Partida Rol por web

Tributo de Sangre (V)

Heraldos de Paz

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02/02/2009, 17:47
Moravius

Moravius no podía entender como tremendas bestias habían llegado hasta ellos sin que se pudieran percatar, se preguntaba si es que acaso habían volado por aquellos pestilentes terrenos de modo que no habían podido ni siquiera verlos; estaba de mal humor pero no había mucho qué pudieran hacer, además, no les habían dirigido palabra alguna. Pensó que quizás eran del éjercito de Sarcess y que ya faltaba poco para entregar la encomienda pero si no era así, mejor era tener un plan alternativo. Echó una mirada a sus compañeros, no creía que se fueran a rendir tan pronto, estaba listo para lo que sea que hubiera que hacer. Cuchiceó a Bathalias que era de quien iba más cerca.

-Estemos atentos por si necesitamos huir...

Le parecía un poco una tontería porque correr allí era imposible y si no, por lo menos muy peligroso pero bueno, era mejor que sólo aceptar que se irían con aquellos monstruos. Aún tenía un par de hechizos por realizar si hacían falta pero necesitaba que todos estuvieran lo más atentos posibles, ya que seguramente, en aquel lugar, los buenos hechizos no tenían mucha duración. Se apretó el bolso al hombro y siguió mirando al piso para evitar caer en arena movediza.

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02/02/2009, 18:33
Merkus

Merkus, que avanzaba con Alfren al final de la pequeña columna, se detuvo y alzó la vista para clavar sus profundos ojos en el rostro de esos seres que parecían sacados de la peor de sus pesadillas.

Sintió miedo, un miedo que hace mucho no sentía, pero las sabias palabras de su padre acudieron a él, salvadoras, para recordarle lo que era. Un guerrero, un valiente, y valiente no es el que no tiene miedos sino el que se enfrenta a éstos.

Desenfundó el espadón dispuesto para usarlo a la menor provocación. La aparición de la última figura le inquietó aún más, en especial porque notó que la mirada de éste se desviaba hacia ellos... mejor dicho se posaba en la mula que Alfren tiraba. El bárbaro, movido por quién sabe qué, avanzó hasta situarse por delante de ella, cortando la visual de ese hombre.

Esperaba que el hombre ese, que por sus ropas parecía ser el líder, ordenara que los atacasen o algo así, mas para su sorpresa lo que hizo fue, mediante un simple gesto, ordenarles que lo siguieran. 

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02/02/2009, 18:51
Alfren Niubar

Oír hablar tanto y tan de seguido a Merkus fue una auténtica sorpresa para Alfren quien escuchó con atención la historia del tatuaje así como diversos relatos acerca del pueblo del gigantón. Ello hizo que la primera parte de la marcha se le hiciera entretenida a pesar del constante zumbido de los mosquitos, los palmetazos contra brazos, muslos y cuello para acabar con los insaciables chupasangres, la pesadez de la marcha y la fetidez sulfurosa de aquel pantano que tan bien merecido tenía el sobrenombre de maldito.

Pero, al final, el entorno acabó imponiendo su dominio sobre el humor de todos, haciendo que las palabras menguaran hasta acabar con ellas. La monotonía del paisaje, la práctica invisibilidad, el irritante zumbido de los mosquitos tenían un efecto hipnótico que embotó lo sentidos de una Alfren sudorosa.

Por ello, la repentina aparición de aquel ser de pesadilla la pilló totalmente desprevenida. Y la despertó de su atonía. Su brazó, apenas una mancha en el aire, desenfundó a Ígnea y todo su cuerpo se puso en tensión, la adrenalina corriendo por sus venas. Su mirada recorrió al grupo que los había rodeado mientras se abofeteaba mentalmente por su dejadez.

Estúpida. Eres una estúpida Alfren. Dejarte sorprender por una táctica envolvente tan simple y de manual. Te mereces una patada en el culo, por estúpida. 

