Partida Rol por web

El hombre cae abatido bajo los disparos de Crow, pero esto es solo el comienzo del infierno que se está desatando en aquel pueblo de mala muerte. Una mujer grita a lo lejos, y alguien desde la primera planta de una casa cercana, dispara a Joe con un rifle.

Afortunadamente, el disparo impacta contra un madero cercano y no le da a nadie.

Aun con la amargura de un robo fallido, o al menos no tan fructífero como esperaba, se encontró con que su hermano estaba herido. Pero apenas pudo cambiar su rostro colérico por otro un poco más preocupado cuando las balas comenzaron a cruzarse de un lado a otro. Alzó su rifle y disparó casi sin pensar. Al diablo el sigilo. No pudo comprobar donde le dio, pero el grito de dolor y las maldiciones fueron suficientes para saber que le había dado.

-¡LARGUEMONOS DE AQUÍ!- no sabía si Crow pudiera subir a su caballo, así que se demoró un poco para poder ayudarle-. ¡Apresura muchacho!

Mientras Donovan ayudaba a Crow a subir, otro hombre aparecía en mitad de la calle con su rifle preparado y disparando a Joe. La bala impactó directamente en su cabeza, derribándolo sin que nadie pudiese hacer nada para evitarlo.

José estaba corriendo para ir a su caballo en ese momento y al ver caer muerto a Joe, devolvió el disparo con su revolver. El disparo no acabó con él, pero sí que le dio en el brazo que sujetaba el arma y lo lanzó al suelo dolorido.

Mientras tanto, José subió a su caballo.

Subió a su caballo una vez que su hermano estuvo en el suyo. Vio caer el cuerpo de Joe como un fardo mientras sus sesos se desparramaban por el suelo arenoso del pueblo. Ese sería el último atraco de Joe “cara de indio” Nelson. No tuvo mucho tiempo para lamentar su muerte, aún tenía que escapar de ese infierno.

Llegado el momento de huir mi hermano me ayuda a subir al caballo arriesgándose a la lluvia de balas, su caballo se desboca y eso me impide huir a mi, asegurándome de quedarme para ayudarle a subir a mi caballo y solo entonces comienzo la escapada.

José saltó por encima del cuerpo de Joe, se subió a su caballo y lo espoleó, esperando salir de aquel asqueroso pueblo antes de que lo mataran a él también.

A pesar de que salió con rapidez, el caballo no salió lo suficientemente rápido y supo casi inmediatamente que tendría que abrirse paso a tiros.

-La mala madre que parió a todos estos gringos.

Mientras el cuerpo de Joe empezaba a pudrirse en el suelo de Serpiente, sus compañeros intentaban salir a toda velocidad. José fue el más rápido, seguido por Crow y finalmente, por Donovan, que tras ayudar a su hermano, había tardado más de la cuenta en ponerse en marcha.

Con todo ello, los habitantes de Serpiente no estaban acostumbrados a que los asaltaran pero tampoco eran unos simples pueblerinos. Todos ellos se habían visto envueltos más de una vez en algún tiroteo, así que no les resultaba desconocido.

-¡¡Han matado al sheriff!! ¡¡Han matado al sheriff!! -exclamó un hombre que salía de la oficina, terminando por encender los ánimos.

Desde lo alto de una de las casas, asomó un nuevo rifle y esta vez, disparó sobre Donovan. Por fortuna, la falta de costumbre hizo que el disparo ni siquiera pasara cerca de él, y que fuese a incrustarse justo al lado del hombre que había avisado de la muerte del hombre con la estrella.

Mientras tanto, otro hombre salió desde un callejón y disparó sobre Crow, que aguantaba como podía para no caerse, a pesar de su pierna herida, y otro más sobre José.

Ninguno de ellos dio en el blanco, lo que permitió al grupo terminar de salir de allí.

-Mierda, mierda, mierda- repetía entre dientes subiendo a su caballo, con la sensación de que el plomo mordería su cuerpo de un momento a otro. Y los tipos surgían de todos lados, como malditas ratas o cucarachas. Todos querían más sangre, no les bastaba con la que se secaba al lado del cuerpo de Joe. El tipo era un maldito bastardo, pero era de su banda. Se agachó todo lo que pudo sobre su montura, esperando que esta dejara atras de una jodida vez ese pueblo maldito.

Alzó el rifle y disparó sobre uno que le había errado por mucho, pero que no por eso no merecía morir. 

Con la rienda del caballo en una mano la otra disparo con Lucía al que acaba de dispararme. Ya han visto al sheriff, tiene una bala en la cabeza...

Por fin logro correr como alma que lleva el diablo recordando mis cabalgadas mas gloriosas en el desierto con los auténticos maestros de los caballos, sin importarme por un instante el dolor de la pierna sintiéndome libre.

José estaba tan preocupado en disparar, que cuando el caballo dio un brinco al recibir delante uno de los muchos disparos que estaban lloviendo, se fue directamente al suelo.

A pesar de todo, reaccionó con rapidez, y casi sin apuntar, empezó a disparar a todo lo que se movía, aunque al no apuntar, no le estaba dando a nada.

-¡MALDITOS GRINGOOOOOOS!

Donovan no acertaba, pero Crow si le dio a uno de los que estaban disparando contra ellos, lanzándolo contra el suelo. Ambos lograron por fin zafarse de aquella situación y alejarse de la calle principal en dirección al desierto, sin percatarse de que José había caído y se había quedado solo.

Cuando os girasteis, visteis con horror como varios hombres disparaban contra él uno detrás de otro. Tres balas impactaron en su cuerpo, haciendo que se convulsionara con cada una de ellas. A pesar de todo, José no cayó inmediatamente, sino que siguió caminando por mitad de la calle, disparando al aire y babeando sangre, hasta que tras recorrer unos pocos pasos, se desplomó en el suelo, muerto.

Su disparo se perdió en la nada, pero tampoco se preocupó mucho por ello. Vio pasar a toda velocidad las casuchas del pueblo para por fin dejarlas muy atrás. Adelante vio a Crow cabalgando como el mismísimo diablo, al girarse para ver si José les seguía, pudo presenciar con toda claridad su muerte. Incluso a la distancia, casi podía imaginar lo que decía.

-Maldita sea mi suerte- no podían hacer nada, había muerto la mitad de su banda y solo por un puñado de dólares. También habían dejado una maldita carnicería, lo que sin duda traería cola-. Larguémonos de aquí…

Repitió aunque fue más para sí mismo, su hermano sabía bien hacia dónde ir. Cada tanto miraba por sobre su hombro, esperando que nadie estuviera siguiéndoles. Podrían envalentonarse al haber matado a dos forajidos.