Partida Rol por web

Tras el muro de canto y bronce, un inmenso jardín bordea el palacio de torres de piedra negra, que se alzan majestuosas ante el ojo del visitante.

Más que un palacio, el terreno trae a la mente un cuartel militar, ya que un gran numero de soldados del rey se hayan en la finca y sus alrededores. Conversando de forma amena y fluida. Descansando de sus marciales quehaceres, hablan de política exterior, de la guerra, de cómo influirá en sus vidas la ascensión del nuevo rey. Del futuro de la nación.

El jardín del respetado Janmiel es lugar de encuentro para ellos, porque así es como lo ha querido el General. Para estrechar el círculo entre las distintas tropas del Ejército Real. Para que el sentimiento de camaradería no se limite a la propia tropa. Para que puedan considerar como a un hermano a todo el que porte la negra cota de malla, posea el rango que posea.

Más allá del concurrido patio y de los frondosos jardines, El palacio abre sus puertas de par en par al visitante. Para recibirlo, dos guardias armados lo aguardan firmes como estatuas de alabastro. Estos se encuentran lejos de charlar amenamente.

¿Puedo ayudarla, milady? -pregunta uno de ellos sin perder la posición, ni apartar la vista del misterioso punto del horizonte que parece tenerlo absorto, mucho antes de que el hada llegue hasta el umbral.

Luego ambos juntan sus lanzas, formando una X bajo el quicio.

Track vuela con firmeza y con respeto se para ante los soldados, a sabiendas que no tiene más que remontar el vuelo para pasar de ellos, pero ésta gente la ha tratado bien y el hada les merece un respeto.

Me llamo Track, trabajo para Edgon la taberna La daga encarnada. Creo que han traido a mi jefe aquí herido por unos villanos. ¿Me permiten el paso para que pueda verle?

Desde luego -responde el soldado apartando su lanza-. Creo que lo han llevado a las habitaciones del ala aurora. Segunda planta.

Suerte.

El interior de la mansión se encuentra iluminada por la débil luz amarilla de los cirios. Las sombras se alzan amenazadoras. Armaduras armadas decoran los muros como inmóviles soldados listos para defender su castillo. Los ruidos del exterior se ven amortiguados por la solide de las paredes de piedra. El silencio todo lo reina, de forma espeluznante. La larga escalera de ébano solo parece conducir a más oscuridad.

De pronto un quejido rompe la desquiciante quietud de la noche.

¡Ah! -se escucha de forma ahogada.

Una puerta entreabierta guarda a un grupo de hombres atareados.

Sujetadlo -dice uno-. Necesito que se esté quieto…

Ah -vuelve a gemir la familiar y masculina voz-. ¡Ah! -grita.

Se escucha más movimiento.

¡Maldita sea! -exclama un hombre con furia.

No, no, no -replica otro-, no se alarme. Solo está inconsciente. Ahora será más fácil cauterizar la herida.

La pequeña pixie se dirige como una flecha hasta el origen de los ruidos, ya no salen lágrimas de sus ojos, pero sí se ve la angustia y la tristeza que le preoduce el oír esos sonidos.

Cuando deja de oirlos se detiene en seco esperando lo peor, pero al oír las siguientes palabras y escuchar que sólo está inconsciente. Reemprende el vuelo con la mirada más esperanzada.

A través de la rendija de la puerta se puede observar a un hombre alto y delgado, que suda gotas de sudor frío mientras trata de separar lentamente la ropa de la carne quemada. A su lado, una joven doncella le seca el rostro.

Dos guardias a los pies de la cama miran con nerviosismo los avances del medico.

Junto al cabecero, un hombre increíblemente corpulento, de cabeza rapada y barba recogida en dos trenzas comprueba los vendajes de Edgon, con una leve sonrisa satisfecha.

Despacio y con cara apenada, la pequeña pixie se acerca para ver mejor lo que está ocurriendo, es más fuerte su curiosidad que el miedo de ver las heridas de su patrón. Debe ver cómo se encuentra para saber qué hacer luego, sin su patrón en la taberna, ella se quedará sin trabajo, ahora que había encontrado un sitio divertido dónde se lo pasaba bien...

Bueno- piensa Track -  otra vez a surcar los caminos en busca de aventuras.

Mientras sigue acercandose a la cama...

¡¡Tío, tío!! -grita una voz de mujer al otro lado del pasillo-. Tío, he venido en cuanto me he enterado -dice abriendo la puerta de par en par, sin percatarse de la presencia del hada.