Eran un total de once. Y no había que ser muy inteligente para saber que eran peligrosos. Su tamaño y defensas naturales hablaban por ellos. Y su número casi los duplicaba. Esperando un ataque, adoptó una posición de guarda, lista para fintar y contraatacar, cuando el que parecía ser el jefe de aquellas bestias se limitó a hacer una señal para que lo siguieran. Pero si esperaba que Alfren se contentara con tan escueta indicación, es que no la conocía. Justo entonces, Merkus se interpuso en su camino.

- Merkus, no te pongas delante de mí y vigila tu flanco y la zona de atrás - gruñó a media voz mientras le empujaba firme hacia un lado -. Y tú, ¡quién eres y por qué habríamos de seguirte! - gritó al líder, la espada siempre enarbolada.

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02/02/2009, 18:58
Alfren Niubar
Sólo para el director

Preguntas:

- ¿Llevan algún tipo de armas o solo tienen sus garras?

- ¿Longitud de brazo y de las garras?

- ¿Se les ve ágiles o torpes?

- Aunque suene tonto, las mulas ¿están nerviosas?

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02/02/2009, 22:07
Ailara Sotobosque

A Ailara no parecía haberle molestado mucho el hediento olor de la ciénaga, al menos no tanto como los constantes picotazos de los mosquitos, ya que una de las primeras cosas que hizo cuando vio la marabunta fue cubrirse con barro las partes más expuestas de su cuerpo para evitar tener que sufrir la picazón mientras trataba de concentrarse en dónde poner los pies para no hundirse.

A decir verdad, estaba muy concentrada en su trabajo. Se había volcado sobre él y no prestaba mucha atención a los alrededores, al menos no a nada que no fuera a sustentar su peso y, más importante, el de la mula que había de transportar el cofre. Ciertamente, aunque después pensó que no era culpa suya, se maldijo cuando las enormes criaturas les tomaron por sorpresa. La druida estaba segura de que, de no ser por las condiciones del terreno que embotaban sus sentidos y los de sus compañeros, habrían podido evitarlos y no se verían obligados como ahora a seguirlos.

Combatir sería una estupidez, los superaban dos a uno, y a menos que el sentido del honor de Alfren les impeliera a luchar, no parecía que tuvieran decisión que tomar; pero, aún con ello, buscó a Bathalias con la mirada. Seguramente el elfo no pudiera evitar nada, pero sí que podría tratar de averiguar quiénes o qué eran esas criaturas, a quién servían y porqué pedían que les siguieran.

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02/02/2009, 22:12
Director

Notas de juego

Alfren me ha pedido una descripción un poco más técnica de los tipos, y ahí va:

Además de las garras, los 10 que os rodean están equipados con dagas, espadas cortas y chalecos de cuero de camuflaje.

El que va vestido con ropas militares está equipado con lanza, espada, cota de malla y escudo, todos ellos de buena calidad en apariencia.

Todos ellos llevan colgado del cuello un amuleto de madera con unas runas inscritas.

Los brazos tienen una longitud con una proporción respecto del cuerpo como la de cualquier humano, aunque considerando lo altos que son ciertamente tienen unos brazos largos. Las uña son metálicas y afiladas como cuchillas, pero su longitud no es ni mucho menos la de una daga, tan solo sobresalen un poco respecto del dedo, es decir, no son Freddy Kruger.

Los 10 que os han sorprendido parecen extremadamente ágiles, el otro no es torpe precisamente, pero es bastante contundente.

Las mulas llevan agobiadas desde que se os ocurrió entrar en el maldito pantano. No están teniendo un buen día, y la proximidad de estos tipos no se lo ha mejorado.

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03/02/2009, 15:30
Bathalias de Emdelis

Si, pero lo veo complicado, se mueven mucho mejor que nosotros en este entorno...

Bathalias respondió a su compañero.

De todas formas ten preparado algún conjuro de ceguera, por si las moscas.

De improviso el gigantón del bárbaro se colocó delante de Alfren, que lo apartó con la mano y empezó a gritar a esos seres.

No... ¿Por qué no he previsto esto? Cualquier día nos llevas a la desgracia con esas salidas, Alfren...

