Partida Rol por web

Mediodía del 2 del mes I, año 212 después de la Conquista de Aegon Targaryen

Costa norteña, a 5 millas de Bosquespeso

Al despuntar el alba, un fuerte revuelo agitó el campamento. Hombres y monturas iban de un lado a otro para asumir su lugar en la formación antes de iniciar la marcha a través del angosto camino del bosque. Apenas eran cinco las millas que separaban Bosquespeso de la costa, y por ello los exploradores enviados antes del amanecer no tardaron en volver con respuestas.

El enemigo había llegado, y aunque habían levantado junto a la playa un campamento, parecía que se encontraba aún desembarcando. Las ansias por entrar en combate se contagiaron a lo largo de toda la columna, desde los más altos señores hasta el más humilde de los soldados. 

Tras unas pocas horas de marcha, el ejército alcanzó las cercanías de la costa justo al medio día. El sonido del mar y las gaviotas podía escucharse, así como percibir el salado olor arrastrado por una fuerte brisa. Parecía que el clima no iba a acompañar ese día, pues a través de las copas de los árboles puede apreciarse un denso manto de nubes. Las copas se agitan, dejando caer agujas de pino y pequeñas piñas sobre los yelmos. 

Un parón en la marcha se prolonga quizá demasiado. Aunque la disciplina de algunos hombres empieza a flaquear y la pregunta de si va a haber un almuerzo se escucha por doquier, se mantiene la posición. 

A la cabeza de la columna, rodeado por los estandartes de las casas norteñas, se encuentra Beron Stark acompañado del resto de la nobleza, incluyéndoos a vosotros. Todos se encuentran preparados para la batalla, enfundados en recio acero y anillas, protegidos por escudos de recia madera y ruidosas bardas para sus caballos. Como aristócratas, vuestra posición es combatir junto a la caballería y formar la fuerza de élite del ejército.

— No son tan idiotas como para no saber que estamos aquí. —  Escucháis afirmar a uno de los hermanos de Lord Stark.

— No, eso es lo que me sorprende. Ninguna treta ni interés por huir. O realmente son unos inconscientes o quieren medirse con nosotros hombre a hombre en la playa — Reflexiona Beron. — ¿Se sabe algo de las dichosas galeras rojas? — Pregunta de nuevo a su hermano.

— Con este viento la mayoría de naves tienen las velas arriadas, pero es cierto que hay galeras. Pueden verse desde un poco más adelante. — Comenta señalando un pequeño promontorio junto al linde del bosque.

— ¿Los arqueros han encontrado oposición? — Dirige ahora su pregunta a uno de los nobles.

— No, señor, no han enviado ningún mensajero. Seguro que están ya en posición, a la espera de órdenes. — Interviene Lord Whitehill, uno de los más marcados rivales de los Forrester y por ende de los Glover, sobre quien ha caído el dudoso honor de dirigir a los arqueros de la hueste.
 

— Karlon, llévate a unos cuantos de los nuestros ahí arriba. Esos idiotas de Whitehill no podrían acertarle a una vaca ni aunque estuvieran sentados encima. — Ordena a continuación Harald Glover quien acompañado de sus hijos se dispone a avanzar junto al resto de la caballería hacia la playa. No parece preocuparle el hecho de lanzar ese comentario delante del Whitehill, de hecho ha lanzado durante todo el viaje pullas a su vecino.

— Recuerda, desde lo alto del acantilado castigad el flanco derecho antes de que cargue la infantería. ¡No me defraudes! — Recuerda antes de picar espuelas y descender hacia la playa, seguido por los jinetes de la casa Glover y el estandarte.
 

Ellys iba subido en su rocín, un animal algo viejo que le había acompañado desde que comenzó su andadura. Juntos habían pasado mil y una aventuras que harían sentarse a reyes junto a su hoguera a escucharle toda la noche. El caballero no disfrutaba luchar sobre su montura, no era su especialidad y disfrutaba manejando al animal en caminos tranquilos. Se encontraba en segunda línea de la caballería junto a otros caballeros contratados como él. 

