Partida Rol por web

Cuando Ophelia salió al tejado sobre cuatro postes que ejercía de establo, había otro hombre allí, un joven moreno con cara de pocos amigos, haciendo exactamente lo mismo que ella. Cuando él se ocupaba de su animal, Ophelia echaba un vistazo por encima del hombro, para comprobar si tenía más idea que ella de lo que estaba haciendo. Cuando era ella la que se dedicaba a darle las manzanas a su yegua, sentía su mirada en su cogote. Otro pobre caballo a cargo de un imbécil… otro, porque la mujer se incluía en la inmensa lista de jinetes ignorantes.

No creía que unas cuantas manzanas fueran suficiente alimento para una bestia cuyo peso multiplicaba por ocho el de Ophelia, pero tendrían que bastar por ahora. Al día siguiente le daría algunas manzanas más, antes de partir, y se detendría en algún lugar adecuado para que pudiera pastar.

De vuelta en la posada, pagó la cena y la comida por adelantado, y se retiró a su humilde habitación. Ya se había acostumbrado a las largas horas cabalgando, pero no era una niña que recuperara las energías con una simple comida. La inactividad durante la cena le había dejado el cuerpo entumecido, y le dolían todas las articulaciones.

El jergón era bato y demasiado duro, pero lo bastante mullido como para suponer un bálsamo a sus cansados huesos. No tardó en quedarse dormida.

A pesar de las sencillas y para algunos pequeñas habitaciones, la mayoría de vosotros no tardáis en caer dormidos, al menos después de que los ruidos de muebles en la habitación de los O´Shar cesen. El calor y la lluvia ha agotado vuestros cuerpos mas de lo habitual.

Algo de tiempo después... mientras dormís... alguien comienza a abrir una de las puertas... (voy a suponer que las habéis cerrado todos con llaves) 

No ha pasado mucho tiempo desde que os fuisteis para la cama, cuando (los que habéis superado la tirada) comenzáis a escuchar unos ruidos por las escaleras y algo mas tarde por el pasillo... o hay nuevos clientes, o alguien esta teniendo una noche animada, lo cierto es que no son muy silenciosos.

Una puerta se abre... sigilosamente... unas pisadas que se acercan a una solitaria cama, donde duerme plácidamente un humano... no hay mucha luz, salvo por la luz que emite una pequeña vela que porta uno de los que entran en la habitación.

Entonces.. rodean la cama y...

Se escucha un fuerte golpe... 

Oh... Phey... Sí… Me encanta cuando me tocas ahí… Sí… Sí…

Pazzo dormía tranquilamente y soñaba con el tacto del guerrero sobre su piel. Aunque solo fuera en sus sueños, le encantaba los masajes que le daba, en los pies, después de haber andado tanto como aquel día, además, sus labios estaban pegados así que no tenía pesadillas con sus cánticos. Por desgracia, cuando el hombre alcanzaba sus rodillas la maldita Hanne aparecía de la nada y la mordía. Le quedaba poco por disfrutar y, aunque sabía que era un sueño repetitivo, no quería que se acabara.

Estaba cansada y medio ebria, pero aun así fue capaz de escuchar un ruido demasiado raro para esas horas de la noche. Miró confusa a su alrededor y frunció el ceño en un vano esfuerzo por recordar cómo llegó ahí. La cabeza le dolía más que nunca y empezó a masajear sus sienes.
Imágenes le llegaron a la mente poco a poco, pero había lagunas. Estaba cenando, se levantó para marchar, alguien la ayudó… Se quitó la manta que tenía encima y se dio cuenta de que estaba desnuda. Eso le sirvió para despejar la mente de golpe.

¿Qué…? ¿Me han desnudado o fui yo? Seguro que lo hice yo, tenía la ropa mojada y hacía mucho calor… Sí, seguro…

Al otro lado de la puerta los ruidos seguían, no muy fuertes, ni muy seguidos, pero ahí estaban.

¡Es Phey! Seguro que vuelve a marcharse, vuelve a abandonarnos…

Tiró la manta que la medio cubría y buscó ropa limpia. Se la puso a toda prisa, cogió sus cuchillos arrojadizos junto con la chaqueta donde los guardaba y, sin demorarse más, se fue hacía la puerta. Vestirse fue bastante fácil, la ropa estaba al lado de la cama y no tuvo que levantarse hasta casi el final. Andar era otra cosa. Nada más hacer dos pasos, unas náuseas terribles subieron desde su estómago. Se paró en seco, tragó saliva y volvió a andar en dirección a la puerta. Llegó tambaleándose y fue un alivio agarrar el pomo de la puerta. La abrió con firmeza, decidida a decirle unas cuantas cosas a Phey antes de verlo por última vez.