Devolvió la mirada a la druida y se adelantó un poco, intentando salvar la situación.

Lo que mi amiga pregunta es que si son seguidores de la Gran Hechicera Sarcess.

Venga... Que no tengan en cuenta la violencia en las palabras de Alfren...

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03/02/2009, 15:56
Prefga

Ante las airadas palabras de Alfren el cabecilla se paró en seco y se giró clavando su mirada en la paladina. Si escuchó las palabras de Bathalias no dio otra muestra de ello que el esbozo de una risa sarcástica. Sin cambiar su expresión extrajo la espada de un sólo y rápido movimiento, las otras criaturas no reaccionaron. En lugar de lanzarse sobre Alfren como estaban temiendo todos se limitó a darse la vuelta de nuevo y avanzó unos pasos hasta detenerse al lado de una poza anexa al camino que ellos venían siguiendo.

Examinó la fétida charca durante unos segundos y luego, sin motivo aparente, clavó su espada en el barro. Extrajo la espada al tiempo que daba un salto hacia atrás mientras la charca entraba en ebullición. Un chorro de sangre brotó como un geiser del fango y la cabeza de una descomunal criatura que recordaba a un cocodrilo emergió con un rugido de dolor.

Era un ser tan enorme como un árbol, de patas musculosas acabadas en garras palmeadas y una larga cola que con una sacudida derribó un par de troncos podridos. De su enorme y larga boca de dientes afilados colgaban todo tipo de enseres como cinturones, bolsas e incluso alguna bota, todos ellos pertenecientes a desdichados que debían haber pasado a su lado sin percatarse de que sumergida en el fango estaba la muerte.

El espadazo le había destrozado uno de sus amarillos ojos y la herida sangraba abundantemente. Confusa y medio cegada optó por retirarse y se perdió entre la niebla dando tumbos.

Al tiempo que se limpiaba la sangre y el barro del uniforme la criatura volvió junto a los compañeros:

- Está claro que sois nuevos en la región o de lo contrario nos habríais reconocido. - dijo el ser con voz grave pero fluida - Somos Prefgas, los sirvientes de Sarcess. Yo pertenezco al cuerpo de Los Cuchillos Sangrientos, las fuerzas de choque de su señoría, mientras que ellos... - dijo señalando a los otros seres - ... son Caminantes de las Sombras y forman parte del cuerpo de élite de espías y exploradores de la gran maga. Y esa... - indicó con el pulgar a su espalda, al lugar en el que había estado oculta la criatura - ... es la razón por la que debéis acompañarnos. No queremos que por culpa de unos torpes como vosotros el tributo acabe en el estómago de algún bicho de los que rondan por aquí. -

Al parecer el prefga creía que lo había dejado todo meridianamente claro puesto que no esperó respuesta y se giró para iniciar la marcha.

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03/02/2009, 18:52
Moravius

El mago hizo una mueca, tendría que guardar de nuevo su magia para otro momento y de algún modo eso le aliviaba porque no es que le encantara usarla. Se quedó pensativo, mirando a la bestia perderse entre las aguas hirvientes al tiempo que escuchaba a aquella cosa. Sarcess no era tonta y quería lo suyo, por eso él no temía en un principio que les hicieran nada pero estaba seguro de que la vuelta no estaría flanqueada por aquellos abominables monstruos que los cuidaban de las bestias del pantano y mucho menos estaba seguro de que no serían ellos mismos quienes les atacaran en el momento en que quisieran volver. Respiró profundo y sabiendo ahora de una nueva amenaza, clavó con mucha más profundidad sus ojos en las arenas que pasaban raudas bajo sus pies; al menos seguían juntos y el Prefga ese no le había rebanado el cuello a Alfren. Le miró las espaldas y negó con la cabeza, la vehemencia de aquella a veces le parecía muy posible de dar dolores de cabeza y no se equivocaba. Acostumbrado como estaba a mirar, a observar, a reconocer ciertas conductas en los seres. Moravius sonrió, mejor que lo hiciera mientras podía, pues algo le decía que pronto ya no podrían hacer nada de eso.

