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Erik respiró hondo antes de entrar en el campo de batalla. La gran victoria estaba a un sólo paso, a un sólo combate y a una gran derrota de su rival. Tocó todas sus pokéball, y se detuvo en cada una de ellas. Confiaba en sus pokémon, le daba igual la fuerza o la capacidad que tuviese cada uno. Era la hora, el momento ya estaba esperándole.

Caminó bajo los aplausos y los gritos de la gente. No sonreía, sólo intentaba evaluar a Hiromi. Quería saber cuál era su estrategia, cuáles serían sus pokémon... Pero no tardaría mucho en descubrirlo.

Comenzamos contigo... ¡Noibat, adelante!

Hiromi miró a su alrededor. No pensaba que fuera a llegar hasta tan lejos, sobre todo cuando había estado tan cerca de perder en la segunda ronda. Por fortuna, su habilidad y la de sus pokémon, el duro entrenamiento y la combinación de perseverancia, trabajo duro y cariño habían dado sus frutos. Hiromi estaba en la gran final, rodeado de un sin fín de espectadores que vitoreaban su nombre. Estaba emocionado de haber llegado tan lejos.

Salió al campo de batalla y se llevó la mano a la cabeza para cubrirse de ese sol asfixiante, después empezó a saludar a cada grada mientras giraba sobre sí mismo.

Cuando había terminado, llevó su mano hacia su primera pokéball, continuaría como siempre con la misma estrategia, hasta ahora le había salido bien.

¡Seguro que ya sabéis todos quién voy a sacar! ¿Verdad? Le preguntó al público tratando de animarlo para que se emocionaran aún más. Entonces lanzó la pokéball hacia el cielo y un rayo rojo dejó escapar a Sandile. Su pokémon de máxima confianza.

Ambos entrenadores eligieron a su primer pokémon. Erik sorprendió con su Noibat, con el cual no había llegado a combatir en ningún momento, mientras que Sandile se había ganado ya el cariño del público. Todos estaban espectantes por esta gran final y por el combate que se iba a desarrollar. El árbitro levantó el banderín... ¡El combate daba su comienzo!

El sol brillaba fuerte, pero eso no parecía afectar ni a Erik ni a Noibat. El entrenador ignoró la actitud de Hiromi por querer poner al público a su favor, y se centró en el combate. Sabía que no iba a ganar quién mejor cayera a la gente, si no quién mejor estrategia tuviera.

Y estaba convencido de que ese sería él.

¡Noibat, usa Vendaval!

El entrador ordenó a su pokémon que se escondiera bajo tierra para evitar el fuerte viento que había convocado Noibat. Sandile sabía cuál tenía que ser la estrategia para vencer a un enemigo que estaba en el aire, se habían entrenado para aquella ocasión, y aunque aún no se había enfrentando a nadie con un pokémon de ese tipo, el pokémon cocodrilo ya sabía cómo actuar. ¡Vamos, Sandile! ¡Sabes perfectamente lo que tenemos que hacer contra Noibat! ¿Verdad?

Y en cuanto salió bajo tierra, sacó una poderosa y gran roca cuyas aristas estaban sumamente afiladas. ¡Haz un impacto brutal! Gritó a su pokémon mientras éste se la lanzaba por los aires.

Sandile se movió a mayor velocidad de lo que Noibat se habría esperado. Antes de abrir sus alas y comenzar a batirlas, Sandile ya había generado unas rocas sobre su cabeza, y se las lanzaba a su enemigo volador.

Noibat vio interrumpido su ataque por esa lluvia de piedras que le golpeaban sin descanso. Sólo fue capaz de usar su vendaval para desviar algunas de esas rocas, evitando que el daño fuera mayor. Aunque algo les había quedado claro a todos los presentes. Si Noibat recibía un golpe más así, era su último movimiento en esa final.

¡Buen trabajo! Gritó Hiromi a su compañero pokémon. ¡Está claro que hemos entrenado duro contra enemigos como él! Si logramos quitárnoslo de en medio ahora, habremos obtenido una clara ventaja. ¡Ya sabes lo que toca ahora! Dijo mientras su pokémon terminaba de salir de debajo de la tierra y sus dientes empezaban a rechinar.

¡Salta como tú sabes, y dale un buen mordisco!

Erik frunció el ceño. El combate no había empezado bien para él. Además, le preocupaba que el combate fuera a seis. Si no tenía suerte, podía acabar muy mal la cosa.

Pero la suerte no era para él. Era para los perdedores, y él era un ganador

¡Vendaval de nuevo!

Noibat no podía hacer nada contra Sandile, todos lo sabían. Quizá Erik era el único que no lo veía, pues no había retirado a su pokémon del combate. Pero el pokémon volador no se tenía en pie, aunque aún así daría todo por su entrenador.

