Partida Rol por web

Tributo de Sangre (VIII)

Heraldos de Paz

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27/01/2009, 23:40
Bathalias de Emdelis

El elfo se quedaba ensimismado viendo la batalla que discurría no lo suficientemente lejos para su gusto, movia la cabeza y las manos como intentando para un atake o desviar un arma. La druida lo saco de su trance de combate e incluso el barbaro sabía que había que moverse. Se medio giró en su silla y asentió con la cabeza a sus compañeros.

-Teneis razón- dijo en tono cortante, tenía un mal regusto en la boca- sigamos cuanto antes.

 

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28/01/2009, 00:11
Director

Los sonidos de la batalla fueron amortiguándose conforme se alejaban por el sendero de leñadores que se había convertido ahora su vía de escape. Con cada paso dejaban tras de sí una parte de su alma, una parte de su orgullo, una parte de su honor. Todos sabían que aquel era su papel en esta obra y asumieron, desde el mismo momento en el que se les informó de la maniobra de distracción, que la única posibilidad que tenían era aprovechar el momento y seguir avanzando. Pero aún así…

Aquellos pensamientos fueron relegados a un segundo plano en cuanto el camino se hizo más escarpado y las rocas que les rodeaban exigieron toda su atención. Todavía no se encontraban por completo a salvo de una posible emboscada, quizás los enemigos del Conde hubiesen preparado un segundo encuentro. Además, aquellas colinas estaban sembradas de criaturas ladinas, dispuestas a obtener ventaja de cualquier despiste.

Bathalias avanzaba en cabeza, como siempre. Un poco más atrás sus compañeros custodiaban las mulas y aquel cofre que podría cambiar sus vidas para siempre. Tres mil ducados de oro era una cantidad tan elevada que jamás habrían podido imaginar hallarse tan cerca de una suma igual y ahora que la tenían ante sí, el destino les dirigía hacia un pantano infecto para entregarlos a una Bruja que decían que era tan peligrosa, que con sólo respirar a su lado de forma que la importunase podía llegar a matarte con una mirada.

Poco a poco, el cielo se fue oscureciendo y la senda le condujo hacia un valle tras el cual ya ninguna elevación volvería a impedirles el avance. Ante ellos se extendía el camino real, que les conduciría hasta los pantanos. Tan sólo unas horas les separaba ya de su destino, pero la noche no perdonaba ilusiones. Debían detenerse y descansar, para afrontar al día siguiente la que sería la etapa más difícil de su viaje.

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27/01/2009, 23:50
Moravius

Su propuesta no había llegado a tiempo, su intervención había sido tardía y nada más terminar se desataba el temblor que revelaba la posición del enemigo. La confusión de gritos, entrechocar de espadas y saetas que siguió a los graznidos y gruñidos de los animales del bosque fue observada desde lejos por Moravius. Se había levantado tras haber hablado, curioso por ver qué sucedería y preocupado por que la batalla no se desarrollase como debía. Podían intervenir, pero sabía que no era conveniente que la atención de los enemigos del Conde Nesvind, y por ende suyos, se percatasen de que por una ruta diferente a la esperada se escapaba el cofre repleto de oro que deseaban.

Cuando el combate hubo terminado y sorprendido por el desenlace, en el que se había demostrado la pericia del capitán y sus hombres, se acercó de nuevo al caballo, lo desató y subió en él mientras se preguntaba si realmente la magia arcana, su magia, hubiese conseguido un mejor resultado que la empleada por Ailara. De todas formas sabía que siempre que quisiese picar un poco a la druida no tendría más que empezar a hablar sobre ello.

Al iniciar de nuevo el camino se encontraba algo más alegre, en su estado de ánimo normal, pues había alejado las preocupaciones que durante el primer tramo de viaje habían hecho que mostrase un semblante taciturno. El “luego hablamos” se había prolongado demasiado y el descanso de aquella noche vendría bien para librarse del sentimiento de culpabilidad que había provocado aquel estado de ánimo.