Vio como su señor seguía lanzando puyas a los Whitehill, su casa odiada y no le gustó, aquellos norteños no sabían ni mantener las apariencias en plena batalla. Esperaba que eso no afectara a la situación y que la presencia de los Stark mantuviera a todos tranquilos. Ya podría ser horroroso que los Lannister les hubieran traicionado como para ahora añadir a otras casas norteñas. Esperaba no tener razón por su comentario en el castillo, por suerte no había realizado ninguna acusación ya que sus palabras podrían significar que habrían robado las velas a barcos de los leones. Pero si era real, aquella batalla podría terminar en un sentido no muy agradable. 

Esperó la orden que llegó cuando Harald espoleó su caballo. Sacó su espada de la funda y comenzó a cabalgar junto al resto de soldados de la casa Glover, comenzaba una nueva batalla y una nueva muesca para las historias del caballero. 

Los incidentes de ayer no hacen que me sienta cómodo, y creo que no soy el único. Contra mas diverso es un ejército mas importante es que haya una gran cohesión para que actúe como una unidad, como un puño de acero. No como simples dedos golpeando cada uno por su cuenta sin coordinación.

Cuando nos detenemos reajusto las correas de mi escudo para que este firmemente sujeto a mi brazo y no golpee mi brazo o a mi montura. En el momento que Lord Harald Glover ordena que avancemos me coloco en mi posición detrás de los Glover* desenvainando mi espada mientras avanzamos.

Mientras lo hacemos me pregunto sino estaremos cometiendo una grave imprudencia por el orgullo de nuestro Lord, puede que no nos haya llegado el mensajero de esos arqueros porque los Hombres de Hierro los hayan aniquilado. Pero si ha ordenado expulsar a una representante de la Casa Mormont, a uno de sus servidores…

No estaba centrado en la batalla que se aproximaba, no estaba para nada centrado, su hermano mayor lo único que sabe hacer es causar discordia, haciendo que cualquiera en su presencia se sintiera pésimo, su gente, su pueblo, habían quedado atrás, y no sabía cómo estaba, pese a que son unos cobardes analfabetas, los apreciaba bastante, al menos servían para algo. 

Whitehill, pobre hombre, realmente le gustaba crear conflictos con el, Harald Glover no dejaba de hacer amigos, el muy estúpido no entendía la diferencia entre uno y otro. 

Siempre va a haber rivalidad y mal trato, sin importar que se trate de la paz o de la guerra. Maldita sea mi suerte. 

Realmente prefería la compañía de la bastarda, antes que tener a estos... Mal nacidos de noble cuna en su compañía, al menos ella no se guardaba nada y estaba siempre dispuesta a decirle la verdad. 

Y estúpido el que no escuchara a una mujer de tal bravura, una osa en toda regla, y aún que fuera Nieve su apellido, seguía portando el nombre de la familia Mormont, su estúpido hermano siempre tomando la decisión equivocada. 

Tras unos minutos la columna logra alcanzar la playa y comienza el lento pero organizado despliegue en formación de batalla. Los gritos de los oficiales profiriendo órdenes y ánimos a sus hombres se alternan a un lado y otro de la línea. Sin embargo, la presencia del enemigo a algunos cientos de metros impone un tenso silencio ante el inminente choque, aguardando la orden definitiva.

El mar se encuentra ligeramente agitado, meciendo las numerosas embarcaciones que componen la flota de los hombres del hierro, orientadas hacia la costa. Ninguno de vosotros ha visto nunca tantos barcos, mas tampoco es difícil, a fin de cuentas sois gente de interior y en Bosquespeso no hay un puerto importante. Esa mera visión resulta sobrecogedora, no hay duda de que son muchos, pero vuestro ejército también es fuerte. 

Tras la línea del enemigo hay un improvisado campamento, fortificado ligeramente con algunas estacas y una irregular empalizada. Frente a él forman los hombres del hierro en dos líneas de color gris, pues estos la sobriedad es tenida como una virtud en su cultura. 

Entre las olas rompientes podéis apreciar algunas figuras que claman al mar sumidas en su trance, lanzando erráticos cánticos que arrastran desconocidas plegarias para vosotros. 

La caballería se ubica en el flanco derecho, y el lugar que ocupáis os lleva a situar vuestras monturas dentro del agua, mas no es algo que parezca un inconveniente dada la altura de estas. 

— La playa no permite desplegar todas nuestras fuerzas como en campo abierto, maestro, pero el terreno es llano y favorece la carga — Observa el joven Rodrik Glover, dirigiéndose a Aden Forrester. No hay duda de que ha aprendido bien las lecciones impartidas sobre estrategia.