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03/02/2009, 19:19
Alfren Niubar

Alfren no pudo evitar un silbido de admiración ante el gesto rápido y elegante con el que, quien se había anunciado como un Prefga, había herido y puesto en fuga a la enorme bestia sumergida en el pantano. Y a la acción habían acompañado las palabras, que llevaron a la fogosa pelirroja a envainar su espada, satisfecha ante la respuesta del sirviente de la bruja Sarcess, a pesar del sarcasmo con el que había pretendido insultarles y que no la afectó en lo más mínimo.

- Veo que por estos lares son parcos en palabras a la hora de presentarse, pero tienen la mala costumbre de menospreciar a todo hijo de vecino. Ahí si que no ahorran saliva. Algún día, esos malos modos les perderán - murmuró para sí en voz baja, recordando la similar actitud del Secretario del Conde cuando negociaba su contratación.

Sin mayores reticencias de orden personal y consciente de que su avance a través del pantano sería ahora más rápido y seguro, se volvió hacia su mula. Por primera vez fue consciente del nerviosismo de la bestia de carga que mostraba los ollares totalmente abiertos, los ojos desorbitados y un lomo tembloroso. Un estado que también se había contagiado a la otra montura.

- Tranquila, tranquila. Oooooo, ooooo - le susurró al tiempo que le acariciaba la testuz -. No pasa nada. Tranquila. Tranquila.

Paladina pero también mujer de campo durante la mayor parte de su vida y habituada como estaba a los animales de granja, sacó una apelotonada y arrugada camisa de su zurrón y la rasgó por la mitad sin pensárselo dos veces. Con suavidad y siempre hablándole a la mula, anudó con presteza la tela alrededor de la cabeza, tapándole los ojos, operación que repitió con la acémila de Merkus.  

- Bien, listo. Ahora que no ven se relajarán un tanto y no se encabritarán. Y teniendo en cuenta los bichos que pueblan este apestoso lodazal es algo que debería haber hecho hace tiempo - dijo recriminándose su torpeza y disponiéndose a seguir a sus compañeros.

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03/02/2009, 19:52
Antor PielGris

A veces era mejor callar. Aunque Antor había preparado palabras de cortesía por si eran necesarias, tras escuchar el valiente y arriesgado alegato de Alfren, se relajó al observar la reacción del ser. Del Prefga que, después de todo, había respondido de una manera no ofensiva.

-  Aunque desde luego era una demostración de fuerza. Quería intimidarlos, o era orgulloso. Y ya que era el primer siervo de Sarcess que veía era bueno tomar nota de su conducta.

Antor se acarició la punta del bigote mientras observaba a sus "guardaespaldas". Y luego miró a sus compañeros. No era el momento de pelear, y se alegró de que todos parecieran tenerlo igual de claro. Luego pareció pensar algo y se acercó a Alfren mientras esta tranquilizaba a la bestia de carga

- Alfren, querida amiga, hay algo que me preocupa. Algo relativo a cuando lleguemos a presencia de Sarcess. Creo que la hechicera no se define siempre para su cortesía con sus invitados. Ni con su paciencia. Se que es difícil pero para entonces sería conveniente no dejarse ofender por nada de lo que diga. Salvo que no haya mas remedio. Si no podríamos poner en peligro nuestra misión. Y la vida - le dijo en un susurro 

 

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03/02/2009, 20:39
Ailara Sotobosque

Ailara estuvo a punto a decir algo a sus compañeros antes de que el gigantón hablara, pero cuando éste clavó la espada en el barro hiriendo a la horrenda criatura cerró la boca para no volverla abrir en mucho tiempo.

Era más que obvio que ahora, con sus nuevos guías conocedores no sólo del terreno sino también de las criaturas que podía acecharles, resultaba inútil que la druida avanzase en primera fila; sin embargo, pese a ello, no paró un instante de estudiar el terreno tratando de descubrir los puntos débiles, dónde podía haber monstruos o dónde se podía pisar seguro. Tal vez los guiasen hasta la torre, pero dudaba que también los fuesen a traer de vuelta.

