Partida Rol por web

Mediodía del 2 del mes I, año 212 después de la Conquista de Aegon Targaryen

Torreón de Bosquespeso

Al despuntar el alba, un fuerte revuelo agitó el campamento. Hombres y monturas iban de un lado a otro para asumir su lugar en la formación antes de iniciar la marcha a través del angosto camino del bosque. Apenas eran cinco las millas que separaban Bosquespeso de la costa, y por ello los exploradores enviados antes del amanecer y comandados por Arlan Woods no tardaron en volver con respuestas.

Desde el torreón quizá habéis podido ver todo el despliegue del ejército antes de marchar hacia el norte, siguiendo el camino que lleva a la costa. Un ceremonioso y temprano desayuno tiene lugar, tras el cual como damas os corresponde despedir a todos los nobles que marchan a la batalla, especialmente a los de vuestra familia, ya sean hermanos o hijos, y al señor. 

Tras su marcha, una inmensa tranquilidad se asienta en Bosquespeso. El extenso campamento aún sigue en pie, pues dada la corta distancia que separa la costa no lo han desplazado. Las diminutas figuras de algunos sirvientes y soldados deambulan por este, mientras que en la aldea las cosas se desarrollan con normalidad. Bien es cierto que se percibe claramente la ausencia de hombres, quedando únicamente los más jóvenes y los más viejos, pues el resto han marchado con el ejército.

Lord Harald pese al ímpetu mostrado ha tenido a bien dejar una buena guarnición en el castillo, si bien no es difícil apreciar que se trata en su mayoría de soldados con poca experiencia, de hecho, la mayoría son muchachos de la aldea y hombres a las puertas de la senectud que han descartado para la batalla. No obstante, patrullan los muros y los alrededores con aire marcial, incluso aquellos a los que cascos y armaduras quedan grandes y desajustados.

Madre e hija pasáis la mañana ocupadas bordando una pieza con gran simbolismo para la casa Glover, un viejo estandarte de recio paño que muestra algunos agujeros provocados por las polillas. Aquel estandarte, según Lord Harald, es el más antiguo de cuantos posee la casa y afirma que llegó a ondear en el torreón en los tiempos en los que los Glover reinaban en aquellas tierras. De ello han pasado muchos siglos, pero Lord Harald está convencido de ello y deseaba que estuviera presentable para la batalla. Al no ser posible esto, se resignó a que lo estuviera para cuando volviese "con un par de Greyjoys atados a la silla de su caballo". Esto es, para los fastos que tengan lugar tras la victoria.
 

Lady Marya bordaba aquel estandarte, con filigranas complicadas para que los bordes fueran más resistentes, el tiempo parecía haberse tomado parte de su esplendor pero con paciencia y tiempo seguramente le devolverían a su pasada gloria. En un momento dejó caer la tela sobre su regazo y bajo los brazos, suspirando y lanzando alguna mirada a las ventanas.

-Espero que todo vaya bien…Una pena aquella interrupción, ¿verdad madre?, apenas tuve tiempo de brillar entre todos esos hombres…Espero que a la vuelta, alguno me dedique sus victorias como si fuera algún caballero en sus justas. No tuve tiempo de conocer a ninguno, excepto el joven Bolton, y diría que tampoco dijo nada sustancial.-Un suspiro siguió aquellas palabras, antes de seguir bordando.

-A la tarde me gustaría bajar al pueblo, y llevar a nuestros vasallos lo que ha sobrado del banquete, que está vez ha sido mucho por la interrupción.-Lady Marya solía hacer esto, trataba con afecto a los súbditos de sus tierras y era en cierto modo apreciada por ello.- Seguro que los jóvenes y ancianos que portan lanzas agradecerán poder llevarse una suculenta pieza de comida a la boca a cambio de su trabajo.-Sonrió, imaginando la sonrisa de los hombres.

