Partida Rol por web

 - ¡Debéis apuraros! ¡A estas alturas las unidades se estarán reorganizando para defender la base y subsanar el error! ¡No podré contenerlos mucho más tiempo!

Anthos seguía tecleando frenéticamente en el panel.

-¡Muerte, maldito fanático!-gritó Justin dejándose llevar por la rabia, como último recuerso para hacer acopio de fuerzas, mientras seguía disparando.

El disparo desesperado de Justin le voló la cabeza a su atacante. ¡No había tiempo para tomar un respiro! ¡Había que salir de allí cuanto antes!

Justin se detuvo tan solo un momento para contener el aliento. Entonces reparó en el cuerpo de calmidorian, desplomado e inerte a penas a unos metros de él. A pesar de sus diferencias, había sido un buen compañero y había luchado con valor. Se despidió de su compañero con un breve gesto de pesar. No había tiempo para más.

Después se acercó a la consola. Aunque no sabía bien como funcionaba aquella tecnología, se le ocurrió pensar que sus conocimientos de redención tecnológica pudieran servir de alguna ayuda.

Anthos gritó nuevamente:

- ¡Por el pasillo! ¡He abierto el acceso al portal pero ya vienen las tropas! ¡Justin! ¡Hay un vehículo allí que podréis usar! 

El hombre pasaba desesperado de un panel a otro, como si estuviera activando y desactivando diversos dispositivos.

El grito que salió de la garganta de Hysteria era de liberación, de pesar, y de esperanza, todo a la vez. Justin había conseguido reventarle la cabeza al último engendro, por fin.

Sólo había un camino ya, y Anthos, lo estaba manteniendo abierto para ellos. Le miró un segundo, un brevísimo cruce de miradas, pero suficiente para transmitirle lo que sentía. Y las gracias, con su bendición. No dijo nada, entendía perfectamente el sacrificio del monje, su redención. Y su caída, podía entender también eso.

Pero cuando Justin empezó a moverse, cuando había que pasar hacia el pasillo, camino a esa nave que les podía aún salvar a ellos, ahora que el universo ya estaba a salvo, había aún algo que hacer.

-Anthos, hay que destruir esto. ¿Puedes... podemos? Si queda en pie, otros seguirán donde estamos. No puede quedar nada de la Máquina...

Valkian vio como el último enemigo caía y en ese momento el universo pareció desaparecer para él, las arcadas acudieron y se dobló como un borracho al tiempo que la cabeza comenzaba a darle vueltas. A duras penas consiguió arrimarse a una pared para no caer, y allí, colocado como si un policía quisiese cachearlo, terminó de vomitar todo lo que contenía su estómago. 

Entendía la urgencia de los otros para salir corriendo, pero era una preocupación remota, como si no fuese con él, como si el hubiese muerto y toda su vida quedase atrás. Había participado en un tiroteo, había matado a tres seres diciéndose que sólo era máquinas. Pero eran como Athos, a quien había leído la mente y de quien sabía que, además de máquina, era también hombre que pensaba y sentía. Había matado a tres seres vivos, semihumanos tal vez, pero vivos.

Al pensar por segunda vez en ello, el mundo volvió a girar.

-¡Bien, en marcha!-.

Justin salió corriendo, o haciendo lo más parecido que podía hacer a correr dado su estado, en dirección a donde se suponía que debería estar el vehículo. Esperaba qeu esto saliese bien, que hubiese servido de algo.

Anthos negó con la cabeza:

- Esto es sólo parte de un universo pequeña... pedirme que lo destruya es lo mismo que pedir que los soles se apaguen de golpe. Pero si os encargáis de deshacer mi obra al otro lado habrá una esperanza para que nadie vuelva a encontrarnos. Yo destruiré esta maquinaria cuando hayáis cruzado el portal ¡Ahora marchad!

Ante la imperativa orden de Anthos todos salieron corriendo hacia el gran pasillo de metal que tenían ante ellos. Las luces rojas iluminaban todo el camino. Estaban dentro de una estructura colosal, quizás tan grande como Tormenta Azul. Por los pasillos podría fácilmente pasar un tren de mercancías. Los tres supervivientes de la expedición se sentían como ratones atrapados.