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28/01/2009, 19:16
Ailara Sotobosque

Ailara se sonrojó al escuchar el comentario de Merkus. Realmente para su edad había hecho un comentario que era digno del jefe de la misión, quizás estuviera madurando más de lo que pensaba o quizás tenía momentos tan maduros como posiblemente infantiles. Aún así no le dio más importancia y recogió su caballo para volver a montarse en él. Deseó toda la suerte del mundo en silencio, al grupo del capitán y siguió al elfo.

Miró a Moravius de soslayo mientras caminaban. Aún no entendía del todo la mirada que le había echado cuando lanzó el conjuro, pero si había algún tipo de reproche o felicitación suponía que se lo diría en algún momento. Se limitó a levantar la cabeza orgullosa y sonrió al recordar como la naturaleza una vez más, se había puesto de su lado y juntas habían conseguido que los soldados del señuelo no fueran masacrados sin piedad.

La noche llegó y debían hacer un alto. El destino estaba cerca, o al menos no tardarían más de un día en llegar, sin embargo, era hora de descansar. Las mulas y los caballos también lo agradecerían. Mazgul se arrimó a la druida cuando esta descendió de su caballo esperando que Bathalias diera la orden de acampar. Ailara le devolvió el gesto acariciando su lomo y rascando sus orejas. -Verás como ya mismo entregamos esto y volvemos a ser libres, ¿verdad que si? -dijo a su loba mientras con los dedos de la mano tocaba el anillo que la hacía sentir como la esclava de un señor.

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29/01/2009, 09:22
Bathalias de Emdelis

Con la caida del aterceder llegó el momento de buscar el sitio para descansar. No recorrieron mucho camino buscando el lugar adecuado,  cuando el elfo vio un sitio propicio, se alejaron unas decenas de metros del camino justo al pie de una pequeño afloramiento rocoso, que solitario miraba desafiante a sus compañeros, las gandes montañas alejadas a kilometros de él. Tras inspeccionarlo el elfo hace señal al grueso del grupo para que se acerce y preparen el eventual campamento en la cara opuesta al camino.

-Merkus por favor, borra las huellas que nos sepran del camino hasta aquí- le solicita al bárbaro.

Da las órdenes típicas, otra vez por costumbre, aunque la mayoría ya hace su parte antes que abra la boca, lo que no le impide decirlas de todos modos. Sin quererlo su mirada se dirige al cofre en varias ocasiones mientras revisa toda la carga. Hoy han pasado muchas cosas y no cree nadie pueda dormir a pierna suelta.

-Hoy haremos doble guardia si a todos os parece bien- me explico a mis amigos- aunque durmamos menos y mañana estemos un poco más cansados, cuando acabemos este trabajo podreis recuperar el sueño, tres turnos de dos personas- señalo a la punta del cúmulo de piedras a unos metros del suelo- allí.

Una vez  que todo se empieza a mover, coge el caballo y se va a dar una vuelta por los alrededores, tampoco quiere estar encima de ellos todo el dia como un padre vigilante.

 

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29/01/2009, 23:22
Director

Quizás no fuese lo que ninguno de ellos esperaba, e incluso alguno ni tan siquiera lo deseara, pero la noche pasó tranquila y sin incidentes. Sus únicos acompañantes fueron las estrellas y las criaturas de la noche, que no por hacer suyos los momentos sin luz en la tierra resultaban más terroríficas que las diurnas. Una lechuza jugueteó durante la mayor parte de la vigilia con aquellos que permanecían despiertos, asegurando el inquieto sueño de sus compañeros. El ave se acercaba a poca distancia del campamento, ojeaba fugazmente a aquellas extrañas criaturas que se tumbaban en el suelo alrededor de aquel haz de luz y calor, para luego elevar el vuelo dejando tras de sí el perturbador sonido de su aleteo.

La claridad de la mañana aún no había comenzado a despuntar cuando Bathalias los despertó a todos de forma discreta, con aquella mirada suya tan particular que transmitía una orden: Silencio y alertas.

La reacción del grupo fue la propia de aquellos que ya están acostumbrados a lo inesperado. Las manos se lanzaron por las armas de inmediato, los pies desplazaron los cuerpos hasta formar un círculo defensivo, los ojos escudriñaron la espesura en busca de cualquier posible amenaza, la mente lanzaba continuos y presurosos avisos a los sentidos y los músculos, la magia comenzó a despertar en el interior del pecho.

