Partida Rol por web

Victoria caminaba en alerta durante todo el tiempo, aunque también vigilaba sus espaldas de vez en cuando. 

¿Estará bien? Espero que su nula habilidad como ingeniero lo salve... 

Escuchaba como el agua caía de vez en cuando a la nada, el viento e incluso sonidos indescifrables. Sin embargo, un extraño ruido la puso en estado de atacante, tocándose el bolsillo de la derecha. Empero, sus ojos acostumbrados a la poca luz, descubrieron la silueta humana de un hombre. 

Aquí Hasan, acabo de encontrar a un hombre. Cambio y corto. 

​No bajó la guardia. Sin quitarle la vista de encima, informó al sargento de su hallazgo. 

¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Si eres un nazi deberías estar muerto, así que... Es la única opción que te queda. Habla. 

Entre Thalassa y Kleist logran abrir la puerta y entrar en la sala de comunicaciones. Por supuesto, está a oscuras, pero un vistazo con ayuda de la linterna os hace desear no haberla usado. Hay una mesa, sobre ella, una radio, y sentado delante, el cuerpo de un hombre congelado. 

Pero eso no es todo.

El hombre tiene los brazos caídos a ambos lados del cuerpo y una pistola está justo a sus pies. Sus sesos están desparramados por todo el suelo, la pared y la puerta y un agujero como un demonio casi permite ver a través de su cabeza.

McQueen pasa por la puerta y baja las escaleras que encuentra a toda velocidad, con la pistola en la mano y claramente alterado. Nada más bajar, llega a un túnel y sigue corriendo por él, hasta llegar a una especie de cruce que está obstruido por un desprendimiento. A su derecha hay un nuevo pasillo que parece conducir, según un letrero, a "Laboratorien". A su derecha, otro túnel, pero en completa oscuridad.

S-soy.... me llamo Aevar Borensen. Soy... llegué hace dos días junto con otros dos compañeros buscando este sitio. Somos... cazatesoros. No dispare, por favor.

Con la voz temblorosa, Aevar empezó a explicarle a aquella mujer, que no tenía ni idea de dónde había salido, lo que le había sucedido.

-Chocamos contra un... iceberg pero logramos salvarnos... yo al menos. Pero no sé cómo salir de aquí. El mar... está helado y estoy buscando otra... salida. 

Ford continuó caminando por el túnel, que no parecía depararle más sorpresas. Llegó al final y de nuevo, como siempre sucedía, había dos posibilidades. Ir a la izquierda o a la derecha. Aquello se parecía mucho al túnel que habían dejado arriba, el de la grieta. Seguramente, si su sentido de la orientación no se había perdido, como todo lo demás en aquel puto sitio, estaba justo debajo. Eso significaba que seguramente, la grieta continuaría estando en el túnel.

Entre el Dr. Kleist y Thalassa lograron abrir la puerta, con cierto grado de felicidad me apresure a llegar hasta la sala, imaginando encontrar allí la forma de podernos comunicar con base, o con alguna otra base cercana con al que podamos pedir ayuda; pero el paisaje es totalmente diferente a lo que mi mente dibujaba, al llegar al umbral lo primero que encuentro es un hombre con su cabeza hecha mierda y lo que seguro en algún momento fue su masa encefálica, regada y congelada en el suelo.

Antes había logrado mantener la compostura con lo de Scart, pero esto había pasado mi límite, de inmediato volví por donde había llegado y en un rincón vacié lo poco que tenía en mi estómago; apoyada sobre la pared con ambas manos me deslizo hasta quedar de rodillas, tosiendo y secándome la boca con las mangas de la chaqueta. –Demonios, ¿es que no tendremos un momento de quietud y cosas extrañas?-

Thalassa vio a aquel hombre con la cabeza reventada y giró la cabeza. A duras penas logró contener las nauseas que le entraron, y de salir de allí corriendo.

-No sé... en donde estarán los nazis de esta base, pero yo diría que la situación era poco más o menos desesperada.

-¿Creen que el sargento estará bien?

-Esperemos que esté mejor que el pobre Scart... - Dijo Brochard, casi temiéndose lo peor

La puerta crujió, abriéndose en un sonoro chirrido, perfecto indicativo de la cantidad de tiempo que llevaba cerrada. Aquella cerradura no había sido problema alguno para Thalassa, lo cuál impresionó a Brochard. No había cruzado apenas palabra con ella, pero para ser una arqueóloga se veía bastante diestra con los mismos dispositivos que el bueno de Ford no había conseguido manipular. Ya sólo necesitó el músculo de Kleist para hacer algo de fuerza.

¿Que habría sido de Ford y Hasan? ¿Estaría McQueen bien? ¿Y Henricks? Sacudió la cabeza, en un mohín de desesperación.

Langley entró la primera. Iba armada, aunque no estaban muy seguros de qué debían protegerse. Brochard iluminó como pudo la estancia, aún desde el marco de la puerta, para encontrarse de nuevo con una nueva prueba a su cordura. Lo que antaño fuera un hombre ahora era un maniquí desfigurado, un tronco desprovisto de brazos coronado por lo que alguna vez fue un cráneo partido, cuyo contenido se encontraba por toda la estancia. Por fortuna, aquel infeliz estaba congelado. El olor habría sido nauseabundo.

Brochard se llevó la mano a la boca, tragando despacio. No le quedaba nada que echar, aunque las ganas le invadían. Langley, cerca de él, no tuvo tanta suerte. Los jugos gástricos golpearon el suelo.

Todos tenemos un límite...

