Partida Rol por web

Obelus se queda más tranquilo al haber matado al hombre-oso y empieza a coger aire oara recuoerarse del subidón.

Parecía un pico de excitación que se había aplacado con esa sangría, ahora estaba un poco letárgico y en cualquier momento podía volver a estar listo para la acción. Se miraba las manos sin entender exactamente que estaba sucediendo, estaba algo desconectado del mundo, escuchaba ruido y empezó a caminar tranquilamente, sin prisa alguna, hacia donde la fuente de ese ruido.

La furia de Obelus se diluyó completamente. El ulfen grandullón, quedó inmóvil en el sitio mientras su enorme tórax y su gran panza se bamboleaba arriba y abajo de forma descoordinada. Todo el sadismo que había mostrado hacía unos segundos, se había desvanecido de forma veloz y efímera.

Apartado de donde se hallaba el bárbaro, Rampart intentaba cerrar el paso a la bestia que intentaba llegar hasta Satinder. La criatura astral, alzaba sus garras con valor intentando sofocar al enemigo, pero éste, completamente ido y sin voluntad, dominado por el salvajismo propio de las fieras, descargó un arsenal de uñas y colmillos contra la criatura. El oso blanco poco pudo hacer... 

La bestia había ganado.

El semielfo se desplazó estrategicamente para volver a disparar al licántropo que se había abalanzado sobre él, y con el mismo procedimiento de despuntar las flechas volvió a lanzar una certera saeta sobre él.

El extraño compañero de Ewan había caído y las saetas de Satinder no lograban abatir al enemigo. Algún tipo de fuerza le impelía a continuar en pie. Sus compañeros estaban heridos, pero la bestia debía caer antes de que ella restañase sus heridas.
Un pensamiento fugaz cruzó por su mente, una locura más bien, mas la situación no le permitía pensar demasiado.
Elevó una oración que comenzó como un susurro y terminó en un alarido. Gritando se aproximó corriendo al contrincante al tiempo que a su garganta acudía el antiguo grito de batalla: - ¡Por el Sol y la Furia!.
Pretendía derribarle con el escudo, pero le faltaba soltura en esas lides y a punto estuvo de tropezar y caer de bruces.

El oponente del paladín yacía inconsciente a sus pies a causa del tremendo golpe recibido. Elenzeran estaba muy seguro de que lo que estaba haciendo era lo correcto. Se giró para conocer como les iba a sus compañeros y entonces vio a Gudrid interponiendo el escudo ante la presencia de otro leñador enajenado... Sin dudarlo un instante el iomedita se abalanzó sobre el enemigo, mandoble en alto y con determinación....

La sacerdotisa de Serenrae se abalanzó sobre la bestia intentando una maniobra demasiado compleja para su habilidad marcial. Antes incluso de que llegara a amenazar con su escudo al mutado leñador, éste lanzó una terrible dentellada, que por obra y gracia de la Flor del Amanecer impactó sobre el escudo.

Inmediatamente, Elenzeran se lanzó al socorro de la muchacha con su mandoble en ristre, pero cuando estaba a punto de llegar, trastabilleó lo suficiente como para marrar estrepitosamente su ataque...

Obelus tiene hambre...tanta hambre, que se acerca hasta la espalda del enemigo y le pega un mordisco en el hombro. Saborea la sangre mientras vé como la vida de su enemigo se escapa poco a poco por esa herida.

El ulfen rugió atronadoramente y dio unos largos pasos hasta situarse junto a la bestia. Sin preámbulos, los instintos más primitivos que rondaban la mente del bárbaro, salieron a colación cuando éste lanzó una terrible dentellada. Los colmillos del pelirrojo norteño, se hincaron en los recios vastos de la musculatura cervical del la criatura al tiempo que la sangre, manaba rojiza cuello abajo, empapando el pectoral del leñador mutado.

El ser, bramó de dolor ante la fuerza de Obelus, pero poco pudo hacer para zafarse de tan terrible presa. A cada instante que pasaba, los colmillos del ulfen se cerraban con más fuerza sobre la carne de su enemigo. El sabor de la sangre, alimentaba el frenesí del bárbaro que era incapaz de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor.

Al cabo de unos segundos, el bestial ser quedó inmóvil y Obelus lo dejó caer sobre el suelo. El mordisco había sido brutal, pero la criatura aún respiraba débilmente...

Cuando creía que ya nada podría sorprenderla, Obelus se aproximó al enemigo y terminó con él ¡de un mordisco!.
Ver al ulfen con la barbilla y el pecho teñidos de rojo le produjo arcadas. No pudo evitarlo: se alejó unos metros dónde no pudiesen verla y vació el contenido de su estómago.

Momentos después se incorporó de nuevo y con una palidez cadavérica, se reunió con sus compañeros.
Su deber era permanecer a su lado y no mostrar debilidad.
El grupo se encontraba descansando sus fatigados miembros. Gudrid los reunió y elevó una plegaria para calmar sus dolencias: - Poderosa Dama de la Luz, que a través de mi cuerpo actúe tu gracia y sus heridas sean restañadas.

Cuando hubo finalizado, miró a Obelus que seguía allí plantado cómo si nada hubiese ocurrido.
Dirigiéndose a él se golpeó el pecho, dónde se hallaba bordado el símbolo de su fe.
- También en mi corazón se halla el Fuego. Yo elegí no potenciar su faceta destructiva. Haz lo mismo con tu rabia; de lo contrario, terminará destruyéndote.
Acto seguido, suavizó su rostro y le dirigió una bondadosa mirada. - No tomes esto como una reprimenda. Somos compañeros y quiero lo mejor para los míos.