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29/01/2009, 23:47
Merkus

Tras haber sido arrancado de su plácido sueño de manera tan poco considerada, Merkus pensó en intentar un reproche por lo temprano que era, pero la mirada de Bathalias lo decía todo... Enemigos.

Rápidamente, el bárbaro asió su gran mandoble, apuntando al suelo frente a él, el cuerpo semi-agazapado, en tensión, esperando a que el enemigo se mostrara para partirlo por la mitad. Una mueca de tensión y, ¿placer?, se marcaba en su rostro, parecía que la situación le agradaba.

De un rápiido vistazo corroboró que sus compañeros también estaban alerta y en posición. Solo quedaba esperar...

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30/01/2009, 10:46
Ailara Sotobosque

Finalmente decidieron acampar en aquel lugar. Parecía tan bueno como cualquier otro, así que Ailara no se equivocó cuando desmontó del caballo. Se marchó con Mazgul a por un poco de leña y ayudó a hacer el fuego de la hoguera que les mantendría calientes toda la noche. Sacó de su mochila algo de comer y lo compartió con la loba. Estaban también sedientas, así que tomaron un buen trago de refrescante agua antes de hacer el primer turno de guardia.

El primer turno fue tranquilo. Apenas una lechuza y algunos animales curiosos fue todo lo que se movió por las cercanías. Tampoco en la distancia se divisaba nada que se acercara, así que ambas se fueron a dormir llegado su turno, con el trabajo bien hecho.

Con las primeras luces del alba también llegaron los problemas. Bathalias, que tenía el último turno, les despertó silenciosamente. Les miró con la cara que tantas otras veces le habían visto al elfo. Había problemas y tenían que estar listos en cuestión de segundos. La loba se revolvió y empezó a olfatear el ambiente. Ailara la miró y asintió. No hacía falta sentir su olor, estaba claro que algo había en el ambiente y casi se podía palpar.

Sujetó su bastón con fuerza y miró en todas direcciones antes de guardar su puesto en la formación. A la menor señal de uno de ellos, todos estarían listos para la batalla si era necesario. Miró el cofre y comprobó que aún seguía intacto donde lo dejaron. Si había que luchar lo haría hasta la muerte. Si conseguían robarles el cofre, no solo se llevarían el cofre, sino sus vidas con él.

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30/01/2009, 14:04
Antor PielGris

Fue una jornada realmente silenciosa para el viejo Pielgris, pronto se habia despendido de sus compañeros para sumir vision y pensamientos en lo que la vida le habia enseñado a hacer, la tentacion, la vida facil y muchas mas cosas cernian una sombra sobre su mente, pero junto a esto tambien se unia los lazos de amistad que tenia con sus amigos, duro era la batalla mental que tenia el viejo pielgris en su cabeza, ahora solo desearia ser de nuevo realmente libre.

La noche terminaba, realmente calmada para el sitio en el que la habian pasado, de repente como el leve murmullo del rocio de la mañana el grupo de aventureros se despertaba en silencio, este tipo de despartar solo coloco al viejo Antor en alerta, aunque en realidad siempre lo estaba parecia dormir con un ojo abierto y otro cerrado, en una vida como la suya no se podian dejar riesgos a la mano de los otros, asi que con el alba y el llamado de sus amigos inmediatamente se alisto para lo que viniera.

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30/01/2009, 20:23
Director

El alba despuntó sin sobresaltos y ahora, los aventureros se miraron sabiendo claramente que tenían que hacer...

Así pues, se pusieron en marcha. Recogieron con gran presteza sus pertenencias y azuzaron a sus monturas para poner tierra de por medio entre ellos y quienes quiera que fuesen los que ocupaban el campamento en lontananza.

El día comenzó a tomar forma, el cielo clareó y una suave brisa comenzó a soplar. El terreno ante ellos era principalmente descendente, con lo que el esfuerzo para los animales fue menor. Se trataba más de una cuestión de habilidad que de fortaleza, sin embargo las mulas que cargaban con el cofre les impedían marcar el ritmo que hubieran deseado, tenían que conformarse con el paso cansino que ofrecían aquellos sumisos animales.

