese cerebro atrofiado de la máquina que ha sido diseñada solo para matar y no sabe cumplir otra tarea a decirle que no sabía con qué fuerzas contaba la Cruzada en el planeta, ¡como si fueran pocas! Había millones de hombres, centenares de regimientos distintos, y se los sabía todos y cada uno, grosso modo por supuesto, pero todos. Y ahora un recién llegado le venía a dar lecciones o aun peor, reprimendas. Si pensaba que con sus tres metros y esa gigantesca espada sierra le iba a intimidar, es que no conocía a Lord Castus Iacton Schnifflerson und Schwarzauge. A cualquier otro le habría hecho fusilar de inmediato, pero a un Astartes no, claro. Causaba demasiados problemas.

El Guardia del Cuervo se permitió una leve sonrisa, apenas una mueca en la comisura del labio, ante el estallido del general. Le tenía donde había pretendido desde el primer momento. Se enderezó una vez más, girándose levemente hacia la izquierda.

-Como recordará teníamos su autorización para revisar las dependencias del Inquisidor desaparecido-que en su posición actual el sello inquisitorial de la hombrera fuera plenamente visible no era casual. Por mucho rango que tuviera el general, el poder de la Inquisición podía sobrepasar su posición con un parpadeo. No sería el primero en verse envuelto es esa situación.

-Un análisis somero allí nos llevó a pensar que el desorden no era meramente causado por su dueño y todo apuntaba a la existencia de ciertos artefactos clasificados-sutil recordatorio que ellos no se encontraban bajo su mando- que no se hallaban presentes. Los guardias de la entrada confirmaron que otros Astartes, de un Capítulo y no adscritos a la Deathwatch habían entrado antes.-enarcó una ceja, nuevamente interrogante-Por los informes previos que nos facilitó usted no hay fuerzas Astartes destinadas en este planeta-nuevamente vuelta a la casilla uno-por lo que, como dije antes-y le gustara o no eran las únicas opciones-o hay fuerzas operando sin su consentimiento o nos ha ocultado información-Se encogió de hombros con estruendo de placas de blindaje chocando entre si

-Personalmente no tengo motivos para dudar de su lealtad, si bien mi opinión importa poco, pero alguien está siendo desleal aquí, sea a usted o a nosotros-la amenaza apenas velada seguía pendiendo en el aire. Ahora era el momento de ver cómo reaccionaba el Lord General y si estaba a la altura de las circunstancias o si habría un Coronel ascendido por sorpresa.

El hombre miró atentamente a Marev durante el transcurso de su exposición a la que, una vez finalizada, replicó:

— No tengo recuerdo de haberles proporcionado ninguna clase de informe, pero es cierto que no hay fuerzas Astartes de la cruzada en el planeta... Sin embargo, otros llegaron antes que vosotros haciendo preguntas similares y, del mismo modo que ustedes, bajo la fuerza de su incontestable autoridad, registraron la habitación del inquisidor.

La mirada del Lord General se tornó una mueca:

— Vienes aquí, a mi despacho, a acusarme de conocer las fuerzas bajo mi mando y sin embargo vosotros mismos no estáis al tanto de los mismos asuntos Astartes bajo los cuales apenas dispongo de autoridad. Pensé que vuestros superiores habrían tenido la delicadeza de poneros en situación, de daros cualquier informe previo que vuestros hermanos hayan mandado y que haya causado que más de los vuestros hayáis sido enviados aquí. Esos asuntos, como digo, Astartes, nada tienen que ver conmigo.

No se equivoque Lord General - el guantelete de Grigori se flexionó mostrando un dedo acusador la mismo tras aquella bravata - Mi Hermano no le ha acusado abiertamente, ha planteado una cuestión, un problema que se da en el planeta que usted administra. Nosotros somos Astartes, si, pero estamos fuera de nuestros capítulos, de nuestros hermanos con los que crecimos como Marines... estamos al servicio de la Inquisición y eso, en gran medida, nos desliga de los otros... ¿Qué sabe de esos marines? Capítulo, oficial superior... según hemos entendido no eran miembros de la deathwatch ni de ningún ordo... con lo cual, si han husmeado en los aposentos de un inquisidor han traspasado una linea que no deberían. No se ponga con esa actitud, seguramente nuestra ayuda le salve su apuesto y bien aposentado trasero - su voz sonaba severa, sin ápice de amenaza alguno, pero el mandoble atado a la espalda o sencillamente esa mano tan grande como el cráneo de un humano normal ya eran suficiente amenaza.