-No sé... en donde estarán los nazis de esta base, pero yo diría que la situación era poco más o menos desesperada.

- Sin duda algo no fue bien... - Respondió a Bright. Pensaba lo mismo que ella. Algo había pasado, y los nazis parecían tener la mano perdedora.

El médico avanzó con cautela, mirando con cuidado dónde pisaba. No quería pisar nada proveniente de aquel cuerpo, más aún después de ver lo que un poco de agua había hecho a la muestra de la enfermería. Por el instrumental parecía una sala de comunicaciones, pero dudaba que alguno de aquellos trastos recibiera algún tipo de energía. Si sólo pudieran encontrar un generador auxiliar...

Su avance se vio detenido al ver el arma en el suelo, una pistola, la cuál podría haber sido el arma encargada de realizar aquel homicidio. Se agachó, cogiéndola con cuidado, para después encontrarse cara a cara con el desfigurado rostro del amputado. Había visto cosas raras en Afganistán, pero aquello se llevaba la palma.

- Menuda bestialidad... ¿Quién sería capaz de hacer algo así?

Iluminó con la linterna la cabeza, percatándose por primera vez del gran agujero que la atravesaba. Se podía ver a través de él. Aquello no había sido realizado con un arma corta.

- Dejadme examinarlo. Kleist, mire este arma. ¿Es alemana, de la Segunda? - Brochard mostró el arma al historiador, a fin de que la pudiera identificar. Sabía algo de armas, pero no era ningún friki del armamento de época. Seguro que Kleist podría aportar más información. - A lo mejor los Aliados encontraron esta base y todo se fue a la mierda...

Una vez enseñada el arma, comenzó a examinar el cadáver, brazos incluidos, tratando de determinar quién o... que había realizado eso.

La presencia de aquel cadáver hace que Friedrich lance una sonora exclamación, impresionado de ver a aquel individuo congelado. A juzgar por su estado, es evidente que decidió poner fin a su vida. ¿Quizá para él la muerte era mejor que continuar en aquella siniestra base?

El historiador tomó la pistola que la entregó Brochard y comenzó a examinarla en silencio. No tuvo que observarla demasiado para identificar de qué modelo se trataba.

-Es una Walther P38 -indicó, admirando su buena manufactura-. Es una pistola alemana, por lo que puede usted descartar que se trate de un arma de los aliados.

Friedrich decidió comprobar si el arma se encontraba cargada. "Puede que la necesitemos para enfrentarnos a lo que pueda haber en esta base" pensó para sus adentros, recordando la sangre en el suelo de la enfermería y la advertencia de Hasan y Ford. "O a nuestros propios compañeros...". Parpadeó, extrañado, preguntándose por qué habría pensado eso.

Kleist. Has bajado 2 puntos de cordura de golpe porque has sacado una pifia, un 10. Eso significa que entras en estado de nerviosismo. No puedes soportar aquello, sales de la habitación y echas a correr un rato antes de tranquilizarte. No te has vuelto loco, pero es evidente que estás afectado y no puedes permanecer allí como si no lo estuvieras.

Y no, por suerte, no tienes una pistola.;)

El corazón, que latía desbocado hace unos instantes parecía haberse tranquilizado ligeramente lo que me permitió concentrarme en mi misión actual que era volver con el grupo o como mínimo con Victoria, debía informarles de lo que había descubierto, a lo que me había enfrentado. Aquella cosa casi me mata y que una simple pata siguiera viva buscándome cuando debería estar inerte no era algo lógico ni normal, sencillamente no era de éste planeta y tremendamente peligroso.

Continué unos pasos más cagado de miedo, mirando cada piedra, cada sombra y me percaté de mi posición, si no me equivocaba la grieta por la que habíamos pasado Victoria y yo no debería de estar lejos, quizás fuese lo suficientemente profunda como para que llegase a éste piso y con suerte podría subir de alguna manera. Miré ambos caminos y decidí coger el de la derecha-Mike venga tío, tú puedes hacerlo- susurré intentando infundirme ánimo sin mucho éxito, estaba acojonado no, aterrado, necesitaba volver con mis compañeros, salir de allí y volver a la civilización.

Friedrich había salido corriendo de la sala de comunicaciones, presa del pánico, con los ojos desencajados y la mirada perdida. No sabía qué diablos era aquel sitio y los experimentos que habían sido llevados a cabo allí, pero se sentía totalmente superado por los acontecimientos y solamente quería encontrar una salida.

Desesperado, siguió avanzando por el pasillo, buscando cualquier otra sala, sin dejar de darle vueltas a todo lo que había visto: la sangre de la enfermería, los documentos sobre el personal de la base que había leído, los escombros destrozando la cabeza del pobre Scart como si fuera un melón, y aquel alemán muerto de la sala de comunicaciones...

Sentía que estaba perdiendo los estribos y solo quería alejarse de allí cuanto antes.

Ford avanzó por el túnel en silencio, oyendo cada paso que daba, aunque le pareció escuchar algo a lo lejos, como voces, que seguramente habían llegado hasta él rebotando en las paredes. Incapaz de identificarlas, siguió adelante hasta encontrar que el túnel giraba a la derecha y que de repente terminaba en una especie de gruta o cueva gigantesca... que alberga algo todavía más fantástico.

Rodeada por el hielo, había una gigantesca estructura parecida a una especie de barco, pero con un diseño muy diferente, tanto que parecía una nave espacial. No parecía que hubiese nada más allí, pero sí que distinguiste una estructura con aspecto de escotilla.