El tiempo fue pasando de manera demasiado lenta para sus intereses, no obstante no hallaron ninguna señal de que les estuvieran persiguiendo ni encontraron obstáculo alguno ante ellos. Así, tras atravesar los últimos valles y recorrer un corto pero inquieto trecho por el camino real, alcanzaron finalmente los límites del Pantano de las Pesadillas. Su nombre no le hacía honor. Era peor.

Se trataba de un infecto lodazal humeante que desprendía un penetrante hedor a azufre y emitía calor tan intenso que hacía incómodo incluso el respirar. Donde quiera que se mirase los únicos colores existentes eran el gris profundo y el marrón putrefacto. Una capa de espesa niebla amarillenta reclamaba su dominio sobre aquellas tierras y se mostraba más que terca ante la posibilidad de ceder su sitio. Había que estar loco para querer atravesar aquel lugar, mas no tenían opción. El final de su viaje se hallaba en el centro de aquella ciénaga.

Un estrecho sendero, más una porción de tierra solidificada que otra cosa, se adentraba serpenteante en la oscuridad del pantano como la funesta invitación de un demonio.

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02/02/2009, 19:04
Ailara Sotobosque

Todos estuvieron alerta durante unos minutos pero pronto la calma se hizo y no se volvió a saber de amenaza alguna. "Falsa alarma" pensarían todos y se pusieron a recoger el campamento. Taparon las huellas de su asentamiento tan bien como pudieron antes de partir y cargaron a la mula con el cofre.

Mazgul olfateaba a un lado y a otro del camino según avanzaban hasta que finalmente se encontraron frente a frente con el pantano. Barro y una neblina era todo cuanto cubría aquel terreno. Tras un viaje lento, a paso de los animales, ahora llegaba una parte terriblemente complicada. No en el sentido de escarpado o difícil de trepar, sino en el sentido psicológico de la andadura.

Debían atravesar aquel pantano para llegar a la torre y Ailara no estaba muy segura de querer hacerlo. La naturaleza en aquel lugar se mostraba extraña y poco amigable. Algo escondía aquel lugar que no parecía natural.

Mazgul se empezó a llenar de barro las patas y su pelaje quedaba impregnado de finas gotitas de rocío debido a la humedad. No le gustaba el olor de aquel lugar y lo hacía notar resoplando a cada instante para quitarse aquel regusto tan desagradable. Miraba a Ailara y esta le respondía con una sonrisa. Debía mantenerse firme y confiada si no quería que su fiel amiga también se sintiera desanimada a estas alturas.

Debían continuar la marcha.

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02/02/2009, 19:25
Merkus

Merkus miró descorazonado el pútrido pantano que se extendía ante sus ojos. Su corazón le decía que no debía entrar alli, pero la voz de la razón, casi desconocida para el impetuoso bárbaro, le instaba a seguir con sus compañeros. No queriendo que sus sentimientos aflorasen a su rostro, puso adusto el semblante y se dirigió a sus compañeros con una sonrisa: -Por lo menos aqui no nos emboscarán. Vamos, seguro que estamos fuera de éste maldito lugar antes de que nos demos cuenta. Ánimo-

 

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02/02/2009, 20:44
Director

Entraron en él como quien atraviesa los eternos pasillos que conducen al purgatorio: despacio, con paso indeciso y la mirada perdida en todas direcciones.

El suelo era como una continua charca de apenas unos centímetros de profundidad. Aquí y allí se remontaba alguna porción de suelo sólido, libre del agua putrefacta que lo cubría casi todo, pero la mayor parte del tiempo caminaban con los pies hundidos en el fango. El olor, continuo y penetrante, les provocaba un pellizco en el estómago, tan sólo retener dentro de si mismos la última comida ya era toda una hazaña. No se veía nada más allá de unos metros, pues la densa niebla sumía el mundo en una melosa y gigantesca nube grisácea. El silencio era tan sólo roto por el sonido de succión que sus pies provocaban al caminar sobre la tierra húmeda, cada paso indistinguible del anterior.

