Partida Rol por web

Un joven se levantó de su asiento para saludar a Julieta, la toreador, poco acostumbrada a esos miramientos de parte de los invitados de Mercedes sonrió como si estuviera iluminada, no pudiendo ocultar su sorpresa y que estaba complacida. -Señor Burton-Miller, un placer -asintió con la cabeza, extendió apenas la mano y al ver que tú no la habías extendido abandonó el gesto a mitad de camino y se aferró a unas carpetas que tenía en la mano, parpadeó un par de veces -Su nombre me suena... Me suena... -se tocó el labio inferior rosa pálido con su índice -¿De casualidad no tiene una empresa con su apellido verdad?

La entrada de una nueva fémina es precedida por el ruido de sus tacones, un sonido magnificado por la acústica del lugar que da cierto toque de efecto a su aparición. Quizá sea premeditado, quizá no.

Ah, Julieta. Otra presencia agradable.

Espero a que termine su pregunta a David Burton-Miller para acercarme e introducirme en la conversación con cierto descaro. Pero sin perder la sonrisa hacia ella. Le doy dos besos como saludo.

-Julieta, Julieta. Cada noche pareces más joven. ¿Seguirás rechazando mis invitaciones? Algún día acabarás rompiéndome el corazón.

En realidad, tan solo le ofrecí una vez que trabajase para mi. Pero se ha convertido en una especie de juego entre ambos el fingir que sigue en pie.

Lamento no haber sido más explicito, pero para mí presentarme implica siempre tender la mano.

Esperaré resultados para responder acorde.

Definitivamente Julieta sabes que tienes una empresa a tu nombre y la pregunta la ha hecho con toda intención.

Julieta se ríe como una idiota ante las palabras de Jules pero se compone pronto -Cada noche soy igual de joven, pero al mismo tiempo cada noche soy más vieja, aunque sea solo para acumular títulos -desliza tratando de recuperar la compostura seria que tenía antes. -Ohh, no será la primera vez que te rompen en corazón Jules de Bourdeo -ladeó la cabeza un tanto mirándote a tus ojos claros, entre coqueta e inocente -Te repondrás.

Luego volteó hacia el joven David esperando respuesta a su pregunta.

De nuevo Jules se incluyó en el dialogo, al parecer tenía esa costumbre. A otros eso podría parecerle molesto pero a mí me resultaba revelador.

Contemplé en silencio su intervención, dudando que en realidad algo pudiese interponerse entre ese vástago y sus deseos... Pero esta vez era él quien intentaba interponerse.

-No es casualidad, es efecto de la tenacidad y talento de mi familia. Respondí con calma, consciente de que mis movimientos no estaban exentos de vigilancia. -Tampoco lo es mi presencia en la ciudad. Agregué en voz más baja.

-¡Ah! Ya lo creía yo que se trataba de usted -dijo sin que pudieras leer en qué sentido lo dijo, si como ¡Ah, usted el lasombra! o ¡Ah, usted el empresario! pero sin duda no era con mala intención -Creo que... -hizo memoria bajando un poco la cabeza meditativa, mirando al suelo -¿Puede ser que su empresa familiar haya hecho unas donaciones a bibliotecas? -dijo de pronto, recordando, alzando la mirada. Para que no le dijeras que no abrió una carpeta de las que llevaba en su regazo y miró un papel que tenía a mano -Varias donaciones -sostuvo sonriendo mientras sostenía el papel delante suyo, no lograbas identificar si se estaba haciendo la inocente o no. Lo guardó inmediatamente en su carpeta -Así que es un benefactor, verá, señor Burton-Miller, soy la encargada de algunas bibliotecas de la ciudad, las que están bajo la égida del clan toreador, como la Biblioteca Nacional y la del Congreso -explicó, llegando por fin al punto que quería -Quisiera, si no es incómodo para usted, que tuviéramos una charla después de la reunión si es que le interesara contribuir a unos proyectos de reforma y conservación en estos edificios.

-¿Qué puedo decir? Me gustan los libros. Encogí los hombros y luego regresé a mi estudiada formalidad.
-Jamás me negaré a una petición que implique la preservación del conocimiento. Con gusto hablaremos luego. Ese tema era algo privado y sería discutido luego, pero me alegraba saber que las rosas comprendiesen mi intención.

Los libros eran las mejores formas de disipar las sombras del pasado. Ellos guardaban la clave para descifrar el futuro y los secretos de nuestra supervivencia. Pocos lograban entender mi fascinación por ellos pero no había nada de falsa en ella.

Mientras el doctor pensaba su respuesta se unía también el señor de Bourdeo, añadiendo otro punto a la declaración de Facundo, y luego la escribana. Asintió a la pregunta del primero suavemente; lo extraño hubiera sido que no lo estuviese. Pero antes de verbalizar su respuesta, tenia la oportunidad de presenciar el curioso intercambio tanto de este como Miller sobre la asistente de Mercedes.

