Partida Rol por web

Jeremiah Williams.

Habías estado persiguiendo a ese malnacido durante varios días seguidos a través del desierto, hasta que había reventado su caballo. Era uno de los tres hombres que te quedaba por encontrar para vengar la muerte de tu familia.

Sin caballo, sin agua y seguramente, con pocas balas, se había refugiado en un pequeño promontorio y ahora tendrías que sacarlo de allí. Además, no podías matarlo, no sin sacarle dónde estaban los que quedaban, porque él era también tu pista.

Desmontaste del caballo y miraste hacia arriba. Tenías que atraparlo como fuera.

Hacía calor, ¿verdad?

Con una tranquilidad impropia de alguien que se encontraba tan cerca de su objetivo, John, o Sarge, como últimamente se hacía llamar, desmontó de la yegua. Sin alterarse lo más mínimo, se secó el sudor de la frente con la manga de la camisa, observando el promontorio que destacaba en la lejanía, y aprovechó para dar un trago a su odre de agua. Todo ello mientras acariciaba de forma inconsciente el lomo de su montura, su mano izquierda dando sombra a sus ojos, ayudándole en su intento de otear a Jeremiah.

Jeremiah Williams. 

En los recuerdos tenues de aquella noche, aún podía ver a Jeremiah colocando la traviesa sobre la puerta del granero. Jeremiah no se reía, como hacían Roy Thorne o Killian Smith, al que había tiroteado en las afueras de Stillwater. No. Jeremiah parecía saber la atrocidad que se disponían a cometer, y tenía miedo. O vergüenza. O ambas cosas. Y por ello, la mirada de Jeremiah estaba clavada en el propio John, que se desangraba impotente en el suelo. Sus ojos, fijos, mientras colocaba la maldita traviesa. Mientras la mujer de John y sus hijas golpeaban las puertas intentando salir. Mientras las llamas devoraban al granero. Y las devoraban a ellas. 

Jeremiah no se rió. Pero poco importaba. Ahora John tampoco pensaba reírse.

- Shh, chica, shh - le susurra al alazán árabe, dejando al caballo tranquilo. Sabe que no irá a ningún lado. Devolviendo el odre a la montura, recoge su fiel rifle, revisando que esté cargado y tenga munición de sobra. 

Y comienza a caminar hacia su enemigo. Implacable. Impasible.

- ¡JEREMIAH! - ruge al viento, con una voz calmada, rasposa. Sus pulmones hacen difícil gritar, pero aun así, logra alzar su voz en el eco del desierto-. ¡Sabes lo que quiero! ¡THRONE! ¡VALANCE!  ¡Dime donde están, y no te mataré! 

¡JEREMIAH! ¡Sabes lo que quiero! ¡THRONE! ¡VALANCE!  ¡Dime donde están, y no te mataré! 

No me matará. No me matará. No me matará.

Jeremiah repetía tus palabras una y otra vez como una especie de mantra, pero no conseguía calmarse. No te creía. Después de lo ocurrido, ¿cómo iba a dejarte con vida? Ni él mismo lo haría. 

-¡N-no t-te c-creo! -gritó sin levantarse. 

-¡D-déjame ir!. Dame el cab-caballo, alej-jate y t-te lo diré!

John levanta el rifle. Otea hacia el escondite. La voz de Jeremiah denota miedo. 

Que sienta miedo.

El disparo levanta polvo y pánico.

- ¿Qué opción tienes? - comenta al viento, con el rifle apuntando por si ve algún movimiento.- Dame lo que quiero o muere. Es tu última oportunidad. ¡AHORA! ¡THRONE, VALANCE, DONDE VAGAN ESOS PERROS!

Tu disparo dio justo en la parte baja del risco, levantando algunos granos de tierra que hicieron retroceder a Williams... y también enfurecer. Con rabia, se asomó de rodillas, quedándose al descubierto, y empezó a disparar sin apuntar, pero hacia donde te encontrabas.

-¡¡Muereeee maldito cabrón!!

Sus disparos no te dieron, pero sí que impactaron en el suelo cerca de donde te encontrabas. Sin duda, un disparo afortunado podía acabar contigo, pero tú también con él. 

John echa una breve carrera hacia la cobertura más cercana. En el proceso dispara, pero no busca acertar a Jeremiah: solo quiere que este siga asustado, y disparando. 

Matarle así es demasiado fácil. Necesita quebrarle antes.

Una vez queda a cubierto, recarga el rifle.