Nada mas abrir la puerta, descubres a tres figuras encapuchadas en el pasillo. Dos de ellas transportan a un inconsciente Phey, uno cogiéndolo por las piernas y otro por los brazos. Otro de ellos lleva una vela con la que iluminar el pasillo.

Se sorprenden bastante cuando ven como una de las puertas se abre y aparece la pequeña Naiss. Sin pensárselo dos veces, sueltan el cuerpo de Phey, que cae bruscamente contra el suelo y toman sus armas, unos simples garrotes.

Un de ellos, el de la vela reacciona muy rápido y descarga su garrote contra tu cuerpo, apenas tienes tiempo de hacer nada. La dura madera golpea tu antebrazo con suficiente fuerza como para entumecerte el brazo.

Pazzo tenía razón, las mujeres siempre tienen razón, Phey se estaba marchando. Solo que no se imaginaba que lo iba a hacer de esa manera. ¿Tuvo que fingir que lo raptan para librarse de ella? Era ir demasiado lejos… Eso lo habría hecho ella. Era la retorcida, la mal pensada, no él. No podía haber tanta maldad en su guerrero sagrado. 

En su estado estaba muy confusa y no entendía del todo que pasaba. ¿Qué iban a hacer con él? Los ladrones robaban dinero, no personas, bien lo sabía ella. Eso quería preguntar nada más verles, pero los hombres soltaron a Phey como a un saco en el suelo. Un grito de horror salió de su garganta más fuerte que el chillido de los cerdos al sacrificar. No había abierto la boca para hacerlo audible, que uno de los enmascarados le dio un golpe.

A la fuerza del grito ahogado se unió otro de dolor y, en menos de un segundo, los hombres descubrieron lo potente que era su voz a pesar de su pequeño cuerpo y del reducido tamaño de sus pulmones. ¡AAAARRRRGGGGHHHHHH! Gritó hasta quedarse sin aire, volvió a inspirar y gritó de nuevo. ¡AAAARRRRGGGGHHHH! No sabía cuántas veces repitió la operación, pero se estaba empezando a marear de nuevo. El vómito que antes tragó, junto con su saliva, no se quiso quedar más en su interior y salió desde su boca como un manantial, bluuuuurp bañando de pleno al encapuchado ladrón de Pheys. En cuanto acabó, volvió a gritar y sacó algunos de sus cuchillos con la mano que no había recibido el golpe.¡AAAARRRRGGGGHHHH!

Ya más relajado y sin pensamientos negativos se dispuso a dormir, pero no aún. Se maldijo por el ruido que causaban los clientes, o quien demonios fuera. Ya era algo tarde como para andar molestando, pero como pensaba quedarse sólo una noche lo dejaría correr. No era la primera vez que un par de borrachos formaban algo de escándalo al regresar a sus cuartos.

Pero se sucedieron una serie de ruidos que llamaron su atención. Otro fuerte golpe, como si algo o alguien cayera al suelo (nada especial, algún borracho se tropezaría) y luego un golpe más seco pero menos sonoro. ¿Se estarían peleando?

"Que ganas de tocarme las cojon...", un grito agudo le hizo incorporarse como un resorte. Se trataba de una mujer, lo más probable una prostituta, y creyó que debía ser una disputa por algún desacuerdo en el pago (o que se disputaban a la mujerzuela). ¿Qué mujer decente rondaría los pasillos a esas horas?

"¿Habrá putas en esta mierda de pueblo?", se dijo al tiempo que desenvainaba su espada en caso de que aquellos desgraciados, posiblemente viajeros armados como ellos, complicaran la situación. Eso sí, no pretendía despertar a Mamawe pues la mujer, al igual que él, se merecía un descanso. No iba a molestarla por una pelea de borrachos.

Pero se dieron más gritos y al paso que iba el altercado lograrían despertar hasta a los muertos. Así, en ropa interior, se acercó a la puerta y quitó el bloqueo. Con la mano en el pomo y la espada algo oculta (tampoco pensaba formar parte del alboroto por creerlo una amenaza) se dispuso a verificar lo que sucedía con cara de pocos amigos.

Aunque los primeros ruidos podrían considerarse habituales, estos últimos parecían indicar a las claras que alguien se estaba peleando en los pasillos, por si hubiese alguna duda, los gritos de Pazzo anunciaban con dolor, que algo grave estaba ocurriendo. Estos últimos despiertan hasta a los que en ese momento estaban durmiendo (Salvo a Phey, que esta inconsciente)