La sensación de “deja vu” le lleno de recuerdos durante unos momentos, como a veces pasaba cuando se encontraba muy relajado. Con esas experiencias en mente decidió no meterse. Simplemente saludo también a la joven, aunque sin levantarse de su asiento.

-Buenas noches, Julieta. +dijo en tono suave y formal, que se torno ligeramente mas bajo en una parte+ Me extrañaba no verte antes. ¿Te importaría adelantarnos si faltan muchos? La especulación al respecto nos esta matando… figurativamente, por supuesto.

Facundo le había hecho una pregunta muy a su estilo, pero Franco no gustaba de contestar temas delicados en público, para él la discresión era como la vitae, indispensable y deliciosa. La confianza que tenía con él no la compartía con todos, así que demoró su respuesta. Jules se sumó con sus inigualables modales, y luego la presencia de Julieta se hizo central en el pequeño grupo. David supo encontrar su lugar, se alegró por ello, sentía simpatía por su compañero de conversaciones y de habladurías, de seguro los dos mas odiados de esa noche de gala.

Se puso de pie y se dirigió  a quien supo ser una fiel seguidora de Alexandría - Julieta... - la saludó con un respetuoso gesto de su cabeza - Me place saber que eres parte del consejo, tu amistad con nuestra príncipe siempre ha sido ejemplar, Mercedes se puede dar por bendecida de tenerte a su diestra- hizo una pausa y agregó mirando a Facundo - Es cierto lo que el caballero comenta, estabamos intercambiando opiniones sobre el motivo del llamado de Mercedes, yo insistía en que el grupo sería reducido pero al parecer estaba equivocado, aún quedan mas por sumarse? ... por cierto, hazle saber a Mercedes cuando consideres oportuno que agradezco los riesgos que corre al invitarnos a David y a mi a esta pequeña reunión, la mitad de la sala allí abajo estará en desacuerdo, es un gesto que valoro enormemente de su parte-

-Nosotros los amantes de los libros tenemos que unirnos para preservar aquello que el tiempo puede destruir - aseguró y esbozó una sonrisa a labios cerrados. -Perfecto, entonces no se aleje al terminar la reunión que va a comenzar -apuntó la joven en apariencia a la respuesta de David. Luego saludó al otro ventrue -Señor Bahl -dijo inclinando suavemente la cabeza -Ya me parecía extraño a mí también que no me preguntara algo, ¿El tiempo es dinero, no? -inquirió refiriéndose a las prisas que solía demostrar el ancillae en dedicarse tiempo completo a amasar su imperio. Amainó una risa medida ante tu chiste -Claro, me imagino, el que espera desespera, o eso dicen -apretó reflejamente las carpetas contra ella -Solo faltan... -miró contando -Cuatro si tenemos suerte, los primogénitos suben escoltando a Mercedes -respondió  contestando a Franco y a Facundo -Doctor Noble -lo saludó luego al ver que se refería a ella directamente, con los años Julieta había aprendido a no molestar a los vástagos a menos que fuera estrictamente necesario, por eso si no la saludaban y parecían conversar entre ellos no los molestaba. -Le haré llegar sus palabras a la Senescal, créame ella sabe lo que está haciendo y por qué a fin de cuentas -miró al giovanni con una mezcla de orgullo y una dulzura casi ajena a los vástagos, esos sentimientos tan humanos y tan dejados de lado a veces -Si usted se alegra de que esté aquí se imaginará cuánto más me alegro yo misma, que lo he visto forjar su amistad con Alexandria todos esos años como un elemento fiel y útil a la Torre.

Por unos breves momentos puede verse a través de mi actitud despreocupada. No soy ningún memo al que no le importe nada. Sé en la situación que estamos y lo que está en juego. Sencillamente preocuparse de más no ayuda. Y que todo el mundo esté con la cara larga solo empeora el humor de los demás. Si debo adoptar en público el papel de irresponsable irreverente, sea. Me basta con, por ejemplo, haber sacado una risa a Julieta. Una que le ha salido de dentro.

Pero ciertamente, pensar en Alexandría...la piedra angular que nos une a todos aunque ya no esté...me hace inevitable, por unos instantes, mostrar la preocupación que realmente siento. Pendemos de un hilo del que hay que tener cuidado de no tirar con demasiada fuerza. Debemos esforzarnos en rehacer el tapiz.

Y eliminar los hilos discordantes.

Mientras subían por la escalera, una vez que Antonelli se hubiera ido y no hubieran ojos curiosos cerca, su Pontífice que iba unos pasos más arriba que Elizabeth y tú, se volteó manteniéndose a un escalón de distancia y les dijo: -Grandes cambios sucederán esta noche, muéstrense calmados y no pierdan en ningún momento la compostura, puede que se sucedan debates algo acalorados o quizás no, depende de los vástagos escaleras arriba y son todos, salvo uno o dos, no muy antiguos... Es lo que ha quedado y sobre eso debemos construir nuestro futuro -sopesó sus palabras a continuación -Debemos ser leales a la Senescal pero no dejar de remarcar sus defectos y errores cuando los tenga y nuestros aciertos siempre -sonrío fríamente -Después de todo hay que asegurarse de que no llegue a Príncipe, ¿Me oyeron? No todo está dicho. Todavía podemos ganar esta batalla -sostuvo -Pero debemos ser astutos, tomen nota de las palabras, gestos y promesas que hace cada vástago en la reunión -se tomó una pausa antes de proseguir -Voy a darles algo de libertad -dijo seriamente -Podrán hacer y deshacer a vuestro antojo pero me seguiréis dando reportes e informes -sostuvo. -Ahora, vayamos, la Senescal lo explicará todo cuando suba.