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03/02/2009, 20:45
Alfren Niubar

- ¿Tienes miedo de que diga o haga algo inapropiado, Antor? - preguntó Alfren con una amplia sonrisa socarrona -. No te preocupes. Dudo que Sarcess nos considere sus invitados y no espero de ella cortesía alguna - remató seriamente la guerrera -. Mira, nos conocemos de hace mucho, viejo bribón, y debo suponer que tu consejo obedece a lo ocurrido aquí hace unos momentos, y a la amistad que nos une sobretodo. Y te diré que aún resuenan en mis oídos las elegantes palabras de Bathalias tratando de disculparme ante esos... monstruos en lo que, por lo visto, se ha interpretado como una grave falta de educación y buenas formas - señaló cínicamente, tratando de ocultar su humillación -. ¡Dioses! Si el propio mastodonte de la bruja ha aceptado responderme sin sentirse ofendido por mi tono, cómo es que vosotros... ¡Bah! Olvídalo - dijo haciendo un gesto con la mano en el aire y cierta frustración en su voz-. Pero te diré una cosa. No me pidáis que viva con miedo a preguntar a un desconocido por su nombre, por muy armado que esté, ni que le siga porque tan solo me lo ordena con un gesto de su mano. En cuanto a la bruja, ya te lo he dicho, no tienes de qué inquietarte.

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03/02/2009, 22:39
Antor PielGris

- No hay nada por lo que temo, preciosa - replicó con soltura y en el mismo tono quedo Antor- Bueno, salvo a una noche sin amigos, sin estrellas y sin historias. No te molestes, Alfren. Se que valoras tu orgullo y temo que las palabras de aquella a la que vamos a ver puedan ofenderte. Y Bathalias... simplemente se preocupa por nosotros. Igual que yo, aunque de otro modo

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04/02/2009, 15:22
Director

Avanzaron a través del pantano y a través de las pesadillas. Ambos parecían igual de reales, con la misma densidad, la misma falta de luz y vida. Los dos parecía interminables, impenetrables. Ambos podían matarte, uno de hambre o sed, el otro de locura.

Caminaban rodeados por aquellas criaturas que le marcaban el ritmo y el camino. A pesar de la anarquía y brutalidad que cabría esperar por su aspecto mantenían una formación bastante ordenada alrededor del grupo según las órdenes de su oficial.

Durante varias horas hundieron sus botas sobre el fango, pisoteando malas hierbas y cruzando cenagales de agua putrefacta. La niebla era su único acompañante, en ningún momento se cruzaron con un animal u otro ser vivo. El ritmo era lento, el terreno superado penoso. Las mulas, gracias a Alfren avanzaban más tranquilas, aunque de vez en cuando se escuchaba el sonido lejano de una bestia y era necesario que la paladina las calmara con palabras amables y caricias.

Ailara tomó buena nota de los diferentes peligros que acechaban en el cenagal y, lo que era más importante, de cómo hacían los prefgas para evitarlos. Charcos de lodo en ebullición, arenas que se tragaban troncos en cuestión de segundos, plantas con espinas que inyectaban un veneno letal... la retorcida naturaleza del pantano de las pesadillas parecía preparada para exterminar a todo ser que adentrara en los dominios de la bruja.

Por fin ocurrió algo que les sacó de su apatía con tal brusquedad que el efecto fue como si una mano gigante les hubiera zarandeado rudamente. De buenas a primeras, sin aviso previo, la niebla desapareció. No lo hizo paulatinamente, sino de un paso al siguiente. Se volvieron nerviosos y contemplaron lo que parecía ser una pared blanca sostenida en el aire. Un momento antes se encontraban dentro de una densa nube y al siguiente ésta se recortaba tras de ellos. No había explicación posible.