— Aún no tengo claro si les hemos interceptado o han escogido este lugar para la batalla — Sopesa en dirección a vosotros.

La línea de enemigos no parece tan sólida como la vuestra, de hecho los hombres del hierro no tienen fama de ser tan disciplinados como los ejércitos del continente. Ello no implica que sean malos combatientes, ni mucho menos, pero aquella formación no parece capaz de aguantar una poderosa carga de caballería norteña. Eso si es que no salen corriendo antes, quedando a vuestra merced.

La línea no parece muy sólida, y los hombres del hierro tienen fama de ser poco disciplinados. Sin embargo, no percibes flaqueza en esos combatientes que aguardan a unos cientos de metros. 

Asimismo, te inquietan los barcos tan próximos a la costa.

La línea no parece muy sólida, y los hombres del hierro tienen fama de ser poco disciplinados. Sin embargo, no percibes flaqueza en esos combatientes que aguardan a unos cientos de metros. Aunque vuestro ejército es poderoso, te preocupa el hecho de que no podáis desplegar por completo vuestras fuerzas, de esa manera la victoria sería más que segura.

La línea isleña probablemente no aguante la carga de caballería, y a decir verdad esperarías algo más de ingenio en tu enemigo que el aguardar simplemente a ser arrollados por los caballos.

Por otra parte, los arqueros que debían atacar al enemigo desde el acantilado aún no han empezado a disparar. Quizá tu visión ya no sea tan precisa como años atrás, pero estás seguro de que no hay nadie en esa posición.

No, no me encaja nada de esto. Rompe con todo lo que me han explicado los maestres y los que combatieron antes que yo a los Hombres del Hierro. Y además ni señales de nuestros arqueros en el acantilado.

Asiento ante las palabras del joven Rodrik. – Avisar al cuerpo principal donde se halla Lord Stark. Nuestros arqueros no están el acantilado debe estar en sus manos. Volver por nuestros pasos no intentéis cortar entre los árboles, puede haber exploradores suyos y debe llegar el aviso, llevaros dos hombres y decirles lo que os he dicho. ¡Ya!

Aproximo mi montura a Halbart Glover para decirle sin levantar la voz confiando que el sonido de nuestras monturas no deje que los demás me escuchen.

– Mi señor, creo que avanzamos hacia una trampa. Podremos insultar de muchas formas a los Hijos del Hierro, pero saben luchar. Y no pueden frenar a nuestro ejército con las tropas que muestran. – Las señalo con mi espada. – Y los arqueros no están en el acantilado. Para acabar con ellos sin que nos llegara el sonido de la lucha tiene que haber al otro lado una fuerza muy considerable. No olvidemos las galeras rojas…

Señalando con el mentón a su hermano y nuestro señor. – A mí no me escuchara, quizás a vos lo haga.

Ellys estaba junto al maestro de armas cuando escuchó sus pensamientos. Se parecía bastante a lo que él había deducido así que se acercó para dar mayor peso a su argumento. - Aden tiene los mismos pensamientos que yo, estos hombres parecen demasiado disciplinados, casi no parecerían hombres del hierro con los que he tenido alguna escaramuza. El posicionamiento de los barcos es demasiado extraño, parecen colocados a propósito cerca para ofrecer algún tipo de ayuda. Podrían tener tropas de refuerzo frescas o incluso estar cargadas con armas a distancia. - Nos sabía decir tantas cosas como el maestro pero algo quedaba claro, aquello olía más a trampa que las partes bajas de una prostituta de lecho de pulgas.

Si fuera él mandaría las fuerzas de vuelta al bosque y esperaría a que aquel ejército avanzara hacia el interior del territorio. Ellos conocían el terreno y tenían las fortalezas, una vez hubieran entrado lejos de la protección de los barcos serían un blanco fácil.  - Si hay que pelear deberíamos hacerlo lo más lejos posible de esas velas rojas... - dejó en el aire, no querría ver a la familia que pagaba sus honorarios destruida y saqueada. 