Se detuvieron al final del túnel realmente sorprendidos por el espectáculo. El pasillo desembocaba en una colosal esfera de cristal a través de la cual podía verse el espacio. El tamaño de la misma era enorme, quizás de medio kilómetro de radio. Toda la superficie era transparente y permitía ver el espacio exterior. Al otro lado extrañas estrellas titilantes, casi sin brillo, mostraban un espacio totalmente desconocido. Y en ese espacio decenas, cientos de naves descansaban en una formación perfecta ante extrañas réplicas metálicas de lo que parecían ser Portales de Salto. Era un espectáculo realmente aterrador pero fascinante: toda la tropa invasora lista para saltar. Sin embargo los portales permanecían inactivos. Las naves esperaban en vano una señal que jamás llegaría.

Justin no tenía tiempo para fascinarse ante el espectáculo: al lado de la plataforma sobre la que estaba ahora el equipo había un vehículo gravitacional parecido a un pequeño deslizador. Y al fondo de la esfera todos vieron su objetivo: un pequeño portal que permanecía abierto. ¡Su punto de huída! La cuestión era sencilla: pilotar el deslizador hacia aquel portal y abandonar de una vez aquella extraña dimensión-máquina, rezando para que Anthos completase el cierre cuando ellos hubieran pasado.

¡Pero debían darse prisa! En una plataforma situada en lo alto de la cúpula otro equipo de intercepción formado por un grupo de monjes se estaba subiendo a un vehículo similar. Los vehículos carecían de armamento pero estaba claro que los monjes intentarían llegar al portal antes que los héroes. ¡Debían evitarlo! Si esas criaturas pasaban quizás encontrasen la manera de reintentar la apertura del portal al otro lado y todo el esfuerzo, todas las muertes, habrían sido en vano.

Hysteria había comprendido las palabras de Anthos, en todo su significado y su magnitud. Asintió, simplemente. Y, en un arranque, como había tenido con Elbrian hacía tanto y tan poco, le dio un abrazo. Luego se giró, emocionada, y corrió tras Justin.

Adrede no quiso volverse a mirar a su hermano, no quería recordarlo muerto. Lo recordó luchando, en su plenitud. Y a renglón seguido recordó su mirada llena de cariño. Así sería, eso es lo que quedaría de Calmidorian en el mundo, el recuerdo de la vida.

Con ese pensamiento en su mente llegó a la esfera, y al deslizador.

-¡Vamos, hay que darse prisa! Esos de ahí van a interceptarnos para saltar primero. ¡No podemos dejar que lo consigan!

Justin corrió todo lo que pudo en dirección al vehículo, intentando ignorar el dolor de sus heridas, lo cual no resultaba tarea fácil. Una vez allí, su plan era encender el motor y esperar a que todos estuvieran dentro para salir a toda velocidad hacia el portal. Haría cualquier cosa para impedir que los sin nombre se les anticiparan; incluso envestirlos si llegase a ser necesario.

Cuando los tres estuvieron en el vehículo Justin arrancó. ¡Tenían que alcanzar aquel portal! El auriga desconocía aquel modelo de máquina pero eso no impidió comprender su funcionamiento básico.

Como una flecha se lanzó en dirección al portal. Los otros parecían querer interceptarlos pero Justin apretó todos los botones que según su intuición indicaban un control de velocidad. ¡Tenía que llegar! ¡Todo dependía de eso!

El otro vehículo se acercaba peligrosamente. Haciendo caso omiso a su dolor Justin giró la nave gravitacional para interceptarlos. El golpe hizo que ambos vehículos estuviesen a punto de chocar con las paredes, pero en el último momento el auriga recobró el control.

Y entonces pasaron por el portal...

Oscuridad.

Sensación placentera.

Desorientación.

Nunca podrían acostumbrarse a esa sensación... aunque si todo había salido tal y como estaba planeado no tendrían que volver a hacerlo.

Cuando Justin recuperó el control de sus sentidos fue demasiado tarde. Acababan de materializarse a pocos metros del suelo y dada la velocidad del vehículo y el daño de las heridas fue imposible maniobrar a tiempo. El auriga giró como pudo pero el vehículo impactó contra el suelo. Un tirón del mando en el último momento evitó que colisonaran de frente. Sin embargo estaban lejos de encontrarse a salvo... El vehículo todavía golpeó otra vez contra el suelo y se arrastró formando un surco a su paso. Los ocupantes sólo veían un cielo azul sobre sus cabezas y selva alrededor. Entonces la máquina se detuvo por fin... Justin se desplomó exhausto sobre los mandos.

¡Lo habían logrado! ¡Habían regresado a Limbo! Pero... ¿y sus compañeros? ¿y los Invasores?