Caminar en aquellas condiciones hacía que hasta el más optimista de los hombres deseara dar media vuelta y salir de allí cuanto antes, a pesar de lo que ello pudiera suponer.

El día fue avanzando sin señal alguna del origen de los fuegos que vieran aquella mañana. ¿Acaso los habían imaginado? ¿Tal era el efecto nocivo que aquel lugar provocaba? ¿Cuánto tiempo llevaban caminando por aquel pantano detestable?…

¿Qué había sido aquel ruido?

¿Se movía algo ahí delante o tan sólo era un remolino en la niebla, un efecto visual provocado por la casi inexistente brisa?

El sudor cubría sus frentes y una horda de irritantes mosquitos hacían su trabajo sobre cualquier porción de piel descubierta que lograsen hallar. Todo cuanto lograban ver era desolador, triste y sin color… y no parecía que fuera a cambiar en poco tiempo.

Pero aún así seguían avanzando.

La luz menguó, quizás estuviese ya atardeciendo, aunque era poco probable, el día se les habría hecho tremendamente corto entonces. Era posible que se debiera a que la niebla se estaba espesando aún más. Sea como fuere, la falta de visibilidad, el aletargamiento provocado por la monotonía, el cansancio acumulado, o la suma de todas esas cosas, casi hicieron que se dieran de frente con una criatura a la que ni tan siquiera Bathalias había visto llegar.

Era un ser alto y corpulento, con mayor envergadura incluso que la de Merkus, con la piel de tonos cenicientos y aspecto húmedo. Su rostro carecía de pelo y nariz, presentando únicamente un par de orificios en el centro de la cara a modo de ésta. Tenía las orejas puntiagudas y un par de rendijas por ojos, por las que se filtraba una mirada amarillenta que haría temblar al hombre más valiente. Sus manos acababan en una afiladas uñas metálicas. Se cubría, apenas, con los restos de la piel de algún animal que resultaba imposible de identificar.

Se detuvieron en seco y echaron mano a sus armas. No sabían qué tipo de criatura era aquella, pero su aspecto y su postura no presagiaban nada bueno. Apenas habían tenido tiempo para pensar qué hacer cuando una segunda criatura, idéntica a la primera, apareció a su lado. A continuación una tercera y luego una cuarta. Dos más aparecieron a cada lado del grupo y otras dos a su espalda.

¿De donde habían salido? ¿Cómo podían moverse con aquel silencio?

Una figura más apareció frente a ellos. Vestía algún tipo de uniforme militar de mejor calidad que las raídas ropas del resto. Les echó un rápido vistazo sin emitir ningún sonido y sus ojos se detuvieron sobre el cofre que era cargado por una de las mulas. Tras prolongar la incertidumbre durante más tiempo del que hubiesen deseado, finalmente hizo un asentimiento de cabeza y les indicó con un gesto que le siguieran. Se colocó en cabeza de la marcha, con el resto de criaturas formando un círculo alrededor de ellos.

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03/02/2009, 01:39
Antor PielGris

la intespetiva despertada habia pasado ya por el dia del grupo pues finalmente no fue nada, el camino en la lentitud de las bestias no presagiaba nada interesante, al menos no port le momento, Antor a pesar de muchas veces ser muy hablador seguia guardando silencio como si planeara algo en su interio.

ni siquiera la llegada al asqueroso pantano habia sacado palabra del viejo y elegante PielGris que con cara de respulsion se demoro bastante en poner un paso en el pantano, mientras el grupo andaba en el hedor que expedia el pantano piel Antor no evito Hablar, oh!! siempre lo he pensado lo asqueroso poco seguro, o como lo recuerdo alguna vez cuando alguno de esos bueos trabajillos intente hacer, era tan pero tan asqueroso o si les contare... pero justo cuando se disponia a iniciar un relato para sacar risas y romper un poco ese tortuoso y largo silencio alguien se le habia adelantoy con su rostro entre susto y risa musito y hay tiene problemas a la orden... mientras pronunciaba sus palabras acercaba la mano poco a poco hacia su arma aunque no creo que pelear sirva de mucho con estos grandotes.

un silencio en el grupo hacia antesala al extraño juego de estas criaturas bien equipo y ahora cual es el plan?