La subyacente tensión de aquellas horas no solo se reflejaba en la rígida mandíbula de Gillian Tallhart sino también en la inusual rigidez de sus dedos que le hicieron tener que deshacer líneas de bordado en más de una ocasión. Aún no había pasado tiempo suficiente como para haber tenido noticias de los soldados que habían ido en busca de los isleños pero sí el suficiente como para que hubiera sucedido un desastre. Gillian confiaba en que la guarnición que su esposo había dejado en el castillo sería suficiente para contenerlos pero, por si acaso, la dama había dado órdenes a tres hombres de que estuvieran pendientes de sus órdenes por si debían salir prestos a buscar ayuda a otros castillos.

La voz de Marya le sacó por unos momentos de sus cavilaciones.

—¿No dijo nada sustancial? —repitió sorprendida volviendo la mirada hacia su hija y dejando que la tela descansara en su regazo —Un joven que afirmó estar interesado en la lectura, que dejó caer que su familia se ocupa de los asuntos del este, que afirmó ser consciente de que su padre y luego su hermano mantendrán su lealtad al Norte, que valora a jóvenes damas que van más allá del canto y del bordado... ¿No te parece bastante información sustanciosa acerca de su familia y de él mismo, querida? Debes aprender a leer entre líneas y a ir más allá de las meras palabras. Rogar Bolton sería un buen partido, es una familia poderosa y leal —concluyó con un suspiro mientras retomaba el bordado.

No dijo nada respecto a la posibilidad de que Marya fuera cortejada por algún noble a la vuelta de su expedición a la costa. Primero habría que determinar cuántos de ellos regresaban y en qué condiciones.

—Sí, después del almuerzo bajaremos a la aldea, antes de que empiece a caer el sol —cedió, pues hasta el momento los alrededores de Bosquespeso seguían sumidos en la calma —Te encargarás de que en las cocinas empaqueten la comida sobrante y la pongan en los carros —añadió a continuación con tono de orden, pues Marya debía empezar a asumir algunas de las tareas correspondientes a la señora de un castillo.

— Un noble que valore los libros y la cultura es más raro de lo que parece. — Comenta una voz masculina en el salón. La figura del maestre, con su sencillo hábito y tintineante cadena se dirige hacia vosotras. — Y las alianzas van a ser algo necesario en un futuro — Prosigue en un diligente tono de consejo.

Reparáis que guarda algo en su mano, si bien con gran delicadeza. Sobre su hombro un negro cuervo mueve la cabeza supervisando la escena. — ¡Ce-ba-da! ¡Ce-ba-da! — Pide con insolencia — ¡Glo-ver! ¡Ce-ba-da! — Prosigue antes de picotear suavemente el hábito del maestre.

— Noticias de Invernalia, llegan algo tarde — Revela el maestre antes de apartar la cabeza del cuervo con un suave gesto. Acto seguido tiende un pequeño pergamino a lady Glover.
 

A la atención de Beron Stark:

Recibidas noticias de Roca Casterly, la flota de Lord Tybolt Lannister ha sido burlada por los hombres del hierro en repetidas ocasiones. Eludiendo la batalla se han valido de sus evasivas para dividir su flota durante los últimos meses, habiendo sufrido algunas pérdidas en el mar. Ante la imposibilidad de entablar una batalla decisiva con los Greyjoy, Lord Tybolt ha determinado que sus barcos patrullen las aguas próximas a Isla Bella para prevenir saqueos a la espera de una mejor oportunidad. 

Los Lannister hacen hincapié en conservar la alianza frente a la amenaza común y os transmiten sus mejores deseos, vuestra esposa se ha tomado la libertad de enviar una respuesta acorde a todo lo hablado antes de vuestra marcha.

Atentamente, Maestre Maynard.

Suspiró ante las palabras de su madre, quien una vez más volvía a tener razón. Apoyo el codo en la mesilla donde descansaban algunos utensilios de costura y miró soñadora por la ventana más cercana.

-Pero yo ya hago todo eso, ¿Cómo podría ser buena esposa y consejera de mi marido si ya sabe todas las cosas que le voy a contar?, a mí me gustaría más un hombre ducho en la espada, un héroe, que cabalgue y derrote a otros caballeros con su lanza…-Dijo casi en una ensoñación, seguramente toda la lectura le había pasado factura a Marya, que idealizaba la figura del hombre guerrero por encima de todo.