Abraza con ternura al corpulento hombre de la cabeza rapada, y se dispone a sentarse junto al herido:

Dejádmelo a mí, inútil matasanos -dice apartando con dureza al pobre doctor.

Susurrando palabras incomprensibles, comienza a mover sus finos dedos sobre las heridas, formando símbolos y formas, como pequeños bailarines, describiendo acrobacias sobre la demacrada piel de Edgon. Sus puntas brillan al contacto de las quemaduras y la carne empieza a sanar de forma milagrosa.

Rápidamente, uno de los guardias comienza a desenrollar las vendas atadas por el doctor, para que la mujer pueda continuar con su magia por dichas zonas…

Tras un largo rato de rito continuo, la tez del moribundo parece no solo sanada, si no rejuvenecida.

La mujer se desploma agotada. Y los guardias se disponen a trasladarla de dormitorio para que pueda reposar.

Mientras salen con la dama en brazos uno de los guardias se percata de la presencia de la joven hada:

Si vienes a ver al señor Edgon será mejor que pases, no crees -dice con una sonrisa encantadora-. Ha preguntado por ti, ¿sabes?

Y prosigue su camino con la chica hasta la habitación contigua.

Track mira hacia arriba con la cara iluminada por la noticia, ha preguntado por mí, que raro, pero que honor. (alguien por fín se acuerda de ella sin un motivo aparente que no sea el de pedir una cerveza o la cuenta...)

Gracias señor, ahora mísmo paso. Con gran soltura la pequeña pixie sale volando en dirección al herido y se coloca al lado de su brazo. Apoya sus dos manos para pasarle algo de su fuerza de voluntad, más que nada para que Edgon se de cuenta de que ella está allí con él.

Descansa valiente Edgon, tu posada está a salvo, los vecinos consiguieron sofocar las llamas antes de que la cosa fuera a mayores, y las otras camareras y mujeres no han sufrido más que pequeños cortes y quemaduras. Descansa, te lo mereces por ser tan valiente. Alguna lágrima resbala por las mejillas de la pixie, pero rápidamente las enjuga para que no caigan sobre el brazo de su jefe.

¡Oh, por la diosa! -suspira aliviado- No sabes cuanto me alegra oír que todos están bien. Lo último que vi antes de perder el sentido fueron las llamas. Si les hubiese pasado algo a las chicas, yo…

Por un instante parece que el ex-militar está a punto de venirse abajo, pero entonces sus ojos resplandecen de ira:

¡Juro que encontraré a esos malnacidos y les daré su justo castigo! -promete apretando con fuerza sus puños.

Por unos momentos la escena parece congelada. Todos los presentes en la sala quedan acongojados por la reacción del tabernero.

De pronto, Edgon parece recordar algo:

La carta… -susurra-. He perdido la carta del Rey -reconoce con desánimo.

-Dime donde la dejaste y la traigo en un periquete. Si hay suerte puede que no se haya quemado.

La pequeña Track se siente útil por primera vez en todo éste embroyo por lo que sus ojos resplandecen de alegría y de emoción aventurera.

No creo que se haya podido salvar de las llamas -dice tajante la hechicera meneando la cabeza negativa.

Y aunque no fuese así, el fuego habría borrado todo el rastro de magia que en ella hubiera…

De hecho, ese es el problema conmigo, ¿no, Morladle? -suspira el tabernero con tristeza-: El fuego ha “purificado” mi piel. La magia que tú y tus hechiceras habíais puesto en ese papel se ha perdido.

Más que el fuego, ha sido mi propia magia de curación la que ha contaminado el conjuro…

¿Y el mensajero? -propone la chica-. El hombre que os la llevo puede que queden restos del hechizo en sus dedos…

Imposible. Era un pícaro. ¡Un malandrín sin honor o conciencia! -rehúsa con fiereza-. Me niego. ¡Él no!

¿Quién más la ha tocado? -se pregunta pensativo.

La pequeña pixie se da la vuelta y con gran efusividad suelta:

¡Yo la toqué! ¿Recuerdas Edgon? Yo te la entregué despues de que me la dieran para tí. ¿Y a qué viene que la haya tocado alguien más? ¿estaba envenenada?

Track se mira las manos como su hubiera un venenoinvisible y pone cara de asco mientras trata de limpiarse las manos en su ropa.

¡Oh no! Ahora la ropa tambien tendrá veneno.

¡¡Jho jho jho!! -ríe bonachón el guerrero-. No se trata de veneno, tranquila -dice ofreciéndole un sitio sobre las mantas.

¡Qué suerte que tu también la tocases! -suspira.