Nunca podría haber estado más de acuerdo con ambos, el maestro y el caballero errante habían dado en el punto que Halbart consideraba correcto, algo andaba mal, lo que ellos querían es que fuéramos a sus posiciones... Halbart tiene una mente aguda, y no es tan estúpido cómo para ignorar un consejo bien dado por ambos hombres, esta era la cuestión, debía ir con su hermano y convencerle de usar un pequeño contingente, mientras el resto del ejército fingía una retirada, solo para rodear los acantilados y sorprender al enemigo, solo esperaba que el lord idiota y sus hijos inútiles reaccionaran cómo el esperaba, con la mente habierta.

-Concuerdo con ambos, esto es demasiado fácil, a mi parecer, son un señuelo, debemos detener la marcha, que nuestros hombres no se desplieguen en formación... Iré a hablar con mi hermano-

Antes de acercarse a su hermano y hablarle, se acercó de nuevo al viejo maestro de armas 

-Aparta 500 hombres en una reserva, 200 caballeros, 200 hombres a pie, y 100 arqueros, por si las cosas se ponen feas-

Despues de decir aquello, se dirigió al lado de su hermano. 

-Hermano, el espacio en la playa es pequeño, y los hombres de hierro se ven algo dispersos, esto parece demasiado fácil, creo que es una emboscada, envía solo un pequeño contingente a acabar con ellos, y a los otros que rodeen los acantilados, debe haber un número mayor de hombres por ahí oculto-

Halbart temía que estaban siendo llevados a combatir en dos frentes. 

Apenas concluye sus palabras el maestro de armas, Rodrik Glover se acerca a donde se encuentran su padre y Beron Stark, una fila más adelante, y les comenta las inquietudes perfectamente fundadas que os acosan.

— Ya he enviado a Karlon y a Woods con algunos hombres ha ayudar a los arqueros, está en sus manos. Sabrán desempeñarse bien. — Comenta Harald Glover con un atisbo de preocupación, pues pese a su arrogante carácter no se deja cegar fácilmente por las apariencias.
 

— Lord Whitehill fue con ellos también, deberían ser capaces de desenvolverse solos. No podemos enviar al ejército a subirse por esas rocas ahora, dando la espalda al enemigo. — Razona el Stark, sopesando un plan de acción. Urge llegar a una conclusión rápido, antes de que el resto de señores y soldados se contagie de esa incertidumbre, pues en apariencia el enemigo no parece demasiado fuerte y el prestigio de Lord Stark está en juego. 
 

— Mi señor, deberíamos avanzar con cautela, en efecto esos barcos parecen una amenaza. Si desembarcaran una fuerza en nuestra retaguardia podríamos acabar completamente rodeados y sin margen a maniobrar. — interviene el joven Bolton con tono reflexivo. En su escudo el hombre desollado de Fuerte Terror se muestra sobrecogedor, evocando las incontables y truculentas leyendas en torno a las guerras en las que se involucró casa Bolton en el pasado.

— Deberíamos dejar parte de la infantería atrás, como ha apuntado el hermano de Lord Glover. — Sugiere esbozando una fina sonrisa en dirección a Halbart.
 

— Está bien, la caballería avanzará primero, la infantería avanzará detrás. — Decide finalmente el Stark, anunciando esto con resolución antes de tornarse hacia la formación.

— Nuestro enemigo se ha decidido a dar la cara por todos los pillajes que ha cometido en nuestro reino. La seguridad de estas tierras queda en manos de lo que hagamos aquí hoy, en esta playa. Combatid con valor, ¡que sepan de una vez por todas la suerte que corren los enemigos del Norte! — Arenga con ímpetu el señor, despertando el clamor del ejército como respuesta a sus palabras antes de ordenar el avance.

Paralelamente, los cánticos de los hombres ahogados, sumergidos hasta la cintura en el agua, se ve ensombrecidos por un trueno que parece quebrar el cielo gris. Esto parece aumentar su trance, agitando y golpeando las aguas con sus bastones. Finalmente, el mal tiempo termina por afectar al oleaje y comienza a mecer sus naves, perfectamente equilibradas. El ruido de las olas que rompen en un lejano acantilado atrona tanto como el grito de guerra de los norteños y cuernos que llaman a la carga, capaz de sobrecoger el más fuerte de los corazones.

En la línea de los hombres del hierro alcanzáis a escuchar una ancestral plegaria lanzada bien alto: Lo que está muerto no puede morir, esta es respondida al unísono por su ejército antes de cerrar filas para resistir la carga.