Volvió a mirar a su madre, aunque para cuando quiso opinar sobre el joven Bolton, aquel cuervo llegó. Alzó ambas cejas.-¿Por qué dice Cebada?

—Hija, el deber de una esposa no es enseñarle nada a su marido sino permanecer a su lado y apoyarle como buena compañera...—decía Gillian en el momento en el que una voz masculina resonaba en la estancia.

Aunque la súbita aparición del maestre había logrado sobresaltar a Gillian, pronto se mostró interesada en las noticias que llegaban de Invernalia. Tan solo dirigió un rápido vistazo al descarado cuervo que no hacía más que pedir caprichos a su amo. Una vez que hubo leído aquellas líneas dejó ir un suspiro y frunció los labios. Mientras enrollaba de nuevo el mensaje con cierta parsimonia, le dijo a Marya:

—Hicimos una mala valoración, las velas rojas de los Lannister no siguen al Kraken sino para acabar con él, así que solo queda tu segunda elucubración, lo cual indicaría que los Greyjoy tienen varios apoyos en las islas y no cualquier apoyo precisamente... Nuestros hombres pueden encontrarse con una sorpresa desagradable...

Gillian suspiró y dejando a un lado la labor de bordado, se acercó con largos pasos hasta un escritorio del que extrajo pluma, tintero y papel.

—Maestre Robert, no os alejéis, voy a daros un mensaje para mi esposo.

Mensaje para Harald Glover, señor de Bosquespeso

Esperando que puedas recibir este mensaje cuanto antes, te informo de que han llegado nuevas desde Invernalia. Los Lannister defienden Isla Bella y sus aguas de los Greyjoy y reafirman su lealtad aunque lejos de estas tierras. Por otro lado, sospecho que los Greyjoy tengan aliados fuertes entre los suyos así que te pediría precaución y previsión en la medida de lo posible.

Sin más, desearte salud y victoria para ti y para nuestros hombres para que pronto podamos celebrarlo en nuestros salones.

Lady Gillian Tallhart, señora de Bosquespeso

-Lo entiendo madre.-Dijo acallando sus palabras y su mente y dedicándose de nuevo a bordar, o al menos esa era su intención hasta que las nuevas fueron transmitidas.

-Al menos no ha habido traición. Ser Ellys de Lagobarro tendrá que retractarse de sus palabras en cuanto le alcancen las nuevas…-Sacudió la cabeza.- Esperemos que su habilidad con la espada estén a la altura del tamaño de su boca.-Rió brevemente. Por supuesto que cualquier con dos dedos de frente habría considerado a los Lannisters capaces de aliarse con el Kraken en contra del Norte, pero… ¿decirlo en voz alta?

Gillian enarcó un ceja ante el comentario de su hija, asombrada y, ¿por qué no decirlo?, algo divertida ante el cinismo que mostraba la joven al criticar de aquella manera a Ellys de Lagobarro por algo que ella misma había hecho. Sin embargo, detectó la suficiente astucia como para hacer ese comentario delante del maestre, cubriéndose así de cualquier sospecha y sabiendo que ella, su propia madre, no la delataría. La señora de Bosquespeso sintió cierto orgullo.

—Los Lannister nunca nos han mostrado deslealtad y sí ganas de expulsar a los isleños de las aguas que no son suyas así que quedémonos con eso por el momento —comentó.

Tras hacer una pausa se volvió hacia el maestre Robert, apoyando una mano en el respaldo de la butaca que había estado ocupando hasta ese momento.

—Imagino que no tenemos aún ninguna noticia de los hombres que se marcharon, supongo que es una buena señal, los alrededores parecen tranquilos... Maestre, ¿realmente creéis que hay posibilidades de que nuestra coalición expulse de una vez a los isleños de estas tierras? Temo que solo sea algo temporal y que vuelvan a intentarlo una y otra vez.

El maestre aguarda pacientemente a que su señora termine de escribir el mensaje, tras lo cual procede a revisar el escrito. A fin de cuentas, es una de las labores de un letrado el garantizar que los mensajes estén bien redactados para una correcta comunicación. Tras ello, procede a guardar el pergamino en uno de los pliegues de su ancha túnica. 