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03/02/2009, 15:36
Bathalias de Emdelis

Y el que pensaba que había visitado sitio inhospitos... Todos sus sentidos le decían que se fuera de allí. No había nada de natural en aquel pantano. Hay pantanos con olor fétido, otros con una niebla pegajosa y humeda, otros tenían criaturas pequeñas e irritantes que portaban enfermedades. Este resultó ser el padre de todos los pantanos, parecía hecho a conciencia para resultar lo más desagradable y antinatural posible. Y lo conseguía. Cada paso que daba vigilando el camino, a sus oidos, tacto, vista y olfato le llegaba demasiada información constamente, hora tras horas, como para evitar que los visitantes no deseados pudieran relajarse ni un solo momento.

Según pasaba el dia y con la tensión acumulada, el elfo se encontraba completamente abrumado y empezaba a estar de mal humor. Su semblante serio se estaba transformando en una continua cara de asco hacia lo que le rodeaba y la situación, imaginándose problemas y proyectando mentalmente su imagen y la de su grupo adentrándose cada vez más profundsamente en el hediodo pantano y dejando el sol y salida más y más atras.

La oscuridad se empezaba a hacer patente, primero poco a poco pero después algo más rapido, como un lazo corredizo en torno al cuello de un sentenciado a muerte, primero colgando flacidamente y de repente, zas, se ajusta dando a entender que el fin estaba allí. Su vista es privilegiada como los de su raza pero resultaba casi inutil en ese contesxto y así fue cuando casi tropiezan con la enorme criatura que se materializó delantge del grupo.

-¡Atención!-grito mientras mi voz no emite ningún eco, y levanto la espada- Merkus, Antor al frente conmigo hay.. - una vez vista la criatura y su complexión, mis ojos le dan forma a otras criaturas que parecen rodear al grupo- ¡no no!, quietos, están por todas partes- en mi voz suena un pequeño deje de histeria nada propio en mi.

Al aparecer el humanoide en medio de las figuras ya no sabía que pensar, ¿era un ataque?¿una bienvenida?, las figuras no se movían, la persona ativiada militarmente los miraba de hito en hito. El elfo espera un movimiento para hacer algo, pero si puede evitar el enfrentamiento mejor. En esos momentos, de incertidumbre, busca con la mirada posibles salidas, las forma de los monstruos y como se han movido en su propio terreno con una soltura que le hace preocupar en su posible fuga.

Tras esos instantes y al ver la figura decirles que le siguieran hizo lo único que podían hacer. Matar un mosquito de un manotazo y seguirle.

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03/02/2009, 19:32
Ailara Sotobosque

Ailara caminó tratando de no hundir sus pies en el resbaladizo lodo. Miraba a un lado y a otro esperando ver algún tipo de camino algo más elevado y seco para seguir por ahí, pero no encontró nada. Paso a paso todo el camino discurría de la misma manera. Barro y agua a un lado del sinuoso camino y más agua y barro al otro lado. Pensó que un luigar así debía ser fácil de defender en caso de que sufriera un ataque. No habría tropas que pudieran atravesar aquel lugar por fuera del camino. Eso les convertía en presas fáciles.

De pronto vio como una figura se alzó ante ellos. Interpuso su bastón entre ella y el ser aparecido, pero de poco le sirvió aquel nimio bastón cuando otras figuras emergieron de igual manera hasta acabar rodeados. -Genial -pensó la joven. Mazgul olfateaba y gruñía a los nuevos mientras permanecía al lado de la druida.

Cuando el tipo vestido con uniforme les indicó que les siguiera, Ailara estuvo casi segura de que se trataba de una línea de defensa muy eficaz. Unos soldados que les llevarían hasta la puerta de la torre. Quizás una escolta o una patrulla de reconocimiento de la mismísima bruja. Así es como lo entendió Bathalias o como la druida pensó que lo había entendido él.