— La jerarquía y los pormenores de los escalafones del Adeptus Astartes no son santo de mi devoción, Hermano —su voz suena asombrosamente tranquila y sus palabras han perdido parte de la agresividad intrínseca que poseían anteriormente. Parece claro que, como buen gobernante, os ofrece la mano tanto como antes os ofrecía el puño—. Ciento cuarenta regimientos distintos de la Guardia Imperial con sus rencillas, tejemanejes y rivalidades, más destacamentos de la Armada Imperial, del Departamento Munitorum, representantes de la Eclesiarquía y cohortes del Adeptus Mechanicus son suficiente para mí. Me considero afortunado por ser uno de los pocos con mi rango al que no le toca lidiar demasiado con el Administratum*. Así pues ustedes, como parte de los Marines Espaciales, como parte de esa élite que tanto empeño dedica a poner de manifiesto que existe una diferencia entre ellos y el resto son quienes deberían conocer, bajo responsabilidad de sus superiores únicamente, los movimientos de esos otros Astartes.

El General se quedó pensativo unos instantes, retomando su paseo por la sala antes de proseguir:

— Les diré cuanto sé. Pertenecían, según pude ver, al capítulo de los Templarios Negros. Llegaron, hicieron y luego preguntaron, con la misma impunidad que vosotros mismos. Y luego se largaron, el Emperador sabe dónde. Dentro de Karlack, eso sí; tomaron un transporte planetario.

Al menos Grigori parecía tener igualmente claras las prioridades de la misión. Eso era buena señal y, por otra parte, un toque de aviso a Marev. Debía permanecer calmado ante la adversidad pues en otra condición su juicio se podía nublar. Qué haría Corax. El mantra de la Guardia del Cuervo resonó con fuerza en su mente.

Y la respuesta no podía ser más sencilla. Calma, información, planificación. Cuando se tuvieran todos esos datos se podría dar rienda suelta a la poco conocida ira de su Capítulo. Con reforzada mentalidad inspiró un par de veces mientras en general respondía, poniendo de su parte había que reconocérselo, y analizó esos nuevos fragmentos en busca de datos relevantes. Ignoró la puya al respecto de la impunidad; tanto los Marines como la Inquisición actuaban según sus Sagradas prerrogativas y focalizó su atención en el detalle del vuelo.

-General, ¿de qué espaciopuerto tomaron el transporte?-allí habría un plan de vuelo y podrían seguir la ruta trazada por los Templarios Negros para encontrarlos. No eran un Capítulo fácil de tratar, pues su celo se imponía a todas las facetas racionales de su existencia, pero eran Astartes y seguramente reaccionasen de forma levemente positiva ante una petición de un Hermano.

Relajada la conversación el General pudo relajarse también él mismo

— Lo ignoro. Lo traerían con ellos o usarían una de esas cápsulas de desmbarco tan suyas. Parecían muy interesados en la desparición del inquisidor Zaer, al igual que ustedes —hizo un gesto que denotaba incomprensión profunda. Luego zarandeó la cabeza a los lados, como si negase—. No sé qué demonios estaría investigando ese inquisidor para convertirse de repente en el centro de atención de todos los Marines Espaciales de este lado de la Galaxia. Sé que se traía algo entre manos, pero eso no es una novedad en un inquisidor, es algo que das por hecho —os miró como dando por sentado que compartíais esa sensación y continuó como si hablase para si mismo, como si reflexionase otra vez sobre temas muy masticados ya en su mente—. Según mi particular punto de vista, su afirmación de que se encontraba en el planeta para acabar con el mercado negro de reliquias xenos en Kar'Thir era una excusa barata. Había algo más, seguro, algo turbio, algo inquisitorial a lo que le dedicaba la mayor parte del tiempo...

Templarios... - masculló entre dientes y miró a Marev - esto es feo - le comentó a pesar de lo añadido por el Lord General - Templarios e inquisidores son... practicamente, uña y carne, debemos encontrarlos y averiguar que pasa aquí - miró al General - ¿Puede facilitarnos transporte? - le preguntó directo aunque no estaba claro el destino al que irían