El arquero nirmathiano se acercó al licántropo que había matado el corpulento ulfen y posó su mano sobre el mismo en señal de tristeza y compasión por lo ocurrido con el que, presumiblemente, se había visto convertido en aquella horrible criatura y había hallado final a manos de los pathfinder.

- Maldita sea.... - gruño el arquero echandose el arco a la espalda - ha sido una víctima injusta Obelus, no sabía que los norteños como tu teniáis tan poco control de vosotros mismos. - comentó al barbaro.

Acto seguido el semielfo agradeció la sanación realizada por Gudrid y miró a las otras dos bestias que habían conseguido dejar inconscientes. - Deberíamos atarlos con cuerdas o cadenas para que no puedan dañar a nadie cuando recuperen la consciencia. - comentó el arquero de los bosques, quien parecía realmente concentrado en aquella misión, hasta el punto de que su energía y fortaleza en llevarla acabo parecía algo totalmente natural en el que hasta la actualidad, había sido un soldado más versado en la guerra que en la naturaleza.

Las sendas reprimendas de Satinder y Gudrid no parecieron afectar demasiado a Obelus, que después de ensañarse con sus adversarios, retornó a ese estado cercano a la inocencia de un niño de poco más de siete años. En la mirada del ulfen, resultaba difícil apreciar algo que fuera capaz de apercibirse como la máquina de matar descontrolada que en cada uno de los combates hasta el momento había aflorado, pero la realidad era que debajo de esos ojos brillantes y retraidos, descansaba una bestia mucho peor que aquellas que los habían asaltado.

El temor de que por culpa de los efectos de la Astilla Atávica, Obelus perdiera irremediablemente el norte y se convirtiera en un ser ansioso por matar y probar la sangre de sus adversarios, se convertía en una posibilidad bastante real a tenor de lo hasta el momento sucedido. Tanto el arquero semielfo como la sacerdotisa de Serenrae esperaron las palabras de Elenzeran, la voz de la justicia y el sentido común, pero tras lo allí vivido, el paladín aasimar se mostraba desarbolado y afligido.

El sol comenzaba a descender en la bóveda celeste. Seguir el camino por la noche en aquel bosque, podía ser algo poco aconsejable. Como dijo Falbin, pasar la noche en aquel lugar era la mejor opción antes de retomar la marcha hacia Brian Henge.

Tras la finalización del combate, el paladín iomedita se interesó por el estado de salud de los caídos, algunos de ellos no se volverían a levantar... Miró a Obelus con una mirada neutra, no era capaz de desentrañar si el comportamiento del ulfen era a causa de la infección de la Astilla Atávica o era una muestra de su carácter indómito. De todas maneras tendrían que tomar precauciones...

Hay ciertos límites que nosotros, miembros de la Sociedad Pathfinder, no podemos sobrepasar... El respeto por la vida es sagrado, el sentido de la justicia ha de guiar nuestros pasos. No olvidéis quienes sois y que valores queremos que rijan en nuestra existencia... Obelus, no me es desconocido este fragor que demuestras en la batalla pero creo que debieras refrenar un tanto tus impulsos. Si bien es cierto que en ocasiones, cuando el mal acecha, se hace necesario combatirlo con todas las armas a nuestro alcance, en otras debemos mostrarnos más cautos pues la vida de inocentes puede estar en peligro por ser demasiado temerarios...¿No se si me he explicado bien?

Por la mirada distraída que veía en el rostro del bárbaro, Elenzeran se percató que sus esfuerzos quizá cayeron en saco roto... Aún así no cejaría en el empeño de salvaguardar a las víctimas inocentes del círculo de druidas... Y entre ellas se contaban sus compañeros pathfinders, que ya mostraban síntomas de contagio. Por ello, tras montar el campamento donde pasarían la noche, se fue acercando uno a uno para examinar las heridas del combate y si hacía falta otorgaba el poder curativo de su diosa.

La noche pasó en aquel campamento deshabitado. Muchos eran los ruidos audibles en la oscuridad de la noche y aunque el sueño fue reparador, el nerviosismo de volver a ser asaltados por un grupo de seres bestiales, era un temor plausible y patente. 

Antes de que todos se fueran a dormir, Elenzeran intentó evocar los principios puros y de colaboración de la Logia, pero tenía la sensación de que la semilla que el ritual que la cábala llevaba a cabo, había cosechado un profundo mal de difícil resolución. Si Obelus perdía el control... la solución podía ser amarga y dolorosa para el grupo de pathfinders, pero todos tenían claro que el ulfen podía ser un peligro desmedido.

Al día siguiente levantaron y tras un desayuno frugal, recogieron sus pertrechos. Debían continuar su camino hasta Briar Henge. No debían perder más tiempo, pues el ritual se hallaba en su decálogo y eso podía traer consecuencias devastadoras.

No es posible porque el efecto se dispara en cuanto os despertáis por la mañana. Si tuvieras un conjuro que permitiera estar protegidos durante horas, sí, pero no es el caso.

Las palabras del paladín caen en saco roto, Obelus, ese bonachón por naturaleza, estaba siendo corrompido por aquella maldición. Aún se notaba en sus ojos los restos del que era su compañero, pero si no se daban prisa, habría un momento en que "el hambre" tomaría el control. Simplemente se dedico a descansar y prepararse para el próximo día, mucho más no podía hacer.

Ya estaban todos dispuestos para continuar la marcha cuando un llamativo detalle llamó la atención de Elenzeran. No era raro que el iomedita observara la figura de Gudrid, pues estaba claro que entre ambos existía una atracción difícil de ocultar, pero el aasimar no pudo contener una mueca de asombro cuando contempló que bajo la faldilla de la túnica de la sacerdotisa, vislumbraba una cola alargada y pomposa de color rojizo similar a la de un zorro... o una zorra según se mire...