Confusos, los tres supervivientes se bajaron del malogrado vehículo y miraron a su alrededor. Estaban en el valle de la pirámide. Una de las sondas de Tormenta Azul todavía flotaba alrededor de las estructuras. Si no fuera por el vehículo destrozado que quedaba a sus pies hubiera parecido que no había pasado nada desde que llegaran allí... ¿cuando? ¿hacía dos días? ¡El Castigo Imperial! ¿qué estaría sucediendo en esos momentos en la Gilgamesh? ¿Y los monos gigantes?

Valkian ignoró al mundo, no era el momento todavía, ante sí tenía una tarea perentoria y rápidamente analizó las heridas del piloto, tratando de ver cuan profundas eran. Después, elevó una plegaria al Pancreator para que aliviase el dolor de aquel heroico áuriga.

El amalteano se había puesto a curar a Justin, y ella se apartó, con un medio respeto, para dejarle espacio e intimidad. Siempre había admirado que una oración al Pancreator diera resultado... pero lo daba en muchos casos. Suspiró por que éste fuera uno de ellos.

Miró a su alrededor. La sonda seguía zumbando, debía estar funcionando. O quizá estaba averiada... Pero debían encontrar un medio de ponerse en comunicación con la nave madre. Y con los que habían quedado atrás, con el Duque Blanco... ¿Qué habría sucedido con ellos? Además había algo que Anthos les había pedido, ordenado, si querían que todo hubiera servido realmente de algo: Destruir la Maquina a este lado, ya que él lo haría del suyo.

Valkian impuso las manos sobre Justin y le rezó al Pancreator. Sintió como la energía corría a través de su cuerpo para sellar los daños del joven. Totalmente sorprendido el auriga notó como varias costillas se soldaban y dejaban de clavarse en su carne. ¡Aquello funcionaba de verdad!

Hysteria veía el milagro de reojo. ¿Qué explicación científica había ante aquello? Cerró los ojos pensando nuevamente en Calmidorian. Sintió como el llanto pugnaba por tomar el control pero se mantuvo fuerte. ¡No podía fallarle a Cal! ¡No habría lágrimas hasta que todo aquello acabase! Recogiendo la sonda empezó a manipularla para intentar usarla como improvisado transmisor. A priori parecía una tarea sencilla pero sin sus herramientas se complicó la cosa. Finalmente logró lo que buscaba. La sonda captaba su imagen y el audio. 

De pronto una voz conocida habló por medio de la sonda:

- ¡Están vivos! ¡Están vivos!- era la inconfundible voz del Maestro Ingeniero Hammerdon - Atención... Informen. ¡Hemos mandado una patrulla de asalto hacia la Gilgamesh! Los rebeldes han sido reducidos y puestos bajo jurisdicción miltar, pero pensamos que tendríamos que abortar la misión para reprogramar el Castigo Imperial. Hysteria... informe ¿cuál es el estado de la misión? ¿Está vivo el señor Chambers?

Valkian revisó de nuevo las heridas del piloto, aunque comenzaba a sentirse mentalmente agotado y sabía que no quedaba ya en él mucha reserva para seguir pidiendo sus dones al pancreator, lo fundamental ahora era tener a su compañero completamente operativo.

En silencio, pero moviendo los labios, volvió a implorar al pancreator que curase al áuriga.

Una pequeña exclamación de alivio y alegría había surgido de entre los labios de Hysteria, porque al tiempo que veía como Justin empezaba a reaccionar bajo las manos evidentemente santificadas del sacerdote, de la sonda acababa de surgir una respuesta.

-¡Señor! Oh, por fin, es un verdadero placer escucharle, Maestro. Estamos vivos... algunos. -La voz se le quebró en la garganta, y carraspeó, pero contuvo su tristeza como hacía unos segundos había contenido las lágrimas. -Los que estamos aquí, en Limbo, somos tres: Chambers, efectivamente, que está herido de consideración pero a quien el sacerdote amalteano, Valkian Kadish, está consiguiendo mantener en las mejores condiciones, éste, y yo misma. Pero no sabemos nada de los que quedaron en el planeta del Duque Blanco, ni de la Gilgamesh...

De pronto consciente de que en Tormenta Azul no debían saber nada en absoluto de lo ocurrido, Hysteria le hizo al Ingeniero un resumen de lo sucedido, de su experiencia, de la Máquina, los portales, y el sacrificio de los hombres que habían participado y se quedaron en el camino...

-Necesitamos ayuda, porque esto no ha terminado aún. Hay que localizar y traer a los que aún siguen con vida, y hay que destruir todo lo que podamos de los Portales que comunican con esa Máquina Aberrante...