Cuando subieron los tres Eusebiusz entró inmediatamente antes que tú y Elizabeth, ustedes dos lo siguieron. En el lugar ya habían varios vástagos reunidos alrededor de unos sillones, entre ellos reconociste a Jules de Bourdeo antiguo ventrue, María Malena de Alvear antigua toreador y a Franco Noble, el enemigo giovanni de Eusebiusz. Su enemistad no es pública, solo Eusebiusz lo desprecia y Franco lo presiente, pero no tiene ninguna prueba de ello.

También conoces a Facundo Bahl, mantiene reuniones de negocios con Yamski.
 

Los tremere aparecieron por la puerta, delante Eusebiusz Yamski, el Pontífice, detrás Elizabeth y otro vástago que algunos conocían y otros no. El rostro sin lugar a dudas les resultaba conocido, pero ¿De dónde? Por más que querían hacer memoria no lograban descifrarlo... Estaba elegantemente vestido y un porte señorial muy imponente, pero no prepotente. Elizabeth se movía unos pasos más atrás como una ninfa de las sombras envuelta en la tela vaporosa de su vestido violeta.

Entraron en comitiva y así se acercaron hasta ustedes.

El Pontífice tremere llevaba un traje negro que se parecía perturbadoramente a una sotana de cura. Bajo la luz eléctrica de la estancia se podía observar que la sotana tenía como figuras estampadas del mismo color que la tela, de modo que a simple vista casi no se notaban. Eran símbolos extraños, seguramente mágicos. La luz se reflejaba también en sus zapatos negros italianos como si fueran espejos, asomando por el lado de su sotana había una cadenilla de un reloj de bolsillo que se hundía en un compartimento en su costado.

Mientras que muchos vástagos se esforzaban por parecer humanos a Yamski esas nimiedades le habían dejado de preocupar hacía siglos, igual que la cortesía en las relaciones con los congéneres, pero eso era un mal necesario casi ineludible. Por eso su piel se veía pálida, sin poros, con una textura intermedia entre flexible y marmórea, la piel de un monstruo: claramente él era el más antiguo de la sala y posiblemente, de la ciudad. Sus ojos celestes y su cabello rubio parecían insertados en una estatua, fue cuando se movió con una reverencia parca y medida que dejó de parecer un elemento de la decoración, tétrico e imponente, por supuesto.

-Buenas noches, hermanos -saludó con su voz gutural y un acento polaco que a pesar de los siglos no se le iba. Repasó con la mirada a los presentes uno por uno -A los que no los conocen, les presento a mis dos Regentes: Ricardo Klement, mi mano derecha, y Elizabeth Lamothe, mi mano izquierda -bromeó, aunque muy sutilmente.

La llegada de los Tremere heló su sangre aún más de lo que solía estarlo. Discimuló su malestar y asintió con una leve reverencia al saludo del líder del clan -Pontífice- dijo mirándolo fugazmente para depositar su atención en el hombre que lo acompañaba - Ricardo, Elizabeth, un gusto en conocerlos, soy Franco Noble- ignoró sutilmente a la mujer, para todos y en especial para Eusebiusz, ella debía ser una más entre decenas de vástagos a los ojos del Giovanni.

Agradeció la información a Julieta con un cabeceo aprobador. Los años tratando con la senescal por intermedio de esta habían desarrollado una simple pero cortes confianza entre ambos, aunque muy lejos de llegar a intimar; era su jefa la que interesaba a Facundo. Sin embargo una empleada hábil (y de fiar si la elegía Mercedes) era algo valioso en si mismo, merecedor de cierto respeto.

El arribo de los Tremere por otra parte sí hizo que se incorporara. A diferencia de muchos, estaba bastante acostumbrado a la apariencia del primogénito, e incluso compartía muy levemente esa frialdad que irradiaba, aunque todavía le faltaban siglos para alcanzarlo. Hizo una leve reverencia al pontífice, si bien no muy pronunciada, solo lo justo.
-Señor Yamski. Estaba preguntándome por usted justo antes del discurso de la Señora Moreno. Me alegro que halla podido unírsenos esta noche. +saludo mirandolo atentamente, para luego dirigirse alternativamente a los acompañantes.+ Señor Klement. Señorita Lamothe. Bienvenidos tambien al pequeño aparte. 

Tenía una pregunta en los labios pero la guardo para más tarde. Ahora que la pieza mas antigua llegaba solo faltaban…