— El único momento en el que los norteños hubieron de combatir a los hombres de las Tierras del Oeste fue hace casi un siglo, cuando los dragones volaron por última vez. Roody el Ruina y los Lobos del Invierno en el Ojo de Dioses, no son pocas las canciones... — Ilustra el maestre como buen estudioso de la Historia de Poniente. — No veo motivos para desconfiar, los hombres del hierro han castigado durante muchos años sus costas...y el contenido de la carta, me inquieta. — Se atreve a sugerir. La pregunta de la señora encauza bien con su preocupación. — Es raro que los Greyjoy rehúyan la batalla en el sur, donde tienen más oportunidades de pillaje y decidan arriesgarse aquí, en el Norte — A fin de cuentas, las regiones sureñas son mucho más prósperas y ricas que el Norte, donde la vida es más austera y sus habitantes más duros. 

— Si la victoria no es decisiva, mucho me temo que así será. Pese a que a veces se muestren fánaticos, los hombres del hierro son gente muy pragmática, no se rigen por los mismos principios que nosotros. Si sus pérdidas no compensan lo que esperan conseguir quizá se marchen, pero si no es así...los tendremos de vuelta, quizá en unos meses o en la próxima estación. — Reflexiona con evidente preocupación. — Yo no soy un hombre ducho en la estrategia, pero quizá sea necesario aumentar las fuerzas activas de las que dispone Bosquespeso. De ser así auguro un severo revés a nuestras arcas, pero asumible si lo que está en juego es la seguridad de nuestra gente...y nuestra economia. Poco siempre será mejor que nada, mi señora. 

En lo que se desarrolla la conversación percibís que la habitación huele a humo. Quizá el criado encargado de encender la chimenea lo ha hecho de forma torpe y ha apestado el salón. Desde luego, algo bastante criticable.
 

Lady Marya atendió a lo que decían con interés, las tierras del Oeste también sufrían a los Greyjoy, y seguramente las sufrieran más aún que el norte, porque a los hijos del hierro les salía más a cuenta arriesgarse mucho más que en el Norte, donde quizá robaban hasta el ganado para comérselo.

-¿No huele un poco como ha quemado…?-Preguntó la joven, arrugando su esbelta naricilla, y dejando a un lado lo que estaba cosiendo para ponerse en pie lentamente.

Al escuchar al maestre Robert Gilliane se preguntó si los isleños no estarían buscando algo muy concreto en el Norte como para empecinarse en el saqueo de esas tierras existiendo lugares mucho más prósperos en Poniente donde conseguir mejores botines. Quizá los subestimaban, pero lo que estaba claro era que había algo en lo que ningún norteño había reparado hasta el momento. Asintió ante las últimas afirmaciones del maestre y cuando iba a hacer una sugerencia al respecto, reparó en las palabras de Marya. 

—Parece que sí, parece que alguien necesita repasar sus lecciones acerca de cómo mantener una chimenea... —comentó torciendo el gesto y tratando de recordar qué criado había sido el encargado de encender el fuego esa mañana.

El razonamiento más inmediato sobre el origen del humo os lleva a posar los ojos al hogar ubicado en el centro del salón. Sin embargo, las brasas aunque aún siguen candentes y la ceniza sobrante no ha sido retirada, no emiten humo apenas. Por lo tanto, el origen del mismo no se encuentra en el salón, sino que penetra a través de una de las pequeñas ventanas y la puerta. El abundante humo no puede deberse sino a un incencio, algo crítico y verdaderamente peligroso ya que el castillo está construido íntegramente en madera.

— El humo proviene del exterior — advierte el maestre, caminando apresuradamente hacia la puerta. Apenas comienza a andar cuando el cuervo aletea y se marcha volando por una de las ventanas, cambiando su insolencia por el deseo de supervivencia.

El silencio se ve interrumpido por un gran alboroto en el exterior, los gritos de algunas criadas y las órdenes acompañan el inconfundible sonido del acero. 