Al menos ahora podían ver lo que tenían delante de sus ojos. No es que fuera un panorama mucho más alentador, pero si que se mostraba un terreno bastante más reseco y menos pantanoso. Un raído camino descendía hasta una hondonada que se perdía de su vista. Y por él avanzaron.

Tras una media hora de marcha algo enervó los ánimos de aquellas criaturas que les acompañaban. A su derecha, a bastante distancia del camino, se veían unas pequeñas construcciones de piedra, barro y broza. No eran más que simples casuchas pero su visión hizo que el nivel de agresividad se disparase. Las armas aparecieron, las gargantas dejaron escapar gruñidos de odio y rabia, la formación se desdibujó. Tan sólo duró unos instantes pues un par de gritos de mando del oficial hicieron que cada uno volviera a su puesto y la marcha se reanudase. No obstante las miradas de furia se sucedieron en aquella dirección hasta que las chozas dejaron de estar a la vista.

Fue lo único que rompió la monotonía de camino hasta que llegaron a los alrededores de la Torre Negra de Ybress. La reconocieron en cuanto apareció ante ellos, sumergida en lo más profundo de una hondonada pero sobresaliendo aún así por encima de todo cuanto se hallaba a su alrededor. Era un edificio extraño cuando menos. Estilizado, picudo, con tres torres en forma de aguja en su cima.
Estaba construida en piedra, hierro y cristal. Una estrecha porción de tierra ennegrecida la separaba de un surco de agua oscura que rodeaba todo el perímetro. Ocho alargados puentes, como patas de una araña, conducían desde todas direcciones hasta aquella pequeña isla del terror. Una verdadera multitud de criaturas como las que les escoltaban vigilaban cada uno de los puentes y el acceso a la torre. A un lado de esta pudieron divisar unos barracones cuadrados que hacían de alojamiento para los sirvientes de la bruja. No había muro, empalizada ni cualquier otro tipo de construcción defensiva.

El oficial que les guiaba no se detuvo ni un instante y se encaminó directo hacia la Torre Negra. Atravesaron uno de los puentes bajo la desconfiada mirada de los guardias y penetraron en la isla. Tras una corta discusión aquellos que custodiaban las puertas de acceso a la torre las abrieron y les flanquearon el paso.

Mas no podían entrar con los animales...

Notas de juego

Ailara, reconoces que las chozas son de duendes.

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04/02/2009, 17:30
Moravius

Demasiadas cosas pasaban en el camino, demasiadas cosas que ponían la mente de Moravius a trabajar a diestra y siniestra, yendo de un pensamiento horrible a otro más placentero, en especial cuando miraba los ojos de Ailara, aunque claro, nadie allí estaba por decirlo bien. Los Prefgas no le molestaban mucho, si les hubieran querido matar, lo hubieran intentado enseguida llevándose el cofre ellos mismos. Luego, cuando vio desaparecer aquella densa niebla, sintió una especie de temor, sin duda nada era normal en aquel lugar pero mantener una cortina así que de un paso a otro desapareciese, era demasiado. Ya quería conocer a la bruja, la verdad es que le daba un poco de emoción todo aquel asunto, quería mirarla a los ojos y adivinar si todas las historias que se contaban acerca de ella eran verdad. Le hizo gracia que aquellos monstruos se pusieran así por las simples casitas de unos duendes, claro está, debían estar llenas de ellos pero siendo ellos tan enormes como eran, no tenía sentido. Aunque sin duda mucho más tontos que los pequeños.

Al llegar a aquel castillo o fortaleza o lo que sea que fuera aquello, sintió un ligero estremecimiento, no le gustaba para nada la idea de entrar allí y estar rodeados de quién sabe qué criaturas serviles y desagradables; así como tampoco le encantó el modo en el que los miraron poco antes de entrar pero la cosa se ponía mucho peor, tenían que dejar a los animales. El problema no eran los jamelgos, sino la loba de Ailara, ahí si que iba a haber un problema gordo. Enseguida se acercó a ella y puso una mano en su hombro, para que supiera que le apoyaría en la decisión que tomara, aunque quizás no estaba del todo mal dejar a uno de los buenos del otro lado de la pestilente sombra de aquel lugar, aunque ese bueno no fuera más que un lobo, le había visto y era lo bastante inteligente como para sacar de apuros a su compañera. Sin duda había una trampa en todo aquello de no dejar pasar a los animales pero ya habían llegado demasiado lejos y tocaba continuar y acabar con aquello lo más pronto posible.