- ¿Crees en Dios, Jeremiah? - le grita entre los disparos-. Pues aquí Dios no está. ¡¡SOLO ESTOY YO!! ¡VALANCE! ¡THRONE! 

Jeremiah estaba cada vez más desesperado. Te vio moverte y ponerte a cubierto, y supo en su interior que estaba condenado. Pero su estúpido sentido de supervivencia no le permitiría rendirse todavía.

Disparó una segunda tanda, sin sentido; recargó el rifle por última vez, puesto que apenas le quedaban balas, y te buscó con la mirada.

Aprovechando el primer momento en que Jeremiah recarga, John corre hacia el promontorio. Quiere tener al animal cerca cuando la hora llegue.

Jeremiah te vio salir y correr de una roca a otra y dejó que su miedo le dominara. Alargó su rifle y disparó. Lo hizo nuevamente cuando saliste corriendo hacia el siguiente punto en el que podías ocultarte. 

En ambas ocasiones, sus disparos quedaron muy alejados de donde te encontrabas, y con cada bala que salía de su cañón, Jeremiah sabía que estaba un poco más condenado. Solo le quedaba lo que había en la recámara... y no era mucho.

-¡Yo no hice nada! ¡Fueron los otros! ¡Déjame en paz... y... y... te lo diré! -te gritó con desesperación.

En el escondite, John respira, calmando el jadeo ahogado de sus pulmones malheridos. Tras la última carrera, mientras los disparos se suceden hacia ninguna parte, avanza con cuidado hacia la parte trasera del escondite donde se resguarda Jeremiah. Y allí le ve, de espaldas. Así que afianza el rifle, cargado, y le apunta directamente a la espalda. Y no dice nada.

Solo deja que Jeremiah oiga el arma amartillándose mientras le apunta. Y el silencio, por un instante.

- Tira el arma, Jeremiah - le susurra finalmente, audible en la corta distancia-. Tírala o muere. 

Jeremiah escuchó el click de tu arma amartillándose y después tu voz. Rendido y sin posibilidad alguna, levantó los brazos con su fusil aún en una de ellas, se puso en pie y se giró lentamente.

Cuando terminó de darse la vuelta, tiró el fusil al suelo.

-Yo... n-no hice n-n-na-da, John. Fueron los otros. De verdad. Te diré dónde están, uno de ellos al menos.

No hay ninguna sonrisa de satisfacción en el rostro de John Case. Ni una expresión de victoria. Nada. Solo una mirada cansada, y una lívida tos rasposa ahogada, tan leve que parece que ya la ha dominado. Apunta al muchacho al pecho, acomodando el rifle sobre su hombro, en un movimiento fluido, y espera unos instantes. Deja que el chico madure sus opciones. 

- Donde - pronuncia, rasgando su garganta al soltar esa única palabra.

No necesita hablar más. Aún no.

R-roy fue a Socorro. De-debía encontrarse con Charlie para un trabajo en la frontera. No sé nada más, lo juro -te dijo, con la voz temblorosa, sabedor de que iba a morir.

Quizás por eso, en lugar de quedarse quieto, decidió intentar desenfundar y dispararte. No era muy rápido, pero aún podía decidir cómo morir.

Viste su mano coger la culata de su revolver y empezar a sacarla.

John aprieta el gatillo, dos veces con rapidez. El rifle humea cuando alcanza al chico en el brazo, a bocajarro, con una potencia descomunal.

- Tu colocaste la traviesa - le recuerda a Jeremiah, mientras tira del cerrojo para recargar el arma de nuevo-. Dejaste que ardieran. Las oíste gritar. Y yo voy a hacer lo mismo. Vas a morir en este risco. Desangrado, devorado por los buitres. Y te voy a oír gritar, Jeremiah.

Apunta de nuevo al chico. Sin inmutarse.

- Te voy a oír gritar- repite.

Tu primer disparo le desarma, abriéndole un agujero en la mano que sostiene el revolver, el cual cae al suelo sin haber sido disparado. 

-¡Aaaaaah! -grita de dolor Jeremiah.

El joven se lleva la otra mano a la herida para intentar taponarla. Ves como su brazo tiembla y también, como aprieta los dientes para soportar el dolor.

Te voy a oír gritar

Entonces empieza a reírse sin control.

-N-no gritaré tanto c-como tu mujer y tus hi-hijas.

Jeremiah te miró sabiendo lo que iba a suceder a continuación.