Pero fue tarde, muy tarde. Sandile era más rápido que Noibat, y saltó antes de que éste pudiera aletear con fuerza. Noibat cayó al suelo, preso entre las fauces del otro pokémon. Le agitó varias veces y le lanzó. Al final, Noibat estaba debilitado. Hiromi había eliminado al primer pokémon de Erik casi sin despeinarse. Si las cosas no iban a mejor, el combate terminaría muy rápido.

Erik suspiró. Alzó la mano con la pokéball dentro e hizo volver a Noibat.

Es tu turno, ¡adelante, Axew!

¡¡Usa Enfado!

Hiromi observó al pequeño Axew, y sabía que ante él tenía un hueso duro de roer. Bien era sabido por todos que ya tenía una clara ventaja para el combate, pero no debía desaprovecharla, y debilitar al pokemon de Erik, aunque fuera debilitando a Sandile, ya sería un paso adelante en la batalla.

Sandile, buen trabajo. ¡Has eliminado a Noibat sin darte cuenta! Ya sabes que los pokemon voladores no son rivales para ti, pero Axew me preocupa, sabes que no tenemos una clara estrategia contra él, así que haz lo que tú y yo sabemos que se te da mejor. ¡Haz temblar a todos los espectadores! Pero céntrate en él. Dijo apuntándo con el dedo a Axew, y entonces Sandile empezó a dar grandes saltos sobre el terreno de juego, generando un fuerte terremoto que sacudió todo el estadio.

Erik lo tenía complicado, y lo sabía. Sacó de paseo a su Axew, que en combates anteriores le había dado mucho juego. En esos momentos, era un uno contra uno en toda regla, porque ambos estaban al máximo de su vitalidad. Con la diferencia de que Axew era el segundo pokémon de Erik.

Y la velocidad volvía a dar juego a Hiromi. Sandile saltó de un lado a otro, provocando grandes terremotos que agrietaron la tierra y envolvieron al pokémon dragón en su interior. Y, aunque parecía que ya lo tenía todo ganado, no era así en absoluto. Axew salió echo una furia del interior de las piedras y, con un halo rojo alrededor de su cuerpo, se desplazó a una gran velocidad hasta el pequeño pokémon lagartija. Allí, le golpeó con tanta furia que parecía que le iba a debilitar de esos golpes. Pero, por suerte para Sandile, consiguió mantenerse en pie.

Hiromi sufrió al ver los golpes que Sandile estaba recibiendo, sabía que Axew era un rival muy potente y poderoso, y sabía que su pokémon tenía un cuerpo débil y liviano, por lo que los golpes recibidos le hicieron mucho más daño de lo que hubiera deseado. A pesar de ello, Sandile era tan testarudo como su entrenador, así que se mantuvo en pie para poder encajar un nuevo golpe a su rival.

¡Vamos Sandile, aguanta! ¡Repite una vez más nuestra estrategia! Y el pokémon, sin dudarlo ni un segundo, comenzó a dar saltos por todo el campo llenándolo todo de más grietas. Axew no podría aguantar un golpe más, o así lo esperaba Hiromi, porque si lo resistía, Sandile estaría perdido.

Erik respiró lentamente. Tanteó la pokéball de Axew, meditando si llamar a su pokémon, para que no sufriera otro golpe más. Sandile había acabado con su primer pokémon casi sin pestañear, y acababa de hacer lo mismo con Axew.

¡Venga, inténtalo, golpéale otra vez!

No estaba siendo el combate de Erik, que no había sufrido ningún contratiempo en los anteriores, y Hiromi se lo estaba haciendo pasar muy mal. Su pequeño Sandile, que estaba muy malherido, no tuvo ningún problema para frenar las embestidas del pokémon dragón, cuyos ojos rojos podrían paralizar de terror al más valiente. Pero, al final, quedó sepultado bajo las rocas.

Hiromi no había perdido ni un sólo pokémon y Erik ya llevaba dos. La velocidad de Sandile le estaba pasando factura a los pokémon de Erik.

Erik no sabía muy bien a qué pokémon elegir. Sus opciones se reducían a gran velocidad, y las ganas de Sandile por derrotarles a todos le minaba la moral.

Al final, lanzó una pokéball al aire.

¡Adelante, Gible!

¡Gible, usa Cabeza de Hierro!

Hiromi miró directamente a los ojos de su pequeño Sandile cuando comprendió que la clara ventaja que había obtenido le daría muchas facilidades para ganar el concurso. Ya llevaba dos pokémon de ventaja y Sandile tenía unas ganas inconmensurables de derrotar a un tercero. Estaba orgulloso de él y del trabajo que estaba haciendo. A pesar de lo cansado que estaba, sabía que aún podría hacer un último esfuerzo, aunque tarde o temprano terminaría cayendo.

¡Amigo mío, haz tú último esfuerzo y clava tus dientes hasta el fondo!