Marya quería asomarse por una de las ventanas, pero decidió que era mejor idea no hacerlo. Los hombres también peleaban con arcos y ballestas, no fuera a ser que…

-Madre, ¿Qué hacemos?-La sombra de la preocupación volvió a verse en el rostro de la muchacha, a la par que tomaba un cuchillo y lo escondía en la manga de su vestido. Sería una delicada dama, pero era norteña, y los norteños siempre vendían su piel cara. O eso trataba de decirse a sí misma.-¿Los hombres del hierro han ideado un plan para sacar a nuestros soldados de aquí y atacarnos?, decidme que tenemos algún plan de huida…Nuestros aliados podrían darnos cobijo…-Parecía asustada, pero aguardaba con templanza a que el maestre o su madre tomaran una decisión. No era estúpida, si las cogían con vida sabía lo que las esperaba…

Toda una serie de deducciones llegaron con demasiada velocidad a la mente de Gillian una vez que comprobó que no era la chimenea la que humeaba y que escuchó el escándalo que procedía del exterior. No había demasiado margen de error y la filosa mirada de la señora de Bosquespeso quedó fija en la puerta que daba acceso a aquella sala. 

—¿Qué ha pasado con nuestros hombres? —exclamó alarmada apretando los puños aunque sabía que era una pregunta lanzada al aire que ninguno de los presentes contestaría. Después se giró hacia Marya mientras suspiraba para no gritar a la joven que parecía a punto de caer presa del pánico —Antes de pensar en nuestros aliados tendremos que ver cómo salimos de aquí, ¿no crees? Maestre Robert, vos vendréis con nosotras, me gustaría pensar que ocultáis una espada bajo ese manto pero me temo que no vamos a tener tanta suerte...

Tras un suave resoplido, Gillian miró a su alrededor mientras repasaba mentalmente la estructura de Bosquespeso, tratando de buscar una salida

Ante la solicitud de su señora, el maestre recorre la estancia rápidamente con la mirada, aprestándose a tomar uno de los atizadores del hogar a modo de improvisado arma. — Huí con vida del Campo de Hierbarroja, mi señora, vedlo desde el buen sentido — Confiesa el maestre con premura, excusándose por revelar en un momento crítico que probablemente estuvo en el bando rebelde años atrás contra la corona. Pese a ello, el modo en el que sostiene el atizador es firme y seguro, más de lo que cabría esperar en un maestre.

Rápidamente, Gilliane deduce un viable camino de escape. Ser la señora del castillo le permite conocer bien su trazado, por lo que es mínimo el tiempo que consume en idear varias posibilidades. Una de las salidas del salón, la más evidente, lleva a las dependencias de los Glover, que aunque cuenta con sólidas puertas es el lugar más evidente al que se dirigiría un atacante tras romper las defensas. Por otra parte, la azotea del torreón tiene un acceso mediante trampilla, ideado para ser el escenario final de una desesperada defensa y donde resulta prácticamente imposible acceder siempre que se disponga del arrojo necesario para resistir. Asimismo, un lugar tan alto probablemente esté expuesto al humo del incendio más que ningún otro. Por otra parte, hay corredores y accesos destinados al servicio que llevan al exterior del torreón por un lugar menos visible que la puerta principal. Pese a ello, fuera hay bastante alboroto. 

Urge que la señora tome una decisión.

Marya alzó las cejas ante la revelación del maestre, pero no era momento de hablar de guerras pasadas. Volvió a mirar a su madre.-Hay que darse prisa entonces…

El maestre Robert debería haber escogido otro momento para hacer aquella confesión aunque Gillian supuso que en una situación de calma al joven no se le habría pasado por cabeza hacer ver que estuvo en el otro bando hace tiempo. No era ocasión para discutir aquello pero la dama tomó buena nota en su cabeza para acometerlo más tarde. 

Tras evaluar las posibles salidas de escape de aquel lugar, no quiso esperar a comprobar qué era lo que estaba sucediendo pues el humo, el sonido del metal y los gritos ya aportaban suficiente información. 

—Tenemos que salir de aquí antes de que lleguen y nos corten cualquier salida menos la ventana —dijo con acritud —Vamos por los corredores que usan los sirvientes, hay que salir del torreón.

Gillian avanzó hacia la puerta asegurándose de que Marya estaba a su lado y tirando de la manga del maestre para que caminara a su altura enarbolando el atizador del fuego.