Le dedicó una mirada a Antor, haciendo un gesto positivo con la cabeza; sólo tenían que permanecer muy juntos y no preocuparse más por algo que aún no había sucedido. Habría hecho una broma en voz alta pero pronto se dio cuenta que no era el momento, además, distendidos o no, harían aquello porque conocía a cada uno de aquellos valientes que lo rodeaban. No en vano había compartido con ellos tantas noches a la intemperie, tantos momentos alegres y tristes, tantas proezas, aunque quizás a los ojos de los demás, no fueran eso. Moravius los quería, eran la única familia que tenían y como tal, debían permanecer unidos. Acarició la cabeza de la loba que estaba cerca de su compañera y sonrió, soltó el hombro de Ailara y se acercó a ella.

-Esos tontos le tienen miedo a esta preciosidad...

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04/02/2009, 18:04
Alfren Niubar

Alfren lanzó un suspiro de alivio cuando finalmente vieron la Torre. El viaje había resultado largo, pesado y duro. Sentía como los músculos de sus piernas se quejaban por el esfuerzo de haber avanzado por aquel infecto lodazal, a pesar de estar más que acostumbrada al esfuerzo físico.

El tramo final se le hizo más sencillo con el objetivo por fin a la vista, aunque seguía sorprendida por la visceral reacción de sus escoltas ante la visión de aquel extraño poblado de chozas en mitad de ninguna parte. ¿Quién se atrevía a desafiar a la bruja sentando sus reales posaderas en aquella mierda de lugar? Había que tenerlos bien puestos y era más que evidente que a los tipos que los guiaban no les hacía gracia aquella presencia. Tan solo por ello, aquellos desconocidos pobladores del pantano contaron con la inmediata simpatía de Alfren a quien le hubiera encantado conocerlos.

Finalmente, la Torre estaba junto a ellos. O más bien, ellos estaban a los pies de la Torre. Con ojo crítico estudió la zona y el edificio prácticamente inexpugnable, mientras avanzaban por uno de los puentes abiertos a la Torre. Cuando se detuvieron ante uno de los puestos de guardia, se les franqueó el acceso pero algo quedó bien claro: las mulas y la loba de Ailara debían permanecer fuera.

Alfren se limitó a encogerse de hombros y se dispuso a soltar las amarras del cofre y a depositarlo en el suelo, sin abrir la boca, mientras que con la mirada buscaba alguna argolla en la pared o cualquier otro elemento que le permitiera atar las riendas de las mulas. En su búsqueda, su mirada se detuvo un instante en la druida a cuyo lado se alzaba, con un brazo protector sobre su espalda, Moravius. ¿Qué pensaría acerca  de dejar allí a la loba?¿Abandonaría a la misma para ir donde la bruja?

- Ailara - dijo con dulzura -. Tal vez prefieras quedarte aquí con Mazgul. Para llevar el cofre tampoco necesitamos ir todos. Y alguno de nosotros podría acompañarte. 

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04/02/2009, 18:07
Alfren Niubar
Sólo para el director

Notas de juego

Preguntas:

- A la vista de los barracones y de su capacidad de alojamiento, cuántos sirvientes deduciría Alfren que hay.

- Al decir sirvientes, ¿quieres decir criados o te refieres a su soldadesca?

- Si son criados, ¿se ve algún tipo de alojamiento para los soldados?

- ¿Hay algún punto de la torre o de sus alrededores inmediatos que tengan un mayor número de vigilantes?

- ¿Se puede apreciar algún tipo de actividad, al margen de las guardias en los puentes y acceso a la Torre, entre las criaturas de Sarcess que están allí?