Caminó tras Bathalias sin quitar ojo a su vida, el cofre. Les quedaba poco camino por recorrer y no estaba dispuesta a separarse de aquella caja hasta que el anillo no hubiera desaparecido de su dedo. Así que acarició la cabeza de la loba para tranquilizarla y continuó el viaje.

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03/02/2009, 21:45
Director

Avanzaron a través del pantano y a través de las pesadillas. Ambos parecían igual de reales, con la misma densidad, la misma falta de luz y vida. Los dos parecía interminables, impenetrables. Ambos podían matarte, uno de hambre o sed, el otro de locura.

Caminaban rodeados por aquellas criaturas que le marcaban el ritmo y el camino. A pesar de la anarquía y brutalidad que cabría esperar su aspecto mantenían una formación bastante ordenada alrededor del grupo según las órdenes de su oficial.

Durante varias horas hundieron sus botas sobre el fango, pisoteando malas hierbas y cruzando cenagales de agua putrefacta. La niebla era su único acompañante, en ningún momento se cruzaron con un animal u otro ser vivo. El ritmo era lento, el terreno superado penoso.

Sin embargo ocurrió algo que les sacó de su apatía con tal brusquedad que el efecto fue como si una mano gigante les hubiera zarandeado rudamente. De buenas a primeras, sin aviso previo, la niebla desapareció. No lo hizo paulatinamente, sino de un paso al siguiente. Se volvieron nerviosos y contemplaron lo que parecía ser una pared blanca sostenida en el aire. Un momento antes se encontraban dentro de una densa nube y al siguiente ésta se recortaba tras de ellos. No había explicación posible.

Al menos ahora podían ver lo que tenían delante de sus ojos. No es que fuera un panorama mucho más alentador, pero si que se mostraba un terreno bastante más reseco y menos pantanoso. Un raído camino descendía hasta una hondonada que se perdía a de su vista. Y por él avanzaron.

Tras una media hora de marcha algo enervó los ánimos de aquellas criaturas que les acompañaban. A su derecha, a bastante distancia del camino, se veían unas pequeñas construcciones de piedra, barro y broza. No eran más que simples casuchas pero su visión hizo que el nivel de agresividad se disparase. Las armas aparecieron, las gargantas dejaron escapar gruñidos de odio y rabia, la formación se desdibujó. Tan sólo duró unos instantes pues un par de gritos de mando del oficial hicieron que cada uno volviera a su puesto y la marcha se reanudase. No obstante las miradas de furia se sucedieron en aquella dirección hasta que las chozas dejaron de estar a la vista.

Fue lo único que rompió la monotonía de camino hasta que llegaron a los alrededores de la Torre Negra de Ybress. La reconocieron en cuanto apareció ante ellos, sumergida en lo más profundo de una hondonada pero sobresaliendo aún así por encima de todo cuanto se hallaba a su alrededor. Era un edificio extraño cuando menos. Estilizado, picudo, con tres torres en forma de aguja en su cima.
Estaba construida en piedra, hierro y cristal. Una estrecha porción de tierra ennegrecida la separaba de un surco de agua oscura que rodeaba todo el perímetro. Ocho alargados puentes, como patas de una araña, conducían desde todas direcciones hasta aquella pequeña isla del terror. Una verdadera multitud de criaturas como las que les escoltaban vigilaban cada uno de los puentes y el acceso a la torre. A un lado de esta pudieron divisar unos barracones cuadrados que hacían de alojamiento para los sirvientes de la bruja. No había muro, empalizada ni cualquier otro tipo de construcción defensiva.

El oficial que les guiaba no se detuvo ni un instante y se encaminó directo hacia la Torre Negra. Atravesaron uno de los puentes bajo la desconfiada mirada de los guardias y penetraron en la isla. Tras una corta discusión aquellos que custodiaban las puertas de acceso a la torre las abrieron y les flanquearon el paso.

Mas no podían entrar con los animales...