- ¿Algún punto débil o menos vigilado en esta zona?

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04/02/2009, 19:00
Director

Notas de juego

Cita:

A la vista de los barracones y de su capacidad de alojamiento, cuántos sirvientes deduciría Alfren que hay.

Calculas que sólo ahí podrían alojarse un par de ejércitos.

Cita:

- Al decir sirvientes, ¿quieres decir criados o te refieres a su soldadesca?

Toda criatura que ves a tu alrededor son prefgas, de diferentes atuendos, eso sí, pero prefgas. Algunos van vestidos más de acuerdo a los cuchillos sangrientos y otros más a los caminantes de las sombras, aunque hay un tercer tipo que viste túnicas que no conoces. Lo que sí que tienes claro es que los cuchillos sangrientos son con mucho los más numerosos, al menos aquí. También notas que deben estar organizados en rangos ya que la ropas y armas varían en calidad, adornos y colores.

Cita:

¿Hay algún punto de la torre o de sus alrededores inmediatos que tengan un mayor número de vigilantes?

No, estos tipos está diseminados por todo el entorno de forma más o menos uniforme.

Cita:

¿Se puede apreciar algún tipo de actividad, al margen de las guardias en los puentes y acceso a la Torre, entre las criaturas de Sarcess que están allí?

Puf, de todo. Imagínate, una fortaleza como esta requiere de mucha gente haciendo muchas cosas. Lo que sí que parece es que no tiene lacayos especializados en tareas domésticas. Son los propios prefgas los que se ocupan de todo y todos por igual, aunque según parece con claras diferencias en el rango. Los que parecen de menor rango de los tres tipos son los más numerosos y los que se dedican a las tareas más pesadas.

Cita:

- ¿Algún punto débil o menos vigilado en esta zona?

¿estas de broma? :P

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04/02/2009, 20:40
Ailara Sotobosque

La joven druida, al igual que aquellas extrañas criaturas que los escoltaban, también se inquietó al ver las construcciones de los gnomos. Era cierto que los monstruos hacían su trabajo muy bien, y no dudarían en hacer frente a cualquier ataque para salvar el gran tributo de Sarcess, mas un grupo especializado de los pequeños seres podrían seguramente causar serios problemas y obligarlos a retroceder o huir a través de las cenagosas tierras. Por otra parte, estaba contenta de averiguar que los gnomos eran tan peligrosos para la Torre Negra como pensaba, con lo que tal vez no todo estuviese.

Aún con ellos Ailara, al contrario que sus compañeros, no se encontró aliviada al tener la enorme torre negra de frente a frente. Tenía ante sí la causa y razón principal de todos los males que asolaban al pantano y había decenas o tal vez cientos de malignos siervos de la Hechicera allí agrupados, con la única misión de mantener a salvo su reinado y sus posesiones. Revisaba con la mirada los puentes que servían de acceso a la fortaleza cuando les comunicaron que debían dejar a los animales fuera.

En primer término, hasta que Moravius no se acercó a ella, estuvo pensando qué podían hacer para mantener a buen recaudo las mulas, pero al notar la mano del mago sobre su hombro su mirada se dirigió a Mazgul. Que pudieran buscar refugio para las mulas era muy distinto a poder dejar a su compañera atrás. Eran contadas las ocasiones en las que sus compañeros habían visto a la druida alejada de la loba, y no muchas más las que realmente habían sido, por lo que cuando finalmente entendió que no le permitirían el paso tomó una decisión que bien podría ser muy importante.
- Me quedo- afirmó rotundamente-, aunque no hará falta que nadie me acompañe. Id y entregad el tributo a la bruja. Esperaré aquí. No tardaréis mucho.

Pese a sus palabras, Ailara sospechaba que les podrían haber preparado alguna sorpresa en agradecimiento por lo mucho que había tardado en llegar el tributo con respecto a la fecha inicialmente acordada, pero no lo dijo a sus compañeros... estaba segura de que ellos también podrían esperarse algo así del ser más maligno del país.