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04/02/2009, 14:16
Antor PielGris

PielGris nuevamente habia mantenido el silencio al igual que todo el grupo, ademas por que no era muy ameno para el andar forsosamente por donde le indicaran, pero el viejo tenia poco y nada de bruto y no hiba a armar alguna escaramuza con los elegantes y atentos guias del pantano, asi habia decidido llamarlos en su mente para hacer mas ameno el camino, el asqueroso paisaje le segui indicando que por nada del mundo debio entrar alli, pero finalmente llorar sobre la leche derramada no valdria de nada, a lo unico que atino el viejo Antor para entretener su mente fue recordar canciones e historias de los garndes de antaño.

Gran sorpresa se llevo el mientras intentaba recordar esa cancion una que le habia escuchado a un anciano en una cantina sobre pantanos y cosas asquerosas, cuando de repente la niebla desaparecio para darle paso a un paisaje un poco mas seco aunque no muy bello, causo un poco de curiosidad que aquellas cosas que los llevavan se alterazen al maximo con esas cabañas, pero era claro que el objetivo era el grupo de aventureros.

Finalmente y poco a poco la misteriosa torre a la que tanto rendian tirbuto, de la que tantas historias aqui y alli se contaban se empeza a erguir imponente y a la vez cortante frente a ellos al menos tienen buen gusto en este sitio dijo tratando de suavizar un poco el amargo paso por el que atravezaban ademas se escucha mas temerosa en las historias que cuentan. dijo poco antes de arribar a los puentes.

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04/02/2009, 17:37
Merkus

Merkus siguió junto a sus compañeros por el camino que les hacían seguir sus inusuales guias sin decir una palabra. El opresivo ambiente del pantano lo tenía ensimismado en una nube de turbios pensamientos con respecto a sus guias y al destino al que les llevaban...

Cuando vislumbró la Torre, el bárbaro tragó saliva. era una construcción atemorizadora y el nivel de protección del que disponía hacía que fuera ridículo siquiera pensar en resistirse de alguna manera. -No se hasta que punto nos permitirán salir de aqui... Por si las moscas estaré atento, pues antes moriré que dejar que me hagan prisionero. A saber de qué clase de jueguecitos somos víctimas si la bruja decide no dejarnos volver...-

Cuando se hizo evidente que los animales no podrían pasar a la Torre, Merkus se dispuso a descargar el cofre del dinero del lomo del sufrido animal que, hasta ahora y sin ninguna queja lo había traído hasta aqui...

Notas de juego

Si puedo transportarlo yo solo, asi lo hago...

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05/02/2009, 00:03
Ailara Sotobosque

A cada paso que andaban, Ailara se preguntaba si realmente les estaban llevando como escolta o eran prisioneros. Deseaba creer que eran una escolta de la bruja, pero no las tenía todas consigo. Lo que si esperaba es que al menos fueran sus súbditos. Así, al llegar, estarían seguros de que los dejarían libres al ver la carga.

A cada paso que andaban, la druida observaba a través de la niebla intentando vislumbrar alguna figura, algún lugar, cualquier cosa que no fuera cieno y agua sucia. El aspecto de aquel lugar pesaba demasiado en su alma, hasta para ella era demasiado, así que no quería pensar lo duro que debía ser para sus compañeros que estaban menos acostumbrados a admirar las maravillas de la naturaleza.

A cada paso que andaban, más cerca estaban de quitarse el yugo que oprimía su dedo. Aquella maldición en la que, aún en estos momentos, no podía obviar. Allí estaba, pesado como la bola de un preso. Ardiente como el mismísimo fuego.

Tanto es así que llegaron a un puente bien custodiado. La niebla les dio algo de tregua y pudo observar una gran pared que se alzaba ante ellos. La gran torre negra se mostraba inmensa y orgullosa en mitad del pantano. Para poder continuar, sin embargo, debían cruzar aquel puente y parecía que las bestias que les acompañaban debían quedar de ese lado.

Merkus se ofreció a cargar con el baúl y Ailara, al ver que ningún otro compañero le echaba una mano, se acercó e intentó ayudar como pudo a sostener la carga. Pasara lo que pasara, era mejor que tanto Merkus como ella, solo usaran un brazo, dejando el otro libre, por lo que pudiera pasar. Sonrió al grandullón y le hizo una seña para continuar.

A cada paso que andaban, se acercaban más a su destino.